uedan tus rizos lóbregos y gruesos

por tus cándidas formas como un río,
y esparzo en su raudal crespo y sombrío
las rosas encendidas de mis besos.

En tanto que deshojo los espesos
anillos, siento el roce leve y frío
de tu mano, y un largo calofrío
me recorre y penetra hasta los huesos.

Tus pupilas caóticas y hurañas
destellan cuando escuchas el suspiro
que sale desgarrando mis entrañas.

Y mientras yo agonizo, sedienta,
finges un negro y pertinaz vampiro
que de mi ardiente sangre se alimenta.

Efrén Rebolledo

(México)

 

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