20 AÑOS

La Feria Internacional del Libro de Guadalajara nació en otro mundo. Todavía existía la Unión Soviética y el muro de Berlín estaba en pie. Europa tenía un mapa distinto. No existía el euro, ni el Tratado de Libre Comercio, ni los altermundistas. Era la época en que Ronald Reagan se empeñaba en derrocar a los sandinistas, Estados Unidos apoyaba a Sadam Hussein y en Sudamérica comenzaban los procesos democratizadores, tras años de dictaduras militares.

En 1987, los intelectuales hablaban mucho de Guerra Fría y poco de globalización. En ese año se autorizó el uso del primer medicamento contra el sida y los debates en torno a la enfermedad, que afectaba ya a 50 mil personas, eran intensos. En cambio, las discusiones sobre la clonación y los transgénicos aún no ingresaban a los foros públicos.

Ese año el mundo llegaba a los cinco mil millones de habitantes, casi mil 500 millones menos de los que tiene ahora. El agua se consideraba todavía un recurso renovable y la fruta se vendía en los supermercados sin marcas ni etiquetas.

Muy pocos sabían lo que era internet y sólo algunos especialistas se comunicaban por correo electrónico. El teléfono celular y las computadoras personales, indispensables ahora para miles de personas, eran en la vida cotidiana ciencia ficción. La música se vendía en discos de acetato y los cables de la televisión pagada llegaban a muy pocos lugares.

En 1987, Pedro Almodóvar filmaba Mujeres al borde de un ataque de nervios y se estrenaba El último emperador, de Bernardo Bertolucci. Atracción fatal y Los intocables de Eliot Ness llenaban las salas cinematográficas comerciales. Tom Wolfe publicó La hoguera de las vanidades. Joseph Brodsky ganó el premio Nobel de Literatura y Camilo José Cela fue galardonado con el Príncipe de Asturias.

Ese año murieron el guitarrista español Andrés Segovia, el cineasta estadounidense John Huston y la escritora francesa Marguerite Yourcenar.

México era también otro México. Las elecciones limpias eran un sueño y nadie creía que algún día el PRI fuera a dejar la Presidencia de la República. La palabra socialista aún formaba parte de los nombres de algunos partidos políticos, las videocaseteras se compraban en la falluca y la inflación alcanzaba 134 por ciento.

En Guadalajara, las sex shops vivían en la oscuridad, la ciudad se podía cruzar en media hora y la mancha urbana apenas rebasaba el Periférico en algunas zonas. Las filas en los bancos eran igual de tardadas que ahora, pero no había cajeros automáticos ni existían los repartidores de sushi en motocicleta.

En 1987, la Feria Internacional del Libro comenzaba a cambiarle el rostro a Guadalajara.

 

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