Bueno, luego de un par de empanadas y caldo de pata, nos aprovisionamos de agua para el camino, pedimos instrucción para buscar el camino a Jordán, el cual es empedrado en su mayor parte, imperdible excepto en el tramo final, absolutamente seco y con muy poca sombra. A medio camino nos topamos con varios de los equipos que participaban en un “eco desafío”, que francamente parecía un entrenamiento de tropas de la Legión Extranjera. Los pobres venían con la lengua afuera, marrones de sol, con la bicicleta y sus corotos al hombro y aparte de subir el camino que nosotros bajábamos, les quedaba un buen trecho en bicicleta y como un día más de caminata brava. Les dimos el agua que teniamos, les mentimos blancamente acerca de cuanto les faltaba para la cima y fotos para todos. | |
|
Finalmente tardamos
a paso de fotógrafo mal entrenado como tres horas, con paradas infinitas
y realmente pocas oportunidades fotográficas pues el paisaje es
un tanto monótono y la verdad va uno deseando dejar la cámara
tirada (unos más que otros).
Llegamos a Jordán a eso de la 1 de la tarde, con la boca seca y los gemelos bastante resentidos. Jordán es algo así como el Comala de Rulfo en Pedro Páramo: un pueblo fantasma, de casas derruidas, abandonadas o con sus puertas cerradas. No hay nadie en las calles y el único ruido que se escucha es el del río Suárez que pasa por este pueblo que alguna vez fuera bullente y transitado pero que cayó en el olvido con la construcción de la carretera Bogotá - Bucaramanga. |