El hecho de escribir de un viaje mas de 20 veces es un tanto cansino, no creen?
Subimos al avion, hacia un rato mientras caminaba hacia este habia movido mi mano en señal de Adios hacia una luna de donde no distinguia absolutamente nada, solo pensaba que alguien podia estar alli, quizas, y por ello, el movimiento fue un tanto maquinal. Sentia calor, mama me habia puesto demasiada ropa encima (siempre las mamas tan preocupadas!!!) pensando que en Chile haria un frio de la patada, pues podia ser cierto, pero yo en ese momento me estaba ganando una deshidratacion sin siquiera haber empezado el vuelo. Tenia al hombro mi maleta de viaje con varias revistas, una frazada por si hacia demasiado frio, mis sandalias, mis zapatillas, la pasta de dientes y el bendito desodorante para no matar a los chilenos en pleno viaje, todo esto como resultado hizo que mi maleta de mano se convierta en un rocon dificil de manejar, sin contar que tenia que estar pendiente de los pasajes, pasaportes, boarding pass y toda la cuestion que la tenia puesta o bien dentro del canguro o bien en la parte delantera de mi incomodo maletin.
El avion no fue como lo esperaba, yo creia (iluso) que el ancho de los pasadizos seria gigantesco, lo suficientemente amplio para que como tres personas puedan pasar al mismo tiempo por un mismo lugar sin el temor de que se choquen; por eso cuando subimos por la puerta trasera y despues de saludar al cuero que nos decia bienvenido a bordo me di cuenta que habia visto demasiadas peliculas americanas B de secuestros de aviones y demas, y que los aviones no eran tan placenteros como se los pintan. Nuestro asiento era un trentaytantos con las letras D, E y F para que los hermanitos esten muy juntitos y acompañados. Teniamos la opcion de poner los maletines de mano en la parte superior o simplemente dejarlos alli; escogi por lo ultimo mas que nada porque no sabia como se abria la bendita puerta del compartimento y no queria ganarme roches. Partio como 10 minutos despues, demas esta decir, con los cinturones bien ajustados y las maletas bajo nuestras piernas. El viaje era (de lo poco que recuerdo ) insufriblemente monotono y si no era por el libro de Marias que habia llevado me hubiera quedado un tanto sicoseado. Relativamente duro poco, como 2 horas antes de bajar nos sirvieron un desayuno (nunca mas oportuno, considerando que no habia comido desde la madrugada de ese dia), pero lo que esperabamos como suculento se nos mostro como frugal y todo menos apetitoso. Recuerdo haber recibido una vajilla con una platina que tenia debajo una suerte de omelet, dos vasitos para el jugo o gaseosa o leche que una linda de robotica sonrisa ofrecia a los pasajeros. De alli algo parecido a un arroz con leche (pero el arroz con leche no es acaso nuestro, viva el Peru!! Y no entendia la razon de su presencia en aquella minima comida); la aeromoza me dijo que era leche nevada (ya ya, es lo mismo, solo que le han cambiado el nombre, paleros), al lado del omelet habia un enjambre de horribles verduras verdes que nos amenazaban hambre total por cinco horas mas si no las probabamos; y despues un tachito cerrado con yogurt (lo mejor de todo lo que estaba alli) que, se imaginaran, fue devorado al instante por tres muchachitos peruanos que no habian comido decentemente en mas de 10 horas!! Concluido ese seudo-ritual anticomida una de las tantas lindas me ofrecio (no, no lo que estan pensando, enfermazos), bueno, como decia, me ofrecio una nueva racion de aquellos increibles potajes. Dije que si. Tenia hambre, teniamos hambre (mami, comida!!): que podiamos hacer?
Lo que si fue feo es que nosotros (gracias a esa segunda porcion), eramos los unicos que seguiamos comiendo, y el avion ya estaba a punto de aterrizar, y lo que era peor, no era lo que nosotros pensabamos, si no que ya lo estaban anunciando por los altavoces. Asi que tragamos la comida como lo haciamos generalmente cada vez que alguien compraba turron o torta de chocolate en la casa: a lo bestia, todo para adentro. Nos limpiamos, cogimos nuestras mochilas, mejor dicho las alistamos, y fasten your seat belts y el avion ya bajaba, como dije fue un viaje corto. Apenas salimos del avion entramos a una suerte de pasadizo (el acordeon del que me habia hablado Gilbert horas antes). Pasamos por el, fuimos a dar como a unas escaleras, no sabiamos bien que teniamos que hacer, nos pusimos en una cola donde nos dijeron que nuestro siguiente vuelo salia en la tarde, mas o menos , a las cinco, y que teniamos que permanecer en el aeropuerto ya que estabamos de transito. El area de transito era espaciosa, con una vitrina gigantesca en la que no mirabas hacia ningun lado, con turistas de transito como estos tres compadres peruanos tirados a lo largo de los asientos, fumando, leyendo, o bien decansando de lo que se veian viajes harto mas maleteados que el nuestro; eran como las 12 y 15 recuerdo bien y teniamos que llamar a mama para decirle que ya habiamos llegado. Daniel empezo con su cantaleta de querer conseguir tarjetas telefonicas chilenas para llamar (y claro tambien para su coleccion). Fuimos a comprarlas y alli una mujercita pelirroja pero con saltantes atributos nos dijo muy gentilmente que tenimos que cambiar el dinero a pesos chilenos (elemental). Pero como no podiamos, nos sugirio que hagamos una llamada para ser pagada alla en Lima, dicho y hecho, gracias a ella (y sino hubiera sido por ella, no hubieramos logrado encontrar forma de comunicarnos) pudimos llamar a mama, para que no haya preocupaciones en la familia y porque en verdad la empezabamos a extrañar un monton. Terminada la llamada fuimos a agradecerle a la chica (yo presuroso mas que nadie, tenia buenos pechos, tengo que admitir, y yo tengo una debilidad por ellos).
Segunda parte: la atrocidad de esperar