Esto apareció en un ácido webzine llamado El Sayo (ya dije que guardo miles de tonteras en mi computador). Habían algunas cosas divertidas, pero como suele suceder, se acabó. Se trata del programa del año pasado "La Noche del Mundial".
En todo evento se acumula una buena cantidad de basura y el Mundial de Fútbol no es la excepción. Las graderías quedan impecables después de cada partido pero no nos libramos de restos indeseables como el programa La Noche del Mundial, el que se ha transformado en el emblema de la mediocridad y la ramplonería. Inicialmente, su estructura era copia de programas similares pero pronto los productores se vieron liberados de tal estigma con la aparición de un vulgar y detestable megalómano llamado Luciano Bello. El personaje, magistralmente interpretado por Felipe Camiroaga, desbancó a un conductor de prestigio ganado con años, como lo es Jorge Hevia (¿qué haces ahí, niño, por Dios?), quien pasó a un olímpico tercer plano, cubierto por los dientes de Bello y las permanentes interrupciones de un esperpento que debería estar en terapia.
Por cierto, como todo programa que se respete, está plagado de aquellas presencias femeninas, fascinadas al recibir el ya famoso ¡rica e inteligente! y que al amparo de la "belleza de la mujer chilena", nos cuentan historias con el propósito de que riamos al final. Al fondo, un jurado que nos rompió los esquemas. Simplemente no encontramos palabras para comentar su actuación.
La posibilidad de que los humoristas de tercera cuenten un chiste picante, lleva al conductor a practicar el juego de la amenaza de una probable cochinada en cámara, amenizada por un juego de luces bajas que sirve de entretención a un aburrido director. Como somos un país devoto de la autoridad, el televisivo profesor Campusano fue invitado para que todos pudiésemos ruborizarnos al escuchar "huevón" en pantalla, pronunciado con todas sus letras. La presencia del profesor legitimó la posibilidad de ver a huevones cartuchos, pronunciando nuestra querida palabra mirando hacia la cámara con cara de pedir permiso.
Por este camino va nuestra televisión, dando fervientes pruebas de su alma de copetinera, cambiando las caras en cuanto se acaba la plata; el rating en este caso. Así es como hicieron pasar a la historia al Chino Ríos, después de intentar incluso entrevistar hasta el perro de su casa.
La españolísima Angeles Martín trató de irse y la comprendemos, pero un contrato la obliga a cumplir toda la temporada con TVN. Ninguno de los participantes de este programa sobreviviría en un medio como la televisión española, donde el primer requisito es poder hablar de algo coherente, y al menos parecer sincero, durante un mínimo de treinta segundos.
Este es un comentario dirigido más allá de los detractores de esta porquería que TVN nos perpetra noche tras noche, y, por cierto, más allá de las dotes histriónicas de Camiroaga. Es una invitación a quienes son capaces de soportar las dos horas y media de vulgar chabacanería y mediocridad para preguntarse ¿qué estoy haciendo al mirar esto? ¿por qué me gusta? ¿qué es lo que realmente estoy viendo? ¿se supone que después debo dormir para ver mañana un nuevo amanecer en Chile? ¿esto somos los chilenos?
El diputado Enrique Krauss se sumó a las críticas en la hora de incidentes de la Cámara de Diputados. Habló pestes de estas porquerías y terminó con una tontera de proporciones titánicas que demuestra la falta de recursos imaginativos de nuestra clase política: informando que pedirá la constitución de una Comisión Especial que informe a la cámara y al país sobre el actual nivel de la televisión chilena. O sea, Comisión Especial para mostrar lo que vemos todos los chilenos. Sin duda alguna, la conclusión final de tal comisión contendrá la expresión máxima de su ejercicio intelectual, es decir, determinar "que es necesario legislar sobre la materia".
Yo igual al principio encontraba divertido a Luciano Bello. O sea, igual me reía. ¿Y qué tanto? docbizarro@yahoo.com
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