La Cleptómana (Manuel Luna)

 

Era una cleptómana de bellas fruslerías

robaba por un goce de estética emoción.

Linda, fascinadora, de cuyas fechorías

jamás supo el severo Juzgado de Instrucción.

 

La conocí una tarde en un comercio antiguo

hurtando un caprichoso frasquito de cristal

que tuvo esencias raras y en su mirar antiguo

relampaguea un oculto destello de ideal.

 

Se hizo mi camarada para cosas secretas

cosas que sólo saben mujeres y  poetas.

Pero llegó a tal punto su indómita fisión

que perturbó la calma de mis serenos días.

 

Era una cleptómana de bellas fruslerías

y  sin embargo quiso robarme el corazón.

1