- Otra vez siento bajos mis talones el costillar
- de Rocinante, vuelvo al camino con mi adarga
- al brazo.
- Hace de esto casi diez años, les escribí otra
- carta de despedida.
- Según recuerdo, me lamentaba de no ser mejor
- soldado y mejor médico ; lo segundo ya no me
- interesa, soldado no soy tan malo.
- Nada ha cambiado en esencia salvo que soy
- mucho más consciente, mi marxismo está
- enraizado y depurado, creo en la lucha armada
- como única solución para los pueblos que
- luchan por liberarse y soy consecuente con mis
- creencias. Muchos me diran aventurero, y lo
- soy, sólo que de un tipo diferente y de los que
- ponen el pellejo para demostrar sus verdades.
- Puede ser que ésta sea la definitiva. No lo busco
- pero está dentro del cálculo lógico de probabili-
- dades. Si es así, va un último abrazo.
- Los he querido mucho, sólo que no he sabido expre-
- sar mi cariño, soy extremadamente rígido en mis
- acciones y creo que a veces no me entendieron.
- No era fácil entenderme por otra parte, créanme,
- solamente hoy. Ahora, una voluntad que he pulido
- con delectación de artista, sostendra unas piernas
- flácidas y unos pulmones cansados. Lo haré.
- Acuérdense de vez en cuando de este pequeño
- condotieri del siglo XX, un beso a Celia, a Roberto,
- Juan Martín y Patotín, a Beatriz, a todos. Un gran
- abrazo de hijo pródigo y recalcitrante para ustedes.