Entrevista a Frank Delgado (Chile)
Enviado el Friday, 06 July a las 15:10:14 por zeta

Quien intente entrevistar a Frank Delgado tiene que ir armado de paciencia. Debe prepararse para cualquier eventualidad: desde un festín con sus amigos a la misma hora de la entrevista, hasta una espera larga porque aun no almorzó.

La conversación  puede terminar abruptamente si su compañera, también periodista, lo interrumpe para anunciar que le tocan sus ejercicios. «Espérame, voy contigo», le dice el cantante, aunque quedan varias preguntas en la batería. Es que Frank Delgado no respeta las formalidades y posee un gran sentido del humor.

 

Carlos Varela, Santiago Feliú, Gerardo Alfonso y él fueron una especie de mosqueteros que desde jovencitos se empeñaron en cambiar las cosas mediante la música. Como casi todos los cubanos, ellos también sonaban con el ano 2000: para entonces, habrían visto el camino libre de amarguras y contrariedades. Pero el 2000 no consideró las ilusiones y llegó sin las bondades prometidas, envuelto incluso en más contradicciones. Los encontró tragados por el desasosiego de la sobrevivencia individual, sin aquella hermandad que solía reunirlos en el cuartel general que era la casa de Varela, en El Vedado. Los sueños se trocaron por el pragmatismo.

Delgado es un buen músico que domina los géneros cubanos, entre ellos la guaracha, pero también tiene sensibilidad para canciones del amor más tierno: «Ella dice que me ama, aunque no quiere que yo sea el único hombre que duerma en su cama. Y yo me trago el inmenso dolor de no ser exclusivo en su alma. Cuando yo tomo su mano en la calle, no me importa que hable de Bosnia o el Timor oriental, ni que sea terrorista y se empeñe en hablarme en su lengua natal.»
Es cáustico y mordaz. Aprendió a vivir con su rebeldía sin enfermarse. Sus canciones, que buscan más el contenido que la poesía, le sirven de válvula de escape: es cuando toma un lápiz y les pasa la cuenta a quienes cree que son los culpables de una vida con la que está insatisfecho.

¿Crees que ciertos fenómenos y sucesos de Cuba sólo pueden exponerlos y reflejarlos con objetividad la generación que los vive y los siente?
Cuando el artista está metido en una situación, tiene más visión del asunto, pero seria muy aburrido prohibirle hacer una canción sobre un hecho que no conoce. Hay quienes han escrito canciones sobre la guerra de Kosovo sin haber participado en ella. Algunos hicieron otras sobre Angola sin haber estado allí. Yo estuve seis meses y tengo una canción, quizás más abarcadora, más útil para establecer una complicidad con quienes combatieron. Yo me atrevería a escribir alguna pieza aun sin estar totalmente involucrado en el tema.

Pero no sueles hacerlo, tus canciones nacen de hechos, de situaciones que se dan en Cuba.
Generalmente, pero tal vez tenga algún tema que no haya nacido de una experiencia personal.

¿Por qué últimamente pasas mitad del tiempo en el extranjero y mitad en Cuba?
Porque aquí la música no aporta nada, menos aun la que yo hago, que es para cantar en teatros, cafés, peñas, que, por otro lado, no es la ideal para entonar mucho tiempo porque la gente se puede aburrir. Nosotros, los artistas, estamos entre los profesionales y trabajadores que más aportamos al presupuesto nacional. En uno de mis conciertos en el teatro nacional, con dos mil 400 personas, se recaudaron 10 mil pesos. En cualquier otro país, yo me hubiera llevado el 70 por ciento de esa suma, 7 000 pesos, que en Cuba alcanza para vivir unos cuantos meses, pero nosotros los ingresamos al presupuesto nacional, con lo que ayudamos a otros artistas -porque el Teatro Nacional utiliza ese dinero en el pago a quienes, por ejemplo, actúan en el Delirio Habanero. Claro, yo no me pongo bravo con ayudar a otras personas, creo en la distribución equitativa de la riqueza. Pero el arte es caro, mi guitarra me costó mil 200 dólares. Ninguna mecanógrafa tiene que comprar su máquina de escribir, el Estado se la pone para que trabaje, mientras yo, que soy tan estatal como ella, pero que aporto mucho al presupuesto, tengo que comprar mis instrumentos. Por eso hace nueve años empecé a viajar para ganar dinero y regresar a trabajar decorosamente. Tengo que viajar también para producirme mis discos, que suelo traer a Cuba y venderlos en los recitales, cuando la gente los compra y hacen copias, una especie de distribución vertical y democrática de la cultura: ni gana la companía disquera ni gano yo, sino la gente. Quien se puede afectar económicamente soy yo, y no me importa en este caso. Pero para eso, una parte del año debo ir a otro país, montarme en guaguas, recorrer pueblito por pueblito, para hacer, al final del recorrido, dos mil dólares.

¿Por qué tus discos no se ven en Cuba?
Yo le ofrecí hacer uno a Bis Music, pero me pidieron que se lo regalara. Me parece que debería obtener alguna remuneración por una obra que antes yo pagué. En última instancia aceptaría donar el dinero recaudado por la venta del disco a una causa justa como el SIDA. Lo que no tolero es que una empresa haga negocios con mi obra sin que yo gane nada. Si no hay mecanismos para pagarme, como me explicaron, lo siento, pero no regalo un disco. Yo pensé que cuando fueron a parar a Bis Music ciertas personas en las que confiaba, como Alberto Faya y Toni Pinelli, las cosas iban a cambiar, pero no, es como una ciudad capitalista dirigida por un alcalde comunista, que no puede hacer nada porque las leyes ya están escritas. Por suerte, ahora hay un montón de estudios a los que se puede tener acceso. A mí me tocó la época más fea: cuando existía solo la EGREM, un estudio atrasado y pobre, con una consola que había regalado Billy Joel cuando vino a La Habana en 1979. Yo vine a grabar mi primer disco en 1995.

¿No te preocupa que tus canciones, tan coyunturales, mañana ya no interesen a nadie?
Uno no sabe cuándo van a trascender las canciones. Hay muchas que fueron efímeras por circunstancias históricas y terminaron siendo universales. El corrido de Juan Sin tierra, nacido durante la revolución mexicana de 1910, aún se canta en todo el mundo, es bandera de los movimientos sin tierra en Brasil.

Sí, pero aún existen causas que mantienen vigentes esas canciones. Pero en el caso de que mañana desaparezcan las jineteras, los apagones, las paladares... las tuyas no se justificarán.
Tal vez mis canciones sirvan para que dentro de 20 anos una maestra les hable a sus alumnos de las muchachas que se detenían en la quinta avenida. Algunas personas que pretendían que yo hiciera determinado tipo de música, siempre han criticado que mis obras están hechas de lugares comunes, cosas que pasan en el microcosmos que es La Habana. Pero son canciones que hablan de una realidad de la que se nutren, y por eso son auténticas. La gente que quiere acercarse a este país tiene que contar con mis canciones, con las de Carlos Varela, las de Gerardo Alfonso, las de Santiago Feliú, las de Silvio Rodríguez. Pero sobre todo con las nuestras, que hacemos menos poesía y describimos más. Los aplausos y las risas que están en mis discos son como un diccionario activo. ¿Por qué la gente aplaude cuando escucha. una referencia a la doble moral? ¿Qué sería del mundo si todos los compositores hicieran canciones del éter? Para eso están los Ricky Martin, los Enrique Iglesias, de quienes nadie se va a acordar dentro de 20 anos. Puede ser que para entonces ya no existan jineteras, pero el tema contó una historia. Habrá otra visión de las relaciones comerciales entre Cuba y España, pero ahí está mi canción, que refleja una época en esos vínculos. No habrá apagones, pero sí una canción sobre la etapa en que los hubo. Yo no sé si es una inmodestia tremenda, pero me parece que para conocer a este país hay que contar con esas canciones. El tiempo dirá si servirán para contar historias o las historias se repetirán bajo otras circunstancias.

¿Dónde sueles presentarse cuando sales de Cuba?
España y Argentina son los países que mas he visitado, aunque también he conocido Chile, México, algunas naciones de Europa. Suelo buscar circuitos modestos, sitios del interior donde es menor la competencia. Muy pocos artistas cubanos salen del país con contratos, la mayoría somos luchadores de circuitos modestos.

¿Los grupos salseros viajan en iguales condiciones?
Las orquestas grandes sí van con contratos, pero generalmente son muy malos. Las empresas cubanas se llevan mucho dinero, la mayor parte, mientras los músicos se quedan con casi nada. No dudo del destino noble de ese dinero, uno no puede ser egoísta, pero aspiro a más generosidad con quienes lo aportan. La situación del músico cubano es difícil. Los restaurantes, hoteles, cabarets de este país, están llenos de tríos, algunos de ellos con artistas muy buenos, incluso trovadores, porque tienen que mantener a su familia. Yo nunca he tenido que hacerlo, pero no sé qué puede pasarme mañana. A lo mejor un día me veré con unas maracas en un restaurante. Me afeitaré y me pelaré para que no me conozcan.

¿Tus presentaciones fuera de la Isla llevan los mismos repertorios que las locales?
En los recitales en el extranjero soy más un juglar, hago historias cubanas a personas que no conocen qué es una paladar, las jineteras, nuestros problemas migratorios. Me divierto mucho cuando hablo de las paladares, la gente se cae de risa con esa cosa medio surrealista. Tengo la sensación de que cuando toco en el extranjero, quienes no conocen Cuba se llevan un conocimiento de primera mano, y quienes se creen que saben, de pronto se ven confundidos. Hay gente que tiene una idea estructurada de lo que es el país, para bien o para mal, y después de escuchar mis canciones, les bajo las defensas a estos dos públicos extremos. Es muy divertido el desafío a la comunicación en el caso de mis canciones.

¿No te preocupa que tus canciones, tan coyunturales, mañana ya no interesen a nadie?
Uno no sabe cuándo van a trascender las canciones. Hay muchas que fueron efímeras por circunstancias históricas y terminaron siendo universales. El corrido de Juan Sin tierra, nacido durante la revolución mexicana de 1910, aún se canta en todo el mundo, es bandera de los movimientos sin tierra en Brasil.

Sí, pero aún existen causas que mantienen vigentes esas canciones. Pero en el caso de que mañana desaparezcan las jineteras, los apagones, las paladares... las tuyas no se justificarán.
Tal vez sirvan para que dentro de 20 anos una maestra les hable a sus alumnos de las muchachas que se detenían en la quinta avenida. Algunas personas que pretendían que yo hiciera determinado tipo de música, siempre han criticado que mis obras están hechas de lugares comunes, cosas que pasan en el microcosmos que es La Habana. Pero hablan de una realidad de la que se nutren, y por eso son auténticas. La gente que quiere acercarse a este país tiene que contar con mis canciones, con las de Carlos Varela, con las de Gerardo Alfonso, las de Santiago Feliú, las de Silvio Rodríguez. Pero sobre todo con las nuestras, que hacemos menos poesía y describimos más. Los aplausos y las risas que están en mis discos son como un diccionario activo. ¿Por qué la gente aplaude cuando escucha una referencia a la doble moral? ¿Qué sería del mundo si todos los compositores hicieran canciones del éter? Para eso están los Ricky Martin, los Enrique Iglesias, de quienes nadie se va a acordar dentro de 20 anos. Puede ser que para entonces ya no existan jineteras, pero el tema contó una historia. Habrá otra visión de las relaciones comerciales entre Cuba y España, pero ahí está mi canción, que refleja una época en esos vínculos. No habrá apagones, pero sí una canción sobre la etapa en que los hubo. Yo no sé si es una inmodestia tremenda, pero me parece que para conocer a este país hay que contar con esas canciones. El tiempo dirá si servirán para contar historias o las historias se repetirán bajo otras circunstancias.

¿Cómo te viste involucrado en la guerra de Angola?
La sección política de las FAR invitó a 12 artistas cubanos a pasar seis meses a Angola compartiendo algún tipo de mando en las tropas. De ellos, fuimos cuatro: el pintor Julián Muñoz, la escritora Cira Andrés, una directora de televisión, Silvia Gauna, y yo. Los compatriotas para quienes cantaba preferían un bolerón de Orlando Contreras. De todos modos escuchaban mi música, pero después me pedían «un bolerito» de cantina, con vitrola y todo. Me hicieron cantar tanto bolero de vitrola, con los que ellos hacían una especie de catarsis, que cuando regresé a Cuba compuse una pieza que titulé Bolero de vitrola.

¿De qué te sirvió ir a Angola?
Lo más interesante para mí fue conocer al ser humano cuando está fuera, lejos de su país, cómo se encierra y se protege con la nostalgia, cómo una simple carta es tan importante, cómo las pequeñas cosas a las que normalmente uno no hace mucho caso, en esas circunstancias tienen tanta importancia, por ejemplo, una misanga, en la que se ponía una bandera cubana, otra de la madre, una de Fidel y alguna de Agostino Neto. La gente se volvía muy elemental en ese sentido. Eso fue lo que más me aportó. Sin embargo, no volvería a ir. No me gustaría que la gente tuviera que estar fuera de su país de ese modo. La canción la hice acabando de llegar de allá. Refleja toda mi confusión de hace 11 anos.

En una de tus canciones hablas de muros que por fin se han caído. ¿Ves beneficios en el derrumbe del socialismo real?
El muro de Berlín tenía que caerse. Un país no puede estar dividido artificialmente. Estoy de acuerdo con Fidel Castro en que el mundo se volvió unipolar, muchos estados de bienestar europeos lo son porque existía el socialismo, los sindicatos reclamaban en competencia con los países socialistas. Tras la caída del muro, muchos de ellos se convirtieron en neoliberales: Francia, España, Inglaterra. En resumen: los países no podían ser cerrados. En cuanto a Cuba, se ha abierto bastante. Antes, para viajar, había que ser mago. Ahora es fácil si alguien te invita y la embajada del país concede la visa. La gente necesita sentirse libre de pensamiento. Los países socialistas tenían personas muy cultas —el socialismo trajo consigo la educación y facilitó la cultura, como aquí— aunque después a veces eso se convirtió en bumerán entre la gente que se sabía inteligente, preparada. Menos mal que se han caído esos muros. Pero como dice Fidel, están levantando un muro en el Río Bravo, mucho más sofisticado que el de Berlín, con rayos infrarrojos para detectar a los inmigrantes por la noche y una cerca gigantesca.

¿Has sentido rechazo institucional a tus canciones críticas?
Si en la radio no pasan mis canciones, es porque hay rechazo institucional, porque las emisoras no son privadas. Lo que compensa mi situación es el público, que hace que la difusión sea subterránea, medio loca, que de pronto entres en Santa Clara y sientas a la gente haciéndote coro. Hace tiempo dejé de pensar en las instituciones. Yo pertenezco a una empresa, pero no cobro por ella. Me pagan cuatro pesos y 75 centavos por cada concierto, que me gasto en cuatro refrescos en el Puente de Hierro. El problema es que soy artículo 25, es decir, no estoy evaluado. Mi manera de protestar contra la evaluación es no evaluándome. Todos los trovadorcitos nuevos están evaluados. Pero los artistas no se miden con la vara rasa de la frialdad de la técnica. Puedo tocar mal la guitarra, puedo ser desafinado, pero soy un comunicador, las cosas que digo son inteligentes. Sé que estoy pagando mi soberbia, porque pudiera evaluarme y enganarme y ganar 350 pesos al mes, pero no quiero, a los artistas no se les mide de ese modo. Lo importante es la comunicación con el público.

¿Nunca le has hecho una canción a la economía del país?
Escribí Espíritu y consumo, pero sobre la economía doméstica, que es la que interesa a la gente. Una canción sobre la economía nacional me parecería muy aburrida. Prefiero agarrar la domestica, la que nos afecta. Lo demás es pura abstracción. El tipo que vive bien dice: ¿verdad que hay crisis en el mundo?

¿Por qué se dividieron los trovadores de tu generación?
No había oportunidad para cofradías en aquella época. Era difícil, por ejemplo, que nos sacaran del país, a la vez, a nosotros cuatro -Carlitos, Santiago, Gerardo y yo. Carlos se asoció con Amaury Pérez para ir a México, Silvio lo llevó a España, también a Santiago, a mí me invitó a España como 15 años después. Yo me quedé detrás. Por suerte, ya tengo un público que va a verme.

En uno de tus últimos recitales en Casa de las Américas parecías solo, se sentía la separación entre ustedes, no había ninguno de ellos entre el público.
En el que hice unos días después, en el centro Pablo de la Torriente Brau, estuvo Santiago, en otro anteriormente en Casa de las Américas estaba Gerardo, Carlos Varela asistió al último que hice en el Teatro Nacional. El problema es que no los invito, ellos tampoco a mí. Pero disfruto sus conciertos porque hacen la música que prefiero.

¿En qué estado se encuentra la canción cubana?
Yo estuve hace un tiempo en un encuentro con la tropa cósmica de fanáticos de Silvio por Internet, y cantaron más de 20 trovadores cubanos. Abundan los compositores. No sé cómo puede encauzarse tanto talento.

Pero Amaury Pérez ha dicho que hay una especie de crisis de la canción, de la balada.

Pero es que él no va a los encuentros de la tropa cósmica. Si él entiende por balada lo que canta Luis Miguel, eso no encierra riqueza musical. En Cuba hay demasiados buenos músicos y compositores. Que no hagan baladas es otra cosa. Aunque, pensándolo bien, es mejor, la balada es lo más superficial y estructural del mundo.

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