SANDRA CURETI: DE CORDOBA PARA EL MUNDO
Aporte a las devociones populares
Mitos populares de "La Docta": "Jardín Florido" y "La Pelada de La Cañada"
Parafraseando a Piazzolla y Ferrer, podría decirse que pasear las callecitas de Córdoba tienen ese qué sé yo, viste? En especial, la histórica "Cañada", hito geográfico de nuestra ciudad, y del que se cuentan las más variadas historias de des y aparecidos, lugar obligado para arrumacos de noviecitos ocultos tras espesas arboledas, y sitio de descanso para los chicos de la calle que limpian vidrios en las esquinas.
Pero "La Cañada" fue, desde siempre, cuna de relatos populares protagonizados por pintorescos personajes, instalados hace tiempo en el imaginario colectivo urbano. Se dice que en los ´60, un caballero bien puesto, al que se apodó "Jardín Florido", se paseaba con su frac y galera por la Peatonal 9 de Julio hasta La Cañada, saludando a mujeres y niñas, y regalándole flores a su paso. De él se han escrito poemas, más de una canción, y su nombre circula como parte de un repertorio de saberes ciudadanos. No existe en Córdoba una mujer mayor de cuarenta que no se arrogue el haber sido depositaria de una frase de este piropeador de estilo edulcorado, y la que nunca recibió un cumplido, fantasea con ello. De su vida poco se sabe, sólo que era un ser solitario, amante de la belleza, y un infaltable que coronaba con su donaire y galanura demodé las calles céntricas de la ciudad.
Polo opuesto de tanta prestancia fue, en esa época, "La Pelada de La Cañada", mujer entrada en años, completamente calva, a la que más de uno jura haber visto deambular por el lugar, envuelta en ropas negras, y llorando una conmovedora pena. Aunque nunca nadie supo a ciencia cierta el motivo de su lamento, muchas son las versiones que circularon al respecto, ninguna confirmada del todo.
Lo cierto es que, por esos tiempos, ambos personajes existieron en Córdoba: "La Pelada de La Cañada", como símbolo de un horror inquietante, por lo inexplicable, y "Jardín Florido", portador de una inocua felicidad, la que obsequiaba en forma de versos.
Devociones populares: La "Difunta Correa"
" ...a la Difuntitaaaaa, le llevamos flores..."
Así rezaba una conocida canción de cuartetos en los ´70, pero quien haya tenido la oportunidad de visitar el santuario de La Difunta Correa, en la pcia. de San Juan, habrá podido observar que no son sólo flores las que recibe, sino que el tenor de los obsequios son tan variados como sorprendentes. Los curadores del santuario han organizado las ofrendas por salas, en las que es posible encontrar trajes de novia con sus respectivos objetos de ajuar, ropa de bebé, zapatos, trajes, tapados de piel, alhajas de todo tipo, juguetes, placas y plaquetas de todas las formas y tamaños posibles, autos!!! sí, leyó bien, autos! y las infaltables botellas con agua recordemos que se hizo motivo de devoción por haber muerto de sed en el desierto sanjuanino, después de haber dado a luz un niño que tomó su teta, aún después de su muerte. Nunca canonizada, y considerada parte de la superchería popular, la Difuntita ha reproducido sus santuarios y altares por las rutas argentinas, y es muy común ver, al costado de los caminos, capillitas con velas encendidas, rodeadas de botellas, a modo de culto a esta santa de tierra adentro, precursora en el tiempo de la ahora famosa Santa de la Bailanta, la conocida Gilda (aunque a diferencia de ésta, la santa sanjuanina corre con una ventaja, pues encarna la maternidad en una suerte de recreación pagana de la imagen de la Virgen María).