VIDA

Buena es la sal, mas si la sal se volviere insípida con qué se sazonará
ni para la tierra ni para el muladar es buena, la echan fuera
El que tenga oídos para oír oiga.

De un pasaje de la biblia.

Nunca supe como empezó la destrucción de un mundo tan bien elaborado y en el que las estructuras funcionaban tan bien. Es tan difícil darse cuenta de que del lugar en el que uno fue tan feliz solamente quedan cenizas y alguna que otra pequeña llama que no se puede apagar tan fácilmente. Muchos podrían asegurar que al lugar al que me refiero era tan solo un pueblo, un lugar de paso, pero para mí fue mucho más que eso. Para mí fue el sitio donde encontré la salvación, donde escapé de todos mis pecados y encontré por fin una razón para mi vida errante y sin sentido, en fin por pequeño que pudiera ser el lugar, en poco tiempo se transformó en mi vida entera y en el lugar del que a veces pienso que nunca debí haber salido.

El pueblo se encontraba en un lugar tan a la vista que jamás nadie lo había percibido, por que además la gran urbe que tenía al lado impedía ver todo el encanto natural que él poseía, quizás no era tan deslumbrante y lleno de atractivos como la ciudad de al lado, pero conservaba toda la ingenuidad y sabor de un pueblo conocido casi por nadie. Al principio, como todos, deslumbrado por las luces de la ciudad intenté instalarme precisamente ahí, pero poco a poco descubrí que como todas las grandes urbes era fría y metálica, podía ser todo lo agradable que se quisiera, pero jamás se encontraría calidez en ella, en cambio en mi pueblo (por que llegué a quererlo tanto que lo sentí mío) la calidez se reflejaba en cada uno de sus rincones, la gente era sencilla e incapaz de desconfiar de un extraño como era yo en ese entonces.

Cuando me instalé en Ojos Verdes, nunca supuse lo cerca que podía estar de la definición que se tiene de paraiso. El pueblo tenía su propio olor y música, cosas que jamás había sentido juntas en mi vida, cada rincón que conocía me parecía tan nuevo, limpio y sensible que a veces temía contaminarlo con mi presencia, y así fue como lo acepté tal cual era, en toda su belleza sin pulir aún, y así fue como poco a poco fui un poco menos yo y un poco más parte del pueblo. Estuve viviendo ahí alrededor de once meses en los que fui tan feliz como no recuerdo haberlo sido jamás en mi vida, pero entonces un asunto de trabajo me obligó a alejarme de Ojos Verdes por un largo tiempo.

En ese lapso estuve viviendo en diferentes ciudades, al principio el cambio me sentó bastante bien, pero al pasar el tiempo me di cuenta que en ninguna de ellas me encontraba tan a gusto como en mi pequeño y casi olvidado pueblito, entonces fue que me volví un auténtico sociópata, me dediqué a buscar dominar cuanto lugar recorría para hacer lo que mejor me pareciera sin importarme lo que pensaran los demás, y, modestamente, aprendí a la perfección como lograrlo. Aprendí como divertirme en cualquier lugar que estuviera y como abandonar la situación en el momento que se tornara comprometedora. La gente que me conocía me envidiaba la supuesta felicidad que poseía entonces al poder viajar de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad sin echar raíces jamás. Pero definitivamente yo no me sentía feliz, me sentía satisfecho si, por que al fin y al cabo estaba aprendiendo como nunca el arte de ser nómada errante, la manera de manipular a la gente para que se sometiera a mis caprichos, en fin, estaba aprendiendo como se usa el poder en beneficio propio, pero sin embargo me sentía totalmente vacío, como si solo estuviera de paso por el mundo, como que a nadie le importaba realmente si yo vivía, moría o solamente pasaba de visita.

Justo en el momento en que me encontraba más harto de la situación que entonces dominaba mi andar, me llegó una oportunidad para volver a Ojos Verdes, al principio dudé muchísimo entre si era lo más adecuado o no, pero al final de cuentas mi pasión por mi pueblo triunfó y regresé a él. Cuando regresé todos me recibieron con la alegría de ver a un ser querido que se alejó largo tiempo y al final regresó, lo que ellos no imaginaban era que aquel que regresó ya no era exactamente el mismo que había partido, si, los viajes me dieron más experiencia y nociones de lo que realmente era la vida en un lugar. Como mis paisanos confiaban tanto en mí, me dejaron actuar con el pueblo como mejor me pareciera, y juro que todos los cambios que hice fueron con el sano afán de mejorarlo, hice obras públicas que le dieron más belleza y notoriedad, como me di cuenta que la ciudad de al lado era quién más opacaba a mi pueblito, corté toda comunicación con ella y procuré que los accesos estuvieran diseñados de tal manera que todo viajero necesariamente tenía que notar la existencia de mi pueblito. Fueron tantos los cambios que realicé que llegó el momento en que los perdí de control y el pueblo empezó a cobrar vida propia y a evolucionar por sí mismo sin que yo lo percibiera. Todo hubiera estado perfecto de no ser por que la corrupción que mi ser había acumulado de todos los lugares que recorrí anteriormente empezaron a surtir un mal efecto en el pueblito, poco a poco empezó a crecer y a convertirse en una pequeña ciudad todavía con su encanto propio, pero como buena ciudad fue perdiendo la calidez y la ingenuidad que me habían cautivado al principio. Sin darme cuenta empecé a perder el control sobre los cambios que ocurrían y empecé a sorprenderme de que la evolución de una pequeña ciudad fuera tan grande y sin que yo interviniera, llegó incluso el momento en que se reanudaron las relaciones con la ciudad de al lado sin que yo me diera cuenta, y ahora la otra ciudad ya no opacaba a Ojos Verdes, es más ni siquiera competían entre ellas por que cada una tenía sus propias cualidades que las hacían únicas y diferentes.

Un buen día al salir de mi casa me encontré con que mi pueblo ya no era el mismo, inclusive en algunos momentos ni siquiera podía reconocer las calles, fue así como llegué a volverme tan innecesario para la gente que se decidió hacer una junta sin que yo me enterara, en esa junta se decidió que mi persona además de ser innecesaria era indeseable. Se llegó a la conclusión de que yo me había vuelto demasiado pasivo y no hacía más cambios, y fue así que decidieron elegir un nuevo dirigente mucho más activo y acorde a las necesidades actuales de la ciudad. Como aún se me guardaba alguna estima por haber sido en cierta forma el que transformó a Ojos Verdes en una prospera ciudad, no se decidieron a echarme tan fácilmente, pero ya la gente empezaba a no tolerarme, así que esperaron a que yo cometiera la primera pequeña estupidez. Cuando esto sucedió sin siquiera darme cuenta encontré mis cosas tiradas en la carretera y las puertas de mi pueblo cerradas con candado para que no pudiera ni siquiera intentar regresar a él.

Cuando al fin pude convencerme de lo que había pasado, me sentí tan dolido, tan herido en mi amor propio por haber sido desplazado, que quise suspender mi andar y mandar todo al demonio, me sumí en una especie de Limbo del que no quería salir, simplemente me desplomé en la carretera que iba hacia ninguna parte y permanecí ahí tirado sin esperar que nadie me recogiera ni que nadie supiera siquiera que yo había existido, en fin, no quería saber nada más de pueblos, ni de ciudades, ni de nada, ni siquiera de mí mismo, prácticamente me consideraba muerto por que había perdido junto con mi pueblo el alma y los sentimientos, fue así como se derrumbó el mundo que con tanto amor quise crear, fue así como el único lugar de que jamás lo hubiera esperado me traicionó, y lo peor es que no puedo tan siquiera culparlo, por que si alguien tiene la culpa de todo lo que pasó soy yo.

Estuve así sumido en una especie de Nada en la carretera sin esperar ya nada, sin desear ya nada, sin sentir ya nada; cuando pasó un camión de super lujo y me ofreció llevarme, como ya nada importaba para mí, subí e instalé mis escasas pertenencias en él, después de un buen rato llegué a un lugar llamado Vida. Cuando lo conocí me pareció demasiado frío como para que pudiera sentirme a gusto ahí, pero ya no me importaba nada, ni sentirme a gusto, ni siquiera vivir.

Llevo demasiado poco tiempo de conocer Vida, pero sin embargo he encontrado un especial encanto en él, definitivamente no tiene la inocencia y la sencillez que tenía Ojos Verdes cuando lo conocí, Vida es una ciudad que ha evolucionado por sí misma en ámbitos que yo ni siquiera alcanzo a imaginar, pero aún así es una ciudad majestuosa e imponente que ha sufrido dirigentes supongo aún peores que yo, y por eso su gente es más desconfiada y cautelosa, pero aún así todavía conserva el tipo provinciano que me hace confiar en ella. He decidido quedarme aquí aún no sé por cuanto tiempo, pero con una diferencia, me he jurado a mí mismo no intentar hacer cambios ni manipular a la gente en mi provecho, me he decidido a ser un habitante común y corriente que acepte lo que el lugar quiera darle, por que al fin y al cabo, no soy mas que un humilde viajero desterrado que ha tenido la mejor de las fortunas al llegar a vivir en Vida.

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