I
En este país
donde madura el desamor
miro a través de la lluvia
los sueños tuyos...
De pronto eres todas las criaturas,
todos los paisajes,
todas las cosas que amo.
Yo tuve un río en las manos
tantas veces me miré en su lecho
y lo dejé pasar...
Yo tuve un árbol en las manos
y maduré con cada uno de sus frutos
y lo dejé secar...
Yo tuve un sol en las manos
y fui luz por gracia de la luz
pero se hizo tarde
y la dejé escapar.
Déjame salir de tu pupila.
Déjame estar,
querer,
ser...
Deja reflejar mi verticalidad
en tu horizonte.
Déjame estar,
querer,
ser...
Deja la ventana abierta
y te amanezco.
Construyamos un puente
un paso obligado
para ir y venir
sin miedos,
ni restricciones
Levantemos un puerto
un sitio donde regresar
donde quedarse si hay sed
o hace frío
o faltan abrazos,
por si sobra soledad.
Instalemos una puerta
- para salir -
para no quedarse;
para salir a volar
de cuando en cuando.
Construyamos un puente
para que en la despedida
- eternoretorno -
todo se vuelva camino.
No es fácil hablar de amor
si la muerte ha caído
en tu solar, tu patio
y le pone bombas a los testículos,
al pecho de tus muertos
y te ha deshecho la casa,
los besos de madrugada,
y se te ha muerto sin nacer
el hijo que no engendraste.
No es fácil hablar de amor
si te han humillado la arcilla y la sal
y la bandera amaneció muda,
desteñida,
a media asta,
avergonzada.
No es fácil hablar de amor
si la luz,
sorprendida por la muerte en pleno vuelo
se marchita, volviéndolo todo gris,
incertidumbre, todo sombra.
No es fácil
pero mi beso le nace,
otra vez, al corazón de la mañana.
Introito
América fue
un planeta inagotable
poblado por
desconocidas raíces
e innombrados
caminos
donde
pirámides y selvas
grillos y
chubascos
pululan
errantes
libres
inviolables
entre
enigmáticas tribus
y venenosas
flechas
atravesando
bestias y poblados
naturaleza y
muerte
luz y sangre
- los ríos
del alba -
Era un mar
intranquilo
de horas
desmayadas
y ardientes
playas
era un valle
de inmóviles
rocas
eternas
sin odios
sin fronteras
sin temores.
Era la tierra
despierta:
Bondadosa
calle del barro
por donde
transitaron
sus hombres
de bronce
brotados
desde el fondo
de su sal
y de su azúcar
los hijos del
maíz
y de los
dioses descubiertos
los hermanos
de la luz
y los
metales
los
propietarios del agua
y las praderas
desnudos
como ramo de
flechas
eternos
como sílabas
de arcilla.
Era la tierra
de ritos callados
y rigurosos
dioses
proclamando
la vida
la muerte
la lluvia
la
desesperación
el miedo
las lunas
puras
sin
profanaciones.
Y luego
fue
atravesado el cielo
el mar
el filo del
horizonte
fue una
espada verde
mordida de
presagios
y piras
y
crucifixiones
y desde
entonces
no hubo
tregua:
rodaron por
el barro
las cabezas
de los dioses derrocados
y el
crepúsculo
ya no fue el
anuncio
del nuevo día
cuando el
arcabuz
despertó la
sangre
en el vientre
de la vida
y la
muerte proclamó
su imperio de
sombras degradadas
y la armadura
reluciente
detuvo el
tiempo
en una hora
sin nombre
y el silencio
se postró
al los
pies
de las
vasijas de barro
lamidas de
cadenas
y prisiones...
mientras se
modelaba el epitafio.
Y la vida fue
determinada por decreto
real
y los
días
regidos por
gobernadores grises
y la tierra
fue separada
de su vastedad
y los
calendarios
traídos del
imperio del asco
impusieron
jornadas laborales
y castigos
y
prohibiciones
y la
distancia fue poblada
por trenes y
naciones
por banderas
y canales
y todo siguió
creciendo
como un árbol
de profundas
raíces
buscando el
fondo de la tierra
su identidad
los muertos
de su herencia
que hoy
esperan
embalsamados
con las iras
acumuladas
en la
omnisciente soledad
de los museos.
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