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Congregación del Verbo Divino

Ciento veinticindo años del Verbo Divino

Desde el 8 de septiembre de 1875, luego de atravesar las más duras adversidades, la congregación misionera alemana llega a nuestros días.

Corría el año 1873. Bismarck desataba la guerra religiosa contra el catolicismo alemán mediante decretos conocidos como Leyes de mayo. Pretendía, con este expediente, quitar a la Iglesia sus derechos y gobierno propio, sujetándola incondicionalmente al servicio del Estado.

Para lograr este objetivo, se independizó a los obispos, de Roma, y al clero, de los obispos; unos y otros pasaron a depender directamente del Estado. De este modo surgió el Kulturkampf -lucha por la cultura-, cuyo programa buscaba lograr "en beneficio de una ciencia libre e independiente", el control total sobre la vida intelectual de la nación. También la formación eclesiástica debía quedar sometida a esta filosofía. Estas leyes, por cierto injustas, encontraron oposición de parte del clero y trajeron como secuela sanciones, sentencias de prisión y expulsiones.

Surgió un hombre

En este clima de persecución religiosa, surgió un sacerdote alemán, en aquel entonces porn conocido. Se llamaba Amoldo Janssen y contaba a la sazón 37 años.

Un proyecto dominaba su mente inquieta, a primera vista utópico y descabellado para el momento que vivía la Iglesia de su patria: pretender abrir un seminario de misiones. Desde que concibió este plan no cesó de meditar en los medios para llevarlo a cabo. Voluntad de Dios o ilusión de un ¿loco? Su idea hizo eclosión cuando a través de un folleto lanzó aquel llamamiento a sacerdotes expatriados y seminaristas próximos a ordenarse: "¿Ninguno hay en esta nación que se sienta llamado a dedicarse a la causa de las misiones? ¿No sería posible a los sacerdotes alemanes unirse y fundar un seminario misional alemán, fuera de Alemania? Tal proyecto estaría de acuerdo por completo con los fines de la propaganda de la Fe y con el deseo expreso del propio Santo Padre. Bélgica, Irlanda, Francia tienen sus seminarios de misiones. Italia tiene cuatro y la ciudad de París tiene cinco. Pero Alemania, donde hay tantas familias cristianas, ni siquiera tiene uno. Esto no debe continuar así..."

El proyecto de Amoldo Janssen causó sorpresa. ¿Cómo pensar en las misiones si Alemania se veía privada de pastores? Aparecieron los opositores. Janssen, hombre de oración, sé refugió en ella, convencido de que su planteo no era capricho de un hombre, sino voluntad de Dios. Durante un año mantuvo aquella iniciativa en el secreto de su corazón. Era necesario esperar el momento oportuno; en definitiva, Dios, para todo, tiene su hora.

'Alguien debe comenzarlo'

Mayo de 1874. De visita en Alemania se encontraba el prefecto apostólico, monseñor Raimondi. Amoldo Janssen decidió visitarlo: quería recabar datos para su revista. La ocasión era propicia y le confió esta inquietud: "¿Seré demasiado viejo para hacerme misionero?".

La respuesta de Monseñor Raimondi no se hizo esperar: "No es necesario que usted vaya a las misiones. Se necesitan sacerdotes en la patria que trabajen por la causa de las misiones extranjeras".

De ello no le cabía la menor duda a Amoldo Janssen. Fue, entonces, cuando le confesó a Raimondi su proyecto de fundar un seminario para las misiones, pero que no encontraba eco en su patria: La respuesta del prefecto Raimondi fue tajante: "¿Por qué no lo hace usted mismo? ¡Sí, usted! Si se ha de comenzar el trabajo, alguien debe comenzarlo".

Las palabras de Raimondi lo dejaron perplejo. No era él la persona capaz de llevar adelante semejante empresa. De nada valieron sus palabras persuasivas para. convencerlo; sólo logró que pusiera su revista "El Pequeño Mensajero" y sus oraciones al servicio de la causa misional.

La conspiración del silencio.

La revista "El Pequeño Mensajero" sería, de ahora en más, para Janssen el vehículo para lanzar el llamamiento a obispos y sacerdotes, a interesarlos en la fundación de un seminario de misiones. Una y otra vez lo hizo, pero sólo encontró silencio.

Expuso sus ideas al obispo de Colonia, quien le respondió: "Vivimos en un tiempo en que todo amenaza derrumbarse y usted quiere erigir algo nuevo para los paganos de Asia y Africa. ¿No tiene en Colonia para convertir sobrada gente?" Negativas a indiferencia se sucedieron. Sin embargo, la tozudez de Amoldo Janssen pudo más.

La tarea no era fácil. Su patria, sometida al Canciller de Hierro. Bismarck, y su persecución, era el obstáculo mayor para que su idea cristalizara. ¿Cómo construir un seminario si las leyes vigentes lo impedían, y con el clero imposibilitado de ejercer su ministerio? En definitiva, la idea no conjugaba con la realidad. Solo la oración podía echar luz y desentrañar la voluntad de Dios.

'Fúndelo usted mismo...'

Arnoldo Janssen, a pesar de los obstáculos, persistía en su idea; no podía caer en el fracaso, y menos aún, en el olvido. La oracrón habia perfilado su resolución. Había que revertir los planes... Ya no quedaban dudas de que se hacía imprescindible adquirir un sitio, construir una casa y abrir el seminario. Pero dadas las leyes anticatólicas, solo quedaba la alternativa de hacerlo fuera de Alemania. ¿Quién lo haría? He aquí la incógnita por resolver. Las palabras de monseñor Raimondi resonaban en sus oídos: "Fúndelo usted mismo". Ya no era el momento de cavilaciones; había que actuar.

Fue en el otoño de 1874 cuando asumió la decisión de abrir personalmente un seminario. Para ello, se abocó a buscar un sitio; debía estar cerca de los límites de Alemania, ya que de allí provendrían los estudiantes en su mayor parte, como igualmente, los profesores y la ayuda económica.

No sin dificultades, Arnoldo Janssen adquirió una propiedad en Steyl (Holanda). Era una casa. que constaba de dos pisos, con cinco habitaciones y un salón en cada uno.

Un sueño hecho realidad

El 8 de setiembre de 1879; en el pueblito de Steyl se notó una animación inusitada. Numerosos adherentes a la obra de Arnoldo Janssen se hicieron presentes. Era el gran día de la inauguración de la casa de misiones, coincidente con la fiesta de la Natividad de María.

La solemne misa estuvo presidida por el prelado von Essen. Amoldo Hanssen tuvo a cargo el sermón, que duró una hora, y en él. fue muy objetivo. Habló de la casa de misiones como de un encargo de Dios, no como de su empresa. "Todavía no sabemos -dijo- lo que será de la casa; porque no todo llega a lo que está destinado... Sólo Dios sabe si se hará algo de esta casa... No nos desaliente el hecho de que el comienzo sea insignificante... Si se hace algo de la casa, queremos estar agradeéidos a la gracia de Dios; pero si no se hace nada, queremos golpearnos humildemente el pecho y confesar que no éramos dignos de la gracia".

Amoldo Janssen daba comienzo a su obra. Cuatro miembros integraban la comunidad.

Un día después de la inauguración, Janssen ,decía a un amigo: "La casa está paga; pero comenzamos nuestra vida aquí con la bolsa vacía". En efecto, en los comienzós se dormía en el suelo; solo había cuatro sillas para cinco huéspedes; sin embargo era patente que la Divina Providencia no desamparaba la incipiente obra.

'Y Dios hizo maravillas'

Los seis meses que siguieron a la inauguración del seminario de misiones no fueron fáciles. Se trataba de buscar una sólida base religiosa para la nueva fundación; y en este terreno surgieron serias divergencias, que bien pronto hicieron crisis. Tres miembrbs abandonaron a Janssen.

Duros momentos para Amoldo, que to llevaron a decir: "Ahora se manifestará si esto es obra de Dios; si no to es, que fracase ahora mismo. Si tal es la voluntad de Dios, estoy conforme con la misma. Si es la voluntad de Dios, mejor se decida hoy que mañana. En mi mente sólo tengo la voluntad de Dios".

Fina ironía: un seminario sin personal. No obstante, Arnoldo Janssen no era pesimista, aunque tampoco un optimista ligero. De algo estaba seguro: la casa de misiones era una necesidad. Era consciente de su fragilidad y de las deficiencias humanas. Por eso, confiaba tanto en la bendición de Dios.

El tiempo le dio la razón. Cuando el 5 de noviembre de 1907 Janssen celebraba sus 70 años, 400 sacerdotes, 700 hermanos y 50 hermanas quisieron estar junto a su padre y fundador.

Fue entonces cuando Janssen respondió: "Es una fortuna que el futuro nos esté vedado. De haberlo conocido, ¿qué mérito en mi obra? [...] Sólo me concedió fuerza suficiente para llevar adelante la obra, una vez comenzada". Y en una carta expresaba: "Cuando comencé con la fundación de la Congregación, la opinión general auguraba un seguro fracaso. Quienes así pensaban, juzgaron correctamente, dada la pobreza de mi persona. Pero plugo a Dios que la obra fuera un éxito, un éxito que nunca creí posible".

Estos fueron los comienzos de la Sociedad del Verbo Divino, nacida porque Dios "miró con bondad la pequeñez de su servidor", Amoldo.

Rápidamente la tarea misionera de la Congregación de América (Argentina) se extendió por Asia (China), Africa (Togo), Oceanía (Nueva Guinea); además dé distintas fundaciones en Europa (Alemania, Austria, Italia).

Fuente: "Cristo hoy" en la edición del 31 de agosto al 6 de septiembre de 2000, páginas 2 y 3.

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