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A veces el suceso más trivial trae consecuencias inesperadamente aterradoras... | |
La mujer de blanco. |
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Soy un aficionado a
los temas de parapsicología, aunque tengo que decir que no me lo tomo muy en serio. Es
sólo un entretenimiento más como puede ser ir al cine o leer libros. Sólo una vez he
sido testigo de algo relacionado con el mundo de lo sobrenatural y es la experiencia que
quiero contar. Hace bastantes años pasaba los veranos en un pueblo de la provincia de Avila. La gente del pueblo, para reírse de los forasteros solían gastarles una broma que ellos llamaban "ir a cazar gamusinos". La broma consistía en mandar de noche al que se le quería hacer la broma armado con un saco y una linterna a cazar unos animales, que ellos decían existir, llamados "gamusinos". Una vez en el campo y en plena "caza" una persona cubierta con un saco salía de su escondite y haciendo aspavientos asustaba al cazador. La broma era tan ingenua como ingenuo era el que picara en ella. El caso es que yo piqué y me dirigí a la medianoche al lugar donde habíamos quedado para iniciar la caza. El lugar era a la entrada de un camino que llevaba al cementerio del pueblo. Por supuesto, allí no había nadie, pero yo lo achaqué a que los demás "cazadores" se retrasaban. Llevaba como media hora de espera cuando vislumbré al fondo del camino una figura que se acercaba. La noche era de luna llena y había una claridad lechosa que permitía una aceptable visibilidad, por lo que pude distinguir la forma a una buena distancia. La figura vestía una especie de vestido blanco parecido a una túnica, que le llegaba hasta los pies. Al no verse éstos, parecía que la figura se desplazaba sin andar y la blancura del vestido producía una especie de aura blanca a su alrededor. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo y se me pusieron literalmente los pelos de punta. Tenía ganas de irme, pero el miedo a la vergüenza si alguien me veía huyendo me mantuvo quieto. Pude darme cuenta que se trataba de una figura femenina y cuando estuvo suficientemente cerca, aprecié su rostro. Era también blanco como si estuviera recubierto por harina o cal y su expresión era de angustia. Pero esta expresión estaba como congelada, no había ningún movimiento en su rostro. El terror me embargó y eché a correr cuesta abajo por la carretera que llevaba al pueblo. Me metí en la cama dudando si había sido víctima de una broma o testigo de un hecho sobrenatural. El siguiente Domingo asistí con mi familia a misa y al terminar, cuando caminaba por una de las naves laterales en dirección a la salida, vi que tras las rejas de una pequeña capilla estaba el retrato de una mujer de rodillas en actitud de oración. Pregunté al párroco de quién se trataba y me contó que era una mujer de la nobleza del siglo diecisiete que había vivido en el pueblo y había sido una gran benefactora de la parroquia. Lo que yo no le conté, era que estaba completamente seguro que el rostro que aparecía pintado en actitud tan piadosa, era el mismo que había visto durante la noche. |
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