Los Sonetos de la Muerte
Luego de sus únicas dos películas a color, "Una noche en la Tierra" y "Mistery Train", Jim Jarmusch vuelve a realizar un largometraje con la magia del blanco y negro.
"Dead Man" es un curioso western que narra una extraña aventura existencial. Su protagonista, William Blake, un torpe contador perseguido por asesinato, intenta buscar un destino que desconoce. La particular relación que se produce con un indio piel roja que se hace llamar Nobody, quien lo confunde con el poeta de la época previctoriana del mismo nombre, va a marcar el viaje sin rumbo que emprenden estos fugitivos.
Tal como su nombre lo indica, la muerte es un tema recurrente en este film. Para Nobody es sólo el principio de una nueva forma de vida, un espíritu que vuelve a su lugar de origen. El marginado indio cuida al supuesto poeta como en un ritual mágico, con el fin de mantener la vida y la muerte en su infinito ciclo. El increíble destino quiso que Blake viviera al filo del abismo, en una incesante lucha por no dejarse abatir.
Jarmusch supo imprimir a su obra un exquisito tono cancino, que va en perfecta armonía con la historia. Y posee una puesta en escena muy especial. Lo que más destaca es la hermosa fotografía de Robby Muller, quien es conocido por su trabajo en las cintas de Wim Wenders. Su estilo logra llevar al espectador al siglo pasado, y lo hace partícipe de la travesía.
Al final de cada escena - que parecen alargarse continuamente, como en un eterno suspiro - Jarmusch recurre al fundido en negro para diferenciar situaciones . Esto hace que se mantenga ese ritmo embriagador y alucinante que caracteriza al film.
Un pilar fundamental de la película es la música de Neil Young. Con un guitarreo lastimero y una mínima variación de tonos, la melodía acompaña al protagonista en su aventura por tierras hostiles.
Es una cinta tan impredecible como la misma muerte. Sus diálogos no llevan por situaciones extrañas y, a veces, absurdas. Un film inteligente que, por supuesto, no apela a un público masivo.
La mejor manera de definir esta película es comparándola con los propios versos del poeta William Blake: excéntricos, instintivos y revolucionarios. Es, en
suma, la poesía llevada al celuloide.
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