TALAVERA DE LA REINA.
LA CERÁMICA DE TALAVERA: NOMBRES PARA UNA HISTORIA

Siglo XVI: Jan Floris

Del arco iris de la cerámica de Talavera tomemos un color, los nombres propios de toda la pirámide fijemos nuestra diana en el vértice. Hay hombres que marcan unos momentos importantes dentro de la cerámica de Talavera, en ellos se resumen todo un quehacer alfarero de Talavera. Del siglo XVI hay que tomar el nombre y el hombre de Jan Floris. Con él comienza la andadura de la cerámica renacentista o italo-flamenca en Talavera.

Detalle zócalo. Ermita Virgen del Prado.
Detalle zócalo. Ermita Virgen del Prado
Jan Floris o Juan Flores, al ser castellanizado, era hermano de Cornelis Floris y aprendió la técnica ceramística en el taller de Guido de Andres. Su importancia y valor se aprecia al haber sido inscrito en la Corporación de San Lucas de Amberes en 1530. La fecha de su venida a España es, probablemente, el año 1558 estableciéndose en Plasencia. Quizá el escoger esta ciudad se deba a algún conocido que tuviera allí y que le proporcionara algún trabajo, tambien pudo ser el encargo de unas obras concretas.

El hecho es que en la iglesia de Garrovillas en la provincia de Cáceres hay dos paneles, que representan a San Pablo y a San Andrés que están firmados con las iniciales I.F. y fechadas en 1559,

los cuales son interpretados como obras de Jan Floris, atribuyéndosele también el retablo de San Vicente Ferrer en la misma Plasencia, Platón Páramo nos da noticia de otra obra realizada antes de su venida a Talavera y siendo, por lo tanto, posible producción de su taller de Plasencia; "1560. En el pueblecito de Garganta de la Olla (Cáceres) a una legua del Monasterio de Yuste... hay una ermita con un altar gótico cuyo frontal tiene en el centro un escudo policromado, perfectamente dibujado con las armas de los Enriquez y los Frias, y la siguiente inscripción: Lo mandó hacer en Talavera Gaspar Enríquez de Montalbán, vecino de Oropesa, el año de 1560."

En Plasencia permanece hasta que el 3 de septiembre de 1562 se le encarga la obra de azulejería para el Alcazar de Madrid concretamente para la Torre Nueva o Dorada; obra donde Juan Bautista de Toledo conjuga el estilo italiano de los palacios de Roma y el flamenco, en ella trabajan gran cantidad de albañiles y expertos artesanos flamencos. En ese contrato se dice que pintaría y realizaría en Talavera todos los patrones y azulejos que le pidieran para esta obra, así como para el resto de los sitios reales. Firmaron como testigos el capitán e ingeniero italiano Francesco Paciotto y los españoles, Pedro de Hoyo que era el secretario de Felipe II y los maestros Luis y Gaspar de Vega.

Ceán Bermúdez afirma que trabajó en el Alcázar, en la Real Casa del Pardo y en la del bosque de Segovia. "Felipe II mandó satisfacerle 1100 reales a buena cuenta de lo que se le había mandado hacer en aquellas obras reales. Finálmente por cédula dada en Madrid a 20 de marzo de 1563 le nombró el rey y su criado y maestro de azulejos con el sueldo de 12 placas al día, que importaba cada una diez maravedís, principiando a gozarle desde el día de San Juan de junio de 62". El 8 de noviembre de 1563 se encuentra una remesa de azulejos de Jan Floris en el palacio del pardo, palacio que se estaba reformando. Anfora de Cerámica

El 25 de junio de 1564 Felipe II ordena que se den prisa en las obras del cuarto del Rey en el Alcázar. El arquitecto Juan Bautista de Toledo informaba el mismo mes del progreso de estos y el propio Felipe II se quejaba de que "aquel Floris comenzó a poner unos pocos de azulejos y despues no ha venido más, y a lo que yo he visto no trae con muchos los que dijo, sabed de él lo que le pasa"

En el padrón de 1565 aparece Juan Flores residiendo en Talavera, en el barrio de San Pedro, considerado morador no vecino. El 27 de julio de ese mismo año estaban casi acabadas las habitaciones del rey y ordenó que el flamenco Flores se dedicara a solar estas salas con azulejos de Talavera y que le pusieran ya las ventanas a las saletas donde solían comer. El 29 de septiembre se señalaba en una carta de Luis Hurtado a Pedro de Hoyo, que "todo lo que toca al aposento de Su Majestad estará acabado para el domingo primero que viene, que se contarán 7 de octubre, así lo que toca a pintura, como al chapado de azulejos de Talavera y solado de ladrillos de Toledo." En 1566 siguieron las obras en el Palacio del Pardo y sabemos que se solaban varias habitaiones con ladrillo y azulejos.

En este mismo año, el 21 de noviembre, Jan Floris es testigo de las proebas que el ceramista sevillano, Jerónimo Montero, realiza en Talavera por mandato del rey. Jerónimo Montero es el que introduce la cerámica de tipo "esponjada." Platón Páramo hace referencia a este hecho y pone un extracto del documento que relata la prueba, en él se dice "que un maestro alfarero de Sevilla, llamado Gerónimo Montero, vino a Talavera, en 1566, por mandato de su majestad Felipe II y de los señores presidente y oidores de su Consejo, para ensayar ciertos metales que traía de Sevilla en las piezas del barro de Talavera que ante varios testigos echó en la parrilla los metales que traía quemándolos con estaño, cociéndolos en el horno y moliéndolos después en el molino de vidriado. Que en casa del alfarero Juan de Figueroa, llevó estos materiales del oficio del barro blanco, que allí los vidrió el oficial de alfar Antonio Díaz pintando Gerónimo Montero diferentes piezas, como platos, escudillas, jarras y porcelanas (jofainas).

Que pintadas en azul, jaspeó algunas, poniendo su nombre y el de Talavera por detrás de las piezas." El jaspeado, queriendo imitar el mármol se empleó en los azulejos para rellenar espacios. Estos espacios están enmarcados por una cartela o el dibujo de un cordón y también con orlas de hojas de acanto. En el convento de las Comendadoras del Apostol Santiago, dentro del denominado claustro de la Mora, se conserva un frontal de azulejos talaveranos de fines del siglo XVI, en el que se unen elementos vegetales y cartelas de tipo de "ferronerie."

La fecha de la muerte del ceramista Jan Floris fue el 1 de noviembre de 1567.

Siglo XVIII: José Mansilla del Pino y Clemente Collazos

Retablo de cerámica de José Mansilla
Detalle del retablo de cerámica que
José Mansilla realizó para el colegio
de las Madres Agustinas.
Uno puede admirar y admirarse de la calidad de la cerámica del siglo XVIII. Sin embargo cuando se busca el espaldarazo del documento escrito para fijar su esplendor, tan solo encontramos una desvalorización del hacer alfarero de Talavera en ese tiempo. El renovar sus formas y decoración siguiendo la moda de la cerámica se mantuvieron con algún auge hasta 1720, ocho fábricas daban trabajo a mas de cuatrocientas personas; diez años después, 1730, solamente existian cuatro, la fábrica de José Mansilla del Pino, José López de Sigüenza, Andrés Ximénez Muñoz y José Rodríguez.

Si nos fijamos en la producción de azulejería, dos nombres se agigantaban: José Mansilla del Pino y Clemente Collazos. Dos nombres que están vinculados al Convento de las Madres Agustinas pues en él se conservan sus únicas obras firmadas. José Mansilla del Pino nació en Talavera el 19 de septiembre de 1693. Era hijo del alfarero Ignacio Mansilla del Pino y de Antonia Blázquez de Alcántara. José Mansilla se casó con Magdalena López de Quevedo, tuvieron tres hijas, la mayor se hizo religiosa agustina. José Mansilla hizo un azulejo con el tema de la Virgen del Socorro, azulejo que regaló a cada religiosa en acción de gracias por haber salvado a su hija, pues como cuentan las crónicas del convento, Sor Juana Micaela, hija del afarero cayó a un pozo de donde salió, sin haber sufrido dañó, gracias a la intercesión de la Virgen del Socorro.

Pero su obra maestra es el retablo sobre la historia de la orden. Este retablo está dividido en tres partes: en la superior el escudo de la Orden y a sus lados una Viva Jesús y Viva María. El motivo principal, tres figuras, separados por elegantes columnas corintias, teniendo por motivo pictórico San Agustín, la Virgen del Socorro y el Venerable P. Orozco. Detalle de cerámica

El tercer elemento está formado por siete pliegos escritos en verso, donde se relata la historia de la fundación. Este retablo fué hecho, como consta en una de las columnas, "se hizo en casa de don Joseph Mansilla. Año 1733".

La fábrica de José Rodríguez pasó por herencia a su sobrino Tomás Rodríguez, el cual, por ser sacerdote, la donó el 9 de enero de 1788 a su hermana María de la O Rodríguez de Moya, mujer de Clemente Collazos. De esta manera fue como vino a regentar, como suya, una fábrica de loza Clemente Collazos que era de familia de alfareros. Clemente Collazos aparece trabajando en los alfares en 1763. Su modo de hacer tuvo que tener las características de lo perfecto pues cuando, en 1801, el intendente de la fábrica del Buen Retiro, don Cristóbal Torrijos, quiso renovar la fábrica, haciendo loza inglesa e imitaciones de jaspe y mármoles, se llevó a Clemente Collazos. En esta fábrica estuvo trabajando un poco de tiempo, pero al rechazar el Rey esta innovación, Collazos volvió a Talavera.

Solamente se conoce, por llevar su firma, una obra, compuesta de doce azules con el tema de la Virgen entregando la casulla a San Ildefonso, obra que conservan las Madres Agustinas. En la parte inferior de la cartela se lee: Clemente Collazos faciebat Año 1790. La escena está enmarcada por el armonioso movimiento de una cartela rococó, como si la ondulante ola rematara en cabeza de ángeles, que mirar sorprendidos hacia adentro y de los dos de las esquinas, de su boca, cuelgan guirnaldas de flores. Hacia el centro y abajo, tres rostros de despavoridos monstruos, dos se convierte en gancho para otra guirnalda de flores que va a morir en la boca del que está debajo. El movimiento se hace luz y tranquilidad dentro ya de la escena. Un angelito, revoloteando, levanta una cortina, la Virgen, sobre una densa nube, con el Niño en sus brazos, se inclina hacia San Ildefonso; al otro lado un ángel-mozo ayuda a la Virgen a poner la casulla y asomando su cabeza curiosa un tropel de angelillos son testigos de este milagro.

El siglo XVIII nos muestra que la cerámica de Talavera no tiene la tradición como corsé duro que la impide respirar aires nuevos; la influencia francesa y de Alcora transforman el quehacer alfarero de Talavera en el siglo XVIII aunque, como jugo escondido, mantiene un aire que si es propio de Talavera, la manera especial de usar los colores, los trazos de las pinceladas y la armonía de su conjunto.
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