Narrativa de Carlos López Dzur

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Indice

Biografía / Carlos López Dzur

Carlos López Dzur y la Generación del '70

Berkeley y yo / Index

Teth, mi serpiente

Eva y la Tierra Prometida

El Zorro y sus carlancas

El corazón del monstruo / Adquirir

Meiker del mapoe y el tocuen

Pintores y artistas de San Sebastián del Pepino

Orígenes del Pepinito

Teicu Tlaco

El hombre extendido / por David Páez

Nihilismo nocturno

A las ganicas

Homenaje a Martin Heidegger

Berkeley y yo / Index

Comevacas y Tiznaos / Adquirir

Convocatoria al Estudio de la Historia Pepiniana

La etnia cultural pepiniana

Indice de las Partidas Sediciosas

Indice / USA

Index / España

Cartas Recibidas

Carta a los pepinianos

Lope de Aguirre y los paraísos soñados / libro completo

Las zonas del carácter / poemario

Estéticas mostrencas y vitales / poemario

Mantillita / Tipos Populares

La casa embrujada

Don Lion y el cojo

Pedro el bujarrón

La mosca muerta y el barbero Correo

Poetas / Escritores

Escritores y poetas de San Sebastián del Pepino

Lcda. Nilita Vientós Gastón

Lcdo. Ramón Luis Colón Pratts / Estilete

Joaquín Torres Feliciano

Ramón M. Estrada Vega / Caminos

La literatura en San Sebastián / Aportación de Ramón Luis Cardé Serrano

Pintores de San Sebastián del Pepino

Entrevista a Carlos López Dzur / por Clotilde Dávila

Obra personal

Cuentos y leyendas histórico eróticas

Como una amazona / a Luisa Bottari

La vulva mística

Megillah de la ovación

Don Juan y el reloj orgánico

Amplificación incestuosa

El sacamantecas

El azote de los pecadores

El loco de la casa

Mi araña predilecta en el congal

El filósofo machista

El corazón del monstruo

Don Chava y la cerota

El exhibicionista

El tentador

El guabá

La paliza

Crucito el feo

El naufragio

El acto de Cobita

El ultimo adiós

Mantillita la Beata

Como una amazona

El motín

Narcisimo

Lot y el esquizoide

La violación de Eulalia

Bio / en Voz al Mundo

En Charkito

Cartas sobre Pepino

Comevacas y Tiznaos: Las Partidas Sediciosas en el Pepino de 1898

San Sebastián de las Vegas del Pepino: Los Padres de los Confirmados

Epica sobre El Pepino

Notas sobre el magisterio en Pepino desde principios del Siglo XIX al XX

Artistas Plásticos y Artesanos de San Sebastián del Pepino

Santa Necesidad

Jacinta

La Tertulia fde la Central

El tentador

Meditar el ser

Homenaje a Hebe

Jacinta

Las esfinges

Las prostitutas

A Merecedes / Apartamentos prestados

Te comprendo cuando chozpas

Santa Necesidad

Consolaciones de Agar

¿Quién habitará el canto?

Nuevo paradigma

Bíos

La mujer está aquí

El caldero

Cingulum

La última fase

Kaddish

En la muerte de Chato, mi hermano

Los peces

Bendición de la zorreada

Drácula

La muerte

El hombre quieto y pobre

Destinación

Antología / Heideggerianas

Lo idílico

Tus piernas

El vacío

La casa donde llegas

Elegía a mi madre

Nihilismo nocturno

Las nalgas de Maruxa

El filósofo machista

Elegía a mi madre

El guabá

Crucito el Feo

Homenaje a Hebe

Consejos kantianos para el flaco

Tijuana

Heideggerianas (1)

Heideggerianas (2)

Heideggerianas (3)

Heideggerianas (4)

Mantillita

Tantralia (1)

El hombre extendido

Las goteras

Heidegger (6)

Yván Silén

El hombre extendido, análisis en torno a López Dzur

Apartamentos prestados

Crucito el feo

Memoria del ultraje de Floris

Lot y el esquizoide

La violación de Eulalia

La bruja de la torre

La traición

Mi araña predilecta en el congal

La pianista negra

La marrana

Enlaces

Un niño se devora

La dicha ardua

La selva oscura

Genoma inverso

Nabi Kalu

Es más fiel mi perro

Uno es un zorro viejo

Baila, hombre triste

La palabra amorosa

La piedra de unción

Lamentaciones de Agar

A Lord Shelburne

A Enrique Octavo A Jan Huss

El amor existe

El diosito

Testimonio de la separación

Hijificación de la nada

El solitario que inventaba el ser

El hombre extendido

A Juan Mari Bras

El pez ígneo

El obediente

Fisiología de la excitación

$365.00 a la mano / cuento

Evaristo y la Trevi

Heidegger (6)

Poemarios

Libro de la Guerra (2)

Libro de la Guerra (3)

Libro de la Guerra (4)

Libro de la Guerra (5)

El hombre extendido (1)

Nabi Kalu

Es más fiel mi perro

Uno es un zorro viejo

Baila, hombre triste

La palabra amorosa

Gaitiana

Consejos para la traición perfecta

Hijificación de la nada

El solitario que inventaba el ser

Otras críticas

Milicias cristianas

El hombre extendido

A Juan Mari Bras

El pez ígneo

El obediente

Fisiología de la excitación

El reportero y la diva

Mi araña predilecta en el congal

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El guabá

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Memoria del ultraje de Floris

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$365 a la mano

Críticas a López Dzur

La Casa / por Luis Cariño Preciado

Interview

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El hombre extendido / Libro premiado en el Certamen Literario Chicano / Universidad de California, Irvine

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Fisiología de la excitación

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Homenaje a Pan

Homenaje a Hebe

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Nihilismo nocturno

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El filósofo machista

Memoria del ultraje de Floris

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Poesía social / A Juan Mari Bras

Partidas Sediciosas de 1898: Campesinos Armados en Pepino (Parte 1)

Partidas Sediciosas de 1898: Campesinos Armados en Pepino (Parte 1 y 2)

Los Tipos Folclóricos Pepinianos

Poetas y Literatos Destacados de San Sebastián del Pepino

La poesía pepiniana y el folclor: Enfoque Heideggeriano

Del Unionismo al Anexionismo

Tijuana: Dolor de Parto / Libro de poemas de Carlos López Dzur

Libro de la Guerra / Presentación

La pintura y las bellas artes en San Sebastián del Pepino

Heideggerianas / Libro Completo / Tercera Parte

Heideggerianas / Libro Completo / Cuarta Parte

El Hombre Extendido / Poemario premiado en el Certamen Literario Chicano de la Universidad de California, Irvine

El Hombre Extendido

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Cuentos históricos y cuentos coloraos

El reportero y la diva Marco Antonio y Cleopatra

Argos 18

La sustancia

Comevacas y Tiznaos

Pepino /Cartas

Tipos folclóricos

Gaitiana

Bibliografía

Crucito

$365 a la mano

El guabá

El filósofo machista

Elegía a mi madre

A una madre joven

Behaviorismo

La fruta saboreada

Pepín de la Vega / Blogsite

TraficoViral.Net

El Gringo de Cubero

«El Gringo», ex-ratero, hermano de Cuco «El Puma», Rogelio «El Camarón», Felicia, Cuca y «Papiro», vivía al lado de la casa en que vivió «La Carlita», a sotta voce orgullo de El Pepino, ícono glorificador del sensual Pueblo Nuevo. Son hijos de Don Fundador Cubero, quien como Juan, fue socialista en tiempos del poder de La Mogolla. Cada uno de los hijos de Don Funda forjó su historia, dibujó disparates en la memoria pueblerina... y salieron coloraos; sí, parecían gringos, ya que fueron grandullones, con genética esbelta, energía y buenos músculos.

En su punto de belleza, desde adolescentes, Cuca y Felicia exhibieron su esencia: ardientes, vivarachas, llamativas. Y Millán Matos, el proxoneta, les puso el ojo y se las llevó a sus bares de tugurio, donde los jíbaros galanes, después de la zafra o las cosechas de viandas y frutos en sus campos, paraban en la casa de «Ja», por los rumbos de Rabo 'el Buey, y le alquilaban bicicletas de su agencia. Harán lo que se espera, en esos años de boleros mata-penas, melodiosos y velloneras que se ubican en esquinas para, desde temprano, en el tránsito vespertino hasta la madrugada, llamar al trago y al cachondeo tropicaloso.

«¡A tirar el plante entonces!», farfulló un cliente, corta-cañas, después que a Ja rentó la bicicleta.

A ver a esas dos putas admirables: las hijas de Don Funda, concidieron.

«Echar mi billarcito es lo que me place!»

«Bailar con Felicia Camarona es lo que quiero», dijo el otro.

En fin, sus encantos tiene, por igual. Cuca Cubero... porque su propaganda, vox pópuli, alega que es la más linda de todas. Tan linda es que a buscarla, con Millán, viene Forito y Santos Méndez y la llevan a sus lugares, como si fueran baalas. Casi divina se juzga la hermosura de Las Camaronas, por lo que, en las Ninfalias, del paraíso del Amusement Center ellas son vestales, centro de las miradas apetentes.

Papiro fue un muchacho estudioso, serio, aplicado. Su inteligencia consolidaría las sobriedades del buen comportamiento. Al crecer, viendo el pueblo, su familia y su némesis, emigró a Pennsylvania y se olvidó de Pepino.

No así Rogelio, el primero de los camarones.

Tenía las manos largas. Ojos de lince velón. Por endijas de las chozas de madera de Pueblo Nuevo al Guayabal, de Stalingrado a Tablastilla, metía sus ojos salaces; se ligaba a los maridos en faenas, a las hijas que crecen, año con año, dormidas sobre catres, moviéndose, semidesarropadas, nerviosas por el frío o el calor de la noche... Un día serán hembras, dignas de que un pingo les rompa las cobijas y les visite muy hondo, vulva adentro y las ponga a gemir en despatarres. Es un espión, perseguidor de pantaletas. Se las roba de los cordeles. O mete manos hurtadoras en las tinas de lavado. Las saca del fondo jabonoso de algún baño cuando cree que ninguno lo observa. O cuando ve que alguna lavandera da por terminada su faena y cuelga muchos trapos a secarse.

Un tendido de pantaletas es un tesoro. Una tentación [para juegos retrercheros] de sus psiquis.

Es un fetichista consumado. A la copa del corpiño la muerde, sin lograrlo. A las pantaletas las huele, las besa y, en alucinaciones, se las ingenia para vestir a sus amantes. En su imaginación varonil, quisiera ser como Elvis Prestley o, al menos, como Rubirosa. Es que El Puma, con deleite, fuma la yerba marihuana. Vive desde el alma jocunda; pero su carne sube a un carro acelerado. Y lo lleva hasta las nubes donde el placer juega su billar y él siempre gana y autoriza, por ello, a que limpien sus raíces y cimientos de carencias y violencias.

Rogelio se conoce los callejones donde hay bares y ventorrillos. Es, en la fondita, de Tito Vargas donde come su platillo de cuajito, morcillitas y modongo y, a veces, se atraganta. En el barecillo, con Don Pita, el consejero, es donde él espera que avance la noche, ya que irá hasta el Casco del Pueblo y buscará una tienda con vitrina.

Donde haya maniquíes femeninos, con bustos que le quepan en el puño, verá a entes casi en pañales o en falditas. Ante estos figurones o angelones se hará unas pajas en caliente. Serán puñetas enervantes por la abundancia líquido-jariosa de su impulsión y erotismo. Dejará el semen chispoteado contra el cristal de la vitrina y volverá a Pueblo Nuevo, sonriendo. Las puñetas puede que se lo coman en vida; pero, son más fáciles de adquirir que la droga, o el alcohol, o las mariposas en la noche.

Este es un titerón con palomilla. Bebe y jode cuanto puede; pero cuida su predio y tolera los valores que le enseñara su padre desde los tiempos en que Chilín Echeandía cuidaba la lealtad del voto por la Unión Republicana y La Mogolla, etapa que presidió el buenaso de Don Nito Cortés, alcalde socialista del Pepino.

Don Funda y Chilín anduvieron con la Banda de los Siete Puñales, negros pistoleros de Tras Talleres, Santurce, pero profesionales. Extorsionaban a punta de revólver. A los valientes, boquirrotos, los neutralizaba el miedo. Con los siete puñales, a muchos liberales se dieron sus matariles y golpizas.

El padre educa como puede al familión que tiene, aunque de hembrotas, como sus hijas, sabe poco. Espera que se casen bien, que ganen sus billetes, si es que no son tan tontarronas como El Puma pajiolero.

Con tal escuela, se explica el por qué El Gringo, el más chico de los varones, cayó preso. Está en la Correccional de Menores. Siempre fue bochinchoso, travieso, amigo de garatas y abusos. Arrasaba los carritos de los ventorrilleros. Robaría frutas y, cuando chico, aún no adolescente, la artesa de los dulceros. Se enfrascaba a los puños cuando era provocado. La impaciencia la tuvo, a flor de orejas, por terquedad de no querer oir a quien lo surte de imploros, o de buenos consejos.

Lleva unos meses de penitencia en la Correcional después que asaltó la Farmacia Rabell frente a la Plaza de Recreo. Como La Providencia de Gerardo Pérez, es uno de los establecimientos más viejos en su ramo. El saldo de su robo fue poco, centavería y menudencia que apenas sirvió para una sola noche de disfrute. El y otros rateros se fueron a La Plaza. Habían comprado unos dulces y cada cual un helado. Sobró muy poco y El Gringo dijo: «Pal' carajo. El resto es mío; mía la idea».

Haya sido mucho o poco, fue a don Chucho Rabell a quien robaron. Y él viene, como dijo Don Funda, de la cepa de santos. Rabell, padre, fue Padre Espiritual de Pueblo Nuevo. El fabricó el primer parque. Cuando fue el Alcalde, don Narciso dio cimientos a la luz del progreso. Fue tipo y figura de Prometeo.

«Robar a él es como robar a la madre», oyó que Fey Méndez, el Alcalde, le dijo.

«Rabell Cabrero fue santo», realegó Don Fundador, quien una navidad quiso que El Gringo saliera de la cárcel. Tenía nostalgia de su muchachito, al quien sólo le adujo como tara, «es que es travieso; se ha criado sin su madre».

Dos meses más y El Gringo salió libre, por gestiones de Fey e imploraciones de Cubero, padre. El prometió, ante el Alcalde y Fundador Cubero, que trabajaría en la limpieza, higiene y embellecimiento citadino. Trabajar en lo que sea es mejor que la cárcel.

«Trabajarás para la Alcaldía; pero, un robo más que cometas y yo te mando hasta Oso Grande», lo advirtió Méndez Cabrero.

Ha cumplido bien. Del primer cheque, sin que nadie lo pidiera, El Gringo repuso lo robado. Fue donde Chucho Rabell con el dinero y don Funda vio a su hijo arrepentido y lloraba al decirlo: «¡Don Narciso fue santo! Dio el parquecito a Pueblo Nuevo, nos hizo unas calles...»

Se refirió al hijo del médico catalán, que llevó su mismo nombre, al viudo de Consuelo Fernández, madre de nueve hijos!. En 1906, el Gobernador William H. Hunt lo nombró Alcalde del Pepino.

Cuando don Fundador Cubero le conoció, se aprendió las palabras que hoy dijo a su hijo. Don Narciso Rabell Cabrero es prócer de la Patria y el primer Padre-Fundador del Pepino moderno. Ante el propietario robado, lo declaró:

... que sin él no se tendría acueducto ni planta eléctrica ni buenas calles... y tú robaste a su hijo, cuyo ancestro es santo y de prosapia...

Y El Gringo lloró y quería arrodillarse ante Don Chucho como si éste fuera un sacerdote «de los buenos».

No lo permitió Rabell Fernández y, pocas semanas después de este incidente, al que pasara por la calle, frente a la Farmacia, con la cuadrillas de Sanidad, lo llamó.

«¡Gringo, te llamó don Chucho», gritaron.

El viejito blanco, canoso, se apostó en la puerta de la vieja botica. Una caja, empapelada de azul, sostiene con sus manos.

«¿Qué se le ofrece, señor Rabell?», lo saludó El Gringo.

Don Chucho no esperó reacción ni más palabras. Puso la caja en manos del muchacho.

«Un obsequio que te doy. Lo tienes merecido».

Con el mismo dinero que Gringo Cubero devolviera, le compró unos zapatos. Este gesto cambió la vida del ex-ratero para siempre.

Ha sido ejemplar su comportamiento.

Es buena persona y honra regenerada de los Cuberos.

*

Del libro en preparación
Leyendas históricas y cuentos coloraos

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Carlos López Dzur / Correo

Email: baudelaire1998@yahoo.com

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