Canto al hermetismo / poema
de Carlos López Dzur
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Preámbulo

Para que haya alguno, tal vez uno,
a quien oiga y sea él de los que conmigo
cante sin ningún hermetismo, me aproximo
a los que declaran estas reglas de juego:
ábrase el mundo, désele paso
a los dueños de la vida,
a nuevas iniciativas personales,
a ecuaciones libres y variables…

Venga el primero a los tiempos que necesitan
el espacio y la sustancia, busquen aquel
cuya voz esencial haya sido:
¡Habla!
Te escucho. Dáme tu palabra
y tu dolor manifiesto, pongámonos
en la presencia y la esperanza.
¡Actuemos, unámonos para que no haya
quien nos silencie y nos calle!

2.

Otros hay que han convertido la soledad en absoluto.
Razón y ser, ser y lenguaje, lo mismo.
Han plasmado al Don Nadie, al Yo miedoso,
iluso, satisfecho, unificado en sus marcos artificiales,
logificados por mutismos y seudo-conspiraciones.

Nada escuchan, nada comunican
cuando el clamor es organízate y habla;
habla aunque te duela la mentira de la boca
y la verdad te desangre y te saque los dientes.

Entonces, si faltaran los que oyen
y examinan, colectivamente útiles,
¿para quién será que hable yo, qué haré
con cantos que no quise que fueran
la subjetividad tan sorda, ciega designación
de cosas uniformes, caducas, decadentes,
legisladas por un lenguaje que momifica todo
y cosifica los cimientos y misterios profundos?

3.

Por alguno de los que escuchan, lancé al azar
mi palabra, mi perspectiva construyo.
Dejé mis ojos abiertos, agudicé mi olfato.
Mi desafío se interpuso a la visión unitaria
del horredum pudendum de los esotéricos.

Admití a medias al que dijo: la percepción sensoria
y la razón son unas, indiferenciadas.
El conocimiento objetivo no es posible.

A los que quieran restaurar el yo que piensa,
siente y quiere, convoqué al crepúsculo de esos ídolos
que son fábulas, fuegos fatuos del mundo interno.
Que no sobreviva el sofisma: exijamos
lo más honesto de este pueblo.

4.

The State has Mind Overseers and they alone determines whether a man is useful or worthless: Bismarck

Herméticos, si la razón les tiraniza y les prejuicia,
díganlo fuertemente, sáquenlo del pecho
como herejes que ya están en la pira y desollados vivos
por la hoguera de conceptos fijos e inmutables.

Si al corazón lo han tundido en cárceles, póngan
también sus cartas boca arriba, acusen
no entre dientes ni con murmullos inútiles.

¡A gritar, a gritar… que la razón y el ser
se repugnan mutuamente sin conciliaciones!
¡Que vuelva como una necesidad: el ser sensibles,
decentes, comprensivos, más humanos!
No importará que les llamen blasfemos
si han pagado el precio con dolores.

5.

La frontera entre la opinión sana y la infestada no la traza in praxi el conocimiento objetivo, sino la autoridad vigente: Theodor Adorno

Seguir callados, neutralizados por la rabia contenida,
ésa es la soñarrera que largamente se propuso.
Esa es la propaganda de una Nación Feliz
confiada al Dios del dólar.

La voluntad general ya debe pausar y hacerse nada.
El bienestar general que se carcoma si, en su nombre,
el Pueblo pide lo que urge. Eso han propuesto.

¿Dónde ha quedado la comunidad universal
de los principios
buenos, dónde está
la valentía ciudadana y sus declaratorias?

Ha sido glorificada la opinión del que domina,
el pensamiento de las élites. El narcisismo
que no renuncia al sinsentido y las directrices
que lo trazan desde arriba…

Seguir callados, Padre de la Patria…
Usted también, Mr. Washington…
¿ardió acaso con la fiebre de opiniones vigentes:
«no hay indio bueno; muerto es que sirve»,
se obedeció su mandato cuando ordenó
un exterminio de iroqueses? Y alguno que lo vio,
¿dejó soñarreras a un lado, se hizo observador
del paisaje subjetivo, inasible, donde el eco
es el mismo: ¡Hay que matarlos!?

La Asamblea Legislativa de Nueva Inglaterra desde 1703, dispuso el pago de 40 libras esterlinas por cada indio muerto o hecho prisionero; en 1774, el precio se elevó a 100 y 105 libras esterlinas, respectivamente, por cada varón mayor de 12 años muerto o prisionero. Los indios evitaron la esclavitud
por los colonos, huyendo o suicidándose.

6.

I advance it, therefore, as suspicious only, that the blacks.. are inferior to the whites in the endowments both in mind and body: George Washington

¿Alguno ha visto a los esclavos, colgados
de los árboles, docenas de ellos, azotados
hasta la muerte en las calles de New York
por el sólo motivo de querer ser libres,
y se ha compadecido?

A seis de ellos,
el mismo día de noviembre de 1712,
¿se les oyó sacar su grito de libertad,
quitándose la vida antes que llegara
su turno ante el verdugo?…

Estaban tan solos, en institucional anonimia,
que se abocaron al suicidio, cuando veintiuno
se turnaron en la ejecución. Mejor era morirse,
darse una muerte liberadora con sus propias manos.

… pero los cuáqueros no estaban callados.
Veinticuatro años antes decretaron esa causa:
¡la causa del pobre, el desamparado y el esclavo!

… pero siguió el silencio, la demencia racial
de los explotadores, de Norte a Sur, del Este
a Oeste, en cada latifundio, en cada ghetto.

Siguió el silencio, seguir así… neutralizados,
sospechosos en la verdad de la miseria sicológica
que acusa al impotente, al inferiorizado, callados
porque la propaganda y la rutina podrida
que absolutiza y cunde es silenciarse
(se ha borrado la resistencia mínima y se han igualado
las opiniones en mayorías que olvidan
y acuden a la prudencia, falsa, aplazadora,
submitida a la perpetuación de lo injusto…)

¿Será hasta cuándo?… hasta que vengan
los atrevidos, temerarios, los proscritos
que rompan el alienado predominio de la cobardía…

7.

Americans tended slavishly to ape the standards and values of the wealthy: Thorstein Veblen

¿Quién ha dicho, desde este silencio intolerable,
que la espera nos curó a todos, a quién que estuvo
enfermo, con la rabia contenida y luto rutinario?

¿Quién dirá que realmente ya somos felices

y estamos conciliados por la communis opinio
y el progreso? ¿Quién hay que vea a los sujetos altaneros,
blanqui-vestidos, ilustrados, propietarios de las élites,
cuando murmuran con desdén contra los cuáqueros?

¿Quién que les pregunte por su sabiduría
y por qué, si la tienen, se arman con fusiles
y garrotes, suben la horca a los altos ramajes
de los árboles o a los postes de las plazas
frente a sus alcaldías? … Lo pregunto.

Lo pregunto a los prudentes,
como a los iracundos, junto a los vengadores,
¿por qué siguen callados, silenciosos,
neutralizados por la propaganda que cunde?…

8.

I cannot live in this miserable, undone country, where… we are governed by the old red breeches of that prince of proyectors: John R. of Roanoke

No sé lo que está pasando.
A puertas cerradas se discute
el presente y el futuro y a ninguno conozco.
Son los Hijos de la Libertad, pero con otros rostros.
Apenas sé sus nombres. Hablan unos contra otros
como los viejos latitundistas y especuladores.

Se disfrazan. Cierran las puertas tras sí
y los banqueros se apresuran como rompesquinas
con amargo renculillo y en salas de los ayuntamientos
debaten en secreto sus tratos con los algodoneros,
sus beneficios con el comercio, jueces y militares.

Llevan horas en sesiones. Todos entran
y salen con un rictus de hemetismo y una queja:
¡Esto es algo que no perdonaremos!

9.

¿De qué estarán hablando?: se pregunta la prensa.
Por lo bajo lo susurran los que creyeron
como Paine, en el sentido común y las palabras
claras y dialógicas y, sin embargo,
no están surgiendo porque no están autorizadas.
¡Y el sentido no tiene comunidad ninguna!
Todo surge de una torre de marfil de falseadores.
De unas consciencias con temor y desprecio.

Van a exigir virtud al pueblo desgraciado,
débil y pobre, a los melancólicos le ordenarán
una receta de trabajo, a los atormentados
los pondrán en manicomios, a los generosos
leerán una cartilla; se sospecha que surgirán
muchos reos del Estado; pero, ¿quién se culpa?
Ninguno. Todo es un largo escamoteo.

Hay una inmunda avidez de reinventar
para el mundo lo que se había creado:
un sistema, perfectamente balanceado,
de estados-nacionales soberanos.

De veras, ya no hay cordura. Los axiomas
parecen irracionalmente extraídos
de las mangas paganas de los flautistas mágicos
y la consolidación de una clientela de apoyo
(de intereses interventores, extranjeros).

Desde esos cuartos oscuros están diciendo
que hay que romper la nación en dos mitades
porque el Sur está en la crisis y la esclavitud
es una espada de Damócles; pero hay
que ver más allá de las narices,
The Large Policy, la influencia del poder
sobre los mares, el valor del accionista,
el gran comercio, la alianza británico-holandesa,
potencias depredatorias fuera del continente…

No sé lo que está pasando
con tanta difamación antipatriótica
(y esos pretextos de abrazar otros mundos
y los valores de la nueva dominación
en ciernes y la gestión desintegradora
de aquellos que sesionan
en secretividad tan absoluta).

10.

Esto no se puede perdonar.
Han herido en su amor propio a los know-nothings,
a los que fueron antes poderosos e intocables
con todas sus mercancías, incluyendo
el extenso rebaño de los trabajadores.

Ahora se sienten retacos y les han obligados
a un doble quehacer que los humilla,
repicar las campanas de la igualdad
en que no creen y andar en la procesión callada
(las codicias del corazón, en ambages,
maldicientes por estar inconformes).

¡Esto ya se ha vuelto in tolerable!
Una Corte Suprema dijo ¡Basta! a gigantescos
monopolios y Rockefeller se reagrupa,
comiéndose las uñas y vomitando piedritas.
Para el trust The Standard Oil... se buscará
otros nombres, el rico nunca pierde;
él no se dejará quitar lo suyo…

Antes boicotearon las mercancías inglesas.
Suprimieron a servidores temporales,
inmigrantes que se ganaban el pan,
esclavizados hasta por 7 años siendo blancos,
indentured servants, golpeados por el menor motivo,
sellados con carimbos por ser deudores insolventes.
Prohibieron las Actas de Navegación.
Vencieron la Santa Alianza de Metternich.
Rindieron intereses privados que se pensaron
perpetuos, sofocaron KKKlanes, vencieron
a fascitas, a ultramontanos, a sistemas enteros.
¡Y ésto no se perdonará ni en nombre de justicia!

¡Atajaron los alojos para tropas extranjeras!
Derrotaron hessenios mercenarios. Han dejado
que los granjeros sin tierras se vayan
al Oeste, descomponen los negocios que tuvieron,
redistribuyen los negros cimarrones a Liberia
y piden: Corcordia, paz en Versalles…
¡No, ésto no se habrá de perdonar!

No se cruzará de brazos el Imperio vencido.

PRIMERA PARTE
El ciego

Aquellos que nos observan, desde allí,
son los ojos de la patria, Padres de la Nación.
Todos tienen un rostro en piedra dibujado.
Un monumento que nunca se añeja.

Y más que su nombre histórico, su esencia se aúpa
en las Constituciones. Más reales que el mármol,
o el bronce de sus bustos, son las heridas abiertas
y los dolores que, en sangre, mancharon los campos
y ciudades. ¡Hijos de América, recobren esa memoria
en este instante! Es necesaria. Es indispensable.
¡La memoria heroica del pasado!

Observen allá los héroes de Lexington y Concord.
La Revolución directamente desatada contra el Parlamento.
Jorge Washington que selló la Independencia y declaró
una verdad que ojalá y perdure para siempre.

Observen allá: el Congreso Continental adoptó
una bandera, seis estrellas y franjas solamente,
pero éste fue el comienzo de los Estados Libres
tras la batalla de Princeton. La lucha en Saratoga
dispuso el triunfo con la esperanza firme.

Aquellos rostros representan los héroes con que el mundo
vio la aurora libertaria, aquellos que junto a Washington
se reunieron en Filadelfia y New Hampshire.

Nómbralos, pueblo, conmigo.
Son la verdad de un territorio que conoció
la esclavitud desventurada, las guerras del colono
francés contra los indios, los impuestos sobre el azúcar,
las Actas Intolerables, la ignominiosa presencia
del coloniaje británico y sus gendarmerías.

Nómbralos, nación, porque han admitido
que la Tierra de esta América ha sido abierta
para todos y será generosa. El territorio es inmenso
y el cuáquero, el judío, el católico, el creyente,
cualquiera sea su procedencia, son dignos
de inmigrar, cantar conmigo. Han de ser libres,
en ejercicio productivo, todos bienvenidos…

¡Hombres honrados, serviciales, semillas
de generaciones nuevas, con futuro,
canten con regocijo los nombres señalados:
Washington, Jefferson, Hamilton, Adams!

Graben la Carta de Derechos en sus corazones.
¡Puede que fuera de sus consciencias
no exista dicha Carta para siempre!

2.

Congregáos y meditad, oh nación
sin pudor:
Sofonías: 2: 1

No dejarán esta verdad a merced del artificio.
No lo permitan. Desde un túnel del oído, oigan
que vale mil razones hacer condena
de los males pasados y romper las cadenas coloniales
y el poder injustamente impuesto. No dejen
la verdad a merced del artificio.

Con el uso político de retórica amañada,
caminan en peligro los patriotas,
la gente de buena voluntad
y su empresa de futuro.

No sean cómplices de los que trepidan en sombras,
cebados de hermetismo. Aquellos que, en 1776,
firmaron su Declaración de Hombres Libres
son los educadores; no los sabuesos
para el ultraje, el mordisco o el silencio.

Que haya fiesta hoy porque el Leviatán
se acerca, el mal tiempo, la Gran Tiniebla.
Fiesta en la consciencia, no en las calles.
¡Fiesta en medio del emergente luto!

Démos este recuerdo como meditación al mundo.
Abran el olfato grande, intensamente.
Y que el más ciego entienda
y traiga su perro bueno y finalmente diga:
Saquen de sus pechos el grito:
¡No seremos cómplices ni burguesía reaccionaria!
No dejaré esta verdad a merced del artificio.
Seamos otra vez los revolucionarios.

3.

Y el ciego, en pie, reunió a la gente
que lo conoció y vino oírlo. A variadas multitudes,
cuanto pudo, las reunió en la plaza.

En realidad, él era La Voz,
no las pupilas. En realidad, era el olfato,
no las narices y, en realidad, tenía en sí
todos los tiempos, arcaicos y arquetípicos,
tiempos de la sabiduría; en adición al presente.

Con toda la memoria y fuerza de su verbo,
leyó en su corazón la Gran Promesa,
el juramento firmado en Filadelfia
y principios consagrados en la Carta de Derechos.

Y, en realidad él era más antiguo que Vermont y la Unión;
en realidad, él era más que un ciego en la América del Norte;
en realidad, él era la Voz y la Conciencia del Mundo…

4.

Porque su rostro envejeció y no respetaban
sus ojos, el Ciego salió de la penumbra.
Se presentó con el valor de su entera autopresencia.
Y alegó: «¡Aquí me tienen! Con coraje que desafía
las ausencias, con dolor que a las peñas conmueve.
¡Vean! ¡Es necesario que confronten las cuencas
de mis ojos; vean mi boca que, si tiembla es por ira!
¡Vean mis pupilas que, no viendo comprenden!
¡Estoy en rabia y desilusionado! ¡Pero estoy
a la voz con el futuro!».

«Si yo dijera lo que escuché
desde que en mi sector de células me vieron,
si yo acusara a los que en mi camino
me palparon y me desconocieron, si yo acusara
a los que me sacaron los ojos,
de seguro que ya, sin gozo, temblarían;
y yo, que he temblado a solas,
ya no tiemblo; no es la hora de temblar
si me queda La Voz, el Oído, el Tacto
y el Noble Olfato. A veces un poco de lujuria
que a mis ansiedades calme o satisfagan».

«He visto a muchos cobardes y traidores:
Basta que diga uno: Benedict Arnold
y supe, no por verlo que era él,
no sabría describirlo. Sólo consta su delito.

El me dijo: No voy a matarte. Eres un ciego de mierda
y vio mis gestos en vibración sutil, huyó tranquilo.
Habría querido verlo en el espectro después de lo que dijo
pues yo dejé la caverna de los mudos,
me quise dar lo que soy, en realidad, no las pupilas.

Yo soy La Voz, el olfato engrandecido
desde los tiempos de la sorda, fría caverna,
el rescoldo afótico de lo súbito, rumbo a ninguna parte
y, sin embargo, existo y cada vez más poderoso…
porque sueño, protejo, me apiado, me educo»…

5.

… aviva tu obra en medio de los tiempos
en medio de los tiempos házla conocer;
en la ira acuérdate de la misericordia.

Habacuc: 3:2

«Estoy buscando un Parlamento bueno.
Un congreso que escuche, un pueblo santo.
Un amigo del Hombre. Y véme:
mi vestido está raído y mi vara
es mi único objeto de sustento.

Una bruja en carne y hueso me persigue.
Me ha cegado desde tiempos milenarios.
No puede matar el hombre que hay en mí.
También tendrían que enfrentarse
al ángel bravo de mi perro.
O a un hada iluminadora, pero horrible:
la realidad que sangra en los cruces de camino.

No pueden; pero me acosan y me roban
cuanto quieren. Voy a Providencia.
Sólo entonces me llevo mi mascota.
Esta vez daré mis razones en Rhode Island
porque allí, conocí a Roger Williams,
allí alabé su nombre, allí supe de sus méritos.

Muchos callan que existo y me vieron
y no me llamaron a su mundo… Yo desafié
el azar sin estructura y el eco de la mímesis …
Williams me dijo: «Eso es bueno».

Necesité otras solidaridades, datos acaso
de ajenos retos y me han abandonado,
siglo a siglo, me han dejado
con las manos vacías; aún más ignoto y solo…
por eso no me gustan los herméticos.

Y les odio, porque a mi soledad y desamparo
no han aportado nada, más aporta mi perro,
que ha sido fiel amigo, mi guardián…
¿Pero los demás para qué sirven, cínicos,
para qué, protagorianos, si en vano
en su justicia confío?

6.

Para que haya uno, uno solo,
a quien oiga y sea él, uno que conmigo cante,
doy razones en medio de las plazas
sobre lo mucho que me hieden los herméticos,
los que no oyen cómo aún pido
movimientos a metonimias y metáforas,
a la verdad oculta que al asomarse sufre,
a la que han escondido con el empeño
que no broten las palabras de redención
para el hombre o las palabras que embellezcan
cualitativamente con sus transformaciones.

Para que haya uno, uno solo,
a quien oiga y sea él, uno que conmigo cante,
advertiré, en los predios del clandestinaje
o en los fueros de donde me sea posible,
que no todo lo finito y el infinito
es tosco e intranquilo
y el buen jugador a otros auxilia y requiere
porque hay dicha en avanzarse-juntos
en el fondo dionisíaco de los mundos
aparentemente esquilmados
por el artificio, la traición del perverso,
las locuras apolíneas de los poderosos.

7.

A La Cenicienta del cuento de Charles Perrault

… pero ésto es evidente.
Vano es construir un verbalismo puro
y volcarse en lo cerrado, impenetrable.
La vanidad sí habla, sí que habla demasiado
y la verdad se esconde. A gusto se reposa
debajo de la escoria. Premeditamente
se trinchera en lo oculto y lo parco.
Se afana en la cocina de las cosas,
trapea el piso y saca el hollín del mundo.

Triste lastre que se edifique una trampa metafísica
cuando la verdad abre el secularismo y presenta
su rostro lleno de sucios moretones, o sus cuitas
de criada en primer plano… Cenicienta,
sabiduría extrañada: pocas son las fiestas de tu gozo.
Ocasionales son los regocijos
(¡tus regocijos, Cenicienta!)

Las voces prácticas del pueblo la convidan:
Baila conmigo, vínculo colectivamente amado
en despiadada comparsa. Baila conmigo, díme
quién eres, hoy que no he conocido tus harapos.

Educador que bailas con la visitante, verdad
es el misterio de ese ser apresurado
en el reloj de la herencia yacente de nostalgia.

La mentira no puede contra el hada
y apenas ha surgido un anfitrión en premura
que la quiera, momento dialéctico de cambio.

Escapó del palacio. La verdad
se largó a la lealtad con su trabajo.
Ya no sabe ninguno a quién se busca,
si a tí, verdad esquiva, o a tí,
criada necesaria de las certidumbres.

8.

Del rastro de una Verdad que estuvo allí
sólo quedó una zapatilla de cristal
y alguno muy atormentado con su encuentro.

La había estrechado a sí; se había enternecido
con un cuerpo tan amado, tan puro
y un reloj saltó con su mandato.

Véte a la casa, le dijo: Que se rompe
el sortilegio con la desobediencia.
Sé precisa, no tardes. No es hora de que sepa
el mundo lo que eres, tú eres la verdad hermosa
y el mundo, una mentira entronizada,
una perversa urna de obsesiones.

No se han dado las condiciones necesarias
para que te manifiestes, la historicidad cotidiana
que te encuentre, la circunstancia concreta
que te explique. Espera con paciencia,
Cenicienta. Te rodea la enjundia
de los vaniloquios; poseedores de obsesión,
hijos de saberes reservados.

9.

Se turnaron a examinar aquel fenómeno
los esteticistas de hueso colorado,
los comecandelas de virtud, los que apañan
la apariencia de lo hermoso.

Y los herméticos también fueron citados
con sus primos hermanos, los sofistas,
con sus padres putativos, los estoicos.

Todo por una zapatilla de cristal,
por una parcial remembranza del aroma
y unos silfos en forma de sonrisa.

Como un volátil agente con esencia, se fue Ella
que parecía un ángel salamándrico de fuego,
un nuevo contacto con las zarzas ardientes.

Y la añora el que la vio y asegura que es
dulce y cristalina como el agua de un arrollo
Dijo que purifica toda la tierra, incluyendo
el palacio de los dioses y, en los ojos,
se transuntó su alma poderosa
y un movimiento más sublime que la ondina.

Ha dicho que la busquen. Que, por ella.
despojen la lámpara de Diógenes.
Levanten todas piedras y las tapias,
suban a muros. Asalten fortalezas de su reino.

Quiere que la zapatilla vuelva
a quien justamente pertenece.

En efecto, en el Palacio, todos hablan y opinan
porque el rey está triste; los Tribunales en luto,
las agencias sin descanso. Ya es sabido:
le duele un capricho al poderoso.

10.

A temple of liberty and beacon of hope: Marquis de Lafayette

Encontré el templo de la libertad.
Y lo hallé lleno de mercaderes y de fieras.
Allí estaba la esperanza: andrajosa,
cubierta de gargajos, apaleada
por adoradores de insignificancias.

Aquel fue el templo, altar que tú, Pueblo,
propusíste para el mundo como regocijo futuro
de naciones. Y me preguntaron quién soy
(¿cómo que el pueblo no me reconoce?
¿Por qué pregunta quién yo soy?
¿Qué no seré yo sino uno de ellos?
El que más ha caminado y entró
por las puertas estrechas?)

Cientos las naciones hasta hoy…
yo era uno del pueblo, ahora sin pueblo,
de repente… quizás porque estuve asombrado,
más incrédulo que hoy, y quise
un vasito de agua refrescante
después de mi jornada, vasito del que
nunca bebí. Agüita que jamás me dieran.

Mis pies se desgastaron. Caminé muchos años
como un monje sin hermita para entrar a ese templo.
Aún lo llamé Libertad y Esperanza. Ahí llegué:
a ese basural de basurales y me afligí
frente a un monumento de Boston.

11.

¿Cómo preguntan que quién soy?
¿Cómo alegan? «¿A qué has venido, forastero?»
¿Cómo dan estas falsas referencias?
Escuché que se me dijo:
«¡No te has equivocado! ¡No estés triste!
Llegaste a América, la Hermosa,
la tierra liberada de las moralidades severas
de los mundos viejos, tertulianos, llegaste
a donde no hay Fin del Mundo ni craso pesimismo».

Y contesté estas cosas: Mi presencia sigue
frente al templo y me duele esta pregunta
como a nadie: «¿De qué tierra vienes, forastero?»

y gente que paseaba por aceras hacia mercados,
escuelas, museos, cines, bares o hacia ninguna
parte, simplemente en paseo; sin embargo,
yo sí estuve buscando algún refugio,
entrar al templo, agradecer que existe
el territorio de la libertad y que mejor catedral
no hallará el mundo, sólo tú: América.
Temple of Liberty and Beacon of Hope.

Me arrastré a tu atrio, me abrí paso
hacia la Puerta. Inesperademente me detuvieron.
Un hálito de ignominioso aliento ordenó detenerme
y se armó con mayores pestilencias que avanzaron
desde adentro hasta la calle y abofetearon mi rostro.

Gritos y escarnios me empujaron.
Escuché más rumores, indicaciones
de que soy un sospechoso de ambiguos delitos,
por informuladas razones. ¡Estoy tan solo!

De lejos presentí otras plegarias.
¿Qué sería lo escuchado? ¡Tantas palabras
suciamente aromadas de hermetismo!
Como nuevas proclamas de improvisados proyectos.

Se estilaban como cantos de sirenas, urdidas
en altares escondidos. Repicaron campanadas,
demasiados estridentes como cañonazos.
No eran tañidos dulces ni gentiles.
Eran parte de ese adiós que me expulsaba diciendo:
¡Largo de aquí, véte, véte!

12.

¿Habrá un lugar donde pueda lavar mis pies?
He caminado mucho. Mis rodillas flaquearon.
Bajo mis plantas descalzas mis dedos sangran…
Han sufrido mis pies con las estepas frias
y los calientes desiertos… Climas me han postrado,
tierras me han tendido sobre yermos y charcos.

¡Si sólo supiera soñar con los zapatos
que protegen del frío y riscos de pedruzcos
y nevadas, contaminadas chumberas y espinajos,
residuos hirientes, ortigales, juncos
sobre arcillas hedientes!

¿Quién sabrá lo que vale el sostén, unos pies,
mis pies heridos, mi talón lastimado?
Se desgastaron los zapatos por causa de escasez
premeditada y por larga estrategia de conspiraciones.
¡Pies que son mi sostén, zapatos que han sido
la trinchera, relevo de armas, clamor de reposo!

El sostén de las ramas y los ganchos si los dilapida
un hacha, o una agenda sin control, emplazamiento,
son el exterminio del progreso, homicidio,
la negación de mi abrigo, usanza del consuelo denegada.
Escuchen cómo un ciego bendice la suerte del zapato;
entiendan cómo llora lel pobre que lo ha perdido…

El pie que ha nacido para pisar en firme, ¿de qué vale
el pie que no tiene zapato? … cómo llora en las calles,
cómo lamenta y se duele… La leña extraída para el fuego,
¿cómo arde bajo la planta encallecida, cómo resiente
la candela de los torturadores, el abrojo inevitable del camino?

¿Qué vale el geotropismo neutralizado si arde
por causa de resabios homicidas y las trampas tendidas
por cazadores de lo inerme, cultores del inmovilismo?
¿Qué saben los conspiradores del tiempo sin velocidades?
¿Qué valen los tiempos que no se polarizan en dirección
a lo eterno? ¿Qué valen los tiesos, hombres sin movimiento?
¿Qué saben los que detienen como relojes inocuos
la meditación del viajero para cegar su ritmo y longitudes?
¿De qué valen los talones cuando ya no existen pies ligeros?
¿Quién estorba la danza y el tambor, el corazón
de espíritu infinito y lo inmenso? ¿Quién nos detiene?
¿Quién censura a los pasos el hallazgo de sus direcciones?
¿Quién que ilumine a los ojos cuando si la ruta se entorpece?
¿Quién que a la llama añada chispas de alguna luz,
nuevos fotones? ¿Quién que aporte nuevas voces
a las vibraciones? ¿Quién dirá a los vacios en la tiniebla
‘hagan caminos’ y los llenará del alfa del principio
y el omega de las resoluciones?

13.

Un contenido tácito en ansias se vibra.
Abrirá la esperanza. Un futuro polarizado
se advendrá en el presente.
Un relámpago de autoridad lo fundará.
Su razón preexiste. Su negación se muere.
Su divinidad exige, Anda y sigue, levánte y la reparte,
oponiéndose a las voces hieráticas del eco,
a la oscura tentación de las incogniteces
y las penumbras. Y las tumbas en vida y el cansancio.
«Necesito la visión renovada», ha clamado el Ciego.

Va adelante una explosión de lo posible,
va adelante una realidad tan soberana: el compromiso,
el derecho natural del reflejo de la esencia y el campo abierto
de una dialéctica de necesario movimiento, el combate.

Nacerá la luz. Los hijos, antes oprimidos
de las sombras, verán a los ciegos viejos
y los querrán por guías cuando sólo quedan
los cobardes. Por eso una visión renovada
no ha de caminar sin la esperanza.
El optimismo se declara victorioso y desecha
a quien teniendo pies sanos pide la retarguardia
de evasores, cómoda pasividad de la pereza.
«Ciego, pide para que la luz se abra
en medio de las sombras».

El viejo mito de dolor pide caminos. Los ojos ven,
sin las cuencas del destierro y los desprecios,
pese a que reclaman, para darse el apoyo:
¿Alguien hay que pueda verme
y no pase con premura por mi lado?
¿Algún amigo que hable mi lenguaje
y se preocupe de mi cansancio profundo?
¿Alguien que me siga y me alimente el ánimo?

… porque, al fin de cuentas, el dolor pasará,
sí, el dolor pasa de largo como toda ilusión
de humana envergadura… Lo importante
es que he llegado y una luz de esperanza
me sigue y una visión es el plan de la existencia».

Allí está el templo.
Allí está el sendero hacia su atrio
y la asamblea de mi pueblo. Alguien
habrá esperado por mis pies cansados.

Peinaré mis cabellos, me enjugaré las lágrimas.
Regresaré mañana; no mostraré cansancio.
Todo será más claro y limpio. Hoy no lité
en el santuario. Voy a hacerlo en el interior
de mi alma, pese a que me hieda
cada instante de recuerdo ante lo visto.
Será que, por cansado,
no discerní ni lo que ví ni lo que siento.

14.

Talent for low intrigue, and the little art of popularity: Alexander Hamilton, in: The Federalist

El hombre común se queja: No tengo tiempo
y no sé de qué se trata ese embeleco.

El sólo quiere saber que existe algo así
como un partido y unas elecciones
y un candidato que sea bueno
y otro que sea el malvado.

Esto será su rutina electoral:
Una clásica película de vaqueros.
El no quiere saber más, en parte,
porque son muy oscuros los detalles.

No se puede saber todo si no hay tiempo.
Si acaso se llegara a casa
muy temprano: lo moderno es
que haya oído el debate.

Lo que más duele es el bolsillo
no importa quien gane. La política
sólo beneficia a los políticos y la palabra
del Presidente resulta inexpugnable…

15.

While democracy in theory is the rule of the majority, in the real world, it is the rule of minorities: Sheldom Richman

La ignorancia racional se halla en todas partes.
La fuente de poder, el pueblo, no entiende
ya qué quiere decir Soberanía.
Después que haya capitalismo industrial
que ofrezca empleos, la masa está feliz.
Asume que existe Democracia.

El patronazgo corrupto se esconde
en las pantallas de sus mitos de progresivismo.
El pensionado espera su pensión, sea mucha
o poca; el veterano su cheque de patriota.
¡Arroja sangre!

Al votante se le dice: ¡Nos gobiernan
intereses especiales! …
Y el elector, en babia.
No ha visto uno. Uno directamente.
No sabe a qué refieren. No sabe qué
ni quiénes son los cabilderos.

Se imaginan que es culpa de una amenaza
del mercado: algo que harán los rusos,
algo que harán los árabes, algo que requiere
que América se vuelva más odiosa y fabrique
armamentos y discusos de amenaza contra el mundo.

El Presidente, siempre es un buenazo,
máxime si sabe sonreir y habla bonito.
La culpa recaerá sobre el Congreso
y sus intrigosos bribones, politiqueros,
ambiciosos, que no saben esperar su turno.
Ni ganarse al pueblo.

16.

Hay una vieja que echa chispas por los ojos
y oye los rumores del que calla, con el pecho
envenenado de amargura; mas ella oye,
y a sí misma se llama el Bienestar General.
O, al menos, la Mi>Catarsis.

A los que se dejan gobernar, ella les dice
soberanos y les roba su voluntad. Vive
del robo para surgir tan hermosa
como las hadas, o ángel o la vampira pálida.

De voluntades generales está lleno
su caldero; con estas voluntades recogidas hace alquimias misteriosas, según dicen,
con el mismo resultado y material
que el que abandona toda su autonomía
por creerle y se convierte en zombi, autómata…

Es que ella satisface al que no tiene
tiempo ni confianza, a los que cambian
por fe su iniciativa, a los que se lamentan
en secreto de sus necesidades.

A las autoridades escondidas reza
¡el pueblo crédulo, el pueblo confundido!
Junto a ellos, ella reza y da consolaciones.

¿Qué no sería de él, el pueblo tonto,
sin esa Bruja / Hada que arguye que lo ama?
Y resurge con sus virtudes metafísicas
y su nariz aguda y su caldero humeante…

17.

Y, al fin, por saber quién es y a quiénes sirve
o por qué ejerce oficios que no le corresponden,
oficios reservados a las viejas tradiciones,
oficios que parecen decadentes,
oficios de sabuesos en conciliábulos
de sangre, se enviaron a los expertos
(avispas asesinas, ranas que con su orina
neutralizan, bióticas mutaciones y en cuyo contacto
se confiesa todo, ven los ciegos, oyen los sordos).

Bocas con lenguas mutiladas se vuelven parlanchinas
y las conciencias cerradas a sí mismas
sueltan las sopas, declaran el colmo de las cuitas.

Ese ejército de buitres majaderos, en ropa de civil
salió a buscarlas, con una cobertaza para tapar
la ollaza, bombas en mano para minar
el caldero entre rumbos de sombras.

Ya salieron a cazar a los brujos y las brujas,
a los íncubos y súcubos de las metrópolis
intensamente pobladas por los pobres,
inmigrantes latinos, negros, chicanos,
vietnamitas, indocumentados, ratas clandestinas
de todos los colores y lenguajes.

Desde Salem se preparan los congresos,
las horcas y las hogueras.
¡Van, según dicen, por vampiros nacionales
y su doctrina de folclor indeseable!
No es bueno que existan porque glorifican
el sufrimiento mismo que se escucha
de los labios que lo admiten.
Y el ciego estuvo allí, dolido y apaleado como el perro hambriento y despreciado,
débil para erguirse y combatir
¡Y detener las intrigas!

18.

Ellas dicen que leen de los controles
de sus lóbulos frontales. Toda expresión facial
de la emoción conocen… A ellas van las naciones
en llanto, gentes con tonos innatos de la voz herida.
Los atemorizados con ella comulgan, sacan citas.

El negro les contará sobre cada odio
que se anudó en su pecho. ¡Dolor de sus barriadas!
Los obsesos se desgajarán en su melancolía.
Ella a todos dirá: Vengan, vengan, a darme
su producción de emociones, su voluntad de pueblo.
Yo voy a ser su canto soberano, lo más nacionalista
de la sangre, la pasión que los salva
con convicción profunda, en los tiempos de intriga.

Yo oiré su terror, detectaré el misterio,
devolveré fantasía, conozco el sustrato romántico
de cada sentimiento, su realidad más íntima.

: Los que saben, sin entender ni amar a nadie,
Represores de intimidades, no las quieren.
Las cazan y las queman
por sospechar que guardan más
que lo dicen y oyen más que lo oyen
y ven más que las cosas visibles e invisibles.

A ellas van los malaventurados, lo más fino
y vulnerable de la soga que se rompe.
No es ella la que los cuelga de los árboles.
No es ella, la expresión del Sur confederado.
No es ella: el enemigo por de pronto.

Ella es el hada del Norte que los recibe a todos.
Que los saluda desde el Puerto de Ellis Island.
Quizás te pida un voto por el Norte, pero lo pagas
con murria que te quita. Ilusión de lealtades.
Ella se vuelve Nación Joven por tanto
que ha bebido dolor a borbotones del que huye.

¡Ella, que no teme al vértigo ni a la gota fría,
en control está cuando a todos recibe
o les toca con su varita mágica! Por eso tiene,
al parecer, más secretos que los que se dan a las iglesias.
Aún las iglesias sureñas de bautistas, aún las católicas
regidas, en la memoria, del Cardenal de Cusa.

Conservan el anacrónico prestigio de ser brujas,
orientadoras en lo azul de los juracos, o el oscuro abismo
de las macacoas. Como a jerarcas neopaganas
se les juzga; se les esculcan sus mandalas y rincones
y círculos sagrados que reclaman para dar la providencia.

Las brujas o las hadas o los espíritus sin carne,
son non plus ultra con su olla de campaña
y su humo a borbollones… Y por avanzar
con el fuego de prueba, ganaron enemigos:
las madrastras, cibelianas, divertidas,
amantes de extranjeros, sabihondos
con proyectos globalistas, o territoriales:
mataindios, matanegros, genocidas, eugenésicas,
malthusianas, impersonalistas…

Ellas son las modernas damas de las sinarquías,
plutócratas de moderna plutocracia.
Pero las brujas mismas tienen su círculo de fuego;
andan tan pobres, envidiosas, alevosas, arbolarias.

Son capaces de bien y mal.
Sobreviven en un mundo sin carácter,
en un mundo de falsos paradigmas.

19.

El hada me vio en marcha hasta esta hermita
y me alcanzó en un cruce de camino.
Yo venía a América. «Voy hasta el templo»,
dije, mirándola. La admiré cuanto pude.
¡Qué bellas son las hadas de la fantasía!

Nunca ví una criatura más hermosa.
¡Era el hada como oasis visual para mi ruta,
como detalle de encanto en el paisaje!

«Yo no soy la fantasía. No se engañe»,
me dijo aquel demonio. Soy precisamente
el dolor más descarnado, la realidad
del pueblo, su Voluntad General
una vez depositada y corrompida.

A mi vista, con sucesiva tanda de torsiones,
se transformó en lo horrendo: la vieja fea,
prácticamente desdentada,
con la nariz del cuervo, sacacorchos,
con la tez aceituna, con la risa macabra.

Con oscuro y magro envoltorio de su propia carne
se cubría y aquella flaca aparición
levitaba en los aires, sin atemorizarme.

«¡No importa, forastero, quién tü seas!
Yo te integro. Esta es América, la Libre.
Esta es América, la Hermosa.
Alójate
en una orilla de camino y escucha la epopeya
de la heroica Revolución Burguesa Americana.

Lo mejor de la epopeya está conmigo.
Causas colectivistas, progresivismo,
capitalismo industrial, el Banco Nacional,
caro anhelo de Hamilton, proteccionismo,
estado federalista, centralismo organizado.
Nacionalismo que no buscará las soluciones
en las faldas del imperio británico
ni en potencias centrífugas, foráneas, enemigas;
no mientras yo pueda evitarlo, forastero.

20.

Soy el nacionalismo, raíz de la mayoría.
El individualismo americano está conmigo.
Los Whigs de 1863 tercos han sido
porque yo doy el ánimo de no doblegar
sus voluntades a los desmembradores
y los monarcas británicos. Son enemigos
que sirven de espías a los confederados.

Cien mil negros, junto a Washington,
pelearon esta Revolución y millones de indígenas
han sido masacrados: ¿quién si no yo
invocaré sus nombres? Yo, que nunca
los maldigo… ¿Quién, sino el espíritu de Hada, amiga de todos los injustamente despreciados?

Martin Van Buren no recordó sus nombres,
August Belmond no recordó sus nombres.
James Polk, Pierce, Buchanan y McClellen,
olvidadores de nombres han sido.
No, ninguno los recordará como yo los recuerdo…

21.

La comunicación implica una reciprocidad,
que no puede romperse:
Pablo Freire

Ha visto usted el verdadero rostro de la mayoría.
Hermosa, empero, parece la mentira del que invoca
el Bienestar General y lo traiciona.
La mayoría es como la miseria palpable
de mis huesos: la fealdad del rostro
que lo espanta: la Voluntad de la Mayoría
es ofensiva bancarrota, rememorante envidia;
porque muy viles son los intereses dominantes
y los mercenarios que han tomado esta Revolución
para navegar con sus dobles banderas
de patriotas, demócratas, anticolonialistas…

Quienes no saben en qué consiste la comunidad
de los principios
son como madrastras zurronas,
matricidas, exhibicionistas como Flappers
que bailan en los puertos y, en sumisión cobarde,
su decencia entregan a los marineros
y no importa quiénes sean, a dónde irán,
de qué parte han venido, cuáles sean los motivos de su envidia, si al final van a quitarnos las banderas,
nos venderán novelerías post-industriales,
letargos, nichos de seguridades espurias.

Van a autocorrompernos y destruirnos al final,
a tí que sufres, a mí que oficio por tus causas,
tus curaciones, tus remedios, Pueblo mío.

22.

Las matricidas no dan a la nación sus nombres.
No confiesan sus adulterios. No informan
su peculio verdadero; se llaman viudas,
herederas, damas, sufridas despojadas,
aún hermosas, altruístas incomprendidas,
engañadas,
en riesgo por la masas violentas,
que las ultrajarán al ver que a solas mienten,
sin protección de soberanos, o príncipes
de antiguos apellidos. Sin una Mano Fuerte,
sin un aparato defensivo.

No, descanse usted, sacerdote miserable,
agitador de consciencias, yo lo comprendo.
Soy el hada inclusiva. En mi caldero
hay lumbre de consuelo,
material mágico del pueblo.

Con mi varita encantadora despierto
a los que duermen en la insignificacia
de su consciencia pobre, su anemia moral,
su intelecto corrupto. ¡Animo, hago
que vean belleza y rumbos los valientes,
los más tercos que obedecen al mandato:
¡Regresa, justamente, a la hora que te diga!
¡Todavía no es el tiempo de los cambios!

… porque el mundo de los virtuosos embusteros
es un puñal filoso; si les tientas, indiscretamente,
te matarán, a mí contigo. Cuídate, Cenicienta,
expectadora del mundo: pueblo que de sujeto
te vuelves una cosa en las manos de extraños
y de las propagandas extensivas, dizque auxiliadoras.
La libertad existe, pero sólo en el fondo secreto
de las almas, sólo donde el amor comienza.

23.

Es patético lo que usted verá si llega al templo.
¡El poderío adventicio lo ha tomado todo,
no el poder de mis facultaciones,
no mi poder de Hada gentil y compasiva!

¡El poder de los agentes interventores es distinto!
Son las envidias de los más temerosos,
que, por temor a tus iras, pastorean
a tus mayorías hacia pequeños círculos
antes que seas tú quien los tengas
con tu poder cautivos de la muerte!
Cada Revolución dice a los parásitos:
¡la hora ha llegado! Tiemblen ya, tiemblen.

¡Mis enemigos son también tus enemigos!
Me tienen entre ojos, me aborrecen.
¡Pueblo-ganado, reses de vicio, rebaño
de lo acondicionado, eres en potencia
y no lo sabes bien:
la materia bruta de sus apropiaciones,
el objeto permanente de sus robos y codicias!
Y el sistema como tal es la matriz funcional
con que te escinde para que no haya
momentos distintos al proceso…

Han reprobado mis métodos.
Mis formas diferenciadas de reacción.
Malhablan de mis consolaciones.
Esquivan las problematizaciones.

Dicen que soy quien les robo; les desinformo
cuando asumo que he de ser oposición crítica,
tu defensa como Hada, tu consejera invisible.

Que al Pueblo soy yo quien induzco a las sombras,
argumentan, a la subjetividad, el delito y la locura:
que soy la bruja y no la verdad, la envidia sin el bien,
la mujer sin belleza, ajena al placer real del consuelo.

24.

¡Yo soy el Hada! La que no quiero pesimismo
ni estampida ni pastoreo bajo engaño.
Yo, que digo que hay dominios abióticos
por encima de todo lo viviente y que existe el alma
por encima y por debajo de la desgracia
del ente fugitivo, existencialmente vapuleado.

Recuerda que lo dije:
En sí contiene el miedo y la alegría. El potencial
de aprender y de asombrarse lo tiene en un cobijo
junto al odio y su masivo estallido de violencia.

Mas dáme tu angustia, descansa en mí
todas las amenazas; sáludame con paz;
yo soy neutral, no te recargaré con motivos
del odio que destruye; porque el enemigo común
tiene tecnologías de guerra, fácilmente te extermina,
o te oprime; al manipular tu débil comprensión
de lo que existe, te haria piedra, te molería,
te neutralizaría en tristeza para siempre.

Recuerda que lo dije: Detén la palabra de sangre
Que, sin mí, crearía la ocasión de la hecatombe.
No digas ¡Revolución, revolución! No te sueltes
como león rugiente en los motienes; aún sin hacerlo,
las conciencias culpables tiemblan, tiemblan…

25.

¡Cree en mí, hijo de los ancestros ulcerados,
cree en mí, víctima pobre del aporreo inmisericorde!
Yo soy la madre verdadera que te guarda en su regazo.
No la madrastra bajo el zambombazo del fide perdiforum.
Ella te lleva al hedonismo crudo y al nuevo paradigma:
la podredumbre nihilista, la apatía, el hermetismo
que oculta la violencia y el odio del hombre
contra el hombre, la explotación
sin la mínima esperanza.

Ella es la que dice: «Yo te doy de lo que tengo,
si me esperas, si me obedeces, si te adhieres
con paciencia, aunque yo esté ausente».
Todo el tiempo está diciéndote: «Tú no sirves.
En la inacción fatalista nacíste. En los limbos
de la marginalia, tendrás algo, pero, espera…
Desde un objetivismo mecanicista
te enviará a los migajeros, con un par de zapatos
y un manifiesto de esperanzas huecas».

¿Vas a creer a esos educadores verbalistas,
a esos emisarios de la burocracias
que sólo te ayudan cuando admiten el temor
a tu odio, o tu violencia, a tu amenaza?
¿Creerás a la Madrastra que al darte
unos zapatos creyó haberte dado todo?
¿Toda la atención que necesitas,
todo el proceso de comunicación
para que seas, en común y en acuerdo universal,
parte del Sueño Americano?

27.

No hay un ‘pienso’, sino un ‘pensamos’:
Pablo Freire

Tengo el polvo de las misericordias,
además del ungüento del dolor neutralizado,
la grasa de las bendiciones, el talismán
para el hueso restaurado; yo doy la noética
de los cielos abióticos. La bestia venzo,
la maldad destruyo. Ato la voraz demencia
de los dominadores. Acabo las doctrinas
de los ultramontanos. Desangro el imperialismo
de oligarquías financieras venecianas.
Me cago en la Donación de Constantino
y los normandos… Yo soy el Hada, lo Noético.
Mi palabra es Yo Pienso, aunque tú me corrijas
y me digas: «Pensamos».

28.

Y el Ciego, a quien llegaron las consoladoras,
los agentes migajeros, los interrogadores,
en medio de una calle bostoniana,
sintió que quien decía «Curaré tus pies».
Una mujer acercó una ollaza con senda cobertaza
y se convirtió de pronto en otra bruja.

De pronto se vistió con un manto de hermosura.
Se había predicho: sería como dama,
deliciosamente perfumada, elocuente y serena.

Y ella advirtió: ¡No escuches lo que te diga una Hada!
Todo su mundo es falso. Su fondo es la inconsciencia
colectiva, el depósito de la perversidad milenaria,
caldero del asco del viviente, historial del pánico
que va arrastrando un pueblo que no quiere aprendizaje,
ni justicia ni lavado de sus pies en justa palangana…

Ellas son brujas. El sucio lo acumulan, lo guardan
y lo devuelven cuando pides la dicha, menos esfuerzo
en el oficio de sobrevivirte. Ellas siempre hablan
de trabajo, de sacrificios, de seres torturados.
Representa un modelo intemporal.
Te dan el atavío lujuriante de un optimismo ingenuo:
Te prestan un vestido y las sandalias por un rato,
pero deben correr a devolverlo todo
antes que sean las 12:00 de la noche.
No yo, así las brujas que se llaman Madrinas /
seudosocias / Comadres / protectoras del ente
Ceniciento, fatalista, embrutecido.

Soy distinta. Vengo y curo tus pies
y me voy, con el consejo: ¡No confíes en las hadas!
¡Son las brujas de Walpurgis, las mismas que devoran
la existencia, perpetuando el dolor en camuflaje!

29.

«¿Por qué has de ser tú quien me laves
y cures mis pies llagados, por qué tú?»,

preguntó el ciego. Apenas si podía creerlo.
Nunca la vio tan cerca como ahora
ni ella se había pasado a su calle como hoy.

Siempre lo miró desde el alto de sus pupilas
y no acudía al martirio de ninguno.
«No fue que me dejara de querer. Fue que nunca
me quiso»
y, ¿por qué lo hará hoy y se inclinó,
casi en rodillas, con empeño de lavar sus pies hinchados,
lacerados con el dolor de siglos».

Ella todavía negó su nombre. El lo preguntó
una y mil veces, en cientos de existencias
y momentos de ser-en-situaciones:
«Si apenas te reconozco, ¿quién eres que hoy,
al parecer, te postras a mis pies con ese alarde?»

Sí. El Ciego la había oído tantas veces,
pero ella a él jamás lo había mirado.

El sí la recordaba: ella gritándole desde balcones,
a los que son como él, con más miedo que odio,
hijos del limbo, flojos, sanpetardos, bravucones,
herejes, mentecatos, hijos brutos, envidiosos,
malagradecidos, perdedores:
yo les maldigo:
como una viuda rusa que los observa en marcha
contra la Sede de los Saberes Extendidos de Occidente
en los tiempos de Pedro el Grande y la zarina.

Odio y maldigo al que mata hessenios,
por igual, a los hijos de las brujas, a francmasones,
a peones renegados del «corvée», constructores
de puentes y caminos por orden de Jean Orry.
Odio al pobre, enemigo de mis intereses agrarios.
Odio al pobre, enemigos de mis intereses financieros.
Odio la imposible igualdad de todos los hombres.

Sí. El Ciego la había oído tantas veces,
pero ella a él jamás lo había mirado.

Ella decía: odio a los jesuístas, porque fui dama
de Francia y supe de las matanzas en el Campo de Marte.
A marineros que renieguen del imperio y digan:
«My country, right or wrong», los repruebo
porque yo fui una de las niñas consentidas de Inglaterra,
Odio el grito «No Popery» cuando se grita
en medio de motines; no me gusta el fin
del Sacro Imperio Romano.

Sí. El Ciego la había oído tantas veces,
pero ella a él jamás lo había mirado.

A los juicios de traición en la Asamblea de Virginia
no los aplaudo; a los indios embravecidos
en el Valley de Wyoming los quiero exterminados;
que supriman los derechos feudales y la trata
de esclavos me entristece; como dama de Francia,
la toma de la Bastilla, el gobierno de Mirabeau,
la huída del Rey Luis XVI y su corte, me trastornan.

¿Qué vendrá después? ¿Cuán profundo será el caos
ahora que los esclavos se rebelan contra el amo
y la soberanía popular clama sus razones
en el centro de las plazas y delante
de los viejos monumentos?

Sí. El Ciego la había oído tantas veces,
pero ella a él jamás lo había mirado.

30.

Un sujeto, transformado en objeto, recibe
dócil y pacientemente, los contendos que otro
le da o le impone… aquel que es llenado por otro
de contenidos que contradicen su propia forma
de estar en el mundo, sin que sea desafiado,
no aprende:
Pablo Freire

Tú eres un niño ingenuo, dócil y desvalido.
No preguntes cuál haya sido mi nombre.
O cuál será, o qué partido tengo.
Dí que soy La Madrastra, externa madre
de los Contenidos Extendidos. Extiendo
mi mano, mi conocimiento. Ofrezco lo que está
en nuestro lenguaje, en la estructura
de nuestro saber y nuestro comportamiento.

Tardé horas y días y siglos, si así lo entiendes,
en llegar a remediarte; pero escuché
finalmente tus lamentos. ¡Aquí están!
Yo sí te doy unos zapatos.
Iría a cualquier parte de la tierra
por aquellos que sean de tu medida,
cuyo interior sea mullido para que tu pie
descanse; yo soy la que proveo, la apiadada
que no sólo promete. Cumple.

Tú no preguntes. Agradece.
Yo soy la que doy y me acerco a tí.
Tú no lo harías; no me buscaste
(acaso por resentimiento, ciego de odio)
y sé por qué te hallo tan postrado y muino.
Tu comprensión es ingenua todavía.
Tu madre es una Doxa, opinión insuficiente,
raíz desamparada, y ella se secó como una higuera
en medio de una lluvia de granizos y tu padre
se destroncó, antes del trueno, al golpe
de un relámpago. Eres el huérfano histórico.
Para tí mi piedad. Acepta, por favor,
estos zapatos; agradece de mí, misericordia.

SEGUNDA PARTE
La sandalia

¡Ay del que codicia injusta ganancia para su casa, para poner en alto su nido, para escaparse del poder del mal! Habacuc 2: 9

Desde que se fue La Voz, el hermetismo crece.
Y el dolor social, por la inclemencia, se ha intensificado.
A la nación la han flechado como al talón de Aquiles.
Quien habla hoy, con señales recelosas, discursa.
Y eso no es bueno. Aquel, que fue / o ya ha sido
La Voz, lo dijo y, en realidad, no sólo con la boca
tan útil por rugiente. Lo dijo, no sólo con su olfato
que parecía haber husmeado sabiamente
en muchas cosas; en realidad, habló de corazón
lo que la palabra desata para que no haya duda
ni una falsa justicia ni momentos absolutos
de miseria humana…

¿Quién informa como aquel, el Viejo Ciego
con la Voz tan clara, el que buscó la providencia
al lado del pionero Rogers Williams, el que pidiera
a los buenos, tolerancia, el viejo sabio
que la bruja cegara, dónde está el amigo
de los cuáqueros, el que defiende los esclavos
y los indios, el que cantó los nombres de Washington
y la guerra revolucionaria? ¿Dónde, dónde?

A él, que aconsejó a Eli Whitney, lo buscan
los abolicionistas y el Presidente Lincoln.
Un molino de algodón recrudeció la esclavitud
y sólo contestó, «no es mal invento una máquina;
la verdadera tiniebla está en la codicia del hombre,
en las intenciones de los explotadores».

¿Y qué podrán los mentirosos saber de esta verdad?
250,000 esclavos arribaron, ilegalmente importados.
Atados en cadenas, recibidos por el propietario,
dispuesto a ultimarlos, o domarlos a palos.

El Sur se pobló de esta tragedia más que ninguna parte.
¿Qué ha pasado que, desde 1808 y 1860,
la Carta de Derechos se ha olvidado, quién hay
que proteja a los tendones de la Patria si a sus pies
van robando sus caminos, sus libertades íntrinsecas,
su sostén de integridades y en generaciones sucesivas
se multiplican malhechores, sordas serpientes
que muerden sus talones…

¿A dónde irá por justicia el oprimido?
¿A quiénes consultan los sudistas y los federales?
¿Dónde se hallan cuando están a su lado
la pureza y el ser, la Niña de aquel triunfo,
Juana de Arco rediviva, pero otra vez
como ayer, mirada injustamente
por encima del hombro?

En todas partes, donde exista un corazón honesto,
se apacienta y un camino asequible ella prepara
para que sepan que existe, pues todo es cognoscible
y, al final, más obvio, salta a la vida,
¡ay, a veces tardíamente con un saldo
de muerte o de dolor continuado?

… pero estos preguntantes
no la oyen, no la intuyen, no la captan.
Ni siquiera sospechan si le huyen.

¡Tú si haces falta! Uno te vio y te dio
unos zapatos. Ven a la patria nueva, Viejo Ciego,
regresa y grita en las calles de Washington.
Si pasas por aquí, te abriré y te daré
otro par nuevo, una camisa y un báculo.

2.

«¿Por qué no lo entienden?», lamentó el gobernante.
Entró una gran tristeza en Capitol Hills.
La realidad llegó y se retuvo con la forma
de un zapato, ¿pero dónde está su dueña?
¿Dónde la verdad que se lo calce?
¿Dónde el cristal se volverá mi espejo?
¿Por qué no la han hallado?
¿Cuál es mi culpa?
¿Por qué se ha ido?

¡Qué negligentes son, miles de truhanes?
¿Qué, no saben cumplir con lo que pido?
¡Es sólo que miren a los pies!
El talón que nos duele.
Bajen los ojos donde existe el mundo.
De la mujer examinen las uñas y los dedos,
el calcañar, la huella que deja su pisada,
el ritmo que la desliza en los caminos.

No. No. No estoy pidiendo el infinito.
Ni que resuelvan un misterio sin cimientos.
¡Yo sólo pido un pie para un calzado,
un sujeto que en la Tierra se habita!
Una niña que se fue con su alegría
y no la compartió conmigo.

3.

Que no seas tú quien vayas.
Llenaste mis oídos de fatales silogismos
y disputa encarnizada. Si regresas, repetirás
el duelo: No hay sujeto que se armonice
a mi anhelo. Un sujeto como aquel no se repite.
Antes se muere. Lo despedazarán
los que son tan codiciosos que lo quieren
para sí, sin amor alguno.

No vayas tú que predestinas la destrucción
con tus palabras. Que a lo final no lo hallarás
ni en sucesión ni en principio. No vaya
ningún sustentador de la amargura
si convencidos están de que la vieja antinomía
es permanente y desgarra más hostilmente
aquel instante frágil que yo gocé en mis brazos.

La estreché con ímpetu. Le dije:
«¡Quédate, doncella, sé mía!
¡Quédate con tu pie pequeño, pero inmenso!»

y se deslizó en escapada.
Me dejó un objeto que sin ella es nada.
O peor, un sujeto sangrante aquí en mi pecho.
Es un talón sin dueño, un pie sin aparentes direcciones.

¡Que no seas tú el que vayas a buscarla,
solipsista! Traerá contradicción y más contiendas
del Yo con sus espacios y los rumbos
y los entes que llevan a su casa.

4.

¡Maldita sean las bocas que no pueden nombrarte!
Tanto preciocismo turquesa y estoy caído
con las rodillas rotas, laceradas; tanto jade chino,
y el mundo, como una piedra bruta, sabe
a sal, no a leche pura, no a miel divina.

¡Pues, malditan sean, consultores,
de planetas, horoscopistas, que invocan
metales de luna y plata, los diamantes
de sol, hierro de Marte!

No sirve a la esperanza el ópalo
de octubre; no son sinceros,
pese a que a mis dedos los anille
de amatistas; les doy oro y soles
de diamante y llegan con oscuros juegos
de conceptos y palabras, con sinestesias
que torturan mi razón y la verdad que exijo.

¡Malditos sean los que te nombran
y te llaman precaria, ridícula brizna,
azul de Venus, hechicera, perla
que subió a una luna, cuando pude
ser un topacio en mi sol, el tope
y cumbre de mis alegrías!

No han sabido buscarte.
De fariseos se llenó mi encomienda,
hipócritas literalistas que leen talmudes
de tullidas consciencias; pero quebrantados
quedan cuando niegan su nombre, democracia.

5.

Piedra en una zapatilla de cristal,
piedra que hiere y sobre la que edificaría
mi alegría, todavía me duele la palabra
del viejo ciego que alertó en las ciudades:
«Llegarán la tiniebla, los roedores,
los susurros herméticos, el mal consejo,
los espías extranjeros, los sinarcas!
El país verá pistoletazos, Hamilton
rodará en sangre y Aaron Burr
se morderá la lengua».

Piedra en la zapatilla del recuerdo,
Nat Turner, en rebelión en Virginia.
Piedra en la zapatilla de tu memoria,
América, esa marcha forzada de cherokees,
Trial of Tears, tus nativos, América,
en cárceles, en muerte o en reservaciones…
Piedra en la Corte Suprema en 1883:
Los nativos americanos son aliens.

¿Y qué tal si, entre ellos, guardada o retenida
contra su gusto está la niña, con sandalias indígenas
en sus pies pequeños, melodiosos?

6.

Y, ¡ustedes que no me sirven!
Tienen ojos y no ven, maldito sean.
Oídos y no oyen. ¿Qué consuelo darán
a los que esperan; qué sabrán recordar
si ciega y sorda es su memoria?

¡Maldito sean, sangüijuelas, que no atan
mi ilusión en cielo ni en tierra; ¿para qué
me preguntan qué bien harán por mí
o qué responsabilidad tienen conmigo
si antes me roban la nación, me engañan
con falsos testimonios! Desorganizan
esta ilusión de humanidad justa y democrática.

7.

«God bless you, mouse!», the bridegroom said,
And smakr her on the lips:
Warner: Albion’s England

Busquen a esa mujer, de pies ligeros,
sea en toda la Judea o en las ventas del carajo.
Si ciegos van, lávense los ojos hasta que vean.
Conocí a un ciego que ve y no tiene ni sueldo
y nadie lo consulta. Habla como los iluminados
de los antiguos días y las ratas negras
de la muerte no entrarían a su boca
on la rauda pisada de las almas pudridas.

Estén atentos porque hoyos hay en los caminos
y los ciegos guías de ciegos, caminarán malditos
porque ya lo dispuse: ¡malditos sean
los que tropiezan y hacen tropezar al ansioso!

8.

Terrible ha de ser ésto, la utopía política
que nos arropa con sus brazos,
la naturaleza humana universal que nos piensa
humanos, está sin ágape, sin praxis verdadera.

Que la fe sea tan peligrosamente absolutista.
que no haya garantías para que sobreviva
en favor de estas formas de vida
tan variadas y contigentes que tenemos.

El cimiento es un inatacable, principio único
de Razón y leyes históricas,
fe en la racionalidad y sus tecnologías,
en sus modos de producción,
en su neta confianza
cuando desafía los opuestos…
terrible ya de ser ésto.

Terrible ha de ser ésto: que tenga
que autorizarse que avispas cibernéticas
hagan el trabajo que yo doy a los expertos.

¡Avispas cibernéticas, con ojos que buscan
dónde precisamente se esconde
cada ente que es solicitado, sean los rebeldes,
o los que no emiten ruidos, no es así
como se busca a los sabios, no es así
que a los ciegos inocentes se anhelan!

9.

Justa será mi recompensa a quien venza
a los roedores y, al final, traiga a mi novia,
que es el Alma de América.

A puerta cerrada, busquen la verdad
pues verdad es de todos los que la vieron
y en mi espacio se citaron en su día.

Aquí estaban las más bellas mujeres:
Estrellas de Hollywood y no tomaron nota
de la que se parezca a ella, una con sus méritos,
porque meditaban tan sólo en cómo perseguir
las subversiones de los Hollywood Ten;
aquí, en el salón oval, Truman pensaba
cómo desarrollar la Bomba H
y financiar con más dinero el Comité legislativo
de Un-American Activities, aquí, bajo las piernas
de cientos agentes desplegados, expertos
en qué sé yo qué seguridades, se largó
la modelo más bella, el alma danzarina,
la juventud que conmueve, la estética nacional,
la dulzura del arte, la ternura encarnada
en medio de la Tierra Nueva…

Examinen ese pie que en secreto cautivara
más que las plegarias recitadas en las plazas,
o las esquinas de los jactanciosos.

Digan que la calidad de la sobrevivencia
(alma de Washington y mi cuerpo jeffersoniano)
depende de encontrarla. En ella fundaré
mi causa, alcanzándola tendré la autoestima.
Renacería la belleza, nuestro mito.

Su efecto en mí dará razón de mis prosperidades.
Todo lo que hoy tengo, América, te lo compartiré.
Besaré la boca de un alma pura,
tu Conciencia Americana.

Perdonaré tu pecado, esclavizador,
las guerras que te divieron, pondré fin
a la Mordaza o la resistencia a los reclutamientos
a la Primera Guerra, o la Administración de Wilson.

10.

Una paloma me detendrá en la muerte,
o una rata rosada como sus labios,
limpiará mis caminos.
Sin su verdad, todo es impuro.

Voy a esperarla, no importa lo que digan
que ella es: una espía rusa, una de las sufragistas
que marchara en Nueva York, con 25,000 de las suyas
pidiendo el voto en 1915, una pacifista
con la Flor de los rebeldes en las manos,
una flor del ’70, una flor de Wodstock,
una mujer que viajará a la Luna y pisará
el polvo selenita, como Kathryn Sullivan.

¿Quién es ella? ¿Esa paloma
que detendrá la muerte?

11.

Ella es el ideal buscado.
Un poco del amor que Ella sostuvo
yo lo cultivé por años. Aún lo cultivo.

Yo la ví en su danza
en las riberas de su Fuente y me sentí
como un sagrado Pan, enamorado.

Ella es la puerta en el templo abierto
de la Arcadia en bancarrota; ella es
la América soñada, América la Hermosa
cuyo sostén a las suertes se ha venido
jugando, repartiendo como un trapo
su bandera, su esencia
desgarrándose el manto de su causa
por madrastras lujuriosas,
posmodernas, con corazón de riña,
y brujas de nacionalismos esotéricos.

12.

Hay dos maneras de gobernar a los pueblos: por la fuerza o por la farsa: Prozper Tomden

A toda mayoría se llevan con su acento
de flautistas infernales, excepto a ella.
¡Estos hamelines no distinguen entre las ratas
y las gentes, entre los perros y los gatos!

Excepto ella, quien sabe la maldad
de la patriotería, su apoliticismo demagógico.
Ella, en su carne, ha sufrido las distancias afectivas.
Y a sus rivales los oye y valora como seres irresponsables,
opresores, usurpadores de lo que haya
en la izquierda o la derecha, en lo profundo
o en las periferias de los raseros vulgares.

Madrastras son que ahogan sus propias almas
y se van con los flauteros, cuyo laissez-faire
es el mandato: «¡Muerde, deja tu veneno
en todas direcciones, explótalo todo sin piedad,
ház lo que te plazca y lo que no te plazca,
todo menos sentir! …porque el mundo es una ilusión,
transitoriedad que no perdura».

«Nunca se va a una raíz que permanezca;
no hay esposo, ni amado fiel, ninguna cosa
es un Templo ni compromiso que trascienda
para siempre. Todo lo que existe
es un puñado de intereses inmediatos».

13.

Tú reconocíste mis ojos, yo, tu voz, Jefferson Davis.
Es que te ví en medio de la guerra el día de tu captura.
Se te llevó a una prisión y dialogamos. Yo era el ciego,
con la mirada perdida. Me preguntaste si batallé
en favor del Sur confederado, si mi causa es,
por el contrario, la Unión federalista.
«¿Por qué estás preso?», fue la interrogante.

Siendo ciego, dije: Yo no batallo.
No quiero que se diga que por algún principio
me ensañé contra el hombre y derramé su sangre.
Los hombres no son moscas, aunque tengan
un cuerpo y un corazón limitado y salvaje.

¿A quién puedo matar certeramente?
Yo no veo si acierto o no un disparo.
O un tiro de ballesta. Prácticamente,
cada ciego es peligroso y en la guerra
no es bueno ni útil ni pragmático.

¡Pero yo veo con otros ojos, Mr. Davis,
y puedo ser soldado! Es una paradoja.
Siempre a la guerra voy con un mensaje:
la función de la guerra es terminar la guerra.

14.

Tú me dijíste:
la guerra es una necesidad biológica.
Un elemento regulador y necesario,
una obligación de las civilizaciones.
La más alta perfección del entendimiento humano.

Y yo escuché lo que tenías por alma
y no habría querido nunca verlo en tus ojos.
Un vicio de odiar y una sed de poder
más grande que la línea divisora Mason-Dixon.

Un deseo de extirpar de la tierra
a los nativos: odio por Tecumesh, rebelado
en Indiana, odio por toda la tribu seminole,
odio por Osceola, adjuntado a los odios
por los esclavos embravecidos por Nat Turner.

Odiabas mucho al hablar de la guerra
como un arte y del gobierno como fuerza.
Seguro que no habrías repatriado a los esclavos
a Liberia; habrías preferido asesinarlos
con tus propias manos, o explotarlos
en alguna hacienda algodonera.

En vano sería decir lo que dijera
Cicerón en sus Filípicas: «Cualquier género
de paz es preferible a la guerra civil».

15.

Pero yo, ciego en apariencia,
con ojos visionarios estuve al oído,
no en sordas penumbras de hermetismo,
cuando Jefferson redactaba el documento,
la Declaración de Independencia.
Yo le hablé sobre los negros y su esclavitud infame
y, a contragusto mío, triunfó la frase timorata,
insuficiente: igualdad de todos ante la ley.

E insistí yo: Mr. Jefferson,
anota que los negros sean parte
de esa igualdad de todos, dílo claro.
Escribe que no exista esclavitud ni latifundios
que se levanten a expensas
del derecho del indio y del esclavo
porque hay quienes tienen ojos y no ven;
hay quien los oye llorar y maldecir por causa
de su yugo y el recuerdo de que llegan en cadenas,
arrancados de sus patrias ancestrales,
y teniendo oídos no oyen y, si es que tienen alma
o consciencia, no se compadecen.

Dí claramente que la América soñada
es revolucionaria, anticolonial, antifeudal,
inclusiva, sin discriminaciones. Haz que exista
el negro, ese fantasma del trabajo, házlo libre.

Dílo claro, mata ese hermetismo, tentación
de enemigos y piedra de tropiezo para el Gran Proyecto:
Cien mil negros ya son revolucionarios y se han unido
al Comandante Washinton; tén ojos para escribir
han de ser libres, tén la boca para llamarlos hermanos;
voluntad para darles las gracias porque van junto
a nosotros, en batallones libertarios; son cien mil
hijos de la nueva patria, la Nación, América la hermosa.

Establece que los indígenas que en el Sur de Carolina
desafiaron a británicos, con ejemplos singulares
de su rebeldía, serán nuestros primeros ciudadanos.
Y, contragusto mío, los excluyeron.

16.

«¿Para qué sirve un ciego?», me preguntan
quienes degradan al hombre sin necesidad
de atormentarlo, o sacarle los ojos,
si ya las pupilas no son útiles.

Para mucho más que los que tienen ojos y no ven;
Para mucho más que los que tienen lengua
y acumulan palabras retóricas, herméticas,
delirantes, mentirosas y cobardes;
preferibles es que sean mudos,
¿no, Mr. Jefferson?

¿Para qué sirve el granjero que depende del más fuerte
que cosecha la riqueza porque él no dobla el lomo?
¿Para que sirve el hombre, cuya única tarea es sacar
de su bolsillo 150 dólares y comprar un esclavo?
¿Qué tal si un árbol cae y lo tulle de piernas,
que tal si un animal lo ataca y le come los brazos,
para qué sirve tal hombre, si es esclavo?

Usted que piensa en estas cosas, Mr. Jefferson,
¿será ante la ley igual el feo que la damita hermosa,
serán los retardados, bien mirados, protegidos,
o serán useless citizens, tratados como cargas impropias
al Estado? ¿Quién hay que hable, con mesura,
sobre las fuerzas productivas y planeación racional
cuando advenga la vejez, la discapacidad,
la artritis, la demencia, la parálisis?

El racismo está pidiendo las soluciones eugenésicas.
El gobierno evade los costos de estos programas
que hacen la compasión asunto público.
Se ha reclamado el fin de las plataformas
de beneficencia, welfarismo.

¿Quién se dará cuenta si soy sordo o ciego
si hay quien teniendo ojos no ve
y, aún con oídos, no escucha
y teniendo lengua y entendimiento,
no discierne ni se expresa?

17.

Creyeron verla. Eran sólo persuadores
llevando consignas, dirigistas de otros mitos
y depósitos, yendo a sociedades cerradas
que no ya fácilmente creyeron lo postrero.
Son amargos incrédulos, reacios a oler
de cerca a los que optan y deciden
sin nunca consultarlos; ahora que vienen,
dizque con acción transformadora, declaran
que sobre el pie se elevan las rodillas
y se surte una noción de marcha,
no de combate, un afán armonizado
del trabajo libre y grato.

Ahora, los que llegan bendicen a mineros,
a sus mujeres, a sus mulas, a sus villorios
que viven en la fatiga y el estruendo
y cavan túneles de ambición, rutas
a una riqueza que del azar no depende.
El cimiento son vetas de oro.
Seguro que nunca les faltarán los compradores.
¡Pero no serán ustedes, por de pronto!
«¡Váyanse!», les piden a los tercos.

Eran invasores motivados a entrar en territorios
que antes fueran invadidos, áreas de flechas
y rifles, cañonazos, encono; rumbos aún
no descubiertos por negros en cadenas,
rutas tal vez desconocidas por esclavos cimarrones.

Regresan e invaden para hacerlos objetos
de su acción y sus planes ficticios; darles
sus prescripciones. Educarán al ignorante,
ahora en finanzas, en los precios del oro
en el mercado. Los mineros, les dicen:
¡No seas tú quien me eduque!
¡No le llamamos! ¡Que no vuelvan
a educarnos, invasores!

18.

Se llaman libertadores otra vez por el pretexto
de que vieron un ideal que induce a la alegría
y descabeza el odio, o el temor, o las arduas tareas
de problematizaciones. Quien tenga más levantará
la cabeza. No les dirán Pienso por Tí.
Esta vez dirán Pensamos. No les dirán
Lo tomas o lo dejas; será otra fórmula:
Te ofrezco tanto, en pago inmediato
de monedas constantes y sonantes.

Creyeron verla. Eran domesticadoresbr. cuya práctica antes fue adoctrinar a seres para otros,
iniciar las relaciones antagónicas, matar
con cuchillo de palo; llegaron a los territorios
no tan desconocidos, donde habían sembrado
el miedo y prepararon el encuentro de los irreconciliables;
pero esta vez será con artilugios diferentes.

Dijeron que vieron el espíritu de la América hermosa
y en algún lugar está, en medio de estas expansiones.
Es como el oro que las minas del Oeste.

Por eso vienen. Creyeron verla en las carretas
y las mulas; la princesa deseada dialogará
en medio del polvo, cantaró y ríe cuando la pólvora
estalla y en ríos de dinamita, los cerros se disuelven.

Creyeron verla y ahora, valiosos y grandes
describen sus ojos, no como dos pedruzcos
selváticos; hoy son ojos inmensos y rocosos.
Largos y rubios serán sus cabellos, como lana dorada,
sobre la tez y los hombros. Dijeron que la vieron
cuando vuela, como un viejo fantasma
y se objetiva en medio de faenas y aventuras
como el ente más rico del trabajo.

Y esa cara tiznada de ceniza es la niña buscada,
la dama del futuro, envidia de banqueros
y oligarcas. Creyeron verla y van a hablar con ella
de inversiones y riquezas y de justas ganancias.
Creyeron verla. La Cenicienta, como una mina, existe.

19.

Todo nuevo saber, al instalarse, mira
hacia el que vendrá a sustituirlo:

Pablo Freire

Quien sea América la hermosa, la deseada
e indispensable para el mito de futuro,
ha de ser trabajadora. Ninguno que la vea
absolutizará en su psiquis su ignorancia
ni podrá tener en menos sus harapos.

Ella ha cambiado. Ha escuchado suficiente.
Otros la esperan como una doncella perpetua.
Mas ya no existen los saberes absolutos
ni ella se aliena en el reposo sempiterno.

Está bien que la busquen. Ella lo dijo:
«América la Nueva: ese es mi secreto,
el calzado de mis transformaciones».

Mas no se vale la desconfianza y el repudio
con que antes la miró quien no se acercó
lo suficiente ni investigó su fuerza,
su poder transformador, o su conocimiento.

Si ningún esfuerzo hizo por encontrarla
aquel que hoy la reclama, no la verá.
No puedo verla, por más que se lamente
la praxis de aislamiento. La distancia afectiva.

Ella no necesita que ningún necio la vea.
Quien la vio, aunque parezca paradoja,
dicen que es un ciego, ente que predica
la dialéctica y que arguye que el cambio
es el corazón sustancial de la constancia.

Alega que la vio en permanente movimiento
y que ella es la que busca y se muestra y hace
y rehace todo lo que examina por entero.

Siempre apetece un saber nuevo.
Como un camaleón muda la piel,
muda lo viejo, se transforma y con ella
se transforma la realidad en pleno.

América la Hermosa no es Doxa.
No es magia. No es letargo.
No es capricho ni meramente aventura.
Nadie le impone nada porque no es dócil.

Está impaciente en cada instante viejo.
Y el Ser Dominador se quedará esperándola.
Nunca vendrá a calzarse en su pie la zapatilla
de un pasado idolátrico e impuro

20.

¿De quién será este zapatito,
de qué rosado y lindo pie?:
Rubén Darío

¿Quién será? ¿y por qué es ésto?
Un pie es mucho más que un pie.
Es base, sostén, dirección. apoyo.

Investíguese sin pie de paliza,
prioritariamente, por lo tanto,
quién fue aquella que se fue de palacio,
sin que le fuera informada a las Autoridades,
al potentado de América y el mundo,
sobre la dimensión espiritual de ese balance
y sobre ella, que se fue sin ningún consentimiento.

Y tan esencial soporte fue la niña…
hoy fue una zapatilla (el objeto perdido), pero:
¿qué tal si hubiese sido un dedo, una pierna,
unos ojos, un séptimo sentido, una información
clasificada, un genio mágico?
Es un secreto de Estado.

Estoy a cargo de este asunto delicado
y el Gobierno espera mi respuesta:
¿cuándo sacan el pie de las alforjas
(las dueñas de zapatillas), quiénes entre ellas
si un gañín las invita a la folla, se pondrán a gatas?
¿Han de ser cuatro pies, o con tres que resistan
el culimpinamiento y el bálano, o pie de burro?

Esta es una metasicología: el comienzo
de la dicha de un Estado. Vamos a investigar
meticulosamente y han llegado farsantes
a medirse el calzado; a mentir, a reclamarlo.

21.

El que está para morir, siempre suele
hablar verdades:
Miguel de Cervantes

Y los decepcionados, casi todos místicos
de armas tomadas, torturadores de sus carnes,
entes contemplativos, vecinos de las ratas oscuras
y rincones desiertos, miniaturistas de primorosa tierria,
dijeron al que batalla con su anhelo profundo:
¡Llámame a dar endechas, a cantar contigo!
Conozco ya la idea de tu mundo, ví a la inspiradora.

Es una carta-homilía. Un desmentido del Papa
al Presidente que la busca, al pueblo que la ha olvidado.
El espíritu de esta nación ha muerto.
Un atávico zapato no podrá resucitarla.
La Cenicienta ya no existe: la mató la caída
de los precios y la Gran Depresión del 1929;
la hirió, al comienzo, la revancha de Andrew Jackson
y el cierre de los bancos de 1819 y el sucesivo Pánico del ’37;
los rusos la asfixiaron después de la Guerra de Crimea;
el colapso de cientos de bancos rurales la asesinó
sobre montañas de avena; los sureños apenas
la convalecieron con el Reino de Algodón
y la economía del esclavismo.

¡Pero ya ha muerto! La hirió, también,
la Guerra Civil, los reajustes del comercio mundial,
el Pánico de 1873, los ciclos deflacionarios!

Y con copia a todos los mandatarios
y a liberales del mundo, la misiva circula,
de decenio a decenio.
Leáse en cualquier plana mayor
de los diarios influyentes de todo el hemisferio.
En la Huelga de Pullman se mata su presencia.
Con el oro de Morgan se ha comprado su féretro.

Sobre tí hablan, perdida Alma de América,
de tí, simbolicamente: Cenienta fugitiva y Amada.
Y lo que dicen conmueve, conturba, entristece.

22.

«Tu presencia no es en ningún misterio indecifrable.
Ni anomalía que exija la rata roja o la paloma blanca.
No es superstición ni es magia de ratas negras
lo que explica que tengas en la urna su zapatito olvidado,
su escapada, su prisa después que la abrazaste,
cinco minutos antes de la medianoche».

«¡Cerca de tí vivió siempre a quien endecho,
endéchala conmigo! … porque tú actualizaste
su imagen, la imaginaste no en la conciencia
del mundo, o el mundo en la concienia,
tú la inspiraste y quien no puede conocerla
no la hallará aunque viva en lo cercano
de tu casa; endéchala conmigo porque
el Dédalo de la subjetividad no la retiene».

«¡No puede retenerla o conquistarla
porque es revelación interior y, al mismo tiempo,
externa como esta sociedad desterradora
que quiere a Dios dependiente,
a la Naturaleza esclavizada,
a la historia y la raza cogidas por el cuello,
hipnotizadas en la barbarie de los días
y los azares subjetivos de las noches»…

23.

«Murió. Te dejó como recuerdo
un zapatito perdido, una tibieza dulce
de su cuerpo, un cristalino fervor de su mirada;
pero vivir enferma y el sueño es
sólo paliativo pasajero; no hay descanso
cuando ella se revela, ella que es real
como la muerte y el remedio del último reposo».

«¡Endéchala conmigo! porque vivió
todo lo que pudo y era transparente
y pura como el cristal de sus zapatos;
no pudo contra el polvo que la llama,
no pudo contra el raterío que la circunda,
ratas negras de impureza,
cuervos que la atacan con graznidos.

«¡Ya no está aquí; se fue a las otredades
de otros campos magnéticos, más libres
que la presente intersección de todo!»

«Se fue tan injustamente despreciada.
Como un sueño hueco que se olvida».

24.

Saltó el enamorado de un vivero del Poder
donde había ranas y avispas cibernéticas.
Uno que si aleja del centro a los poderes interventores,
se enloquece, ya que hay muchos en el Norte
cuyo federalismo es mera bulla de chincuales.

¡Yo sí me enamoré de Ella, yo sí, no sé
con qué cordeles la habría colgado
a un cuerno de la Luna; sólo que se fue,
no dio un aviso, no respondió a mi beso!

Parecía que tenía un pie con alas
y un cochero perrengue que vino
a secuestrarla, porque sonaron explosivos
en la Plaza de Haymarket y multitudes obreras
festejaban, con consignas, a mártires de Chicago.

Pero, también recuerdo, que dijeron
que es la incendiaria de Pittsburg y viajé
con tropas federales hasta el corazón
de la Huelga Ferroviaria, mas no estaba allí;
sólo entonces emití la orden: «¡Disparen,
fuego contra cada obrero en huelga
en la Ohio Railroad Co.! ¡Fuego, fuego!»

25.

«No le hagas caso», avanzó una engreída.
«Baila conmigo, Príncipe».
Esa mujer
no sabe lo que quiere; su mente está
en los zafarranchos, medita en los tristes
de la Tierra, lee de viejos textos olvidados.

«¿Adviertes que no tiene glamour y no sabe
a quien deja plantado? Se va con las fregonas
de los pisos mugrientos a limpiar casas
y oficinas en suburbios; por un salario mínimo
sacrifica esta noche y la fiestas del sábado».

26.

Pero somos cautelosos. Hemos realizado
infinitas entrevistas; dimos incentivos
para que vengan las jóvenes descritas
acorde a lo que ha dicho
el conductor de mi Imperio,
un príncipe con billones de dólares
en sus corporaciones, con influyentes vínculos
en gobiernos y mercados, en naciones amigas y rivales…
Vamos a investigar hasta el pie de las imprentas
y la patas de banco y las rimas de pie forzado.

27.

Puede que la zapatilla sea la nuestra.
También dos de mis hijas han perdido
su calzado y yo me aflijo,
dijo una madre.
Negaba a la verdadera propietaria:
Cenicienta. Envidiaron que tuviese ese calzado.

Ella no vino a la Gran Indagatoria.
A la masiva prueba, el escritunio
del pie más delicado.

La Madrastra la negaba
como Pedro, el discípulo, el ahorcado,
cuando Cristo fue arrestado por esbirros
y antes que el gallo cantara fuese
tres veces negado.

28.

Los herméticos no se despreocupan con ninguno.
Se desconsuelan, no descansan. Dicen ser,
unión, bondad, certidumbre,
y no saben qué
dicen… Son solipsistas en su vaniloquio.

Cómplices de algo singular y limitado,
pero batallan por añadir lo trascendente.
De lo que no tiene origen quieren parte
o de lo es origen de todo se agencian
el extracto, lo roban y repiten, vocingleros.

Viven en los limbos, presos en palabras vacías,
en misterios impenetrables y, en cuanto tales,
engañan y se ausentan de la fuente
de las cosas, reserva de todos los placeres.
Lo que ignoran es tan simple:
el supremo valor del universo
es la consciencia individual.

29.

One should love all living entities equally:
Albert Schweitzer

Para mortificar más a su alumnado,
los sofistas instruyen que el verdadero amor
a todos ama, sin motivo se dispensa.
A decirlo llegaron donde él muchos de ellos:
¡Olvídala, si tanto es el amor que llevas dentro,
entrégalo a los nunca han sido queridos,
a pordioseros, a putas, a gallinas, a perras!
Todos quieren amor en este mundo.
De no todos se reconoce la valía.
Son muchos los deseos insatisfechos.
Abismos de miseria los separa.

Y Marilyn Monroe, por ejemplo,
ya se puso histérica y celosa.
Con todos dice acostarse, hasta contigo.
Hay que meterle una inyección
de la más burda heroína.

«¿Cómo se atreve a comparar la niña
que yo ví con tan poco? Haga usted la actriz
lo que le dé la gana. Es una metafísica borracha.

Pero a la que amo es distinta.
Tiene una mirada concreta de pureza
¿Cómo amarla igual que a la que no tiene carácter
ni valores? ¿Cómo echar las margaritas a los cerdos?
No. No Yo no lo acepto. Véte, véte de mi casa.
Pásale a otro la misión que te dí y recuerda:
No vas a darme compañía ni cantarás conmigo».

30.

No hay razón más elocuente
que el hablar lo necesario:

Alfonso de Varros

Lo que tú viste en este cenegal de ambiciones,
en esta vida cenicienta de criados, en este palacio
de esperanzas fallidas y arrogancias, es la realidad
no tal cual es. La realidad como la pintan.

Calva, sucia, pordiosera.
Turbia, desesperanzada, adornada
por esteticistas, ganapanes, burócratas,
canallas entre ratas plañideras,
neopagnos que rechazan al mundo
de la forma y lo reducen a las fuentes
de su inautenticidad y su tragedia.

Tú viste el ego, la cultura que hay en tí.
Y, de paso, la ambición de la corte que lucra
con tus sueños, darte una tajada
de la ganancia material-política
al pretender satisfacerte.

Tú viste una criatura objetiva, muy hermosa,
Un sujeto revelado intrusamente en tu mundo
y la quieres atrapar, follarla, seducirla
y tenerla en tu corte como una pieza más
de tus placeres… tú viste un aspecto
de la dialéctica histórica, la objetiva
y única y concreta.

Es lo que te entristece,
Señor de los Palacios, que se lo engañe
con dogmaticidades, vulgarmente nacidas de la maña,
el provecho político y material que representa
ella, la que se fuga, la que no reparó que, al irse,
rompería su corazón en mil pedazos.

Ella tiene un secreto. Sírvase la metáfora de la magia:
La hada madrina y su varita soliviantan
su interna dialéctica profunda. Si no eres tú
quien la buscas, quédate con la varita del hada.
Confórmate con guardar a la niña sus zapatos.
Si no tienes el valor de ir a buscarla,
olvida a quien te habló lo necesario.

TERCERA PARTE
Interrogatorio y confesiones del Ciego

¿Cómo es posible que dedique usted,
Todo Un Señor Presidente,
su valioso tiempo, recursos del Estado,
su personal fortuna, paz mental
de su carácter, su personalidad entera,
a tan trivial asunto? La zapatilla que
una avispa cibernética detectó en los jardines.

No lo comprendo. Cosas más importantes
ya acaecieron, o empeorarán; más de 70,000
negros, otros 5,000 blancos, ejecutaron sit-ins
en Greensboro, Nor-Carolina; el ex-esclavo
quiere sentarse con el señor a la mesa,
ya exije privilegios del anglosajón, ya quiere
nuestros autobuses, nuestro empleo,
y cree ser uno de nosotros, Presidente.

¿Y usted?… meditando en un rosado y lindo pie
rubendariano, un antojito que a su hijo, periquito,
lo tiene descentrado en la majadería.

En el Congreso, del que yo soy vocero,
la agenda seria es otra y no pienso jugar
al espionaje de las nimios amoríos
e impertinente lipidia de su hijito.

Presidente, con respeto, lo pido:
Apliquemos el Socialist Worker Disruption Program
a verdaderos enemigos: comecandelas, revoltosos,
izquerdistas, obreristas, comegofios, pizperetos,
inmorales, ambientalistas, ateos, heterodoxos,
herejes, guerrilleros, mariguanos, borrachines,
mentecatos, frijoleros, vende-SIDAs, internacionalistas,
desertores, filosofastros, latinistas, aborteros,
chulos, bohemios, cagarriches, tontos útiles,
llevaidíles, embusteros, utopistas, sospechosos
cresomaníacos e invidentes…

2.

Y eso hicieron después que investigadores federales
se inventaron nuevas agencias y departamentos,
sistemas de coerción, vigilantismo paraestatal,
extracontinental e interno; pero, por componendas,
surgió quien dijo: Hagan este favor. Yo no soy
un torturador de tupamaros. Soy un especialista
y mi misión no es clandestina. Soy un experto.

Quiero que se examine a dónde van los pies
de las muchachas, qué medidas tienen
del talón a los dedos, largo y ancho, cuánta es
la tersura de la planta, el umbral del dolor que resisten
si van pisando las brasas del camino o los abrojos,
cuán fina o ruda es la piel, cuán ágiles, locomotores,
son en cuanto óseos porque es necesario que sepa:
¡existe una zapatilla cautivante! Y un pie descalzo.

Se metió en el alma de un rey
muy poderoso, todo un príncipe aclamado
por el mundo, todo un jehovítico señor
de los Ejércitos. Un accidente fue:
el azar del zapato no pretendió ser una patada.

El heredero del imperio adeudará su dicha
a quien le diga: a mi pie pertenece esa sandalia,
dámela y me voy, o si la quieres, guárdala de recuerdo…

Mas no es tan fácil que suceda de ese modo.
En asunto de Estado se ha convertido la estética
de su pisada y la precipitada fuga de la adolescente…

3.

Este fue el informe de la CIA en los días
del largo decenio del ’60. El panel de lazo azul
del «Vice» Rockefeller presidía.
Lo produjo una rana, con extraño biotismo,
una rana meona, mutante, que suda venenos
y a quien orina lo mata. Calla, Edgar Hoover.

Junto a las avispas cibernéticas,
son espías de alta tecnología y recogen
top secret data, información clasificada.
300,000 grupos e individuos ya han sido
infiltrados. Los agentes metieron sus narices
en sus esferas de acción y movimientos.

Su política ante la guerra de Vietnam,
Laos, Indochina, Camboya, el Movimiento
Pro Derechos Civiles, Watergate,
la Masacre en Wounded Knee, en My Lai,
los asesinatos políticos de Martin Luther,
Malcolm X y los Kennedy, el hippismo
y el reino del terror de los Nixon y Reagan.

El Ciego está dando candela y se lo ha visto
saliendo de la Catedral más cercana a Presidencia.
Al parecer, está ya en malas compañías,
con un cura guerillero, un Papa rebeldón
que conversa en los sit-ins estudiantiles.

Los herméticos gubernamentales
ya lo investigan todo: ¿con quién se acostará
el comunista, el desertor que en Vietnam
no combate; con quién conversa el disidente,
a dónde viajan, será blanda su cama,
bellas sus amantes, tolerante su esposa?
¿Qué leen? ¿Qué vicios tienen?
¿Cómo será posible exterminarlos o hacerles
una guerra sicológica? ¿Por qué medios saben
las operaciones ilegales y encubiertas de la CIA?

«Y tú, ciego, y tu perro, están en listas negras.
Sobre tí sabemos todo. Creaste las sospechas»

4.

Vemos las cosas no como son,
sino como nosotros somos:

H. M. Tomlison

Los sofistas no creen en la inocencia.
No hay bondad absoluta. La iglesia miente.
Puede que ésta asesine mucho más que el Estado.
Ha dejado de sentirse dichoso todo hombre.

En cada rincón, el Leviatán se levanta
sin preguntar el cómo de las cosas
ni el por qué ni para qué. La vida es una escuela
de violencia y acoso y el Destino, un buitre depredante.

Cada vez es más difícil convivir: los sofistas
lo arguyen. La tribu no cantará con sus vecinos
y sus tambores serán como avisos
de guerras permanentes.

Dios tiene hijos sacrílegos y todos llevan leña
al monte y con sus leñas levantan las piras de la muerte
y harán títeres del Destino a cada ser humano.

No dés un higo, mortal, por ningún humanismo.
Nada vale, más vale el frenesí que muerde
y la rondilla de cualquier vagabundo
y Judit que corta las cabezas y utiliza la hermosura
que ciega a los borrachos y los necios, cualquiera
sea su poder y el colmo de sus temeridades.
Más vale un crimen artero
que un utilitarismo avergonzado.

Cuídate del privilegio de las revelaciones
y del código ingenuo del éxtasis. En dominio
de sacerdocios y de clases, los puñales están
bajo la mesa, tras el beso judaico, tras las manos
que se limpian en lavacros; en toda parte un crimen
y un cohecho, y una maldición y un enemigo.

No te confíes en nadie,
menos en labios paternalistas, menos
en saberes reservados, arcanos aparentemente
puros, inicuos, exclusivos y privados.

Esos homicidios duelen más que el barullo
de la masa. Los detractores desfloran
con el sutil estigma de su engaño y su recalcitrante ira
absolutiza el desprecio. El que esté a las duras,
aguarde las maduras. Sufra, jódase,
muerda la incertidumbre antes que el provecho.

… porque el pueblo es ilógico, no entiende la calidad
de aquello esplendoroso, lo elitario. Es un rebaño
de rudas reses de ecoforia frente
a los representantes de lo privilegiado.

5.

Survival is man’s fundamental physical need.
An self-esteem is man’s fundamental pyschological need.

Frank R. Wallace

No hay místico pecado original.
Lo que existe es un delito vilmente perpetrado,
tolerado obscenamente y repetido.

¡Callar los homicidios que comete el que manda
es vivir mitad muerto, sin estima!
No dejar que sobreviva aquel que necesita
y se esfuerza en hacerlo es alto precio.

Es un chantaje: sobrevivir sin volverse,
por gratitud o complicidad, otro asesino.
Está citado el Papa, ex-viejo sacerdote
excomulgado, que se pontificó como sumo
en libros que lee al ciego, sus Encíclicas.

No hay místico pecado original;
sólo unas ganas de satisfacer la presencia
del aniquilador y olvidar lo que pide
si acaso a tu vida perdonó y extendió amparo.

Que lo ayudes en sus represiones.
Que perfecciones sus técnicas de ultraje.
Que encobardezcas la consciencia
con el rito de la sangre y el oprobio.

Será un sobreviviente si neutraliza la memoria
de lo visto y satisfecho y complacido,
se vuelve cómplice y perjuro.

6.

Dijo que fue su decisión no verse castigado,
subyugado, torturado, mal herido o, en fin,
eliminado y él escogió sobrevivirse,
verse vivo. Admitió la moral de otros a su lado.

¡Y los seudos maestros dijeron: Bien hecho!
Y lo consolaron: vida por vida, tu vida.
¿No es cierto? Al fin y al cabo, lo instruyeron:
Tienes suerte. Te eligieron. Te premiaron.
Has vencido la muerte sin saberlo
y hallaste gracia a los ojos de quien
pudo ejecutar tu asesinato.

A ninguno habían perdonado en la villa.
¡A él… por ser fuerte, ágil de piernas y de brazos!
Era joven. Reclutable. El sí podía ser soldado.

7.

Los sofistas sí que dan buenos consejos,
ha dicho con su ironía el papilla de marras.
Tu vida es primero.
Tu responsabilidad es sobrevivirte
no importa cómo ni ante quienes, el precio.

Los sofistas, con argucias, instruyen
a los militares y los exterminadores.
Ustedes no son asesinos.
Su violencia es justicia.
El peligro y el azar, sus enemigos.
A la seguridad de sí mismos
podrán llamarla el orden conquistado.

Destruir es asunto de inteligencia
y cada zona de exterminio es predefinible,
justo antes del crimen, como los objetivos.

Los sofistas son retóricos consumados
y maestros bien pagados. Y observa
lo que, desde la Restauración de 1660,
dijo Hobbes, pensionado de Carlos II:
el hombre es un ser apetente y perverso,
antisocial, bien que se vale matar
al que es salvaje, lobo fiero contra el otro.

En estado natural, se contendrá al salvaje,
por su peligro, o sus inclinaciones.
Defínase pues un Estado, una clase elitaria.
Alguien tiene que encargarse de matarlos.

8.

Han arrestado al Ciego y, aunque no lo quiso
de este modo el Presidencia, la CIA amenazó
con torturarlo si no da su sendo testimonio.
El parece que sabe del zapato.

Dijo que sopló vidrio y trabajó
en la industra del calzado de cristal y tuvo
su propio taller de orfebrería.
Cedalión, el cíclope que enseñó a Vulcano
a forjar los metales, casualmente y en hefesto,
le enseñó las artes del cristal y soplar joyas
y curar con cristales y, tristemente,
como Orión quedó ciego.

Pero la CIA sabe más que las lindezas
que él dice; sabe que, en algún tiempo, vendió
manjares en los dulces condumios de la Great Society.

La última vez que se le vio fue en el Bicentenario.
Lo dijeron los whiz-kids de Robert McNamara
Lo ha venido vigilando desde tiempos
inmemoriales y se informó,
por inusual choteo, que visitó a Roger Williams
y fue su amigo; lo interrogaron cuando a Kennedy
dijo: Olvídate de matar a Castro y aprobar
la Operación Mongoose, no hagas trabajo sucio
con hampones; preocúpate mejor el Gran Terror,
con Stalin y el terror cultural que Zhdanov impone.

Mas hoy vienen a preguntar por una tontería:
¿Cómo es que si tanto alegan que sobre él recaudaron
miles de informaciones: no haya sid por carta
que le digan: Venga a nuestras oficinas; o iremos
a arrestarlo.
El no se esconde. Acaso lo más básico,
su domicilio lo ignoran; acaso… ¿lo tomaron
como dirty-stupid homeless bum?

9.

Si bien no vive en un palacio ni vecindario
de ricos millonarios, hoy se presumen tantos,
él no es desamparado. El tiene un domicilio
(calle, número, distrito, un Sur y un Norte)
y es ciudadano y sólo al que dude,
su domicilio no ha querido darlo.
Sólo a él importa.

«Quiero que se me trate como un ente
privado, individuo que no tiene delitos».

Ha pensado en la niña de sus ojos,
en la sobrina, a la que su familia ha llamado
Cenicienta… y él no la nombra como tal
cómodamente. Ella es como él,
no da ni jura por su nombre en vano.

Sólo una madrastra, puta y blasfema,
unas hermanastras, malcriadas, envidiosas,
estúpidas, matreras, venenosas, se gozan
en dar tal nombre a la criatura soñadora,
fuerte, dedicada, que les sirve y ella es.

Si bien no vive en un palacio, El Ciego es La Voz
y se le invita, como siempre, a dar conocimiento.
Sale porque nadie es profeta en su casa.

10.

Ahora es distinto, ya lo raptan, lo roban,
lo escarnecen, y mira quién lo hace, ¿quién diría?
El Gobierno. El Estado. Los poderes interventores.
La Nación que él bendice. La tierra de inmigrantes
a la que él ha servido desde que vino
de la Antigua Europa, dizque el Viejo Mundo.
Mira quien le hostiga, en tiempos del más nutrido
grupo de inmigrantes, la nación que con Adams
predicó el Sueño Americano…

Si bien le adjudicaron que falseó
la dirección de su vivienda, que es

o que utiliza por cientos falsos nombres,
no saben dónde vive. Es una rata invisible.

El Ciego es un sabio que nadie reconoce.
Que nadie cree tenerlo por vecino y él lo explica,
tan sencillamente: Norteamérica se ha vuelto
la anonimia, la expresión de seres paranoicos,
aberrantes, el estilo de vida del hermético,
el culebrón que navega en las tinieblas
por túneles de envidias, competencias y chincuales.

11.

Don Nadie dijo y no les consta… que él se apellida
Polonsky, Castiglione, Smith, Beleño o Pérez.
Él responde que su nombre es Consciencia.
Y su alias, La Voz.

Voz de la Patria.
Y lo demás es cuento.
Su identidad es propia.

Si tanto les preocupa lo que haya sido
un código, la clave por escrito:
Dénme un número, breve y recordable.
Individuo registrado: # 666, por ejemplo.
Lo imprimiré en mis camisas,
lo exhibiré en mi frente,
o lo grabaré en mi báculo.

¿Tan listos son?:
«Cread mis algoritmos y variables.
No me dejen por las calles sin mis placas».

Doy Nadie dijo y no les consta a ninguno…
Que él ha sido conejeado por expertos,
no por chotas rastreros y tunantes.
Lo observan desde miras telescópicas.
Lo escuchan desde insectos electrónicos
y teledirigidos que se monitoran en las salas
más secretas del Gobierno…

¡Pues qué estúpida pérdida de tiempo
y qué malgasto y derroche del erario!

12.

Se le vio (se ha especulado tras análisis
de varios dibujos o croquis a plumilla
que datan del siglo pasado) que echó insultos
a oficiales de los Confederados del Sur:
en la prisión militar del Fuerte Pillow asesinaron
cada negro que vieron, esclavos reclutados
por la Unión del Norte y «allí estabas tú,
ciego barbado. Escupías a los blancos».

Y después, ese mismo año de 1864,
en Sand Creek, fue visto (y hasta escuchado)
orando en lenguas de Cheyennes y Arapahoes
porque más de centenar y medio de salvajes
fueron ultimados por fuego de artilleros
de la Caballería Voluntaria en Colorado…

No tiene usted un expediente limpio.
Es lo que dicen herméticos CIAenses.
No tiene usted sus cuentas perdonadas.
Usted debe ser amonestado.

13.

La más seria pregunta que le tienen
y, por ésto, ya está sin fianza, incomunicado,
por tres días, en ayunas, es: ¿Qué sabe usted
del rosado y lindo pie, rubendariano,
qué sabe de una zapatilla de cristal,
hecha de vidrio soplado?

Es mejor que lo diga: el hambre de los viejos
en la cárcel de la CIA se vuelve secreto,
irreverable, y mata más que la miseria en los ghettos,
señalada por Johnson cuando propuso
presupuestos populistas y nombró tantos
chulos del pobre y el jodido, un país
de «miserable, estáte quieto».

No querrás tú morir en una celda,
quemarte en una morgue, anónimo
por tan sólo no confirmar lo que dijíste
una tarde, en tertulia con un cura bocón,
el Papa apócrifico, el héroe de los jipis
y bribones, de los homosexuales y las rameras
de este ciclo post-bushista y clintoniano.

La más seria pregunta, con la clavan
su odio ventajero y la ambición de crecer
en el sistema del Pentágono, es:
¿Por qué escapó aquella princesa transmundana,
aquella mujer que robó el corazón del poderoso?
¿Será cierto que ha muerto, o se fue
con otro tortolito a las batuecas, o servir
con los toparcas de la izquierda, tal vez
a turanios del maoísmo o islámicos
con dagas turcas y cabezas tambochas
cubiertas con turbantes?

14.

¡Maldita sea la muerte y los que dicen
que los muertos cabalgan a prisa,
malditos los que afirman que la muerte
es el menor de todos los males!

Me han invitado a morir a destiempo
estos informantes del estrago,
estos seres de pies sucios, polvorientos,
y les maldigo, no puedo evitarlo.
¡Maldita sea su necrofilia innata!

Curan los males que no tienen remedio
con medicina amarga, con purgantes
de intenso desconsuelo y la vida sigue aquí,
para mí y todavía, y esta corte de voluptuosas zurrapas
y hediondo sedimento y estos malditos interrogatorios.

¡Que no sé pactar con la realidad como es!
…oigan que ha dicho quien invité a descubrir
cuán bellamente se habría abrazad o una niña,
como la Cenicienta, mi sobrina, a quien
tan bien conozco, cuánto hedonismo se habría
embellecido su palacio, si hubiera dicho:
me voy, pero regreso.

Más no fue así, ranas meonas,
torturadores de lo verdadero.
Se fue, se fue, y estuvo asqueada.

Lo que regresa es real, lo que se va
como mentira no vuelve; ¡cuánto quisiera
saberla como una perra viva, no ya dama,
bicha del Elche, algo vibrante, sin misterio.
Si ha muerto acaso, como alegan
es que soy yo cachorro exangüe, león muerto!

No te creeré, no… Que no vengan
los decepcionadores, refranistas del luto,
taimados acaboses, sinestésicos aménes;
que no se asomen a confirmar la tortura
y la mentira con que me han herido.

La Cenicienta vive. Mi sobrina está bien.
No quiero aquí señal de Thot ni a guías
al sendero del sepulcro. Ni plegarias
a inmorales ni a semidioses ni a resurrectos.

Mi realidad aún vive.
Los malos agoreros son ustedes
porque no les he dicho dónde vive.

15.

Porque les dijo que se limpien el culo en los infiernos
Y lo dejen a él en su lugar que habla de vida,
lo vino a conocer el poderoso, el rey enamorado,
el que promete las villas y castillas.
«¡Ay, Viejo Bueno, ciego sabio, mucho
que esperé tu asesoría, tu buen consejo,
y me dicen que callas, no me has ayudado!

Alegre hasta la jactancia, te invitaré
a que cantes y que me cuentes a quién admiras,
a quién amas, con quién comulgas,
con quiénes otros cantas y armas sus meditaciones.

¿A dónde dices que vas, cuál fue tu origen,
en quiénes has confiado tu futuro, quiénes
te acompañan, sabiendo tus afanes cotidianos?
¿Acaso es cierto que eres el tío de la mujer
que amo, la niña que olvidó su zapatilla?

¡Hábleme uno feliz, venga a mi lado
antes que sea tiempo de mortajas y duelan
de veras los huesos, o se nuble la luz y llueva fuego!…

¡Háblame, Viejo Ciego porque ésto será lo terrible…
y mira cómo, por no hablar, ya te vienen matando…
Que no sea yo el que no te ve, diariamente,
ni te conoce en rigores, yo que te saludo en la calle
ni te detengo en la plaza y to converse, quien te vea
morir por alguna de mis causas…

Esto es terrible para mí, Viejo Ciego:
Que la que vive cercana y presupongas
la realidad más bella, nunca te espere
y te planté un dolor como cornada
que no acabe, o parezca
que duela para siempre.

16.

Para que haya uno, uno solo,
a quien oiga y sea él, de los que conmigo
canta sin ningún hermetismo, invitaré
al vecino, al más humilde, al que tenga
amor social a flor de piel y parezca un mendigo.

Uno que no sepa por qué ya no hay certezas
ni absolutas ni provisionales; él no sabrá
de los distanciamientos, ni del Islam
ni de Occidente. Que el mundo viva
como vive, dividido y fragmentado,
no importa un higo, no le va
ni el viene. Es un hombre sencillo.

Sólo dice: yo ví, lo sé como las palmas
de mis manos; lo sé como mis días
de contento que han sido muchos
sobre la Tierra y mi barrio.

No sabe él lo que es real en el universo.
Tampoco quiere saberlo, sería egoísmo
que él crea soportar tan gran conocimiento,
si es un tonto, carente de todo mérito.
No. No. «Yo no tengo verdades ni dioses,
tal vez los hay. No lo he sabido,
no los he visto aún; yo sólo vivo
agradecido de que vivo».

«Sí, me da pena de usted.
De lo más bello que vio
(esa mujer mencionada del instante)
sólo guardó por recuerdo un zapatito.
Yo de mi mujer lo guardé todo,
hasta basura que sobró tras su muerte.

Lo más lindo no es recordarla con su par
de chanclas viejas; ha sido lo memorable
cómo la amé siendo ambos pobres
en la chucha miseria de la vida».

17.

Quod nunc ratio est, impetu ante fuit: Ovidio, en: Remedium amoris

Yo la voy a buscar, maldito hegeliano.
Mientras tanto te maldigo. Con la violencia
de tu palabra clavaste dagas y te fuiste sonriente.
Todos los dedos metíste de un zarpaso
en mi pecho al querer deformar lo que recuerdo.

Ella existe y todos vienen a matarla,
a sacarla de mí como un sentido,
a escupirla en mi rostro porque no está presente.
Ella que fue mi ímpetu, se ha convertido
en razón de mi vida, en expresión de mis huesos.

18.

Yo sí sé sobre quién habla, Señor de los ejércitos humanos,
Comandante en jefe de las gendarmerías, dueño
de multinacionales, jefe accionista de bancos.
Arbitro de los poderes interventores, policía
del mundo, queriendo o no queriendo.

Yo sé sobre quién habla, pues también es algo mío
y es de Norteamérica también y puede que sea suyo,
si entiende, con corazón puro, lo que ha de ser
una Primera Dama, un símbolo del pueblo.

Pero, por de pronto, tuve miedo de decirlo
porque ésto es sagrado y lo más sagrado tiene
su propio precio y no se conoce en citas ciegas
ni en aventuras de morbo, o en ceremonias publicitarias
de seudodemocracia, como tampoco en borrajos
de laderas, donde se arma un buen bollo
y el pretexto de burlas para los que se rascan
con sus propias uñas los que en miseria padecen.

19.

«No es ésto lo que quise», ella dijo y lloraba.
Había cumplido. Llegó a tiempo a la casa.
Tiró la diadema de la noche tras la ventana
por donde vio una luna vieja y solitaria.
Sus recuerdos del baile y de la cena de galas
los botó por otro resquicio de la noche fría.

No sé cómo Cenicienta soportó tanto.
Llegó a su casa a quitarse su vestido.
Lanzó el zapato de cristal al rincón de las escobas,
a una restinga debajo del lavabo. Se desvestía a solas
meditando sobre el tizne del lujo con que esas horas
en palacio la contaminaron.

«No es ésto lo que quise», repitió y empezó
a desnudarse y palpó las mojadas pantaletas
que habían sido asaltadas por las fieras
y miradas lascivas; los herméticos
fisgonearon su carne. Ojos encelados,
furtivos, en vela, que se la estaban comiendo.

Ahora, desnuda, se miraba de otro modo.
Estaba a solas con su hermosura
y su alma, serena, transparente.
Para dormir, tranquila y esperar
la jornada de oficios de mañana,
se metió bajo la ducha.
Quiso estar limpia,
meticulosamente limpia.

20.

Usted le ofreció la Gran Orgía,
la danza macabra, hexámetros alucinatorios
del hemisferio derechista. Estuvo exterminándola
con un rap / ragUetoneo perjuro y un corifeo especulado
con estructuras de ritmo amorfo, vals sin síntaxis,
bolero sin metáfora, sin sutileza introspectiva.

Usted le dio como pista el territorio más externo.
Una objetiva mímesis y ella estuvo allí, aturdida,
cachondándose con su propio remezón de nalgas.
Por momentos, creyó que bailaba para sí,
no para ninguno, porque recogía el misterio
de manzanas de jardines encantados y ninguno
extendió su mano para recibir lo que daba.

Sola, en medio de un bullicio de gayola,
ansiosa como si esperara un peligro.
Sus nervios, excedidos en una ecolalia
sorda, autónoma, y una percepción de verdor
que es un rojo de la protanopía y los relámpagos
de luz de mil bombillos, como ojos de avispas
cibenéticas y gatos viejos que bailan
con bolleras y lesbianoides tusas.

21.

Usted la invitó, yo no sé cómo, o la hizo
invitada especial a la Gran Noche,
las noches de las pompas festivas
y las puñetitas de los sinarcas y toparcas
y los que hablan a todo lo que raja
dizque como homenaje a los talentos
y las personalidades…¿por qué?

… porque ella lee mucho
y es alumna talentosa, porque es alegre y canta,
tiene el ritmo melodioso de las ninfas,
la pasión receptiva, la ambición de un ave
de alto vuelo que huye de los requilorios
salvajes y homicidas, en lo bajo de la tierra
o en los rumbos engañosos del aire.

… porque ella viene de la tierra del trabajo
y la pueden llamar minoritaria, etnia impura,
anglo-hispana, hija del futuro contingente…
Y, de veras, me extrañó que allí llegara,
vestida como una princesa, ella, la humilde
como una pobre gata, hoy radiante,
más elegante que sus hermanastras,
su opuesto… oportunistas, vanidosas,
diablesas de la pequeña burguesía
y el arrebato, el descarrío del mal aviso
y la mentecatería… Y, de veras,
me extrañó que allí llegara…

22.

Se sintió descoyuntada y sacudida como Aquiles
cuando Tetis lo agitó en las aguas de Stix,
hundiéndolo para que se hiciera
imposiblemente invulnerable al maleficio,
al atropello, a la muerte, pero allí,
donde el espacio fueron la palma de las manos
de su madre, allí estaba la herencia subyacente
de su caos: el talón seco, sin protecciones.

A Cenicienta, también se le sacudió
en lo bajo de las aguas con una mano
que habría roto sus tobillos por entero,
pero sólo sostuvo el fin de maldecirla
y ahogarla, y no una madre como la de Aquiles.
Ella era otra. Fue de otro tipo la mano
Que sacudió a mi sobrina.

Una bruja, infanticida, la hundió en Stix,
la misma que a mis ojos ha cegado:
una encarnación de envidia y paranoia
con un deseo de apropiación intenso
y largo como sus propias orejas de asno.

23.

Añada usted, si es que estoy siendo grabado
(para que después se pueda perseguirme)
allá, en los salones de su Casa Blanca,
llegaron la Madrastra, con las harpías que se trajo
de un priscal de los viejos ganados que mi hermano
tuvo en vida; son las hermanastras, palmitos
bien acicalados, perfumadas, con joyas
que son los hurtos, el despojo por engaño,
la herencia de Cenicienta, mi sobrina.

como señoronas, empresarias, tiburonas,
en negación por no ser lo que ya eran
(harpías de un priscal abandonado,
vampiras de la desobediencia
bajo un toque de queda) y, aún así,
el que las vio alegó: No veo ni tortas. ¿Cómo dijeron que se llaman?

Cualquiera haya sido la forma en que se unieron
a la Cena y se abrazaron a los poderosos,
a timócratas, cortesanos de menor envergadura,
habría sido ir por la vida dando palos de ciego,
jugando a puñetitas y tilingos con los politicastros.

24.

La niña no. La Cenicienta es auge, eón que emana
de la Unidad Suprema y por la vida no va
proclamando cursiladas. Cuando se enfrenta
al mundo y se ve asqueada, en medio de la trisca,
escapa como un ave de alto vuelo,
como un ángel viringo, sin ropajes,
huye en volandas. Ocasiona el asombro.

Ante ella, hubo de oquis que abrírsele camino.
Curiosear su hermosura, sin dar lija. Nadie le dijo:
Cusca, culebrón, culo epatante… Lo que fue
no se lo salta un gusano: parecía que había entrado
a la fiesta la merísima Hija de los Dioses
y, es verdad, Ella es la visión suprema
de la Primera Dama. La visión suprema
de la América nacida, como igualdad de la chispa
divina de la Razón y el hombre.

25.

Paradójicamente, no la conocía nadie.
Su nombre no está en las agendas
ni en los directorios telefónicos
de gobierno ni grupos de timócratas.
Ella es lo más anónimo que existe por de pronto.
Ella lava los pisos de casa y lava y seca
platos y come en un rincón de su cuartucho
y las otras, su madrastra, la calla como a una criada
y la desprecia como a un perro pulgoso
aunque, en el interior, muerda su envidia
que salta las vallas de las temeridades.

Ninguno pensó en la Gran Fiesta que ella
vendría de módulos analógicos, de un mapa
del corazón geográfico de América o el Mundo,
con todos sus nobles apetitos.

Ninguno la visualizó enteramente
con sus conexiones de consciencia libre,
abundantemente generosa.
La observaron con rudimentarios ojos.
La medio-oyeron con orejas tan deficitarias.
La leyeron de códigos cuneiformes y jeroglíficos
que informan sin contextos eficientes, de modo
que pudo ser cualquiera, alguna que no tenga
paisaje ni posición, ni alcurnia ni perro que le ladre.

El lenguaje que habla no existe.
El potencial que tenga su persona es un borrón
y una mancha de tinta, o de excremento,
en un papel tirado a la basura.
En geometrías planas, abstractas, casi arcana,
si algo la alude será lo que diga moralmente
¡ella no existe! ¡no es posible!
espiritualmente, está tan mal leída,
no tiene las precisiones necesarias.

26.

¡Pero estuvo allí! Y no es ganado humano.
Y, de veras, me extrañó que allí llegara.
Entró y causó asombro.
Tenía un cuerpó que julepeó expectivas.
Una elegancia juvenil, madurez afectiva.

Quien quisiese apremiarla con preguntas
y pasarse de listo con su encanto
se fue al bombo: durante el banquete
todo transcurrió como hola, buenas noches,
y comieron y brindaron ceremoniosamente.
Después, por causa del baile, las penumbras,
jaranas y licores, el humor y la ebriedad
de la bolinga, hizo toques de diana, levantó
a los dueños de puñales, vistió despacio
a los que tienen prisa de ir a comer en las ollas
de Egipto y adular y ultimar los cuerpos más jóvenes
con su magreo, animales fosores, hipócritas,
neuróticos, inmorales, sofistas sin la chispa divina
de razón que ella conoce y la viste gracia.

Posiblemente, insolícitos fantasmas se acercaron
a ella, Cenicienta. Le ofrecieron los sorbos
de su testosterona, semen de sus licores,
mariguana, metanfetamina, anestesias
con promesas y placeres prohibidos,
frenesí de segunda mano, alturas de poder
y de cresomanía, todo con tan poco contacto
de los ojos, que ella se fue, corrió a su casa
bajo un cielo turquí, con los ojos llorosos.

27.

Todos los hombres son hechos a imagen y semejanza del Creador… y dicho principio cristiano es, por lo demás,’ la primera autética doctrina de igualdad política y derecho natural que se conoce en la historia: Nicolás de Cusa

Si fuera ella quien hablara de su pie
(no otra quien hablara del zapato),
me imagino qué diría… sí, estoy seguro
que hablaría del derecho natural a tener
todo un cuerpo y, en los pies, el sostén
para la orientación divina de todos sus caminos
(un pie que la conduzca a la única identidad
con que compara su Ser, su potencial innato
y darse el rumbo de princesa,
o el más alto rango deseable: el ser divino.

No importa cuál haya sido la raza, la nación,
la clase, la cultura, la realidad de su presencia
en la Fiesta del Congreso: Su pie es un balance
con que Dios la bendice, su pie no es sólo embeleco
aducido alDerecho Positivo. Pie es la semejanza
de un creador con entereza, su Dios personalizado.

Digna es, por derecho natural,
a su zapato… su pie que halló fijeza en voluntad
que indica: Soy sagrada, mi cuerpo es mío,
mi pie no es de una bestia de los montes,
ni mis manos lo son,
¿qué tal si lo perdido,
o hallado en su poder, hubiese
sido el guante que la proteje del hollín
cuando limpia o restriega los pisos?

La dueña de lo que usted señala
como una zapatilla de cristal representa
un principio: el rumbo de los Derechos Naturales,

y el verdadero sostén del pie más bello
es la semejanza / fundamento /
la chispa divina de su alma.

28.

¡Viejos sofistas, con voluntad torcida!
Ahora sí: Ya sé que existe el Orden.
El Orden, pese a todo.

Y, aunque menos visibles,
pero siempre necesarias,
también la Justicia y la Paz
que son asuntos concretos.

Ha vuelto un Ciego a llenarme de esperanza
Y me ha dicho: ¡Paciencia! No sé si mi sobrina
quiera conocerte. Deja que sigan otras
calzándose la zapatilla de las esperanzas.

Muchas son las cenicientas que sueñan
con príncipes azules. Pocas la que dan
la talla de una Primera Dama.

29.

Aquí no hay ambiguedades ni se valen
artimañas oratorias, diseños de incoherencias,
imposibilidades morales, aquí no valen
mediaciones chapuceras; el mundo es dado
y la vida espera, con buenos frutos,
al emocionalmente honesto, al que tenga valores
y se integre al trabajo, la formulación más clara
de la dicha, la realidad del hoy
y el porvenir junto a otros.

¡Viejos sofistas, instructores itinerantes,
pioneros pedagógicos de engaño, si la esencia
de la vida conscientiva es control, comando
de lo que adviene y persiste, admitan al que pasa
buscando un seguro asidero y no se esconde.

El es el único valiente.
Se responsabilizará.
Dará el esfuerzo necesario;
pero no lo abandonen.
Sean honestos con él,
aprendan de su ejemplo.

30.

Ahora sí, ya supieron que les dí mi
Si a su conciencia no buscan, tampoco a mí,
reflejo propio de conciencia. Mi conciencia.

No cuenten conmigo otra vez, yo soné mis tambores
y pasaron de largo; cegaron sus propios ojos
para no verme y fue en la hora en que brotaba,
la hora de crecer yo y fructicarme; y no pedí
la holganza ni lo improbable. ¡Era la hora!
¡La hora tan sólo de cantar
al esfuerzo, la virtud, la racionalidad!
La compañía: las mutuas responsabilidades.
Me arrestaron, me hambrearon, y yo dije
lo que supe sin perjudicar a nadie.

Todo lo que informa mi palabra
es consuelo y verdad, pero no hablaré
otra vez con catonianos y censores
con bruscas maneras y sin brazos abiertos.

(Y, por este servicio del consejo, la prensa
destacó: Ha sido liberado un ciego sabio,
injustamente detenido por conspirar
contra el Estado, la Moral y el Presidente).

CUARTA PARTE
El Papa rebelde y los poderes interventores

«Choosing to deny or contradict nature or reality is mysticism, which is an unnatural, irresponsible abuse of the conscious mind»: Frank R. Wallace

No vendan humos ni se jacten
que la consciencia humana puede hacerse
vengadora y la idiofrenia es triste y perversa.

Místicos huesos hay que nadie compra.
Baratijas, con deshonestos precios, colocados
por los grandes desleales y gesticuladores.

No todo lo que brilla es oro.
Ni todo pie sabe dónde le aprieta su zapato.
No siempre está la justicia en el negocio.
Ni la paz con su dominio sobre el orden.

No se puede encapsular en una sola gota
lo que dimensiona una culpa o un letargo.

La burbuja, con leve soplo, se revienta
y suelta el lícuo mal, hostil e inmoral
dimensionado. No vendan humos, trajineros,
que el mundo puede ser amargo y doler
mucho más que lo meramente verbalista.

En poco tiempo se infla un globo como el hombre.
Con verdad o con mentiras, se glorífica un mataperros
o un canalla, o un charlatán de misticismo vacuo.

Con propaganda se vende lo insignificante.
Con avisos publicitarios se pervierte
la consciencia y se hace célebre el tonto.

2.

… pero escucha, recuerda, investiga, compara.
Discierne todo en su contexto, ¿quién beneficia
a quién, con qué propósito? Aprende quién libera
y quién ata, quién da gozo y quién lo quita.

… en el mundo hay de todo, mística y secularismo,
opios del cuerpo y del alma, expropiadores de salud,
sanadores, unos que te dan paz. Otros que dan
nutrición al ser entero; pero vigila
al guardián de los caminos.

Pueden que se escondan los que asaltan,
invasores que del engaño viven,
gananciosos mercaderes que, por la fuerza
o el fraude, logran todo. Averigua y una vez
que les veas, recuérdalos. Avísale al mundo
cómo son. Sé fiel al honesto mandato
de acusarlos. No encubras el enriquecimiento
abusivo de ninguno, sea poderoso, o no,
sea un individuo o sea un grupo.

3.

War is the health of the State:
Randolph S. Bourne, «The State», in:

Aquí tengo tres vidas tontas que no sirven para nada.
Como tres partos, tres hijas del viento y la espuma.
Tres mujeres que no han sido el alivio de los montes.

Hay que sacarlas de la casa porque están
en el Estado de la Inercia, vástagos son de tres harpías
y de una humanidad inútil, subordinada, in self denial.

Dénles la oportunidad de un gran propósito
más allá de las ventanas de mi predio;
unjánlas sobre la plataforma progresiva de tu reino,
Woodrow Wilson. Reconstuye el mundo nuestro
y permite que yo suene los tambores de la guerra.

En el nombre del inviolable dogma de propiedad privada
y la vana esperanza de la competencia libre y plena,
te las doy. Llévate todo lo que ellas representan
y dáles la mínima subsistencia, si el zapato del poder
no les cuadra, si el pie que tienen ellas no es sostén
ni alegría de tu gobierno ni mérito; provéeles entonces
de objetivos deseables, si regresan; pero…
que no sean mi estorbo y me avergüences
(¡pues suficiente ha sido que me hayan comido
las entrañas!) ¡No trabajan y comen como llagas,
no estudian y piden, como las princesas ricas
de los cuentos, mimadas han sido, empero,
siendo parasitarias! ¡Que se vayan!

Con o sin un gobierno activista que las dome,
con o sin el Nuevo Nacionalismo que estimula,
con o sin una Democracia Industrial que las haga productivas,
con o sin el Estado de Beneficencia, que se vayan
con la música a otro lado, con los fabianos británicos,
con los librecambistas de Adam Smith o Thomas Jefferson.

Reclútalas en el intervencionismo.
Cásalas en los cuarteles de Otto Bismark.
Adoctrínalas con el hamiltonismo.
Que han casas con Brain Trusters muy lejos
de la mía o se queden, con sus prostíbulos
de ilusiones con sus iguales, los socialistas europeos.

4.

Tú nuncas triunfarás del todo.
No dejaré que sientas que la nación te pertenece
y la República ha triunfado con la noción
del Estado Soberano. Nunca serás lo suficiente
para llamarte libre. Te morderé los huesos
(sabotearé tus hechuras, te inyectaré el desencanto).
Me hicíste una Causa Perdida y un lobo hambriento,
el agrarista de Nashville. El sureño maldito.

Mas volveré y Jefferson Davis preparará
el regreso; te llenará de sangre y Abe Lincoln
será una parte de sus holocaustos.
Stephens se reirá de sus largos huesos
y su rostro torpe, amargado y exángue.

Tú nunca tendrás desde Montgomery,
Alabama, el prestigio de laissez-faire verdadero
ni una luna en el alma que revele la luz,
sol y plata, que sea de plenos soles
e imperios inagotables. Míos son los sinarcas
de todos los confines de la Tierra. Mías
las riquezas de efectivas y perdurables inversiones.

Te quedarás con los pobres,
panarras miserables que producen muy poco.
Tuyos: los torpes solamente: gaznápiros,
tontarros, asnejones, feos de zorecos ojos,
zánganos de yegua madre, burócratas sin cultivo,
envidiosos guajalotes que nunca serán aristocráticos.

Tú haras trabajo sucio
y, al igual que las tropas británicas,
masacrarás tus indios, escupirás tus negros.
Hambrearás a tu pueblo, a los más zopencos,
a lo más enfermo de tu proletariado.
¡No eres mejor que yo cuando dices
separados pero iguales! Quizás eres peor:
¡Nunca hubiese dicho: ¡Son iguales!
Les habría excluído para siempre.

5.

Aqueos que son los artilugios de ayer y hoy
¡son también el espejo de tus brujas!
Son suplidores de falsa autonomía... el Yo falso
de la Belleza que buscas, la Princesa
de tu Noche de Galas, en la feria del poder
y tus celebraciones! Pero sufrirás, Pueblo mío,
y verás en ficción desmedida a quiemes elaboran
el obús, las catapultas, las dagas, los cañones,
los misiles, armamento y tribalismo
que perfecciona su creciente alegoría,
su magia audaz de hitos, desfigurantes,
en vías de percepciones subjetivas,
más mentiras, más mitos,
más injurias: Guerra Fría.

Aqueos, retrógrados, armados del paisaje
bueno o malo de realidades empíricas,
te clavan, te sangran, te abandonan.

Así culminan su fetichismo pragmático,
inconsecuente, su estética de marras,
apremios con puñales. Matará la princesa
que deja sus sandalias, al huir de bacanales.

Son asaltantes que hablan de ternura, sin embargo,
de zapatillas para tiernos y blandos pies
de la inocencia, o las perfectas propagandas
de la paz y la justicia, la virtud del civismo
contra la crueldad, la agresión y los
aqueos / aquellos, saqueos adornados del objeto
del gusto, objeto internalizado, la Cenicienta
de pies dulces y adorables, víctima ideal
para un proceso depredatorio
que a la víctima ultima, para que se aplauda
el simulacro resultante, la satisfacción criminal
de haberla seducido, comiéndose si cuerpo
como miseria del en-sí, con el rico purismo del No.

6.

Que te trague la Casa en el Espejo
y esa mujer buscada, Cenicienta perdida,
se pierda en el Quién de soñarreras,
en los ensueños del que dice que la busca
y la ultraja diariamente con el pensamiento.

Bajarán los insectos al Jardín de Flores vivas
y en Juego de Ajedrez se verá la derrota
del Sueño Americano. ¡Que arda Troya,
que salgan las culebras de venganza!
Porce entre hadas madrinas y Chamboea
entre las brujas embusteras ya se perviven.
El objeto del gusto entretuvo
a muertas generaciones de Laocoonte.

7.

Que el lenguaje de Apolo, tan ambiguo
nos conviene, me dijeron los custodios del Secreto.
Se resume en un Ser de atributos ideales
que impera y guarda el silencio de las cosas,
el «Aguántate, pón los hígados».

Será más tarde o más «a priori» que vendrán
los mundos idílicos, al fin por la venganza
olímpico-cósmica-trascendente
(hay dioses que no quieren que los entes revienten
y la carga emocional del sentido se abra por ahora,
se penetre de facto, que el himen de las vírgenes
al pie de los altares se preserve ad infinitum)
so pena de que venga ese asesino cósmico, caprichoso,
imponderable y se ufane por mandar las serpientes
de los mares y las asfixias de sus sacerdotes.
So pena que a sus hijos en las playas troyanas
los muerda un aguijón con ponzoña
de avatares extratemporales.

8.

Me van a proteger, ay carajo, me dijeron,
del torbellino de la historia, ¡ay! porque es violenta
y loca la historia, el matriarcado recursivo.
Es la bruja Medea, lo nuevo siendo viejo.
Ella es el hada que con una Cenicienta
fabrica las túnicas de hechizo
y busca un vellocino de oro, y a su amante lo dota
de recursos y lo ama, pero, quiere a su manera
(tuvo un principio, como el huevo, que querrá
de su contradicción, el gallo germinal, la célula
que produzca lo nuevo, su pollo piante hasta lo eterno).

Tú eres su invención, Cenicienta.
Has hechizado un presidente, un pueblo,
un sistema de dualidad violenta.

Lo que das al visible y material mundo
de lo sido y manifiesto, es por de pronto poco y desafiante.
Del pensamiento te pasas al inmundo vitalismo,
y no te quieren. Una mujer, la más bruja de Creusa,
te dejará sin unidad y sin desfase. Serás el sacrilegio
y la venganza, la lágrima inicial, la esencia sin sustancia.

Eres vientre misterioso, eres vengativa
cuando te vuelves ser en sentimiento, ay princesa
de Colchis, eres trágica cuando das en la túnica,
con la quema del Olimpo, el cambio que es el comienzo de la terminación de los conflictos. Eres bruja,
cambias, eres torbellino, eres angustia.

9.

Me van a proteger de lo mágico. Me llamarán
Jasón / el príncipe enamorado / el presidente inútil
porque nadie tiene fe; pero todos ilusiones
de que puedan reírseme en la cara y mandárseme
a la porra con las fuerzas del antihistoricismo.

Miren al presidente anestesiado con la visión
de una dama fantasmal, Cenicienta / Princesa
cuya única evidencia es la zapatilla de cristal
en las urnas del Castillo… ha de ser un espejismo,
obra de brujas escondidas en el mundo…

Y tú, princesa, descrita eres como una golfa vitalista,
porque ninguna como tú tan vital y terca,
presunta obrera comunista, ser cambiante,
espía para los pueblos oprimidos,
producto acaso de The Freeport Doctrine.

Me llamaron el sacrílego / utopizante
por quererte y sólo dije, donde se pueda oírseme
clara y poderosamente que el hombre cambia,
así como lenta, gradual y dialécticamente
cambia todo... cambia la espiga de trigo
y cambia el grano de mostaza.

Cambia el huevo y la gallina guisada,
cambia la vida y continúa en la muerte...
pero me llamaron sacrílego porque tu zapatilla
invoco y me doy fuerzas desde aquella noche
que bailaste conmigo y luego te ausentaste.

Y fue poco lo que dije: que te escuché.
No dije lo que me susurrabas al oído.
Te habrá matado mis ejércitos,
te habrían torturado mis esbirros
por dirigirte a sí al poder que represento.

10.

Que las revoluciones son parteros necesarios
y el dolor existe, pero sabio es
por precario y más sabia la alegría
que vence el odio, lo doblega antes
de que se descubra el miedo, la amenaza,
la codicia, la naturaleza amarga de los luchadores.

Dije que el alimento es bello desde que tú lo comes.
Y si lo come más el que está hambriento
más sabroso porque lo comen menesteros
que de veras han sufrido o los que tienen sed
y la piel expulsada por el frío.

Me han injuriado por revaluar la esencia
de ese dominio que ví en tí, aparición de mi encanto.
¡Qué desesperante no hallarte, que no estés conmigo
en carne porque vives clandestina en buenos corazones!
y definí, para salvarte que tu escondite
es un poder caduco, no podrás esconderte
para siempre. Mi sociedad vencería ti dominio,
ángel rebelde, Pueblo Revolucionario,
alma imprescindible y necesaria
de América la Hermosa.

11.

El Ciego me consuela. Se imagina las cartas
que ella escribe, en medio de las guerras y verbaliza:
Ni yo ni ningún hombre son insustanciales;
ni meras cosas ni abstracciones… Si tú quisieras
te mostraría mi sustancia, la verdadera zapatilla,
el verdadero pie de las naciones, el verdadero
sostén de patrias vivas. Mi verdadero sexo.
No hay mitos ni doxas ni opiniones de segunda mano
que me hagan justicia en tus fariseísmos.

El hombre cambia, hay un hombre futuro
que es más que un «saco de piel»
aprisionado para siempre al extravío.
Un revolucionario que combate
la metafísica fijista del ser-en-sí.
No es socialmente irredimible, no,
porque sea hoy una hediente horda
de biomasa primantrópica, amado amigo.

Deje usted, creyente si de veras
simpatiza con el socialismo liberador,
de ser agente de la burguesía, no divida al obrero.
Búsquelo con fe en la vivencia cotidiana,
no lo venda al Vaticano, no enseñe al ser
asocialidad convenienciera, cobardía, reculamiento.
Si no hay optimismo ya en usted, no sea amargo
por haberme abrazado y aceptado unos besos.

«A la medida humana» reacciona igual que el Führer.
Me ha venido traicionando y el hombre hecho así,
como usted dice, nos desmiente a ambos.
Contradice el principio de las identidades:
o ser-en-sí visibles, o esperar, el no-ser
en la cueva de los buitres.

12.

Y yo, tan terco o tan cobarde, que sólo en privado
digo que las cosas son lógicas, dialécticas, cambiantes;
yo, hijo-hermano heraclitiano, que testifico
que en el espacio-tiempo, el mundo vivencial,
el ente instrumentalizado, todo lo que es visible
o invisible, en su desarrollo, manifiesta
el movimiento y el cambio, veo a los apagadores
de luces de las calles, cantan a las tinieblas
de los dioses del
pero quitando la luz de las ideas-materializadas,
incluyendo tu imagen, Amada mía.

No se quiere el choque con una Idea inmutable,
con la idea que salió de las Cavernas del deseo
para hallarse en lo objetivo, desenmascarada,
harta de sol y luna… y yo, tan terco y cobarde,
que me enojo con el falso farolero,
pero no lo confronto.

Dejo que diga sus mentiras y no se encuentre
contigo, Cenicienta, porque tú eres tremenda,
tú si ofendes, tú si matas, tú si requieres
la integridad, el valor y el heroísmo.

13.

Y ella, ser social que sin el otro
no se siente suya, sin el poquito de amor
que la anima y distribuye con su movimiento
hasta mi paso, me humedecí en su sangre
cuando se halló en mi beso y me habló
tan quedamente sobre los nuevos opresores.

Por eso el nihilista chabacano se sonríe
y un hombre del Vacío se conduele
y un humorista, con dientes afilados,
se jacta de su fe y subido a la tribuna del patíblo,
finge que recuerda que las cosas no cambian.
Que hay principios eternos.
Circunstancias inconmovibles.
Providencias entregadas a la mano,
fiadores de la virtud y la perfecta sociología
de condiciones, hoy violentas e ingratas.

Hay hombres eternos que son
biografías emersonianas, héroes weberianos.
Hay garantes sociales, históricamente inmutables
y justos. Son los que concluyen que los medios
de producción ya tienen dueños. Y ella,
ruda y amorosa, al mismo tiempo, me lo dijo:
«De esos hombres eres uno; mucho poder
te ha hecho cobarde y cómplice».

El capitalismo y el libre-empresarismo
son sagrados. Dios es el bendecidor más providente.
Uno (es): el extraviado, germen del pecado original,
uno por terco, por no ver la ley común,
por eximirse del Karma y no dar al César
lo que es suyo, es el ignorante. Uno, por pertinaz,
el que no quiere enterarse que el capitalismo
es eterno, intocable, imputrefacto, se vuelve
como tú, pasajera, huidiza, clandestina…
y en tí no se haya otra cosa contenida
que pueda ser llamada principio disolvente,
encadenamiento de procesos antagónicos.
Aunque yo sea el imbécil, eres tú
la que vas entre sombras, reducida a zapatito
y un mito del genio irracionaloide, locario.

14.

El poder majadero de la burguesía
evitará la lucha, sofocará la crítica, impedirá
la agonía. Socialmente, es un poder benigno.
Sólo quiere el reposo, la quietud de las ánimas,
la noche que no abre el día, porque alega
que el mundo es ciego y, si hay luz, despiertan
los demonios, se moviliza el combatiente,
se desacraliza lo sagrado. Se asoman
todas las brujas envidiosas.

El Ciego no me cree. Apunta con humor
que es su resabio de risotadas, que él es humanista
y ha visto dioses formados con gránulos atómicos,
extrafinos, subjetivos, casi tersos como sedas
de piel en las sendas del Olimpo. El sí te ha visto
como el tío que proteje a la sobrina
que ya no puede ser mirada desde las imágenes
que nos dan los sentidos. La existencia objetiva
no ha de ser cognoscibe por los sensualismos
de Hume o la prelógica del sofisma del primate humano.

Y él, tan terco, que alega que las ideas
no pueden existir en el vacío
(no es así / allí que Cenicienta existe)
y que su ser es materia entitativa
y su espíritu, energía, su fino resultado
cuando irrumpen en Das Momentum.

15.

Y trajo el Ciego razones para reprender
al Príncipe y sus asesores que eran utopistas
del militarismo, seres imperiales, matapueblos,
genocidas, hombres-bestias,
nuevos Atilas del siglo XX y el tercer milenio.

Los violentos son recursivos a las puertas de Ilión
y los troyanos, crédulos, víctimas de lo pretendidamente
claro y evidente del Engaño, ciegos son para no ver
la retirada falsa del aqueo, el Caballo de Palo
de sus concupiscencias, sordos para evadir
el ruido de la guerra, los relinchos enemigos
sobre ruedas. El sí predijo la traición. Avanza
contra la Ciudad. Viene con máscaras.
La ciudad: ilusoria resistencia equina
y la madera paradójica, hecatombe irremisible.

Por eso lanzó palos en llamas contra el monstruo
y el Caballo fue más que apariencia y sacrilegio.
Se edificó por el silencio que no soporta ya sus emociones
y los miedos que lo cargan sobre ruedas como vientre
repleto de rivales ocultos, como potro sin heno
que comerá los contenidos significativos y más finos
del discurso: el comunicar concreto, el sentido común,
la voluntad del pueblo. Laocoonte bajó del templo
sin la propuesta cósmica; en soledad será el único guerrero.

Peleará por la especificidad de su Troya invadida
por caprichos deificados (Febos que vuelan en la Nada),
Timbreos apolíneos y tiranos con la forma de serpientes.
Lo supuso: han de matar al hombre y condenarlo,
asfixiarlo con las temidas fuerzas del Abismo.

16.

Tal como él los vio: los sitiadores aqueos
son los mismos dragones que saltan
desde el oceánico poder de la neurosis
y se comen al ser, al ente vivo.

Que no haya revelación a las naciones
ni educación del ego individuante.
La iniciativa del ser por su consciencia
que se quede en lo profundo de las aguas,
en el vientre del mar ya custodiado
por los navegantes de la Nada.

Tal como Laocoonte sostuvo: La treta audaz
con que engañan los que huyen a la vida
(lo mismo que a la Muerte) es decir Sí y decir No
al mismo tiempo, en discurso circular,
que la Nada comunica, el a priori de los sinsentidos.

Un dios hay que no sabe qué hacer, o tiene miedo,
o rabia. O echa marometas, surtido de paradojas,
pues no sabe si ser bueno o ser perverso.

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