El Viejo Loco
original de CAN Agosto de 1998


Ahora mismo recuerdo los días en que visitaba al viejo loco.Lo llamaban así la gente que lo conocía, porque nunca se acordaba de su nombre y daba uno distinto cada vez.Pero para mí era mi amigo. Bajando por Bolster Street y torciendo en la intersección con Water Square, uno podía encontrarse con su pequeño, sino diminuto apartamento, en el segundo piso de aquel desvencijado edificio. Se mantenía con una pensión del gobierno que apenas le llegaba para subsistir.No tenía familia, sólo a mí, alguien a quien contar sus asombrosas historias de terror que tanto me fascinaban.Me veo a mí mismo a su lado oyendo su cálida voz, mientras se balanceaba rítmicamente en el único tesoro que le quedaba: una mecedora del siglo XVIII, que compró cuando su economía le permitía salirse de lo estrictamente necesario.Sus relatos llenaban mi mente de fantasías: caballeros desafiando a los imponentes dragones, castillos situados en las cumbres de las montañas más altas y habitados por vampiros sedientos de sangre...era como si al oír su voz me trasladase al tiempo en que discurrían.

Cierto día en que le hice una visita, no más de dos semanas desde la última, me encontré con que el viejo había caído enfermo.Cuando entré yacía en su pequeño pero acogedor jergón donde deliraba entre llantos de dolor.Aquella escena me impactó sobremanera.Momentos después me senté a su lado, lo tapé y le puse un pañuelo húmedo en su sudorosa frente para calmar la fiebre que sin ninguna duda tenía.

Ya no pude hacer más.Pasadas dos o tres horas, ahora no recuerdo bien, el viejo, aún con la fiebre alta, empezó a balbucear sonidos, que gradualmente se fueron tornando en palabras. Sin embargo no podía entender lo que quería decirme, porque simplemente era otro idioma el que utilizaba.Que yo supiera el viejo no había tenido la oportunidad de adquirir una educación básica, por lo que me extrañó, e includo me llegaron a atemorizar en cierto sentido aquellas palabras cuasiguturales que salían de su boca. Hubo un momento en que las convulsiones sacudieron su cuerpo en repetidas ocasiones, y cuando logré mantenerlo tumbado en su camastro, ocurrió algo que jamás olvidaré.Abrió los ojos de par en par, como si estuviera vislumbrando un horror nunca visto por un ser racional, mientras soltaba un ensordecedor grito, para después tranquilizarse y quedarse profundamente dormido.Extraordinariamente, la fiebre cesó a los tres o cuatro minutos, momento en que despertó. Le conté detalladamente lo que había sucedido, pero él no recordaba nada, así que no le di más vueltas y me quedé con él hasta el día siguiente, hubiéndome quedado más sino fuera por su insistencia en que me marchara porque ya se sentía mejor.

Dos meses después de aquel incidente volví a su hogar a hacerle otra visita, pero el apartamento estaba en alquiler y dentro no vivía ya nadie.Pregunté al casero a dónde había ido el viejo y me confesó que no lo sabía, pues desapareció hace quince días sin dar señales de vida.Me entristeció la idea de no volver a ver a aquel viejo amigo.

Han pasado tres años desde su desaparición, y no me hubiera acordado de él a no ser por un paquete que me llegó la semana pasada a nombre de Walter Anderson.Traía una nota:"Los sueños me llebaron asta la sumergida R´lyeh. Nos beremos alli. El biejo loco". Sin duda, era su letra, más que nada por la gran cantidad de faltas de ortografía que tanto le caracterizaban.Abrí el paquete y en su interior encontré un voluminoso libro encuadernado en cuero curtido, y las páginas parecían estar echas del más fino pergamino.Su título era: "Necronomicón", de un tal Dr. John Dee.No sé que quiere decir el viejo con lo de que nos veremos allí.Quizás el libro me de alguna pista acerca de su paradero.Hoy mismo comienzo a leer sus páginas, porque quiero encontrar a aquel hombre al que todos llamaban el viejo loco, que no tenía familia, sólo a mí, alguien a quien contar sus asombrosas historias de terror que tanto me fascinaban...


Escrito cual relámpago en una sola noche

Volver a Relatos
1