DON CORNELIO (1984-1989)

 

Para tratar de hilvanar la historia de Don Cornelio es necesario ir delineando algunos datos fundamentales. Al menos nos pueden proporcionar un punto de partida tan válido como cualquier otro en este intento -vano, por supuesto- de aprehender lo inaprehensible.

Originarios de Flores, comienzan a fines de 1984. Los oscuros años del "proceso" empezaban a quedar atrás, la música de rock conseguía ocupar un lugar en los medios, y aparece una nueva camada de bandas que acompañan el "destape" y la necesidad -conciente o inconciente- de olvidar la pesadilla con una música presuntamente divertida.

Entre ellas, como una oveja negra que levanta su cabeza en medio del rebaño, surge Don Cornelio y La Zona.

Integrantes fundadores: Alejandro Varela, guitarra, Claudio Fernández, batería y Palo, cantante y ocasional guitarrista. Había también un bajista y un saxofonísta cuyo nombre la memoria no rescata. Se llamaban por entonces "La Banda de Don Cornelio" y definían su música como "grotesco urbano". Hacia 1985 habían reducido su nombre simplemente a "Don Cornelio" y entrando a una onda más "Fashion", impactados por el "New Romantic" en boga en ese momento y las posibilidades que parecía abrir para la música la aparición de la nueva generación de instrumentos "Tecnológicos", con los sintetizadores a la cabeza.

Es el momento en que palo cantaba con pantalones de razo, un par de chicas hacían coros -pero fundamentalmente "decoraban" el escenario-, y Varela punteaba desde una impactante guitarra -sintetizador. Esto coincide con la entrada del tecladista Daniel Sais, quien luego continuaría su carrera en Soda Stereo, y del saxofonista (y ocasional flauta traversa) Fernando Colombo. Paralelamente empiezan a aparecer letras con una orientación mas psicologista, que irían delineando su particular forma de poesía -de influencias tan diversas como el primer rock nacional, los simbolistas, Freud, y los poetas malditos de dentro y fuera del rock- que alcanza una temprana culminación con "El Rosario en el Muro" compuesta a fines del 85.

Dentro de la rápida evolución que atraviesan, el 86 es también un año de cambios. Entra una pieza clave que consolida la musicalidad de la banda y termina de completar -junto a Palo, Claudio y Alejandro-, el cuarteto básico que constituye su esencia: el bajista Federico Ghazarossian. También ingresa el que sería su tecladista definitivo, el marplatense Daniel Gorostegui Delhom. La coraza "tecno" empieza a resquebrajarse, y aparecen canciones de forma más libre y sonido más rockero. El nombre del grupo atraviesa una etapa de tironeo entre "Don Cornelio" y "La Zona", para estabilizarse finalmente en "Don Cornelio y La Zona", mientras que la música es definida ahora como "psicodelia romántica". El ruido que venían haciendo en el underground comienza a verse reflejado en los medios especializados, sobre todo a partir de una comentada actuación en el festival Subterock, realizado en Palladium.

No solo llaman la atención de la prensa: también de gente como Daniel Melero, que acostumbraba cantar con ellos en sus recitales, y los Redonditos de Ricota, que mencionaban elogiosamente al grupo en las entrevistas, e incluyeron a Claudio como invitado (en vivo y en estudio) durante la época del L.P. "Oktubre". Todo esto condujo a un ofrecimiento de Fernando Marino y Fabián Couto para grabar en su flamante sello Berlín Records, que intentaba atrapar la "nueva movida" porteña firmando también con grupos como El Corte y Los Pillos.

El ‘87 es el año de la "explosión" de los Cornelio. Con la producción de Andrés Calamaro registran su primer L.P. titulado simplemente Don Cornelio y La Zona, consiguiendo un impacto inmediato con Ella Vendrá, que se convierte en el gran "hit" del grupo, y también con El Rosario en el Muro y Tazas de Té Chino. Su status ascendente se ve reforzado por una presentación en Obras teloneando a Fito Páez, que presentaba "Ciudad de Pobres Corazones". Al terminar el año son elegidos unánimemente como grupo revelación, tanto en la encuesta del diario Clarín como en las de las revistas Pelo y Rock & Pop, y esta impresión se ve corroborada por una impactante actuación en el Festival Chateau Rock, en Córdoba, a comienzos del ‘88.

A pesar de este panorama exitista, las aguas de Don Cornelio seguían en perpetua agitación. El grupo reaccionó violentamente contra el éxito obtenido por Ella Vendrá y como resultado -sumado esto a la inestable situación del país- surge una música cada vez más abrasiva, cruda, desgarrada, que utiliza el ruido y el acople, cercana al punk y las vertientes más viscerales del rock. Esta dirección ferozmente individualista y comercialmente suicida (por lo menos a los ojos del "stablishment" del negocio musical) se vió confirmada con la aparición a mediados de 1988 de su segundo disco, Patria o Muerte que ya desde su título planteaba tanto un desafío como una ácida broma. Fué grabado en 140 horas en horarios matutinos, y producido artísticamente por el propio grupo junto al técnico de grabación Mario Breuer; la alineación era la misma del anterior, excepto que ya no estaba Fernando Colombo y había ingresado Serguei Iskowitz en trompeta. Su aparición en Obras teloneando a Iggy Pop en su primera visita a nuestro país, en agosto del mismo año, consolidó la nueva orientación musical.

Esta voluntaria recorrida desde el éxito hasta el underground (el camino inverso al que transitan la mayoría de los grupos) se profundizó en 1989, con el desgarramiento interno y externo del grupo reflejado en una música gritada que resonaba en lugares cada vez más marginales, como el Parakultural y Medio Mundo Varieté. Sin embargo, Don Cornelio ya comenzaba a dar la vuelta y encontrar una síntesis de sus dos etapas -poesía y melodía unidas al rock directo-, como puede verse en los demos que registraron para lo que iba a ser su tercer L.P.

Lamentablemente, este iba a quedar sólo en proyecto. La hiperinflación del último período alfonsinista -que hizo que la grabación del tercer disco se postergara sin fecha cierta-, unida al desgaste interno de la banda determinaron que, después de su último show en Babilonia en diciembre del ‘89, Palo y Alejandro decidieran de común acuerdo dar por terminada la experiencia a comienzos del nuevo año. Palo ya estaba armando junto a Federico su nuevo grupo Los Visitantes, y Alejandro su proyectada banda de blues, King Size. Pero esa es otra historia.

De ésta queda como testimonio la música desafiante e imaginativa contenida en sus dos discos de estudio y un disco en vivo editado mucho después de su disolución. Vibrantes canciones hechas por unos pibes de barrio embriagados de rock’n’roll y poesía. Unos tipos que se atrevieron a revalorizar la vigencia del primer rock nacional (Pappo’s Blues, Pescado Rabioso, Invisible, Aquelarre, Color Humano, entre otros) como fente de inspiración y recontextualizarlo, mucho antes de que el "Canción Animal" de Soda Stereo y "Tango Feroz" demostraran las posibilidades comerciales de esta idea. Unos músicos que en plena vigencia de las canciones "divertidas" se animaron a buscar la trascendencia, ardiendo en el escenario en medio de ráfagas eléctricas , y quemándose en su propio fuego. Que se acercaron, en fin, a un estudio de grabación no con la idea de conseguir el éxito sino con la intención de -absolutamente descabellada en ese momento- de crear "algo trascendente que pueda ser escuchado dentro de diez años". Lo consiguieron. En sus discos está la prueba.

Claudio Kleiman

 

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