Después de cruzar el puente hamaca y soltar los morrales en el quiosco comunal de enfrente de la iglesia (también cerrada), fuimos a conseguir en lo que parecía la tienda, lo que hubiese de líquido. Se nos iba helando la sangre cuando la señora que atendía nos dijo que no tenía agua en bolsa y que solo le quedaban unas cuantas gaseosas, lo cual significaría que no podríamos seguir en nuestra ruta y que difícilmente podríamos devolvernos.. Por fortuna había más tiendas (dos más) y allá nos abastecimos. Comimos y bebimos y después ¡al río¡ para echarnos agua en la orilla, pues la corriente es bastante fuerte y no está como para nadar en él.. | |
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Y allá esperamos el atardecer . Habíamos establecido desde el principio que ese primer día iba a ser solo de calentamiento. Al volver nos dimos cuenta que en este pueblo si había ladrones. Uno de nosotros en un descuido inocente dejó un pantalón y una taza en el quiosco y al volver no los encontró. Infracción del onceavo mandamiento.: “No darás papaya”. Aprendida la lección, preparamos la comida, vimos partir a unos y llegar a otros de los competidores, ya comenzando a oscurecer. |