King Crimson: contundente ataque sonoro
Delia M.
A Robert Fripp lo he acusado toda mi vida de distintas cosas. Receptor de mi respeto o mi güeva, ha sido como mi novio desde la secundaria: King Crimson, Eno, League of Gentlemen, Andy Summers, League of Crafty Guitarrists, String Quintet; he aguantado a Toyah Wilcox y disfrutado a Dave Sylvian.
La Copley Symphony Hall es una sala de conciertos originalmente concebida
para música clásica. Ubicada en el centro de San Diego, es
acústicamente impecable; el 28 de junio le dió cabida a uno
de los proyectos mas necios dentro de la música contemporánea:
King Crimson.
Anunciado para las ocho de la noche, el concierto lo abre el California
Guitar Trio, unos alumnos-protegés
de Fripp armados de guitarras Ovation negras, que junto con Trey Gunn
forman el Robert Fripp String Quintet. Por sí solos son una especie
de "Frippertronics" en vivo, tocan material propio y se aventaron versiones
de The Good, the Bad & the Ugly, Tocata y Fuga en Re menor de
Bach y Walk Don't Run de Los Ventures. Realmente virtuosos en sus
armonías tripartitas, a veces se me hizo enfadosa su cuasiperfección.
Hace 11 años King Crimson salió de vacaciones, y apenas acaba de regresar. Ahora alineado en dos tríos, esta gira apoya su más reciente disco Thrak.
Acucioso y obseso, Robert Fripp va por el mundo ejerciendo la disciplina
de su propia leyenda.
Patriarca-creador de este brillante proyecto, Fripp preside atrás
del escenario, en penumbra, enmarcado por dos baterías: una amarilla
canario que hace juego con el trajecito de Bill Bruford, y la negra de
Pat Mastelotto.
Primero en subir, a Bruford lo sigue Tony Levin y se forma el primer
trío. A la izquierda llegan Trey Gunn, Mastelotto y al final y al
frente Adrian belew. Misión cumplida.
Un loop-ambiente, y de lleno agresivamente a Vroom, un Good
Evening de Belew y a Frame by Frame.
No es fácil ser adulto y cantar que se es un dinosaurio. Es una
experiencia reservada para los muy nobles de espíritu como Jonathan
Richman o Adrian Belew, a los que no les importa ser aeroplano, gato o
el tonto de la colina.
Robert Fripp toca impasible. Es un dinosaurio, como dice Belew, que
se ha negado a sufrir el proceso de la petrificación.
A Fripp le van ben los tríos, para muestra Red con Wetton
y Brufford, y con esta alineación ya grabó Vroom, Thrak
y 1999: Soundscapes Live in Argentina.
El chico nuevo de la banda es Pat Mastelotto, que ha tocado con XTC;
de golpe seco y espaciado, se acopla bien a la aplanadora percursiva que
es Brufford. Tan contundente es, que Tony Levin tiene que tocar protegido
por un biombo transparente.
Antes de terminar Dinosaur, Belew se convierte en guitarra-animal.
Ya es maña.
Belew le dá balance a King Crimson. Musicalmente loco, a veces
tiene momentos pop. Canta One Time, una de sus complicadas baladas,
para desaparecer junto con el resto de la banda y dar paso a Ambient
Bob, que cada vez tiene más tecnología para expander
el concepto de su ominosa música.
Después de una dosis de frippertronics, llegan Brufford
y Mastelotto y empiezan con solos para converger en la apoteótica
B'Boom, seguida de Thrak, y terminando con Inner Garden.
Determinados a no dejarnos respirar tocan Vroom Vroom, Sex, Sleep,
Eat, Drink, Dream y People, todas del disco nuevo.
Ahora le toca el turno a los bajistas y empieza a oírse un rapport
entre el stick con arco de Tony Levin, y la guitarrra-bajo de Trey
Gunn, que saca sonidos interesantes.
de repente este diálogo se convierte en Close Encounters,
aunque en realidad es Elephant Talk, con un solo de Brufford, que
establece que el viejo Crimson es el nuevo Crimson.
"I repeat myself under stress", canta repetidamente Belew, mientras
neuróticamente interactúa con Fripp y con ésta se
despiden para regresarcon un Vroom Vroom: coda, alargada con duelo
de baterías y guitarras que es todo un viaje cósmico.
Hay un segundo bis y Belew canta Walking on Air, otra baladita
del Thrak, que bien podría haber escrito John Lennon.
Por fín en paz, la misa terminada, la banda se despide.
Esta música es totalmente neurótica, va bien conmigo.
En el vestíbulo está la mercancía que promueven en
la gira, inaccesible por su precio en estos tiempos de recesión.
La gente se empieza a desparramar, muchos conscientes de haber visto a
uno de los compositores más perros y más empecinados
en jugar con los límites del rock: heavy metal, grunge, progresivo.
Todo y nada.
El el elevador coincido con dos acomodadores de la sala, gente que está
en su sexta década. Al preguntarles si disfrutaron del concierto
me contestan que sí, que son músicos excelentes, pero se
quejan del alto volumen.
Yo estoy seca. A cambio de casi dos horas de ataque frontal musical,
King Crimson se llevó mi energía y la posibilidad de soñar
despierta a la que tanto estoy acostumbrada.
Nos vemos en la reunión de Ruido Blanco.