Durante 1997, Séptima Práctica produjo en el Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires, su propio ciclo Viejo Siglo XX. Allí se interpretaron obras del siglo XX de compositores jóvenes y consagrados de todo el mundo, en un marco estético particular.

En estos conciertos, la música interactuó con otras disciplinas como la danza, el teatro, las artes visuales -plásticas y cine video- y shows circences, lo que atrajo por el despliegue visual y teatral a un público nuevo y heterogéneo, no solamente el especializado.

El ciclo incluyó compositores "clásicos" como Takemitsu, Boulez, Ives, Nono, Kagel, etc., y jóvenes compositores argentinos. Algunas obras fueron ejecutadas por primera vez en Buenos Aires; otras, por primera vez en el mundo. Séptima Práctica tocó obras de todos los géneros musicales: ensamble instrumental y vocal, banda, solos, música electrónica, ópera y ballet.

En el mismo año (1997), contratados por el Gobierno de Buenos Aires, Séptima Práctica ejecutó música aleatoria en estaciones de Subterráneo, tocando en andenes como también en los vagones en movimiento.

En 1998, perseverando en su estilo estético, Séptima Práctica actuó en el Festival Internacional Encuentros, incluyendo por primera vez en su repertorio obras de compositores extranjeros desconocidos en Argentina mezclándolos en la programación con compositores consagrados.

También en 1998 se produjo la obra musical-teatral El fin de la música que fue presentada exitosamente en el ciclo más importante de música contemporánea de Buenos Aires, en el Teatro San Martín. Este show icluyó obras de Séptima Práctica y de los grandes compositores Schnittke y Varèse. El fin de la música está editado en CD y en video.

En 1999 Séptima Práctica programó para los días 7, 8 y 9 de mayo un evento artístico sin precedentes en Buenos Aires: la ejecución en un sólo concierto de 40 obras del artista americano John Cage. El concierto se realizó en 8 salas comunicadas entre sí, en una casona del barrio de San Telmo.

El evento duró dos horas, en las cuales varias obras se superpusieron en tiempo y algunas hasta en espacio, y la música se interrelacionó con la danza y otras disciplinas del arte. Para tal fin se convocó coreógrafos, bailarines, directores de cine y teatro, plásticos, técnicos de sonido e iluminación y más de 20 músicos.

tomados de filosofías orientales y llena de recursos que revolucionaron el pensamiento estético del siglo XX y que pueden considerarse experimentales hoy en día, y que, transcurridas algunas décadas, siguen siendo vanguardistas.

El público, se encontró con un laberinto de salas, pasillos, desniveles, etc., en los cuales se desarrollaron las obras músicales simultáneamente. Cada participante creó su propio concierto, eligiendo su camino a través del lugar, permaneciendo o transitando, captando espacialmente la esencia de la obra por todos sus sentidos, durante dos horas.