16 mm., blanco y negro, y
(en su mayor parte) color.
Documental con sonido sincronizado
filmado y diseñado por Paul Ferrara y Jim Morrison; montaje de Frank
Lisciandro; sonido por Babe Hill; coproducción de The Doors.
40 minutos.
35 mm., color.
Película de Jim Morrison,
Frank Lisciandro y Paul Ferrara.
Sonido sincronizado por Babe
Hill.
Canción titular: Georgie
Ferrara; música: Fred Myrow.
50 minutos.
PELICULAS Y VIDEOS DONDE APARECEN JIM MORRISON Y THE DOORS
Break on through (Atraviesa)
(1967) 2í25î
The unknown soldier (El soldado
desconocido) (1968) 3í10î
Películas promocionales
de Elektra Records para la televisión.
16 mm., color.
The Doors are Open (Las puertas están abiertas)
Película documental
para la televisión, blanco y negro, filmada por Granada TV, Inglaterra.
Escenas de The Doors en vivo
en el Roundhouse Theatre, entremezcladas con sucesos políticos de
1968.
60 minutos.
Colección de videos
que incluye actuaciones en vivo y en televisión, películas
promocionales y escenas raras en bambalinas.
MCA Home Video.
The Doors Live at The Hollywood Bowl.
Concierto completo grabado
en vivo en julio de 1968.
MCA Home Video.
The Doors: The Soft Parade. A retrospective.
Documental con entrevistas
a los Doors sobrevivientes, actuaciones en vivo y en televisión.
MCA Home Video.
The Best of The Doors.
Antología de videos,
con entrevistas y escenas inéditas.
Universal Home Video.
PELICULAS BASADAS
EN LA VIDA DE JIM MORRISON Y THE DOORS
The Doors (1991)
Dirigida por Oliver Stone.
Con Val Kilmer, Meg Ryan
y Kyle MacLachlan.
Guión de J. Randall
Johnson y Oliver Stone.
Producida por Bill Graham,
Sasha Harari y A. Kitman Ho.
Estudios Tri-Star.
RESEÑA SOBRE EL FILM DE OLIVER STONE. THE DOORS (1991)
The Doors no
es, ni con mucho, la mejor película de Oliver Stone. Se trata de
un filme totalmente fallido en lo que se refiere a sus intenciones manifiestas
(pues las no declaradas se ven cumplidas con creces: dinero y más
dinero): realizar una obra cinematográfica que exprese su admiración
por el cantante del grupo californiano, reflexionando al mismo tiempo sobre
una época crucial de la historia contemporánea de los Estados
Unidos.En ambos objetivos, Stone, quien en la actualidad filma otra cinta
sobre el asesinato de John F. Kennedy, falla porque sucumbe ante las fórmulas
escritas y no escritas del cine hollywoodense, ya que convierte las experiencias
de Jim Morrison (1943-1971) en una success story (historia de éxito)
tal como se estila cuando se aborda la vida de algún ídolo
musical o cinematográfico ya fallecido, a quien su propia fama hizo
caer en la desgracia y la autodestrucción; los ejemplos abundan:
Marylin Monroe, Elvis Presley, John Belushi, por citar algunos: o al contar
la de aquellos que por azares del destino ven truncadas sus prometedoras
carreras a causa de un accidente, tales como Buddy Holly o Ritchie Valens.
Una variación sobre el tema se manifestó en Great balls of
fire,' sobre Jerry Lee Lewis, que retrata la vida de alguien que aún
no ha fallecido, pero que sí ha estado marcado por el escándalo
y la desaprobación de una sociedad puritana.Una vida tan filmable
como la de Morrison, plagada de excesos, drogas, alcohol, rock, sicodelia,
en los Estados Unidos de hace 20 años, resultaba una opción
muy tentadora.
De esta forma,
Stone se toma muchas libertades para adecuar los acontecimientos de la
vida de so called Rey Lagarto, en aras de transformarla en un producto
digerible y comercializable. Así, para cumplir el requisito del
romance (boy meets girl) que debe incluir cualquier película producida
por los grandes estudios norteamericanos, el director de Platoon introduce,
con calzador, una tortuosa relación entre Jim Morrison y Pamela
Courson, la mujer que compartió buena parte de la vida del cantante
de rock. A este personaje lo interpreta Meg Ryan, quien, por lo demás,
con su bella cara de pasmada, apenas intenta cumplir con el papel- asignado
por el guión del propio Stone- de comparsa y pretendida conciencia
femenina del "destrampado" Morrison.
"CANCELEN MI SUSCRIPCIÓN A LA RESURRECCIÓN"
¿Al tratar de rendirle homenaje al poeta y cantante, Stone consigue fidelidad al espíritu de la vida y la obra de Morrison? No. Stone adultera, en beneficio de su personalísima visión del Lizard King (¡Huy, qué malo! ¿verdad? Mírenlo nomás cómo se drogaba. Hasta en brujo se convirtió. Con razón le fue tan mal), el sentido de las letras de sus canciones, que son apenas un trozo de su personalidad artística.
¿Y el cine? ¿Y la poesía? Bien, gracias.Aquí lo único que cuenta es rendirle culto al mito alimentado con paciencia durante casi 20 años por los Doors sobrevivientes y sus representantes, quienes tienen su buena parte de culpa al consentir la falsificación de sus propias personalidades en aras del comercialismo más voraz y desenfrenado.
Al principio,la película no presenta ningún problema: todo resulta más o menos previsible para los fanáticos de Morrison. Esto dura hasta que comienzan a surgir, una tras otra, escenas que quieren ser emblemáticas, pero que resultan incapaces de sintetizar de manera cinematográfica, siquiera en una proporción mínima, la complejidad de los personajes, las situaciones y la atmósfera que los rodea.
Esta situación llega al colmo cuando en el concierto de Miami (donde supuestamente Morrison simuló masturbarse en público) un muy favorecido Ray Manzarek -interpretado por Kyle McLachlan- alucina a Morrison como una especie de "chamán eléctrico" que interpreta en el escenario danzas indias alrededor de una fogata.
Este constituye un elemento que Stone tratará -sin éxito- de utilizar como hilo conductor del determinismo con que quiere explicar la vida del cantante, pues como en cualquier success story que se respete (¿Alguien se acuerda de La Bamba, de Luis Valdez?), el destino, la fatalidad, juega un papel preponderante (así estaba escrito, ni modo). El espíritu del indio navajo, que según Morrison poseyó su alma desde que era niño, lo perseguirá por los siglos de los siglos y se le aparecerá hasta en el baño.
"-¿PADRE?
-¿SÍ,
HIJO?
-QUIERO MATARTE.
-¡MADRE,
QUIERO...!"
Desde luego
que la realización resulta irreprochable (es lo menos que se podía
pedir). La caracterización de Val Kilmer como Morrison alcanza niveles
notables, incluso por momentos, sobre todo en las secuencias de los conciertos
en vivo, resulta difícil distinguir que se trata de una recreación.
Allí, Kilmer es Morrison.
Sin embargo, en las escenas dialogadas Stone parece sentirse obligado a poner en boca del autor de The New Creatures, a la menor provocación, una frase memorable; o lo lanza a recitar poemas mientras fornica sin ton ni son con cuanta mujer se le pone enfrente. Es claro que en el cine los diálogos no tienen por qué ser ciento pro ciento realistas, pero la verosimilitud tiene sus reglas.
Algunos de los mejores momentos se presentan en las transiciones de los episodios, formadas por fragmentos de la vida del cantante, seleccionados con absoluta libertad por el cineasta y que no necesariamente se corresponden de modo fiel con la biografía no autorizada de Morrison:No one here gets out alive.
Finalmente: ¿Qué hizo Oliver Stone (además de dinero) con su película The Doors? Mostró, de manera rotunda, que la sociedad norteamericana continúa ávida de explicarse a sí misma, incluso sus traumas más dolorosos. No obstante, para que no sean tan dolorosos, los grandes consorcios están dispuestos a dulcificar, descafeinar e incluso adulterar cualquier vestigio de autenticidad que pudiera permanecer después del traslado al celuloide de la vida de un hombre como Jim Morrison, quien tan sólo aspiraba a convertirse en líder del movimiento de su conciencia individual. No fue ningún monstruo ni quiso convertirse en ejemplo de nadie, como aseveran algunos.
Nadie debe lamentarse por el intento fallido de Stone, pero sí se vuelve necesario alertar acerca de la voracidad de los mercaderes sin escrúpulos que pretenden enriquecerse con el legado del Rey Lagarto. Como sucede siempre con los verdaderos artistas, el mejor homenaje es recurrir a su obra con sensibilidad y espíritu crítico.