El Desierto de Frankl
Alejandro Ramos 1995


Se decìa que en el desierto de Frankl habitaban tribus humanas que conocìan secretos relacionados con criaturas fantàsticas.Nunca nadie pudo afirmar nada de lo que vio u ofrecer prueba feaciente màs que un testimonio incoherente de hechos imposibles de ser aceptados.Es màs,incluso se dudaba de la existencia de habitantes en tierras tan àsperas y secas carentes de algùn tipo de vegetaciòn. El joven Abu-Babilkd sabìa de las creencias populares acerca de estos temas y de como serìa ejecutado si andaba aludiendo sobre ellas en pùblico.Advertido pues estaba, ya que anteriores ejecuciones, al tanto lo habìan puesto.Tras regresar a Kli-Sabeth ,el joven Abu, de una de sus muchas incursiones se dirigìo hacia las afueras de la ciudad y remontando una pequeña colina llegò a lo que parecìa ser una hermita.Ese dìa al entrar en mi humilde morada a la que todos los viajeros confundìan con un pequeño templete, el joven Abu se dirigiò a mi en busca de ayuda alegando mis altos conocimientos sobre temas sobrenaturales.Accedì a que me relatara sus peripecias y èste pareciò relajarse como si soltara un lastre que llevaba encima. Poco agraciado fisicamente,flaco, de cabeza pequeña y ojos saltones el joven Abu era rechazado por la mayorìa y su compañìa no era muy grata.Èstas premisas le hicieron encerrarse en sì mismo llegando a convertirse en un ser totalmente antisocial.No intercambiaba palabra aluguna con nadie y mucho menos frecuentaba lugares donde hubiese un nùmero superior a dos personas,eso si, era gran amante de los animales.Por lo tanto debìa de ser grande su desasosiego cuando recurriò a mi para relatarme su corta pero intensa incursiòn en una tribu carnìvora del desierto de Frankl. Parece ser que tras varios dìas caminando sin cesar en direcciòn nordeste fue apresado por unos quince hombres que estaban completamente desnudos a excepciòn de un taparrabos y una capucha relizada con el pellejo de una serpiente.Fue amordazado y atado e introducido por un pasadizo oculto tras una duna, en una gruta subterrànea que derivaba en una caverna de desorbitadas dimensiones.En el centro de la caverna habìa una gran losa gris que se extendìa paralelamente al suelo.Èste era duro y estaba recubierto por una fina capa de arena.En el centro de la làpida habìan marcados varios sìmbolos en forma de cruces y lìneas que concluìan en puntos incrustados en la roca con gran profundidad. Me narrò el reservado Abu que fue crucificado justo al lado de la làpida central y que sus gritos y lamentos implorando piedad parecìan no ser ni siquiera oidos por los miembros de aquella aberrante tribu que apenas se dignaban a mirarlo.Calculò que a las cinco horas de estar crucificado empezò a reunirse una gran cantidad de hombres y mujeres alrededor de la làpida y que segùn iban llegando se postraban hacia ella quedando inmòviles.No me tomè al pie de la letra sus cifras pues me parece dificil que en aquel estado de excitaciòn pudiese ser preciso pues me indicò que acudieron miles de hombres procediendo todos de igual manera hasta quedar todo el suelo recubierto por una alfombra humana. En esta parte del relato observè en los ojos de Abu un brillo siniestro que me sobrecogiò de especial manera pues no parecìa ya tan aterrado y proseguìa contando lo sucedido con inusitada alegrìa.Dos indivuduos asombrosamente altos y provistos de unas tùnicas doradas de gran brillo se acercaron a la làpida central.Comenzaron a gesticular y danzar alrededor de èsta, al tiempo que sujetaban una cimitarra cada uno, la blandìan llegando incluso alguna vez a cortar a algùno de los fieles que allì estaban postrados.Todo este ritual durò aproximadamente unos minutos y a la conclusiòn ocurriò un hecho que ninguna ley natural podrìa expiclar con claridad.Pareciò oirse un silvido lejano y comenzò a circular por la caverna una brisa aterradora que presagiaba algun horror inenarrable.Alrededor de aquella maldita làpida se formò un remolino de diez metros de altura que arrastrò a varios de los fieles postrados pero que inexplicablemente no afectaba a los dos supuestos sacerdotes.Sùbitamente cesò el alboroto y desde lo alto de la caverna empezò a caer una especie de polvo blanco que cubriò a los màs cercanos a la làpida-altar.Estos inmòviles empezaban a desbanecerse de forma absolutamente aberrante;mientras los dos sacerdotes habìan alzado los brazos hacia lo alto y comenzaron a despegar los pies del suelo levitando por un periodo prolongado.El joven Abu añadiò que en ese preciso instante los dos sacerdotes lanzaron sus cimitarras contra él y èstas le penetraron en el pecho con una limpieza sorprendente.Un manantial de sangre empezò a brotar levemente desafiando la ley de la gravedad,y ese fluido viscoso,puro y rojizo empezò a ascender hacia lo alto de la caberna formando en lo alto figuras espantosas que se retorcìan y desbanecìan para luego formar otras aùn màs inquietantes y oscuras.En ese instante se produjo un gran estruendo y todo a su alrededor comenzò a vibrar y a deformarse. El joven Abu parecìa en trance contando esta ùltima parte.Me fascinaba su manera de gesticular y mirarme mientras lo relataba,puès le daba tal ènfasis a sus gestos y movimientos que parecìa que lo estaba reviviendo.Pero he aquì que cesò todo esta actividad y se quedò callado por unos instantes.Luego se levantò muy serio y con la frente empapada me agradeciò mi atenciòn y se despidiò.Yo, atònito, no pude reaccionar y sentado con cara de anonadado sòlo pude escuchar sus ùltimas palabras.En ellas me dijo que no recordaba màs y que cuando se despertò se encontraba en una chabola al sur de la ciudad donde un viejo anciano le prestò su ayuda para sobreponerse. Pasados seis meses de la extraña visita del joven Abu Babilkd me enterè de que un muchacho se habìa lanzado desde la torre màs alta del santuario Naiky,en el centro de Kli-Sabhet.No se porque presentì que era el joven Abu quien se habìa suicidado.Presto me dispuse a comprobarlo y aùn recuerdo con que tensiòn lleguè al lugar donde se encontraba el cadaver.Lentamente retirè la vieja sàbana que lo cubrìa y entonces lo que pude ver me aturdiò tanto que a punto estuve de perder el conocimiento,y eso que yo era hombre de ciencias que estaba acostumbrado al trabajo con cadaveres tanto humanos como animales.Dos fueron las causas de mi pànico al ver el cuerpo del joven Abu;la primera fue la expresiòn de su rostro.Tenìa los ojos abiertos de par en par y era imposible cerrarselos;aquella mirada,sì,aquella mirada era la misma que tenìa justo cuando me contaba la parte final de su relato,era aquella mirada que tanto me habìa fascinado y al mismo tiempo aterrado.La segunda causa de mi horror se produjo al ver el pecho desnudo del joven.Se podìan ver claramente dos cortes verticales de una estraordinaria simetrìa que parecìan haber sido producidos por las manos de los mejores embalsamadores de Kli Shabet.Pero es màs,de estos cortes emanaba una pequeña sustancia que no podrìa ser sangre pues era de color blanco y mucho menos podrìa ser producida por el cuerpo humano pues lo que brotaba de ambas heridas era sorprendentemente polvo. He buscado en los libros arcanos y en viejos pergaminos grabados en oro intentando buscar alguna explicaciòn a lo sucedido al joven Abu.No he podido encontrar respuesta concreta a tan extraordinario caso, pero un fragmento de un viejo libro me da vueltas en la cabeza aunque intento negar que pueda ser verdad lo que alli propone.El fragmento asì decìa: "... y eran necesarios pocos minutos para que Èl llegara como un remolino,como vviento,como tormenta,como huracàn,como resoplido,como presencia de polvo blanco y sacrificase y redujese y disfrutase hasta obtener el poder.El poder le es necesario y lo obtiene.... ...màs solo le es posiblñe extraer el flujo vital de las entrañas de aquel que fuese puro,virgen y que no estuviese corrompido pues le era necesario que fuese impoluto para poderlo convertir en dañino y debastador... ...y llegarà el dìa de su llegada cuando el cielo se tiña de añil y los rayos con la tormenta deje el paso al polvo blanco que venido del otro lado se apoderarà del mundo sometiendolo a su inapelable e incompasiva voluntad...

Extraído del libro "Cofesiones de Abath"

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