ibio es el aire como la estancia mortuoria

a cuyas puertas está ya tranquila la muerte;
por los húmedos techos resbala un pálido fulgor,
como el de una vela que quiere apagarse.

El agua de la lluvia se ahoga en las goteras,
el débil viento pasa revista a las hojas muertas;
y como una bandada de asustadas becacinas
las pequeñas nubes cruzan temerosas por el cielo gris.

Rainer Maria Rilke

(Checoslovaquia)

 

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