« Las juderías »



Por Carlos López Dzur

Dedicatoria

a Andrés Abram Lecsinka, Sara de Riga D. y Viktor Abram...

... a todos los que anhelan, por fe o por imaginación creadora, la Ciudad Deseada, Sión espiritual, comunidad tal en que los hombres y mujeres sepan enterrar en olvido eterno sus rivalidades, sufrimientos y fracasos, a fin de construir sobre el viejo Adam a su persona interior, al hombre nuevo. En el nivel más general de este proyecto, mi gratitud se extiende a 15,000 judíos que en la década del '50, forjaban con sus vidas en Cuba tal tarea creadora, haciéndola la isla de su esperanza.

... Aún el judío converso, Luis de Torres, el primero que pisó suelo cubano, fue adelantado en el propósito... Políglota e intérprete de Cristóbal Colón en su empeño de hallar las Indias. De Torres se estableció en Cuba...

... a las familias judías habaneras que, en 1914, fundaron la primera sinagoga en La Habana Vieja, entre las Calles Inquisidor y Luz, con el nombre de Chevet Achaim y a las primeras familias judías de Santiago de Cuba que, con el nombre de Sociedad Unión Israelita de Oriente de Cuba organizaron en octubre de 1924 la primera comunidad judía en Santiago de Cuba, cumpliéndose el sueño del madrijin Dr. Moritz Abram Matías, quien falleciera en 1910, sin haber visto materializado este sueño... a sus rabinos Isaac Chiprut Confi y Víctor Farin Serfati que, desde 1924 a 1967, mantuvieron en alto la Vara de Isaí...

... a los que construyeron, en 1957, el Templo Beth Shalom, en La Habana, a pesar de la dispersión, que arrancara el retoño de la Vara del suelo cubano, volcándolas sobre Miami e Israel. Desde 1948 al presente, 661 judíos cubanos han emigrado a Israel... a los poco más de 1,500 que persisten todavía en Cuba, forjándola como isla de la esperanza...

EL AUTOR

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Uno

Mi recuerdo de La Bodega

La Bodega había sido un almacén de víveres y vinos. Sucumbió en los años de la Gran Depresión. En el sótano, sus cavas estaban ya vacías. Descubrí la reminiscencia de enormes toneles. Una muchedumbre de ratas campeaba por sus respetos, huidizas en la oscuridad. En pasadizos, o túneles, se contenía su propagación o salida con venenos y trampas. La peste a ratón muerto me sorprendía en ocasiones. El tercer piso, también deshabitado, vacío, todavía guardaba indicios de mercaderías de sus viejos acopios.

A los siete años de edad, fui un experto conocedor del edificio.

En el primer piso, se habilitó la Clínica Médica de Benavito, que después compartió brevemente con el Dr. Otilio Matías y heredó mi padre. Había arrendamientos de oficinas comerciales y profesionales, como las que tuvo el ingeniero Leopoldo Matías Aarhus, la oficina de exportaciones de Novás Calvo, el bufete legal de los Díaz y las oficinas de viajes, boticas y maicerías, de otras gentes que no recuerdo. El edificio tenía tres ristras de ventanas barrocas del siglo XVII o XVIII, con logias voladizas y vidrieras emplomadas en el segundo piso, añadidas en 1900.

En el interior, descubrí el ancho alféizar de las ventanas y, por tanto, supe que antes que mi familia alguien tuvo allí su residencia. A principios del siglo XIX, la segunda planta del edificio se utilizó como escuela de música, lo que explica la cantidad de viejos instrumentos de viento y tambores destartalados que hallé en el declarado sótano.

El anterior propietario del edificio reforzó paredes, desde dentro y fuera de la enorme estructura, y ordenó que se hicieran cornisamientos o dinteles en las áreas habitadas como viviendas. En el exterior, a ras de la calle adoquinada, las paredes frontales del palazón, sin balcones frontales en la planta baja ni en la tercera, cada puerta de entrada o pórtico residencial, se flanqueaba con un largo y corrido macizo, sobre el cual se apoyaban los estilóbatos, con columnas cuadradas espaciadas cada veinte pies.

La estrecha calleja, sombreada por casas menores, tenía un tráfico humano intenso. Recuerdo muy pocos automóviles. Los transeúntes y, en especial, los pordioseros, a menudo utilizaban los macizos para sentarse y facilitar su tarea de mendigar. Mi padre me vedó mi salida a la calle. Le tomó tirria a la cáfila mendicante que se reunía en las cercanías de su puerta. Leopoldo también quiso eliminar los macizos que la gente tomaba por asiento. Mas, cuando yo salía con tío Andrés, me alegraba que él dijera: —¡Mira las parejitas! Son colegialas enamoradas y sus cucaracheros!

No tuve idea de sus metáforas, pero, al verlo tan curiosamente amistoso con tal muchachada, su mención de los cucaracheros me parecía un asunto feliz y sonreía a todo lo que él mencionaba.

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Dos

Ceiba Mocha

Benavito [1} dio a Andrés [2] una porción de hacienda en Ceiba Mocha (Matanzas), que él había utilizado para recreo o para aislarse en faenas de laboratorista en patología. Andrés nunca se interesó ni se interesaría en la agricultura y se la dio de palabra a su hermano, Viktor; pero, a mi padre tampoco le interesaría tal tierra, porque nació en los alborotos de la capital y, con los ojos puestos, en un más allá sin geografía. Siempre obsesiondo de saber si vio a Dios en realidad.

Afortunadamente, cuando Andrés, mis padres y yo, visitamos el cortijo de Ceiba Mocha y, medio en broma y medio en serio, Andrés me dijo:

—¡Mira tanta tierra sin labrar, mira donde puedes jugar! ¡Ahora ésto es tuyo!—, yo me sentí feliz. En mi imaginación, o en la ingenuidad de la niñez, creí contar con algo mío y hasta quise ser agricultor, mas no me atreví a declararlo a mi padre, porque yo tendría que ser médico, como él había dictado.

—¡Qué mucho espacio tendrás para correr!—, dijo mamá.

—¡Qué bueno eres, Andrés! ¿Me regalarás toda esta tierra?

—¡Te la dí!

Cuando regresé a La Habana, aquellos montes que recorrí como cabrito a sus anchas, todos los juegos de redescubierta instintividad y las exploraciones que realicé, aquellos olores de fruta y humedad, me los traje conmigo. Se me quedaron adentro, con irredenta represión que algún día restallaría, más allá de las márgenes de las casas sin patio en que viví.

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Notas

[1] Simón «Benavito» ben Abram (1875-1940), nació en Ceiba Mocha, hijo de Ruy López Abram y Mercedes Sbarbí y Villalobos. Vivió protegido en Suiza, entre 1895 y 1900, por el Dr. Otilio Matías de Neves (1850-1918), nativo de Valderas (León, España). Este último, también médico, vivió en Holanda, donde estuvo casado con Claudia Aargaus, de cuya unión nació Leopoldo («El Sueco»). En este último parto, muere la esposa holandesa de Otilio, en 1879. Posteriormente, el Dr. Otilio Matías se mudó a Basilea (Suiza) para rehacer su vida y la tristeza de esta pérdida. Extramatrimonialmente, fecundó a una enfermera, católica, que empleaba y nace Cristina, en 1884.

La resistencia de tal familia a que el Dr. Otilio Matías desposara a tal chica reafirmó su judaísmo tambaleante. La enfermera le dejó a la pequeña en su casa y no volvió a reestablecer contacto con el marido repudiado. En 1896, contrajo segundas nupcias con Carmen López, de cuya unión nace Emilio Matías López (1897-1962). Es cuando Benavito llega a Suiza. Casi al final de sus estudios, Benavito se establece en Matanzas, en 1901, donde ejerce la medicina. En 1906, sirvió como médico entre las tropas norteamericanas que sofocaron la rebelión liberal de los negros. Regresó a Suiza en 1906 y en la Universidad de Basilea finaliza su último año de especialidad como patólogo.

Ese año se casó con Alicia (1881-1941), hija de Paquira y Antonio López Abram. De 1902 a 1904, Benavito vivió en Baltimore para completar los requisitos de su especialidad médica. Se casó, propiamente, con Raquel, y en segundas nupcias. con Cristina Matías de Neves en 1917. Había tenido un hijo, no reconocido, con su prima Raquel, hija menor del Dr. Moritz Abram del que ella, por fidelidad y vergüenza, no confesó el nombre del progenitor.

[2] Andrés Abram («El Botellero») (1900-1972), hijo de Rachel Abram-Lecsinka (hijo putativo con su primo Benavito). Fue uno de los más prósperos miembros de la familia Abram, debido a que heredó las propiedades del Dr. Moritz Abram, quien a su muerte había heredado todo a su hija Rachel (o Raquel) y, nada, al parecer, a su hija Francisca María (Paquira), quien murió pobre y olvidada. También Andrés se benefició del reparto de herencia hecho por el Dr. Benavito ben Abram, por decisión testal correctiva de Cristina Matías de Neves. Sin embargo, por su carácter bonachón y su vida, que no fue asaz frugal, pero sí poco presuntuosa, Andrés hizo mejor uso de sus bienes y puso su fortuna a disposición de cualquiera quien la necesitara en su familia. Nunca se casó ni reconoció hijos, pero crió a una suya, que nació de Rosa Belén, y que llamó Alicia. Hay una ambigua historia intrafamiliar que señala que Alicia fue hija de Leopoldín Matías Dähl, porque Andrés y él compartieron la cama con la misma amante. Andrés se estableció en Miami, Florida, en 1965.

Continuación


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