Paralelas
Ahora que lo veía bien siempre había estado
enamorado de ella. Si, desde el principio. Desde aquella vez que la vio por primera vez en
la facultad. Pero lo que son las cosas, nunca había pasado nada. Quince años atrás tal
vez ella también hubiera estado interesada. No supo nunca. El momento no se presentó
jamás. Todas aquellas tardes en el café de la plaza, cuando había estado a punto de
decirle algo, habían quedado en la nada. Así que nunca fueron mas que un par de
compañeros, con ganas pero sin una oportunidad real de conocerse. Después él se
ennovió, se mudo de casa, empezó a trabajar como ingeniero y la vio muy pocas veces.
Supo que ella se había casado, que tuvo dos hijas, que se recibió. Alguien le contó que
viajaba mucho, que había empezado a dar clases en la facultad, que le iba bien. Tenían
amigos en común y siempre deseo secretamente que en alguna reunión se encontraran, que
la vida los pusiera otra vez frente a frente. Pero la suerte no los junto. Un par de veces
estuvo por llamarla y le pareció ridículo. Cómo, después de tantos años iba a
aparecer de la nada y decirle "nunca dejé de pensar en vos"? Sus vidas siguieron aparte, como las buenas paralelas. Se casó, tuvo un hijo, se divorció. Supo que ella se había ido a vivir al extranjero; que cada tanto volvía de visita y se propuso firmemente que un día la iba a llamar. O que en una ciudad tan chica, seguro que se encontraban. Y si, se encontraron. Pero no fue la suerte. Fue ella quien lo buscó. Habían pasado veinte años y ella, con aquellas locuras mágicas un día decidió organizar una reunión de ex-compañeros. Cuando recibió la carta no supo que hacer, ni siquiera que sentir. Solo a ella se le podía haber ocurrido una locura semejante. Rompió tantos papeles que decidió no mandar ninguno. Pero le dijo a una amiga común que si, que le gustaría ir a la reunión. La espera duró dos meses. En realidad, la espera había durado mucho, mucho mas. Años de tejer sueños, de irse acordando de ella en las distintas etapas de su vida. La verdad es que desde que se divorció se acordaba cada vez mas. Y cada vez se arrepentía mas de no haber encontrado las palabras aquel día en el café. El encuentro fue mucho mejor de lo que se había imaginado, de lo que había ensayado una y otra vez. Ella se acordaba, claro que se acordaba. Y nunca había dejado de intrigarla por que él no había dicho nada. Tenían tanto para decirse que la noche no les alcanzó. Los dos habían aprendido que cuando un sueño se vuelve realidad hay que atraparlo y dejarlo ser, que a lo mejor pasa rápido, y si lo analizas mucho se deshace. Ella le dio la dirección, el teléfono y le dijo que en el próximo viaje tenían que volver a verse. El quedó en las nubes. Tan en las nubes que ahora en otro país, lejos del suyo y del de ella, necesitaba contárselo a alguien. El la conocía también. De la facultad. Pero ese no fue el motivo que tuvo para contárselo. La soledad a veces te juega malas pasadas, y cuando hace ya tres meses que estas en un país que no habla tu idioma y te faltan otros tres para terminar el trabajo, necesitas hablar con alguien. Así que aquella noche, aprovechando la invitación hecha al pasar, se fue - con varias botellas de ese vino rosado portugués - al departamento de aquel ex-compañero y tal vez futuro amigo. El lo escucho, entre vinos y sonrisas, y dijo poco. No importaba, no necesitaba oír sino que lo oyeran. Descargar de una buena vez aquella carga de tantos y tantos años. Ir contando desde el principio, desde aquellos cafés indecisos, de la soledad y el mal gusto a después, hasta la carta, y por fin el encuentro. El otro seguía sonriendo con su sonrisa comprensiva y cordial. Había empezado a salir el sol sobre San Pablo y se sentía bien. Por primera vez había podido hablar con alguien de ella, nada mas que de ella. Bueno, de ella y de él. Se habían encontrado y probablemente - no, seguramente - después de los próximos tres meses de soledad y suplicio la volvería a ver. Y ahí si, diría todo lo que no dijo, todo lo que había sentido y sentía, y a lo mejor hasta comenzaría una nueva vida con ella. Era tarde y después de almorzar tenía una reunión, así que decidió pedirse un taxi. El otro le señalo el cuarto donde estaba el teléfono. Y si, un teléfono verde adornaba la mesita de luz. Un teléfono maldito, destructor, roba sueños. Un teléfono al lado de una foto dedicada de ella. |
Regresar | Principal |