Siempre!,
n.2884
Pensamiento a fondo
Lo desconocido es entrañable,
de Rafael Jiménez Cataño
Patricia Gutiérrez-Otero
Sobre Octavio Paz se ha escrito desde diversos ángulos. Cada
autor resalta uno o varios aspectos de su obra o de su vida, muchos
escudriñan el tema de la alteridad, otros la palabra, otros su
posición política o su cercanía con el hinduismo.
Jiménez Cataño, en esta su más reciente obra: Lo desconocido es entrañable
(Jus, México, 2008) lo lee e interpreta como filósofo:
“se trata de reflexiones filosóficas suscitadas por la lectura
de Paz”. También lo llama un “repensamiento”. El poeta avala
esto cuando dice: “el lector recrea el instante y se crea a sí
mismo”. Por más que uno quiera “escuchar” al otro y abnegarse,
no puede hacerlo completamente. La lectura nos engancha porque en ella
nos reflejamos y encontramos, nos enriquecemos e interpretamos.
Paz, como lo señala atinadamente Rafael --a través de una
prosa limpia y clara-- viene de dos tradiciones: una madre
católica ferviente, un padre liberal, igualmente ferviente.
Jiménez Cataño, católico abierto, lee
filosóficamente al poeta desde esta perspectiva, y quizás
devela a otro Paz otro. Su formación académica le hace
indagar en todo tipo de fuentes: el ensayo, la poesía, la
entrevista. De todas ellas, la más fidedigna es la entrevista.
En el ensayo, dice el autor, Paz se apropia las palabras de otros y no
sabes dónde inicia uno y donde acaba el otro. En la
poesía está el autor y está el poeta. En la
entrevista, Paz se dice, pues “el sujeto de las aseveraciones es
claramente él”.
Resultan novedosas las referencias a su alejamiento de la fe. Lo dicho
por Paz nos hizo pensar en otro escritor mexicano, el novelista Ricardo
Garibay. Si en el temperamento apasionado de Garibay su alejamiento se
debió al orgullo y a la lujuria; en Paz, más racional, la
razón es el tedio, al que califica, en la entrevista con Rita
Guibert, retomada por Jiménez Cataño, como “el arma
más poderosa del demonio”. “En la capilla [del Colegio] me
aburría durante las misas interminables. Para escapar del
suplicio de ese ocio obligado y de la dureza de las bancas, me di a
urdir fantasías y quimeras licenciosas; esos sueños me
hacían dudar más y más y las dudas alimentaban mi
cólera contra la Divinidad”. La imaginación
erótica, no el cuerpo del otro o de la otra, era lo que hicieron
a Paz alejarse de la religión. Rafael, su lector e interprete,
nos lo descubre, y remata este tema con un poema de Paz: “Hace mil
años, una tarde, al salir de la escuela, escupí sobre mi
alma; y ahora mi alma es el lugar infame.”
Lo desconocido es entrañable
no trata solo de esta desconversión de Paz, sino de su universo
simbólico cristiano mamado de su madre, de su colegio y de su
cultura. Un universo que no siempre se dice explícitamente y que
tiene que ver con la concepción de lo que es el hombre (un ser
en posibilidad), de lo que es la caída (algo con lo que comienza
la historia), de lo que es el amor ligado con el erotismo (un lugar en
el que se entreve la plenitud). En once capítulos se tocan temas
como la Introducción a la poesía de Octavio Paz, El drama
del mal, La noética de la poética, La llama doble, Una
vida más vida… Realmente, si uno quiere entrar en otra lectura
de Paz, vale la pena recorrer este libro y degustarlo.
Debo reconocer una anécdota personal: Paz nunca lo supo, pero
fue uno de los que me dio la llave para abrir la puerta del asombro y
el misterio. Por eso, la lectura de Jiménez Cataño me es,
hasta cierto punto, muy cercana.
Además, opinamos que se respeten los Acuerdos de San
Andrés, se libere a todos los prisioneros de opinión, se
limite el entrometimiento de las transnacionales en México, se
investigue el crimen contra niños y mujeres en el territorio
nacional y se detenga la guerra sucia en Chiapas.