Sin duda, el de The Doors es uno de los mejores discos de debut en la historia del rock. En él se encuentran ya todos los elementos definidos de un estilo único. De hecho, es curioso que no obstante haber influido a tantos artistas desde entonces el sonido "Doors" no haya sido ni siquiera imitado. Esto se debe en mucho al inconfundible órgano de Ray Manzarek. Sólo unos pocos grupos después de the Doors fundarían su sonido con base en los teclados (muchos de ellos progresivos): Procol Harum, Deep Purple, Emerson Lake and Palmer, Yes. No obstante, The Doors siempre se consideraron, antes que nada, un grupo de blues. Pero, para estar a tono con la época, era un blues sicodélico, que manaba de otras fuentes paralelas: el jazz, el flamenco, la música oriental y hasta la ópera. El disco abre con el primer sencillo del disco "Break on through (to the other side)", un comienzo demoledor. El sonido toma por sorpresa al oyente y no lo suelta hasta que ya se encuentra inmerso en la potencia del órgano y la voz dura y quebradiza de Morrison. "Soul kitchen" es una especie de blues hipnótico que sirve de preámbulo a una de las más bellas canciones del grupo: "The crystal ship". "Alabama song" de Weill y Brecht, es una puesta al día de esta melodía proveniente de "Ascenso y caída de Mahogany". El super éxito "Light my fire" es una verdadera explosión musical, donde todos los elementos del grupo aportan su genialidad. "Back door man", el clásico blues de Willie Dixon, nos muestra a un enchapopotado Morrison en una convincente caracterización de padrote pasado. Finalmente, el "drama edípico" de "The End" demuestra que The Doors era todo menos un grupo inofensivo. La misma estructura de esta canción sería utlizada por Morrison en otras composiciones "épicas", como "When the music's over" y con menor éxito en "The soft parade", pero que tendría su máxima expresión en "The Celebration of the Lizard". La fórmula, si se puede llamar así, se basa en el recurso de iniciar con una melodía aparentemente inofensiva, para luego, una vez que se tiene atrapado al oyente, involucrarlo de golpe en las profundidades del inconciente y los símbolos más temibles. El grupo tardaría mucho en volver a lograr las alturas alcanzadas en este primer disco.
Este segundo álbum es una continuación
del anterior, pero al mismo tiempo, es más experimental, explorando
nuevas posibilidades de sonido y madurando el estilo del grupo. De hecho,
podría hacerse un excelente, único disco, si se tomaran las
mejores canciones de éste y el anterior. "Strange days" sería
una especie de "Break on through II" si no fuera por el melotrón
que utiliza Ray Manzarek (de hecho, fueron el primer grupo en utilizar
este nuevo instrumento electrónico). "You're lost little girl" es
una hija idiota de "Crystal ship", que se salva por la intensa interpretación
de Morrison. "Love me two times" es un rock machacante y festivo.En "Horse
latitudes", el grupo explora los terrenos de la música concreta
y avant garde, con un excepcional poema de Morrison. "Moonlight drive"
es histórica, no sólo porque fue la primera canción
que le cantó Morrison a Manzarek sino por la guitarra de Krieger,
gimiendo, subiendo y bajando en un verdadero orgasmo
musical. "People are strange" es
lúgubre y melancólica. "When the
music's over" es, sin duda, una de las mejores canciones
del grupo, otra composición épica,
con una interpretación memorable de Morrison y, en
general, de todo el grupo.
El síndrome del tercer disco también
le llegó a The Doors. El plan original era grabar "The Celebration
of the Lizard" en un lado, pero nunca cuajó en el estudio, por lo
que sólo incluyeron una parte, "Not to touch the earth". Aunque
contiene otro gran éxito, "Hello, I love you", en general el álbum
no tiene la unidad y la fuerza de los dos anteriores, pues la mayoría
de las canciones son flojas. Sólo se salvan "Love street", melódica
y sentimental; "Spanish caravan" y "My wild love" intentan recuperar el
espíritu de experimentación del disco anterior con resultados
dudosos. Paradójicamente, el álbum contiene las composiciones
más
beligerantes y provocativas del grupo: "The unknown
soldier" y "Five to one".
Los problemas en el grupo ya eran evidentes al aparecer
el que sin duda es su peor disco. Morrison contribuyó muy poco en
este álbum y les dejó la responsabilidad a los demás,
y lo único que se les ocurrió fue incluir una sección
de metales que enturbió su
sonido, antes bien definido e inconfundible. Krieger
tomó la estafeta de la composición y demostró su poco
talento lírico, que inevitablemente necesitaba de Morrison, como
queda demostrado en "Touch me". Sólo se salvan "Shaman's blues",
con Morrison en plan egocéntrico, "Wild child" y "The soft parade",
una composición épica desafortunadamente fallida, a pesar
de su impresionante inicio, con un Morrison casi blasfemo.
Después del incidente de Miami, a partir
del cual les cancelaron casi todas las presentaciones que tenían
contratadas, el grupo tuvo más tiempo para componer y dedicarse
a lo suyo: el blues rock sin concesiones. Con una voz más madura
y excelente para el blues, Morrison vuelve a
sus raíces musicales. Desde la apertura demoledora de "Roadhouse
blues", el rock sincopado de "You make me real" y la saltarina melodía
de "Peace frog", hasta la intimidad de "Queen of the highway" y la ominosa
pesadez de "Maggie M'Gill". Su mejor disco en casi tres años.
Los ejecutivos de la disquera estaban tan ansiosos
por las pocas ventas que logró el disco anterior (fue el primero
que no tuvo ningún éxito sencillo), que sacaron casi simultáneamente
una recopilación ("13") y este disco en vivo, que trató de
ser un "documental sonoro", constituyendo apenas un acercamiento a la excitación
que provocada por The Doors en concierto. Contiene un puñado de
canciones que no se incluyen en ningún disco anterior
de estudio, como "Build me a woman" y "Universal
mind". Pero sobre todo vale la pena
porque tiene la versión completa de "The
Celebration of the Lizard".
Resulta casi paradójico que el mejor disco de la carrera del grupo haya sido un álbum de blues rock. En esta ocasión prescindieron de los servicios de Paul A. Rothchild, su productor y virtual "quinto miembro" del grupo, y se dedicaron ellos mismos a producirlo. Con este disco, el grupo continúa la línea emprendida con "Morrison hotel" y se sumerge una vez más en sus raíces, con ejecuciones precisas y rayando el virtuosismo. Morrison está mejor que nunca, con una vozprofunda y cascada por el alcohol y el tabaco, como sacada de las profundidades de un bar de blues de Chicago. El sonido del álbum es seco y directo desde el inicio con "The changeling". Con "Love her madly" el grupo se reencuentra con los éxitos sencillos. "Been down so long" es un blues rock duro, machacón y despiadado. "The car hiss by my window" y "Crawling king snake" es una muestra fehaciente de que The Doors siempre fue un genuino grupo de blues. "L. A. woman" se disputa, con "When the music's over", el título de la mejor cnación de The Doors: como en muy pocas ocasiones el grupo está concentrado y su interpretación es virtuosa y única. Con "Riders on the storm" vuelve la experimentación, ahora con un textura tersa de jazz para un texto lúgubre y macabro de Morrison sobre un "asesino en el camino". "The Wasp (Texas Radio and The Big Beat)" es otra canción extraña y experimental, como "L'America". "Hyacint house" es considerada la canción más triste escrita por Morrison. En resumen, un disco excelente, un digno testamento para uno de los mejores grupos de la historia del rock.
Siete años después de la muerte de
Morrison y ante el fracaso de un par de olvidables discos sin él,
los Doors restantes se dieron a la tarea de lo que se antojaba imposible:
volver a hacer un disco con Jim. Y lo lograron. Desempolvaron las cintas
que Morrison había grabado recitando su poesía y les pusieron
música. El resultado es verdaderamente asombroso. Una verdadera
sesión de espiritismo que en su momento debió poner a dudar
a todo el
mundo sobre la verdad de la muerte de Morrison.
¿De veras se había muerto o estaba burlándose
de todos? Manzarek explicó que la forma en que lo grabaron no difirió
de lo que ya habían hecho, ya que Jim
siempre estaba tan pasado y borracho que nada más lo ponían
a "gritar" y los demás se dedicaban después
a pulir la música sobre la interpretación vocal de
Morrison. Así tenemos un nuevo género: el poema rock musicalizado.
La música es
perfecta para acompañar los versos de Morrison.
Destaca sobre todo la versión en vivo de "Roadhouse
blues" y el parlamento final de Jim ("Soy sagitario, el más filosófico
de todos los signos"). A partir de este disco
se dio el revival de Morrison y The Doors, que alcanzaría
su cénit con la película de Oliver Stone.