CARDUMEN

A Abel

Entra el rinoceronte pasajero
en un segundo helado.
Formas el crepúsculo en la ventana
(la de los verbos)
Emprendes un viraje desnudo
hacia el vuelo
de mamífero enorme desencadenado
de reptil indomable,
para que tus esporas deformes respiren
para que se respiren la savia
hasta quedarse exhaustos, sin aire.
Cierras tranquilo tu párpado indefenso
y esperas exangüe
que la tierra trague
tu último beso
(el que nunca pudo darnos)
entreteniendo los adioses
que tampoco
te dimos
jamás

Lila
 
 
 
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