Héctor Collado: un poeta sin alarde.

El hombre pasa primero a través de la puerta. Luego, después de observar, de sorprenderse, de llenarse los ojos y el alma con su entorno, saca las palabras de los hechos y las baja al papel, no sin antes pasarlas por la piel.  El hombre creado, ha creado-sin alardes, se asume puro instrumento de la poesía: un poeta.

Lucyérnaga
Abril 2000

I (de poema simple con mujer)

Construyamos un puente

No es fácil hablar de amor

Introito

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I

 

En este país
donde madura el desamor
miro a través de la lluvia
los sueños tuyos...

De pronto eres todas las criaturas,
todos los paisajes,
todas las cosas que amo.
Yo tuve un río en las manos
tantas veces me miré en su lecho
y lo dejé pasar...

Yo tuve un árbol en las manos
y maduré con cada uno de sus frutos
y lo dejé secar...

Yo tuve un sol en las manos
y fui luz por gracia de la luz
pero se hizo tarde
y la dejé escapar.
Déjame salir de tu pupila.
Déjame estar,
querer,
ser...

Deja reflejar mi verticalidad
en tu horizonte.
Déjame estar,
querer,
ser...

Deja la ventana abierta
y te amanezco.

 


 

Construyamos un puente
un paso obligado
para ir y venir
sin miedos,
ni restricciones

Levantemos un puerto
un sitio donde regresar
donde quedarse si hay sed
o hace frío
o faltan abrazos,
por si sobra soledad.

Instalemos una puerta
- para salir -
para no quedarse;
para salir a volar
de cuando en cuando.

Construyamos un puente
para que en la despedida
- eternoretorno -
todo se vuelva camino.

 

 

No es fácil hablar de amor
si la muerte ha caído
en tu solar, tu patio
y le pone bombas a los testículos,
al pecho de tus muertos
y te ha deshecho la casa,
los besos de madrugada,
y se te ha muerto sin nacer
el hijo que no engendraste.

No es fácil hablar de amor
si te han humillado la arcilla y la sal
y la bandera amaneció muda,
desteñida,
a media asta,
avergonzada.

No es fácil hablar de amor
si la luz,
sorprendida por la muerte en pleno vuelo
se marchita, volviéndolo todo gris,
incertidumbre, todo sombra.

No es fácil
pero mi beso le nace,
otra vez, al corazón de la mañana.

 

 

Introito

América fue un planeta inagotable

poblado por desconocidas raíces

e innombrados caminos

donde pirámides y selvas

grillos y chubascos

pululan errantes 

libres

inviolables

entre enigmáticas tribus

y venenosas flechas

atravesando bestias y poblados

naturaleza y muerte

luz y sangre

- los ríos del alba -

Era un mar intranquilo

de horas desmayadas

y ardientes playas 

era un valle

de inmóviles rocas

eternas 

sin odios

sin fronteras

sin temores.

Era la tierra despierta:

Bondadosa calle del barro

por donde transitaron 

sus hombres de bronce

brotados desde el fondo

de su sal

y de su azúcar

los hijos del maíz

y de los dioses descubiertos

los hermanos de la luz

y los metales 

los propietarios del agua 

y las praderas

desnudos

como ramo de flechas

eternos 

como sílabas de arcilla.

Era la tierra de ritos callados

y rigurosos dioses

proclamando 

la vida

la muerte

la lluvia

la desesperación 

el miedo

las lunas puras

sin profanaciones.

Y luego

fue atravesado el cielo 

el mar 

el filo del horizonte

fue una espada verde 

mordida de presagios 

y piras

y crucifixiones

y desde entonces

no hubo tregua:

rodaron por el barro 

las cabezas de los dioses derrocados

y el crepúsculo

ya no fue el anuncio

del nuevo día

cuando el arcabuz

despertó la sangre

en el vientre de la vida

 y la muerte proclamó

su imperio de sombras degradadas

y la armadura reluciente

detuvo el tiempo

en una hora sin nombre 

y el silencio se postró

al los pies 

de las vasijas de barro

lamidas de cadenas 

y prisiones...

mientras se modelaba el epitafio.

Y la vida fue determinada por decreto real 

y los días 

regidos por gobernadores grises

y la tierra fue separada 

de su vastedad

y los calendarios 

traídos del imperio del asco

impusieron jornadas laborales

y castigos

y prohibiciones 

y la distancia fue poblada 

por trenes y naciones

por banderas y canales

y todo siguió creciendo 

como un árbol

de profundas raíces

buscando el fondo de la tierra

su identidad

los muertos de su herencia

que hoy esperan

embalsamados

con las iras acumuladas

en la omnisciente soledad 

de los museos.

 

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