Tijuana, B. C.- Todos los martes 13 tienen algo especial: quien con trece se acuesta con trece amanece, no hay trece malo y de noche todos los trece son pardos. El martes 13 me tocó a mi la de buenas, David Lindley y Richard Thompson en el Humprey's by the sea, una vena cava superior, diseñada para complacer a aquellos que casi nada desean, complejo de restaurant bar, hotel y lugar de conciertos.
Obstinada como soy, llegué a eso de las 18:30 y tuve a bien depositarme en el bar de este controvertido lugar al que por ser muy fresa nadie me quiso acompañar. En la barra me encuentro a un fan de Richard, que al igual que yo, lo vió en septiembre del año pasado en Street Scene, una especie de Mardi Gras californiano en el centro viejo de San Diego.
Con una hora antes logré obtener un magnífico asiento para ver a los dobles dúos dinámicos. El concierto lo abrió el equivalente al Beavis & Butthead de la llamada world music, David Lindley y Hani Naser;el primero, un viejo conocido mío, como músico de sesión y el segundo, una noticia grata en forma de percusión.
Acoplados hasta el mas
mínimo respiro, esta pareja no necesita hablar para entenderse. La tabla
de Naser hace el Butthead perfecto al Beavis de la guitarra y la peculiar
voz del Sr. Dave que, diminuto y en el conjunto de polyester mas "coolísimo"
que he visto este verano que todavía no empieza, nos abrió
el apetito con "Meat Man", pieza que Lindley dice que oyó por primera
vez en un 8 track de Jerry Lee Lewis, lap steel de la mas pura hibridización,
mezcla perfecta de zydeco-hawaiano-hindú y New Orleans, producto
de las malas compañías y los viajes.
Después de una rola
dedicada a Jimmy Hoffa, Lindley , que es de Pomona, California, toca "Tijuana"
de J.J. Cale: "Tijuana al sur de San Diego, land of broken dreams/gringo
llévame del otro lado, pásame como tu hija/trabajo por una
peseta".
Lindley para la última
parte del concierto, saca un instrumento turco que parece un palomero de
mango largo. Al tocarlo da un sonido entre bajo y violín en ácido,
y lo utiliza para tocar "Well, Well, Well" y "Cottonmill Blues", con la
que se despide para regresar acompañado de Richard y Danny Thompson
que se avientan una paloma de "Brother John" con duelo de guitarras y percusiones.
Paroxístico.
�Richard Thompson hace
muchos gestos cuando canta, seguramente para soportar toda la carga emocional
de sus canciones. Este trovador del azote salió a las nueve en punto.
Junto con Danny, que toca el tololoche de tal forma que es su propia percusión,
abrió con "Turning of the Tide" de una manera por demás agresiva.
Richard es un guitarrista
impecable que le gusta a la gente inteligente. Ha Grabado con Fred Frith,
Henry Kaiser, Anton Fier, Loudon Wainwright III, Everything But the Girl
y en los sesenta junto con Danny, en los discos de Nick Drake.
Dentro del repertorio,
tocó valses, jigs y polkas que -dice-están regresando. Al
quedarse solo en el escenario estrenó un par de canciones. Una creo
que se llama "The warmth of Cold Kisses" y otra sobre la relación
del artista con la industria disquera que en realidad era de Invisible
Means.
Su coco son las canciones que
cantaba con Linda (su ex) y "Walking on a Wire" muy bien se la hubiera
ahorrado, pues viví momentos de pena ajena por lo pavorosamente
desafinado que la cantó. Es bien sabido que a Thompson no le gustan
las grabaciones en vivo, su Small Town Romance Live/ Solo in New York lo
mandó retirar del mercado por la cantidad de gallos que se avienta.
A m� me parece un disco delicioso.
No sé si el rollo contra
los bateristas es pose, porque percusivamente la hace con Danny, y cuando
éste regresa al escenario se aventaron "I Misunderstood",
"Razor Dance" y una versión "cajunísima" de "Valerie", que
marcó el primer final de la noche.
Mucho mas herméticos
que el año pasado, Richard está en una excelente condición
como cantante, y esto lo demostró en el bis de "Dimming of
the day" que me agarró mal parada y a punta de lágrimas me hizo
que me tragara mis palabras acerca de las canciones de Linda.
No hay que estar enamorado
para ver a Richard Thompson, un romántico irremediable que congrega
a los solitarios de la comarca como yo. Al salir del concierto siento congelado
el corazón, el peso de la noche y la ausencia del calor de besos
fríos.