Capote de Brega Apuntes Taurinos La Historia de una Afición. |
ASPIRANTE A TORERO Entre las
dudas que me inquietan acerca de mi personalidad, está
el porque me atrae - desde que era preadolescente - todo
aquello que este ligado o recuerde a España... A manera de
explicación, suelo afirmar que por mis venas corre -
para ponerme tradicionalista - sangre indígena, pero que
seguramente habra tres gotas de origen español, y que
esas tres gotas, como me jalan, jolines...! Tal vez esa
pasión por la literatura española tenga mucho que ver,
pues tambien leí y me emocione con personajes capitales
de la historia de esa gran nación; legendarios como
Rodrigo Diaz de Vivar, "El Cid Campeador" y
profundamente humanos como Miguel de Unamuno y otros
actores que forjaron la Espana actual. "A las cuatro en punto de la tarde" dio principio el alucinante espectáculo de luz y sombra, seda y sangre, triunfo y tragedia... Desde el despeje de cuadrillas hasta que el tiro de mulillas se llevó al último burel de la tarde, mi expectación, mi admiración y asombro crecian inconteniblemente y con ellas un propósito firme y categórico: yo sería TORERO... Asi, recordé
un pequeño ruedo que estaba en un terreno baldío a un
costado del viejo Puente de Nonoalco y que era visible
desde el camión que pasaba sobre él, donde en mas de
una ocasión habia visto entrenar a muchachos como yo... Alguien me preguntó si alli entrenaba, y sin dudar dije que si, pero que no habia llevado mis "avíos" - palabra esta, la primera del lenguaje taurino, que minutos antes había escuchado de alguno de esos torerillos-... "Vente, mano, vamos a hacer una faena", me dijo aquel muchacho quien rápidamente se dio cuenta que no sabia nada de nada y se aprestó a ser mi primer maestro... De él recibí las primeras lecciones y seguí yendo al ruedito aquel, conocido entre ese grupo de maletillas con el rimbombante nombre de "Escuela Taurina Mañico de Osorno" como homenaje a quien fuera brillante novillero, Rafael Osorno - entonces ya muy buen peón de brega - y a la faena que habia cuajado en la Plaza Mexico a un novillo precisamente llamado "Mañico"... Poco tiempo
despues conoci a Diego Larrañaga por una parte, y por
otra a Alberto Garduño y algunos amigos de el que
vivían por el Jardin de Santiago Tlatelolco Alli
entrenábamos todas las mañanas, en principio confiando
en la afirmación de Diego de que "ya había toreado
mucho por muchos pueblos", pero pronto nos dimos
cuenta que estaba igual que nosotros en cuanto a
conocimientos, por lo que decidimos regresar al ruedo de
Nonoalco y pedir a alguien que nos enseñara a torear... Como seis
meses después de que empecé a ser asiduo concurrente al
ruedo de Nonoalco, don Jorge nos dijo: "¿Que van a
hacer el próximo domingo...?", y ante la respuesta
de que "nada en concreto", nos dio la noticia
de que "habia un festejo en un pueblo del Estado de
Hidalgo" y que si queríamos, podíamos ir a
"echar la capa" para verle la cara al toro...
¡Vaya que fue emocionante saber que por fin, podria
probar mi valor en un ruedo...! Este era un modesto y rústico "ruedo" construido con troncos, vigas y tablas que en mis sueños me pareció mas hermoso y taurino que la clásica plaza de Chinchón, en las inmediaciones de Madrid... Las horas
entre nuestra llegada al pueblo y el momento de hacer el
paseillo se me hicieron eternas pues ya deseaba probarme
frente al novillo, porque pensaba, ingenuamente, que se
trataba de novillos de casta aptos para que los
aspirantes mostraran sus cualidades... Hasta ese
momento aún pensaba que el festejo habría de ceñirse a
la ortodoxia taurina aprendida en mis clases teóricas,
con un primer espada -el mas antiguo en esas lides-; un
segundo, tercer o cuarto alternantes, y si bien sabía
que yo no figuraba entre ellos por mi novatez, si pensé
que ya se habian puesto de acuerdo ellos y sus
"apoderados"... Aquello era
un auténtico herradero en que toreó quien quiso, sin
orden ni concierto, se le clavaron banderillas al
"ahi se va" y alguien tomó la muleta dispuesto
a cubrir el último tercio de la lidia... Desde luego que
para ese momento, la vacota se defendía a mas no poder y
tiraba cornadas que hasta a mi - que, muy valiente, no
habia dejado la protección del burladero- me causaban
pánico... Lo mas que hice, enmedio de gran emoción, fue dar un mal trapazo con la especie de capote que llevaba, a uno o dos pasos fuera del burladero, ¡y regresar a su amparo a velocidad de vértigo...! Ese fue mi
"debut" taurino... Pero el gusanillo del toro
en lugar de fallecer, creció y se fortaleció sobre todo
luego de escuchar las explicaciones de don Jorge en el
sentido de que "ya llegaría el momento de ir a
ganaderias y torear vacas "limpias" como
preámbulo de mi presentación formal vestido de luces y
en un festejo serio..." |