Grasa
La noche de anoche no dormí, estuve pegado a la máquina que me mantiene alejado del mundo de carne, hueso y metal; mas sin embargo también me une al otro mundo, al virtual, a ese lugar donde la gente no tiene cara, ni forma, ni sexo...... ni grasa. Son las 2 de la mañana y siento un calor sofocante, bebo el líquido amarillo envuelto en cebada y gas, decido abrir la ventana, y no estoy seguro si lo que pretendo es dejar entrar el aire o dejar salir el humo que se ha mezclado con mis ideas y parte de la masa de neuronas que mueren de poco a poco cada día. Aún siento calor, me quito la camisa, y me veo reflejado en el cuadro de vidrio detrás del cual corre el mundo virtual. Y estoy de este lado del vidrio y puedo ver al mundo, y me puedo ver a mí, pero el mundo no me puede ver, y veo en mi estómago grasa, y pelos rodeando el hueco que no tiene otro fin que recordarme que he nacido de una mujer, y esa mujer la última vez que la vi me enseñó las imágenes de cómo era yo hace algunos años, y me vi, el mundo no me vio, pero mi madre si me vio, mi madre, la que siempre está conmigo, aunque nuestros cuerpos estén a mil kilómetros de distancia, mi madre, la que mágicamente adivina mis pesares y no se da cuenta de que su hijo en el estómago ahora tiene grasa, mi madre, la única mujer que no lo advierte y con grasa y todo me sigue amando igual. Una vez más me prometo llevar una dieta sana y quizás hasta hacer un poco de ejercicio, promesa que en este momento se que he de romper como es debido. Y otra vez insomnio, y la mujer de Galeano se atraviesa entre mis párpados y tengo dudas, ¿será acaso la misma mujer que durmió conmigo antenoche?, me pregunto si sabrá volar, ella también tiene grasa es cierto, ¿será posible que el corazón después de tanto amar se haya quedado vacío?, ¿será posible que por eso ahora haya perdido mi capacidad de amar y me refugie en el miedo y la frialdad?, no lo sé, simple y llanamente no lo sé, es quizás esta una nueva y distinta forma del amor, quizás el amor de los viejos, un amor que es más cariño que pasión, que sin embargo no es aburrido a pesar de lo que yo creía en los tiempos en que el cuerpo era lo más importante y la entrega carnal indispensable, ¿por qué en esos tiempos en que no tenía grasa y contaba con unas nalgas espectaculares no anduve con seis mujeres al mismo tiempo?, quizás fue por falta de experiencia, quizás por que no se me daba la infidelidad, quizás por que amé demasiado. Hoy tengo más experiencia es cierto, pero también tengo grasa y canas, el precio que nos cobra el tiempo, la única plata que nos va quedando poco a poco y el único tesoro oleaginoso del que nos intentamos deshacer y siempre se queda, ¿por qué no ocurrirá lo mismo con el juguete de papel y de metal que todos desprecian, pero que todos añoran?. Verifiqué mi capital, tenía exactamente sesenta pesos de los nuevos, ese era todo mi capital, no tengo más, ni manera de dónde conseguir por el momento, decido que tengo hambre, o más bien me decido a tener hambre al fin, comprendo que no me puedo comer una letra descrita en un lugar etéreo, pero no tengo más que sesenta pesos. Lo mejor es invertir todo mi capital en un desayuno, y si, ¿por qué no?, en un restaurante caro para que no me quede ni un céntimo y pueda mañana morir tranquilamente de hambre. Tengo un aparato maravilloso que tiene la capacidad de andar a velocidades que el más rápido caballo de mi abuelo envidiaría, tiene cuatro ruedas y un volante, y decido ir en él hacia algún lugar caro donde vendan alimentos. Mi aparato maravilloso tiene propulsión gracias a un artefacto llamado motor, y el motor se ha descompuesto intencionalmente para hacerme sentir más miserable, pero después lo medito mejor y el motor se ha descompuesto para recordarme que también es una máquina y que yo soy médico de máquinas y entonces reparo el motor, hay que cambiar un resorte y el resorte me cuesta dos pesos y ahora mi capital es de cincuenta y ocho pesos. Después de arreglarlo me doy cuenta de que he quedado lleno de grasa, y ahora sí grasa por dentro y por fuera. Intento sumergirme en la cascada privada que está al lado de mi máquina de sueños, pero en fines de semana no se surte el líquido blanco y transparente que limpia las impurezas. Alguien me dijo alguna vez que la cebada es buena para el pelo y pienso tal vez un baño con el líquido amarillo y espumoso, pero después recuerdo que ese líquido es mejor por dentro que por fuera, y es mejor ni siquiera mancillar mi cabellera con las aceradas garras del peine y me voy tal como estoy. Llego a un caro restaurante, las máquinas que están estacionadas afuera hacen que la mía se parezca al famélico caballo que mi abuelo me prestaba de niño por que era manso... cuando niño tampoco tenía grasa. Entro y todo el mundo está vestido como para una boda y yo entro lleno de grasa, una mujer regordeta me recibe y me ubica en una mesa, justo enfrente de mí está sentada una mujer con grasa, pero grasa bien distribuida por las piernas, me queda exactamente en ángulo visual que me permite imaginar su voluptuosa desnudez y la gloria de derrumbar los dos pilares que conducen al templo de lo eterno. Su cara no es bonita, de hecho es bastante ordinaria, hasta cierto punto corriente, ¿cómo puede alguien cubierto de grasa y con tres días alejado del baño pensar en la finura? Ese soy yo, desayuno y fantaseo y al abordar de nuevo mi máquina movible (que es más rápida que el mejor caballo de mi abuelo) siento que vuelo, que me alejo hacia donde nadie tiene un nombre, hacia donde no existe la grasa, ni la pasión se esconde en sexo. Tengo cinco pesos en la bolsa como todo capital pero en mi caballo rojo que se ha terminado los últimos dinosaurios muertos que le quedaban para alimentarse puedo llegar hasta el templo del amor y vagar eternamente.
4 de Mayo de 1998
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