ESTE ES DENNIS DARLING.
Darling es mi profesor de J311K Photographic Communication, un
ramo de fotografía que estoy tomando y que se ha convertido en mi obsesión de la última
temporada: sacar fotos como demente. Darling se ve un tipo amable, pero es estricto, y
hasta algo maniático. La primera clase (que está
compuesta como por 150 personas) nos hizo firmar a todos un contrato en que nos avisaba
de todas las reglas de curso, y que no son pocas. No se puede llegar tarde, y si llegas
tarde, no puedes entrar; no se puede faltar a más de tres clases en todo el
semestre, aunque te estés muriendo de enfermo (a la cuarta clase, inmediatamente quedas
expulsado, sin pataleo). Para todas las tareas, que no son pocas, te obligan a entregar
dos rollos completos de diapositivas con todo las fotos que sacaste (para evitar a los
apretados que no quieren gastar plata en revelado o rollos). En fin, las reglas están
claras del principio, pero nadie se queja porque Darling es como esos cowboys que llegan
precedidos por su fama, porque todo el mundo lo conoce y lo respeta por su trabajo.
Darling, todo el mundo lo sabe, ha publicado fotos en Rolling stone y todo, pero él nunca
se anda cachetoneando porque sus alumnos son los encargados de andar repartiendo el
rumor. Ha viajado por todo el mundo y sus fotos son simplemente estupendas, contenidas y
llenas de emoción.
Darling ama la fotografía y hace que uno salga de sus clases motivado, con la cámara en
el ojo apuntando para todos lados. La verdad, si alguna vez en mi vida hago clases, y espero hacer, yo quiero ser como él. Cool, pero no pesado. Divertido, pero no
haciéndose el chistoso. Con ideas claras. En una palabra, respetado.
Darling está conciente que sacar fotos no es fácil. El dice que le tomo tres años
aprender a ocupar la cámara y saber cómo regular el obsturador y el diafragma. El cuenta
que ese día, tenía como 17, estaba en el patio de su casa, y cuando se dio cuenta de que
finalmente podía hacerlo no podía creerlo: (hablando como predicador sureño) "miré al cielo, y grité Oh, thank you, Jesus".
Mis fotos con Darling no han estado todo lo bien que uno desearía, y la verdad, uno
siempre cree que es más talentoso de lo que de verdad es. Especialmente, cuando te imaginas la
foto de una forma (onda Robert Capa, o Doisneau) y te sale toda oscura. Esta foto que está acá arriba
de él, se la saqué cuando en el laboratorio semanal que hacemos con los TA (Teacher
Assistants, la manera gringa y abreviada de llamar a los ayudantes) nos pasaron una
cámara digital para jugar un rato. Nos encontramos con Darling en el patio, y como le encanta conversar, estuvo como media hora
-fuera de clase- contando sus historias, como cuando estuvo sacando sus primeras fotos en los 70s a grupos
neonazis y motociclistas ("con un apellido como el mío, no puedes andar sacando fotos de flores").
La foto es mi obsesión de este semestre, y estoy dedicando casi todas mis horas a ella,
considerando que tomé pocos cursos. Quiero, de alguna manera, mostrar esa cara de Austin
que supongo sólo he podido mirar yo y en las proximas semanas ya habrá espacio (y tendré
tiempo) para escanear y poner los resultados acá. Porque como dice Darling, "la
fotografía es 70 por ciento selección y 30 por ciento emoción".
EN CUANTO A JEFF
las cosas han andado bien. Ahora resulta que Jeff no sólo no es
gay, sino que al contrario, está obsesionado con las mujeres. El depto está medio vacío (casi no
tenemos muebles y tampoco estamos en planes de comprar) así que lo único que pusimos en
la alfombra, como mesita de luz, son suscripciones a sus revistas onda Maxim, Details y
Esquire. El otro día me dijo que le gustaba la idea vivir con un hispanic (yo) porque le
daba una onda mas recía, mas fiestera... As if... Lo que podría ser verdad si consideramos que aquí le
llaman party a juntarse en la casa a tomar cervezas y ver la competencia de Miss America,
lo cual -dicho sea de paso- fue finalmente mi panorama dieciochero en Austin. Esa noche
hubo fiesta, lo que estuvo normal para ser sábado, pero raro para ser 18.
Jeff de repente exagera un poco (quería que nos suscribiéramos a Playboy), pero aparte
de eso, nos hemos llevado bien, y aunque nos vemos poco, hemos comido pizza y visto videos saludablemente como
no hacía en mucho mucho tiempo.
FINALMENTE, CON UN OJO EN EL
CALENDARIO (me quedan menos de 90 dias acá) y con ese afán de siempre andar haciendo
sociología barata, la semana pasada fui a un matrimonio. Matrimonio católico, eso sí,
invitado por Laurel, un niña carita de ángel que conocí el semestre pasado paseando por
el campus de la universidad. La historia es más o menos así: el semestre pasado yo
estaba haciendo un proyecto para un ramo de cine, y como me fallaron todas mis megalómanas ideas,
decidí andar por la universidad siguiendo ardillas, con la esperanza de que la suerte me acompañara y pudiera resultar algo. Finalmente resultó, y
cuando terminé, me encontre con esta niña, que estaba pasando su tarde de domingo
alimentando ardillas frente a la torre de la universidad. Conversamos toda la tarde, me
contó que bailaba swing, que era católica y que había hecho un intercambio en Barcelona
el año pasado, así que hablaba español ("shitty Spanish, any way").
Embobado por la conversación, esa tarde me invitó a misa católica (a la que fui como
después de siete años fuera de esas canchas) y luego de eso nos encontramos otro
par de veces... (incluso, ella es la protagonista de mi corto de 3 minutos con bailarines de
swing, que algun día mostraré muerto de verguenza, pero feliz). No nos volvimos a encontrar hasta hace una semana, que me mandó un mail preguntándome si yo estaba muerto o
qué (con todos los asuntos en los que anduve metido el verano, no volví a hablar con
ella) y me invitó al matrimonio de su hermana mayor, que sería en Dallas, a cuatro horas
de acá. A pesar de lo corto del aviso, yo le dije que bueno, me invito en su casa, y
aproveché de hacer mi proyecto de foto retratando el backstage de los preparativos de la boda (novia maquillándose, gente trayendo comida, niños jugando). En todo caso, ya me habían advertido amigos que habían estado antes en bodas gringas que sería
"rara" o "aburrida" (ver Super gringo, aca al lado).
Como sea, el resultado final fue una mezcla de las dos cosas. La familia de Laurel era
gigante: me presentó a todos los tíos pelados, primos basquetbolistas y pendejos que no
pescan que uno se pueda imaginar. Todos estaban asumiendo que el próximo matrimonio sería
el nuestro, y hasta un par de tías estaban felices que Laurel estuviera siguiendo lo pasos
de su hermana (que se estaba casando con un tipo de Ecuador que conoció en Austin hace
unos tres años). Aunque la verdad, yo también me porte como si fuera de la casa. Sobre todo, en mi momento más patudo y brillante: cuando llegó la hora de los brindis de la
cena antes del matrimonio, los tíos del novio (que viajaron especialmente desde Ecuador)
me solicitaron como traductor del discurso, lo que salve decentemente cuando agregué de
mi cosecha a los parabienes de rigor.
En cuanto a Laurel, todo estuvo bien, pero lo que empezó siendo el retrato de una feliz
familia católica de clase media, terminó mostrando sus garras suburbanas, esos detalles
que a veces llegan a asustar. Me explico... 1) Laurel confesándome que ella siempre se
sintió rara en el colegio, especialmente con sus compagneras de curso que la humillaron
públicamente dos dias antes de graduarse (me contó qué, pero dije que no lo contaría, y
no lo voy a hacer); 2) Laurel explicándome muerta de la risa que dos tipos con los que
había andado antes se le habían confesado bisexuales... y que el novio con el que había
terminado hace tres meses había sido striptisero en un club gay (lo juro, nada de esto lo
estoy inventando... y el tipo estaba en la fiesta, aunque Laurel después me dijo que lo entendía, porque sacarse la ropa en un club gay deja más plata que hacerlo frente a
mujeres); y 3) para darle un tono casi Oliver Stone el domingo, después del almuerzo
familiar (BBQ congelado, recalentado en microondas), Laurel me invitó al segundo piso de la
casa para ver las armas de su hermano, quien estaba orgulloso de mostrarme sus tres
pistolas automáticas (que descargaba antes de pasármelas) y cuatro rifles.
Yo fui amable, sonreí todo lo que pude, y llegado el momento me despedí con la diplomacia
correspondiente. Nos volvimos el domingo. No se si vuelva a ir a un matrimonio, y no sé si vuelva a ver a Laurel.
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