Que un prisionero sometido a condiciones de cautiverio
inhumanas se haya entregado a soñar una historia de amor
adolescente, como forma de crear un escudo contra el dolor
y la locura, ya es de por sí una maravilla.
Que esa historia se haya plasmado en versos que sobrevivieron
milagrosamente, escritos en papel de armar cigarrillos
y sacados subrepticiamente de la prisión dentro de la ropa
para lavar, es una segunda maravilla.
Y que esa obra, finalmente, sea publicada con el autor en libertad,
y que varios de esos poemas sean elegidos por un músico de reconocido
talento y sensibilidad, para plasmar un disco excelente,
ya son demasiadas maravillas juntas.
"La Margarita" se llama la obra escrita por Mauricio
Rosencof y musicalizada por Jaime Roos.
Si bien Rosencof utilizó siempre la forma del soneto,
no abandonó en ningún momento la absoluta sencillez de
lenguaje que el tema requería. Estamos ante una historia
de barrio y como tal está contada, en el tono coloquial y llano
que impone el tema y el "clima" que debe tener la composición.
Y el barrio es la presencia constante que campea en
toda la obra. En la primera parte aportando tanto el paisaje
que enmarca los acontecimientos (el almacén, el tablado, el club,
el baldío), como los distintos personajes secundarios que
participan de la historia (la "barra", la tía, el vendedor de
sandías, el bolichero, Albita). En la segunda parte desaparecen
todos los personajes laterales quedando solos los enamorados
("...fuera de nosotros, no existía nada..."). Pero el barrio sigue
estando allí, brindando los escenarios: el cine, la farmacia,
el bar, la playa.
Entiendo que la música de esta obra requiere 2 o 3
audiciones para empezar a disfrutar de la misma a pleno.
En particular porque la estructura de los sonetos ha obligado
a recurrir a un tipo de composición que no tiene la métrica
habitual. Es más, creo que Roos ha tenido que luchar bastante
con esos tercetos, así como también para crear el puente
musical que uniera los cuartetos (estructura habitual en las canciones)
con los tercetos finales (estructura inusual). Ha recurrido
a diversos métodos, a veces recitando algunos de los versos
("Encuentro", "El beso") o formando dos cuartetos ("Maga").
En otros casos el puente está logrado con fluidez ("Nocturno",
"En la esquina"). En todos los casos el resultado es satisfactorio
y las canciones están muy bien escritas y tienen belleza.
El arreglo sigue el tono de sencillez y despojamiento
que la obra requiere. Una base de bajo, guitarras y percusión,
donde los únicos toques de color están dados por los teclados,
magníficamente ejecutados por Fattoruso. El disco está muy bien
tocado, pero no son composiciones hechas para el lucimiento
de los ejecutantes. Lo principal es destacar la canción y
cada músico hace el estricto aporte que éstas requieren
llamándose inmediatamente a silencio cuando el mismo
está cumplido. De todos modos, no puede dejar de señalarse
la creatividad y madurez de Fattoruso, al que le bastan
pocos segundos (15 o 20) para dejarnos unos solos sumamente interesantes
y con un "clima" impresionante (en particular cuando usa
el acordeón: "El beso", "Maga"). Todas sus intervenciones
son excelentes y creo que tiene una parte importante
de responsabilidad en el sabor y clima que respira la obra.
Roos se ocupa de todo el trabajo vocal y lo hace
muy bien. No sólo lleva la voz cantante, sino que también
está en los coros y metido en los arreglos donde a veces
hace "colchones" vocales que se suman a los sintetizadores.
. También están a su cargo las partes de guitarra y bajo.
Gustavo Etchenique desde la batería y el "Nego" Haedo
en la percusión completan la base instrumental que llevó
adelante prácticamente todo el disco. Valen para ellos las
mismas consideraciones hechas previamente en cuanto a la
sujeción de su interpretación a lo que puntualmente requiere cada
canción. En intervenciones más breves aparecen "Los curtidores
de hongos", Mariano Barroso, José L. Gimenez y W. Negreyra.
Finalmente, el propio Rosencof recita un par de números.
Como es habitual en muchos discos de Roos, uno encuentra
un poco de todo: milonga, rock, candombe, murga, tango,
vals. En este caso, con un particular sabor a música de
los '60 (o al menos esa sensación me deja a mí).
No sé qué efecto producirá este disco en
gente más chica, pero para mí que ya pasé la
"cuarentena", resultó francamente emocionante.
En síntesis, y como dijimos al principio, una maravilla.