La Furia de Dios -- César Vidal

 

inquisi.jpg (5628 bytes) Perteneciente a la colección Secretos y Misterios de la Inquisición de la editorial Booket, este La Furia de Dios de César Vidal, un tipo con demasiados títulos y carreras para ser mencionados aquí, nos presenta básicamente, y en forma de novela condensada en menos de 117 páginas lo que fue la vida de Jerónimo Savonarola, un rebelde sin causa que acabó en llamas después de ser ahorcado por todos sus actos en nombre de dios que más bien tenían poco que ver con la deidad que tanto se adora en este mundo hipócrita.

Savoranola, que empezó como predicador de poca monta, más bien malo en sus quehaceres según opinaban sus superiores, fue ganando popularidad con sus profecías (apocalípticas en cierto modo, diría yo) que solían acabar en realidad, con la manera en que realizaba sus sermones, con la aparente sencillez y humildad que irradiaba su persona y, cómo no, por las supuestas visiones o conversaciones que tenía el dominico con Diox, con su propio diox, y que luego tardaba poco en aclamar a sus vacíos oyentes con el fin de aumentar su credibilidad entre la plebe.

Fue ganando una popularidad tal que el pueblo, la gente que le empezó a escuchar, cada vez aumentaba en número y en fanatismo, hecho que aprovechó este nuevo mesías para clamara los cuatro vientos las calamidades de una sociedad más que tarada y corrupta, en la que los monarcas o incluso los que vestían sotana se dedicaban a compartir el lecho con demasiadas cortesanas y en el que la notoriedad y el poder estaban por encima de todas las cosas.

Quizás esta actitud, la de que "quejarse" de los establecido y aparentar querer cambiar un poco la sociedad o incluso a la propia iglesia, iglesia que ya empezaba a ver con malos ojos su actitud, como es normal, sea una de las pocas cosas que se puedan considerar como positivas o nobles.

Savonarola fue cometiendo errores como el uso de la violencia (de hecho se comenta que sus discursos eran violentos, ya sea físicamente o moralmente), el aprovechamiento de los niños y jóvenes ya fuera para expandir su ideología o para saber qué pecados o cosas anti-religiosas se cometían en los senos de las familias de la época o, simple y sencillamente, creerse mucho más importante que cualquier Alejandro VI o que cualquier Médicis, ya fuera el padre o el hijo que vivieron en su época.

Todos estos hechos llevaron a que la Inquisición, con la iglesia detrás, ordenara el aprisionamiento durante 40 días del ya entonces prior excomulgado y desterrado varias veces Jerónimo de Savonarola, acabando con su existencia de la manera que he mencionado al inicio de la krítica. Importante es que, obligado por las torturas a las que fue sometido, confesó que pretendía llevar a cabo una cruzada en contra de los infieles para recuperar Tierra Santa. Diferente hubiera sido la historia si Savonarola no hubiera acabado convertido en cenizas lanzadas al Arno...

La historia nos la cuenta un tal David de Carrara, un hermano en religión del propio Savonarola, un personaje inventado o creado por el autor del libro, a modo de narración de los hechos más veraz posiblemente que si hubiera sido contada por el mismo protagonista del libro (ahora que pienso, hecho más que poco probable), explicándonos desde su punto de vista los acontecimientos que transcurrieron desde que Savonarola no era más que un curata del montón hasta que fue considerado como el ángel de dios por los fanáticos de la Italia del 1490, más o menos, que es donde y cuando acaece todo lo que se nos cuenta.

No está mal. Sinceramente cuando me compré el libro pensé que se nos contaría algo más profundamente los métodos de tortura de la Inquisición o la mierda o porquería que se escondía tras este movimiento que tuvo nacimiento en una sociedad llena de hechos no aceptados por la mayoría o de personajes que por su manera de actuar o de ser parecían ir en contra del camino elegido y erigido por la iglesia, la santa iglesia que quemó a tantas y tantas personas para desgracia del mundo mundial.

Pero como digo no está mal. Sobre todo por que el tal Savonarola existió de verdad (en serio! lo he mirado en la enciclopedia!) y lo que se nos cuenta es todo real, a excepción del que nos cuenta la historia.


Damien, 18/04/99

F.U.C.K.

Fausto -- Goethe

 

fausto.jpg (7207 bytes) Decepción. Decepción es la palabra que más se acerca al sentimiento que tengo después de haberme leído este libro.

Supongo que en parte, segurísimo, se debe a las expectativas que yo había puesto en el libro. Claro... lo único que sabes antes de leértelo es que se trata del pacto diabólico entre Fausto y Mefistófeles, vendiendo el primero su alma al segundo con tal de conseguir la juventud eterna y un sinfín de dones o gracias, y si piensas como yo y tienes los mismos gustos que yo, lo que más esperas es la parte oscura del libro, el hecho en sí del pacto con el demonio, las fechorías que se pueden derivar de tal hecho y sobretodo el mismísimo demonio, esta vez encarnado por Mefistófeles, un demonio poco "corriente" como explicaré luego.

Es decir, que uno se espera un libro misterioso y oscuro y se encuentra con una especie de obra de teatro (de hecho el libro podría pasar tranquilamente por un guión de teatro) donde se le da mucha más importancia a las palabras rebuscadas y las parábolas escondidas tras un montón de personajes - que a mi parecer no pintan nada en la obra más que aumentar en centenares el número de extraños papeles que el escritor ha querido darles con tal de decir una o dos frases oportunas -, al mismo pacto, a mostrarnos un demonio con todas las de la ley y a ver qué consigue Fausto con dicho pacto.

Y es que, volviendo a Mefistófeles, llegan muchos momentos en el libro que éste da pena, es decir, que es tan demonio él como lo soy yo (o incluso menos), que es un diablo de segundas, que no tiene apenas poder si lo comparamos con los demonios de toda la vida y que hasta en una ocasión se le burlan los mismísimos animales que hay en la casa de una bruja. Doblemente decepción por esto, por que Mefistófeles es un demonio de cartón que se deja tomar el pelo hasta el final y cuya única cosa con la que me siento amigo de él es con el hecho de que ama los desastres, la maldad en el mundo y en fin... todo lo negativo, algo que le identifica indudablemente con el demonio.

Y luego tenemos el tema de la lectura, una lectura que se hace muy pesada precisamente por lo comentado al principio, por su estructura de obra de teatro, por la cantidad de personajes ultra-ocasionales, por el montón de texto sin sentido, complicado de entender por mi cerebro o para llenar y, sobretodo, por la moraleja o moralejas que lleva implícita la historia, moralejas de índole mundial, como si Fausto se tratara de mensajes que nos lanza Goethe diciéndonos que la belleza es efímera, que nada es perfecto, que lo bueno puede ser malo (y viceversa) y que hasta el mismísimo diablo puede ser engañado como un pepe.

Bueno. Queda dicho para los que esperen un demonio con un par de webos y mucha mala ostia que aquí no van a encontraran nada de esto y que posiblemente abandonarán la lectura antes de llegar a la última página del libro si es que no tienen mucha fuerza de voluntad.
No está mal. Sinceramente cuando me compré el libro pensé que se nos contaría algo más profundamente los métodos de tortura de la Inquisición o la mierda o porquería que se escondía tras este movimiento que tuvo nacimiento en una sociedad llena de hechos no aceptados por la mayoría o de personajes que por su manera de actuar o de ser parecían ir en contra del camino elegido y erigido por la iglesia, la santa iglesia que quemó a tantas y tantas personas para desgracia del mundo mundial.

Pero como digo no está mal. Sobre todo por que el tal Savonarola existió de verdad (en serio! lo he mirado en la enciclopedia!) y lo que se nos cuenta es todo real, a excepción del que nos cuenta la historia.


Damien, 29/03/01

F.U.C.K.

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