Aquel Cementerio
ÓSCAR ARANGO MARÍA


Me levanté y no sé de donde. Aquel simple gesto me resultaba ya familiar, pero a pesar de ello, a pesar de... Me duelen los huesos, no es un dolor vasto, más bien es suave pero localizado, sobre todo las piernas y la garganta. Sí, la garganta, quiero tocarla, acariciarla, pero no puedo; me duele.

Quisiera llorar, estremecerme, humedecer mis mejillas con lágrimas, muchas lágrimas y ver como la gente se apiada de mí, como se compadece ÉL. Quiero... quiero... pero no puedo y no lo entiendo. Este sitio... siempre acabo en el mismo lugar; lóbrego, álgido. Despertar y cegarme con el sol, ¡sí!, pero no. Esa luna. Este sueño. Siempre me despierto; siempre aquí. Hoy la luna está en otro lugar ¿o soy yo?, no lo sé, no me importa, hace tiempo que... ¡Ah! ¡Ese dolor!. Si al menos un espejo, un reflejo me permitiese ver que me pasa, lo comprendería, lo entendería y dormiría mejor. Todos los días busco un espejo para ver mi imagen pero NUNCA la encuentro, siempre se esconde. Está todo tan oscuro, tan lúgubre; no veo nada y me desconcierta.

Aquellas cruces me sobrecogen, están por todos lados, me rodean. Son tantas las noches que he pasado por aquí... son tan frías. Cuando me acerco a aquella, la del rincón...

...ella era rubia, cara angelical y ojos alegres, pero se tiñeron de tristeza, de amargura. Su corazón sufría y sufría. Aquel hombre, daba todo por aquel hombre. Se enamoró pronto y le entregó su vida, pero él... Él le pegaba, cada día, cada vez más fuerte y ella lloraba abrazada a su corazón. Aquellos golpes le arrancaban ilusiones, ambiciones... hasta que un día se vació. "Esos golpes, me duelen sus golpes". Allí tirada en el suelo llorando... "¡No me pegues más! ¡Ah! ¡Me haces daño!".... Por fin se va, siempre lo hace. Pero su rostro... ¡no!, su rostro. Se levanta, pero no puede, se arrastra; como yo. Aquel suelo, aquellas paredes, esa sangre, todo está lleno de sangre; sus manos, su cara, mi cara. Por fin LLEGARÁ junto aquella puerta, aquel armario, aquellas pastillas..."¡No, no!" Pero no me oye, es demasiado tarde; su boca, esos ojos cansados, tristes y ese sueño, ese sueño eterno.

"¿¡¡Por qué!!?" No puedo seguir mirando, siempre acaba igual, siempre lo mismo, odio todo y sin embargo me gusta, me gusta odiar, es una sensación placentera que alimenta mi curiosidad, mi vacío, mi aburrimiento, mi espera. Avanzo cada vez más fatigado...

... aquella zona es muy oscura, sin embargo un impulso incontrolado provoca que mis pasos se orienten hacía AQUEL lugar. Siempre lo he intentado evitar y a pesar de la oscuridad, sé que tras aquellos matorrales hay una pequeña tumba que me gusta. Es una cruz pequeña...
...era un NIÑO moreno, de ojos azules, ERA travieso, alegre, pero aquel día lloraba sin cesar en aquella habitación, "¡Basta, basta!" gritaba, "¡Basta, basta!" mientras sangraba y sudaba. Sus ojos estaban rojizos, sus pupilas dilatadas y sus lágrimas mojaban aquel roído colchón. Él, sin embargo, reía con gestos placenteros, mientras su cuerpo se convulsionaba cada vez más fuerte. Le golpeaba, le cogía de las piernas con fuerza ¿por qué a él?, no lo entiendo, pero es normal, YO no entiendo tantas cosas... La palidez de aquel niño contrastaba con las marcas de sufrimiento que dibujaban su pequeño cuerpo. Apretaba cada vez más fuerte, esas rudas manos, esa virgen y fina piel, ese dolor, mi dolor. Encima de él, AQUEL individuo vaciaba su poder, "¡Quiero irme!", pero no puedo; estoy tumbado en el suelo, la húmeda tierra empapa mi piel, no puedo moverme, igual que aquel niño. "¡Intenta escapar!", pero no me oye, sigue allí mientras aquel HOMBRE le desgarra sin pudor alguno. ERA horrible. "¡Silencio!" Se oyen voces. Una mujer, "¡Detrás de la puerta! ¡ Detrás de la puerta!". La puerta se abre y un grito recorre las paredes de la habitación mientras MI rostro se oculta tras sus manos. La mujer se abalanza sobre el hombre, PADRE de todos los males, pero este sonríe. Aquel cuchillo... aquel fino metal le desgarra el estómago, ella se derrumba y cae al suelo mientras presiona la herida con ambas manos y maldice su existencia. A mí también me duele, pero yo no sangro, NUNCA lo hago, ella sí, hasta que sus ojos se cierran, hasta que se duerme... El niño corre, con el cuerpo medio desnudo, "¡Corre! ¡Corre!" SALDRÉ en tu ayuda. Él, enloquecido por el placer DE matar, le busca, le persigue AQUÍ y allí. El niño no puede más PORQUE le duelen las piernas; como a mí. Está aterrado, se esconde, espera callado, sollozando, pero el olor a sangre le delata, su cuerpo es levantado en el aire y en décimas de segundos ve como un resplandor recorre de izquierda a derecha su cuello, su pequeño, fino y virgen cuello...

Deseo irme, ESTOY harto, todo es sufrimiento, dolor, locura... aquel, aquella, aquellos... todo está MUERTO, todos murieron "¡Basta!" Espero irme pronto, ya queda menos. Sé que hoy vendrá y me iré con él, me dijo que esperase aquí, que me llevaría a otro lugar pero tarda. ¿Me habrá abandonado? Prefiero pensar que no encuentra este paraje, yo mientras espero, no tengo prisa.


(La lectura de mayúsculas aliviará tus inquietudes)
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