Una historia de amor sobre la mesa:
La vajilla azul de Sanborns
Cuando los ya legendarios hermanos Sanborn fundaron su botica y fuente de sodas en un pequeño local de la actual calle Madero, en los bajos de la antigua Casa de los Azulejos, nadie pudo imaginar el desarrollo que ese negocio alcanzaría con los años. Corría 1903 y en poco tiempo, la pequeña fuente de sodas anexa a la farmacia cobró más importancia y se hizo popular entre los empleados de las cercanías. Pronto fue necesario ofrecer algunas comidas y así se convirtió en un restaurante. Y como tal, necesitaba una vajilla adecuada para el servicio. Aquellos eran tiempos turbulentos, y no resultaba fácil encontrar en la ciudad un proveedor confiable. De modo que los Sanborn decidieron seguir la costumbre de otros hoteles y restaurantes, y escogieron para el comedor una vajilla inglesa con un motivo chino, muy elaborado y pintado en azul cobalto.
Ochenta años más tarde, en las mesas del Sanborns de Madero (y las otras 44 unidades en todo el país) se siguen sirviendo las enchiladas, las hamburguesas y el café‚ en la misma vajilla azul, con los dos pájaros que unen sus piquitos en el centro del dibujo, sobre un paisaje típicamente chinesco, con sus pagodas, sus montañas, sus bosques y la barca que navega frente al puente de piedra, sobre el cual se ve la figura de tres pescadores con sus implementos de pesca.
Esta famosa vajilla fue hecha originalmente en Burslem, Inglaterra, y es copia de un motivo que aparece en las porcelanas "azul-blanco" que se fabricaron en China a fines del siglo XVI y principios del XVII (periodos Ming y Ching), también conocidas como "Porcelana de la Compañía de Indias", por la empresa que las llevaba a Europa y más tarde a Estados Unidos. Esas mismas vajillas, con motivos chinescos, afrancesados y también heráldicos, llegaron a México con la "nao de la China", y ejercieron una gran influencia sobre los artesanos poblanos que manufacturaban la cerámica conocida como Talavera, y que hoy es muy cotizada.
En su versión original, cada pieza de la vajilla tiene un formato distinto, y quienes la han visto completa explican que el conjunto es la narración de una sencilla historia de amor: un noble que vive en el lujoso palacio de la derecha, con su jardín y su cerca, se enamora de la humilde campesina que habita en la choza que se ve abajo a la izquierda, al otro lado del río. Los padres del príncipe, como ocurre hasta en las telenovelas actuales, se oponen al romance y los jóvenes no tienen otra salida que buscar el elixir de un mago, que los transforma en un par de tórtolas, unidas para siempre por encima de la incomprensión.
La vajilla se importó desde Inglaterra
durante muchos años, y a fines de los años 30 todavía
podían
comprarse, en la planta alta de la Casa de los
Azulejos, piezas sueltas de la misma losa, como tazas, teteras y cafeteras.
Durante la Segunda Guerra Mundial Sanborns comenzó a comprar su
vajilla en Estados Unidos, aunque con una calidad menor que se observa
tanto en la precisión de la impresión como en el grosor,
bastante mayor, de las piezas. Además, con el objeto de abaratar
la producción se suprimió la secuencia de la historia de
amor y se escogió un solo dibujo, el ultimo, para todas las piezas.
Con relativa frecuencia aparecen en las tiendas de antigüedades de
la ciudad de México, e incluso en el mercado dominical de La Lagunilla,
piezas sueltas de esta vajilla clásica, que se cotizan a precios
bastante altos por lo atractivo del motivo.
Después de la Guerra, a medida que Sanborns se iba extendiendo por toda la ciudad primero y luego en varias capitales de provincia, la importación resultó complicada y costosa, de modo que hubo que confiar la producción de la vajilla a un proveedor local. Desde hace unos 30 a¤os se produce en la fábrica La Anfora, que le dedica un departamento especial.
"Producir esta vajilla requiere un trabajo lento
y cuidadoso, y por lo tanto muy costoso --explica el
licenciado Rodolfo Mondragón, del departamento
de compras internas de Sanborns--. De hecho, La Anfora surte nuestros pedidos
en cuatro meses, o sea que siempre mantenemos una reserva de por
lo menos seis meses. En materia de tazas para café, por ejemplo,
esto equivale a tener en el almacén unas 15.000 piezas".
Para los restaurantes Sanborns sería mucho más f fácil y económico disponer de una vajilla mas sencilla, como las que La Anfora produce para otros cadenas de restaurantes, pero el motivo chino es tan típico y familiar que la clientela se sentiría traicionada. Y consentir a sus asiduos tiene sus bemoles: cada mes, Mondragón hace un estimado de las piezas rotas, despostilladas y "desaparecidas", y formula sus pedidos.
"A pesar de que la vajilla es más
gruesa y resistente que las antiguas --explica Mondragón--,
de todos modos se rompen con cierta frecuencia, tanto en las máquinas
automáticas que las lavan como cuando los empleados recogen los
"muertos" de las mesas y los apilan en las canastas. Es algo inevitable,
lo mismo que las piezas que algunos clientes, sobre todo turistas, se llevan
de recuerdo".
De las 15 piezas que integran actualmente la
vajilla (platos de 7 tamaños, 2 platones ovalados, 3
tazas, tarro cervecero, tazón para cereales
y salsera), la que sufre más daños es, previsiblemente, la
taza de café: cada mes se rompen entre 2.500 y 3.000 piezas; le
sigue en la lista negra el plato de café, con unas 1,500 pérdidas
mensuales.
¿Seguirá Sanborns ofreciendo la curiosidad de esta exótica y romántica vajilla? Mondragón es categórico: "La vajilla azul es tan típica de nuestros restaurantes que sería un verdadero pecado cambiarla".
Este texto se publicó en la revista Expansión de la ciudad de México, septiembre de 1990. Para quienes no conocen este país, Sanborns es una cadena de restaurantes y cafeterías muy tradicional. La vajilla azul se sigue usando sin cambios hasta la fecha.