En la Internet desde el 24 de agosto de 1999 a la tarde.

Se llama Aroa, cumplirá siete años después del verano y vive con sus hermanas Alba de cinco años y Cindia de un año, en un poblado de chabolas conocido en Madrid por Caño Roto. Todo amontonado en un sucio basurero y por donde ya desde muy temprano hay jóvenes sudorosos y temblorosos que buscan desesperadamente una dosis de droga.

El padre de Aroa a duras penas llega a ganar 10.000 pesetas mensuales y la madre recibe 20.000 del Ingreso Madrileño de Integración.

“No quiero que mis amigos

conozcan mi casa”

“Odio el verano, en casa el calor es insoportable; ¿verdad mama? Las ratas se esconden entre las chapas y los plásticos arden solo con mirarlos. Me gusta mucho mas el invierno, aunque haya placas y no podemos ir al colegio por los barros.

Mi nombre es Aroa Jiménez, vivo con mis dos hermanas pequeñas y mis padres en lo que en la escuela he oído decir como uno de los infiernos que Madrid tiene reservado para los mas pobres: una de las chabolas de Caño Roto.

Dice mi madre que mi padre tuvo que poner 224.000 pesetas encima de la mesa por la chabola días antes de que yo llegara al mundo. No se ha vuelto a olvidar esa cifra, desde que la oí, hace ya algún tiempo.

Cuando llueve el techo de esta casa se abomba debido al peso del agua, en el interior se forman charcos y mi madre tiene que ir con cubos y barreños para evitar que se inunde la casa. No me gusta mi casa y estoy deseando ir al colegio porque allí todo esta limpio y seco. Hay flores y ventanas muy grandes.

Aquí, al descorrer la cortina de la puerta te dan ganas de irte corriendo, es miserable y aunque digan en la escuela que nosotros, los pobres, terminamos por acostumbrarnos, se engañan y cualquiera de mis primos ya han planificado salir de este infierno; si infierno, así lo llama mi tío Satur.

El colegio es bonito y nos llevamos muy bien con los compañeros; bueno, la mayoría no nos dejan jugar con ellos, “no te arrimes a esa”, le suelo oír a mas de uno y siempre hay alguna pelea como la del otro día con mi tía Tamara y es que nosotros no tenemos dinero para comprar los libros y mi prima cogió uno que no era de ella y vino el chico y le dio dos bofetadas.

Cuando vemos a mama tirarse en su cama con un pañuelo en los ojos lo pasamos muy  mal. Nos encantaría (a Alba, mi hermana, y a mi) tener una bañera, con jabón hasta arriba y llena de agua calentita como vemos en las películas de la tele, y no como nos baña mama que nos mete en un barreño y nos va lavando a cachos y yo por lo menos me paso tiritando todo el rato.

Mama nos despierta a las ocho y media de la mañana, mi hermana Alba y yo intentamos quedarnos arrebujadas entre las mantas, pero nos lo pide por favor y que tengamos cuidado porque si se despierta nuestro padre podríamos no necesitar calefacción en la escuela.

No quiero que mis amigos conozcan mi casa y no se lo digas a nadie pero mi señorita no es buena, es un poco bruja. Pero en el colegio es donde mas a gusto estoy.

También todo estaría mejor si mi padre no se fuera con sus amigos por la noche, dejandonos a las cuatro solas y odio que me pongan la mano encima, que me peguen y los papas lo hacen y yo por eso los mataría a todos.

Odio, odio esta casa y algún día conseguiré mucho dinero y llevare a mis hermanas a nuestra nueva casa y habrá dos bañeras y mi madre tendrá macetas con flores y una nevera llena de cosas.

Y si papa no le pega, también vendrá el a la nueva casa”.

 

La vida de Aroa, una vida absolutamente pobre, miserablemente pobre, injustamente pobre.

 

Enviado por Mauricio Olmedo Sánchez "Boa sigilosa"


 
 
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