En homenaje a Franz Schubert
La búsqueda tomó formas diferentes, pero es siempre la misma, el espacio es el mismo pero se vé desde otros ángulos y el tiempo... el tiempo, éste siempre se alarga con la espera.
Este "sed de mar" coreográfico intenta capturar y vincular sucesos alejados en el tiempo y el espacio dentro de una dimensión en la cual se manifiestan las acciones dispuestas a conjurar lo inevitable; el desencuentro.
Producciones La Lágrima.
Cuadro primero: PENELOPE, LA PUSILANIME. Cuadro segundo: LA VULNERABLE SOLEDAD DEL HEROE. Cuadro tercero: LAS SIRENAS TAMBIEN ESPERAN (y además son pájaros). Cuadro cuarto: LA VERDADERA SOLEDAD DEL HEROE.Música: Franz Shubert.
Coreografía: Adriana Castaños. *
Asistencia coreográfica: David Barrón.
Intérpretes: David Barrón, Adriana Castaños,
Claudia Landavazo, Rosario Romo, María Luisa Solares, Manuel Ballesteros.
Entrenamiento y ensayos: Angeles Martínez.
Diseño de iluminación: Jesús Maldonado.
Diseño de escenografía: Rosa Osuna.
Asesoría musical: Sally Sandoval.
Realización de vestuario: Guadalupe Romo.
Producción: Centro Nacional de Formación y Producción Coreográfica.
Diseño de cartel: Oswaldo A. Madrid.
Fotografía cartel: Alberto Herrera.* Miembro del Sistema Nacional de Creadores.
Franz Schubert Gerardo Kleinburg*
Nada sobrenatural parece rodear su biografía. Son, en cambio, su inigualable don de amigo (vivió eternamente rodeado por un grupo heterogéneo de artistas, quienes, en torno de él fundaron las llamadas schubertiadas), su incomparable imaginación musical (que lo llevóo a escribir melodias enteras en los puños de su camisa) y -eso sí ni duda cabe- la tristísima subvaloración y olvido que su tiempo lo condenó como artista genial, los rasgos que hoy conforman el perfil de este musico.
Precoz y pródigo musico, notabilísimo sopranello, supremo compositor de Lieder, intenso sinfonista, maestro consumado en la música de camara, eterno e infructuoso cultivador del género operístico y virtuoso creador para el piano, Schubert fue como individuo el fiel reflejo de muchas de las características de su obra. Sutil y noble, romántico y digno, modesto y timido, melancólico y vehemente, el más vienés de todos los compositores -junto con Johann Strauss- lego el catálogo de obras musicales más denso de todos los tiempos (si consideramos que apenas alcanzó 31 años).
Providencial decantado de sus dos amores -Mozart y Beethoven- hereda del primero el secreto de la trasparencia, de la economía de medios, de la sustanciosa levedad; mientras que del segundo, su técnica del desarrollo temático, su virilidad rítmica y muchos de sus procedimientos de orquestación. Milagroso productor de melodías (en todos los géneros que cultivó), son precisamente estas líneas cantables el gérmen de casi todas sus partituras. Y es la incesante repetición de ellas (en lo que bien podría definirse como una suerte de hermoso y amplio minimalismo) el sello más distintivo de su obra, así como el mayor reto de su interpretación.
Meramente estrófico antes de llegar a sus manos, el Lied se torna en Schubert un género propositivo y complejo en el que el discurso musical abandona su carácter de subordinación al texto literario, para convertirse en su verdadero interlocutor y flujo paralelo.
Enamorado y nunca correspondido, vergonzosamente ignorado por la melomanía de su epoca, esta figura regordeta coon gafas que amenizaba incontables reuniones bohemias es uno de los personajes fundamentales de este 1997. Músico entrañable como ninguno y amable como pocos, Franz Scubert, al igual que artistas como Van Gogh o Mahaler, ha alcanzado -muy lejos de su desaparición física- la justicia definitiva.
Doscientos años después del nacimiento de su autor, la música de este frágil hombre vienés, su embriagador don melodista y su devastadora sutileza, han inducido por fin una verdadera Schubertiada mundial.
*Tomado de la revista Classics & Jazz, Poligram Discos S.A. de C.V.
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