Vi a los buitres volando bajo y muy cerca de mí, sabía que por el momento yo no era su presa, pero sabía también que de continuarme la hemorragia muy pronto vendrían por mí para consolarme y aliviar mi dolor como hacían ahora con su víctima. Cuando recibí la herida, que fue bastante profunda, un ser blanco llegó y la curó, al menos eso pensaba hasta ese momento en que caminaba solo y volvía a sangrar. Esta vez no me había desplomado totalmente, si no que simplemente me recosté a descansar un poco viendo hacia el desierto que me rodeaba, me sentía bastante débil cuando vi a los buitres, su presencia no me daba miedo, pero sí me preocupaba, por que por primera vez no estaba plenamente seguro de si podría resistir su ataque, o ahuyentarlos como tantas otras veces había hecho. Aún así seguí recostado, contemplando divertido cómo daban los primeros picotazos a su presa, a lo lejos distinguí que se acercaba otro ser alado, en un principio, al no distinguirlo bien, pensé que era otro buitre al acecho de la misma presa, pero este ni siquiera se dio cuenta de la existencia del moribundo y vino directamente hacia mí, intenté levantarme y huir, pero no fui lo suficientemente rápido y el ser alado se me arrojó encima y me dejó totalmente inmóvil en el suelo, entonces lo vi de cerca y descubrí que no era un buitre que viniera por mí, era un Angel, un ser de extraña belleza que ahora me tenía a su merced. Estaba indefenso ante él, pero sabía que no me haría daño si yo no intentaba defenderme.
El Angel estuvo así sobre mí contagiándome su calor y su energía, llegó el momento en el que me sentí totalmente repuesto e intenté incorporarme y atraparlo entre mis brazos, pero entonces se retiró de mí unos pasos, me quedé extasiado contemplando su belleza cuando el Angel empezó a dividirse primero en dos, luego en cuatro, y así sucesivamente hasta que fueron tantas partes que no alcancé a contarlas. Después cada parte fue tomando forma y vida propia, pero todas eran aún parte y esencia del Angel. Una parte, por paradójico que parezca, era un monstruo de ojos rojos que por ser el más grande impedía ver a los demás seres que conformaban al Angel, me di cuenta entonces de que el monstruo no era más que un guardián, lo que no sabía (y aún no lo sé) es si cuidaba las puertas del cielo o las del infierno.
Tuve dudas, por que al fin y al cabo, la presencia del guardián me atemorizaba, pero sabía que necesariamente tenía que haber una razón para que el Angel desplegara sus formas ante mí, así que intenté luchar contra el guardián, aún no lo logro derrotar, pero en esta lucha he visto claramente a algunos de los seres que conforman al Angel. Son todos distintos y las más de las veces contradictorios y mal formados, algunos a veces parecen querer ayudarme, pero otras veces esperan a que me descuide y me agreden utilizando mis propias armas.
Uno de ellos se ha dedicado a sembrar flores por todo el desierto, a veces pienso que busca inútilmente darle vida al paisaje, y se ve tan determinado a hacerlo que quizás lo logre; pero otras veces pienso que lo hace para distraerme con el colorido y así el guardián me pueda fácilmente destrozar. Como cosa curiosa, entre los seres que conforman al Angel está el médico blanco que curó mi herida cuando me la hicieron, y tampoco sé si es amigo o enemigo, por que nadie mejor que él sabe dónde pegar para dejarme indefenso. Hay otra parte del Angel que tiene una fragancia que me obliga a seguirlo, pero mientras más la sigo, más se aleja, y sé que si voy demasiado rápido detrás de ella, llegará un momento en que la perderé totalmente de vista.
Estos seres que ahora están a mi alrededor a veces me asfixian, me atrapan, me hacen sentir derrotado; pero otras me relajan, me confortan y me convencen poco a poco de que tengo que ganar por que ellos tan solo sirven para proteger la esencia misma del Angel, misma que es un especie de cristal, que alguna vez he visto desde lejos. No sé aún bien de qué se trate por que nunca me dejan verla más de un instante, y después de esto la vuelven a rodear más agresivos que nunca. Por lo que he alcanzado a notar el algo tan puro, tan místico y tan frágil; que necesariamente hay que rodearla de laberintos y seres monstruosos para que ningún ojo profano pueda verla, y ya no digamos tocarla. Sé que cuando llegue a ese ser de cristal estaré definitivamente en sus manos, por que he visto que tiene la extraña facultad de transmitir su esencia cristalina a todo el que la toca. Pero eso no me importa por que el vidrio es piedra, y la piedra es fría, y cuando se tiene frío la mejor manera de hacer fuego es chocando dos piedras para dar la chispa que iniciará la llama. Y ahora ya no me importa arder o consumirme en un infierno si con eso logro vencer al guardián que me abrirá las puertas del edén, o de lo prohibido, o qué sé yo, pero de todas maneras qué importa si el Angel está a mi lado impregnándome su magia.
Spanish Banner:Intercambio de Enlaces.
Este cuento lleva visitas desde el 9 de Febrero de 1997