La
vida de San Francisco de
Asis
S.
Francisco nace en
Asís en el año
1182, hijo de
Monna Pica y de
Pedro de
Bernardone. Una
leyenda afirma que
Monna Pica da a
luz su primogénito
en un establo próximo
a la casa,
siguiendo las
indicaciones de un
misterioso
peregrino que
golpea a su puerta
antes del parto.
La leyenda tal vez
nació para
convalidar un
paralelismo entre
la vida de
Jesucristo y de
Francisco. |
Delante
a la Fuente
Bautismal en la
Catedral de S.
Rufino, viene
llamado con el
nombre de Juan;
nombre que su
padre cambia por
el de Francisco,
al regreso de un
viaje de negocios
en tierra
francesa, para
recordar la tierra
que le ha dado
riqueza. Monna
Pica, la madre de
Francisco, es de
origen provenzal:
las primeras
palabras dulces y
afectuosas que el
Niño oye son
francesas. Este
idioma quedó en
su corazón: en
efecto, así lo
afirma su primer
biógrafo, Tomás
de Celano, cuando
exterioriza su
leticia, canta en
el dulce idioma de
los trovadores de
la caballeresca
Provenza.
Pica, como todas
las madres, sueña
un luminoso futuro
para su Francisco;
ni siquiera lo
reprende o
contradice por su
cambio espiritual,
más bien, a
escondidas lo
ayuda y contra la
voluntad de
Bernardone, su
marido, lo deja
libre del tabuco
de su casa donde
éste lo ha
encarcelado y
encadenado.
Francisco
ocupado en vender
un rollo de tela
en el negocio
paterno, no
escucha un mendigo
que le pide
limosnas en nombre
de Dios... Se
trata sin dudas de
un momento de
distracción,
porque nunca ha
mandado con las
manos vacías a un
pobre.
Improvisamente
deja el cliente y
corriendo alcanza
el mendigo: le
pide perdón y le
da, en dinero, una
generosa limosna.
El
joven Francisco,
abundantemente
provisto de
dinero,
inteligente, de
carácter abierto,
vanidoso, vestido
con hábitos
preciosos,
generoso, se
convierte, por
espontánea elección,
en el "príncipe
de las brigadas
juveniles
asisianas".
Primero en las
fiestas, primero
en los concursos
poéticos, primero
en las
manifestaciones
juveniles propias
de su época,
piensa a
sobresalir también
en el arte de las
armas, es valiente
caballero durante
la guerra con
Perusa, parte
rumbo a las
Puglias para
defender los
derechos
imperiales de
Constanza, la
viuda de Enrique
IV.
Francisco,
"era para
todos objeto de
maravillas, y en
pompa de
vanagloria se
esforzaba para ser
el primero de
todos, en los
juegos, en las
refinaciones, en
los bellos motes,
en los cantares,
en las lujosas y
fluentes
vestimentas; no
avaro sino pródigo;
no ávido sino
disipador"
(T. Celano 1.2).
"Jovenzuelo
esposado de una
larga enfermedad,
inicia a pensar
para sí bien
diversarnente de
lo habitual; para
recobrar las
fuerzas apoyado en
un bastón, un día
salió y se puso a
observar con mayor
atención el campo
que se le extendía
alrededor, la
belleza de los
campos, la
amenidad de las viñas
y todo lo que es
delicia de los
ojos no le daba más
ningun deleite; se
admiraba del
repentino cambio y
consideraba necios
todos aquellos que
tienen el corazón
atado a los bienes
de tal género.
(Cel. 1.2)
En el año 1202 se
enciende una áspera
contienda entre Asís
y Perusa. Asís,
ya municipio
libre, ha
expulsado de su
territorio los señores
feudales, que
tanto la han
atormentado.
Perusa concede a
ellos hospitalidad
y protección y
solicita su
retorno. De frente
a la negación se
desencadena la
guerra entre las
dos ciudades.
Francisco, joven
de 20 años, forma
parte de las
milicias
ciudadanas como
caballero. En la
batalla de
Collestrada,
fracción
perteneciente a
Perusa, es tomado
prisionero y
conducido a la cárcel
perusina de
Sopramuro. Allí
queda casi un año.
La vida de la cárcel
es dura, aunque si
él se distingue:
es generoso y
vivaz, brinda a
sus compañeros
toda su atención
y mantiene alta, aún
con el canto, la
esperanza de la
liberación.
Después de una
noche insomne,
pronto,
impaciente, listo,
Francisco embraza
el escudo de la
fe, se provee de
las armas de una
grande confianza
para combatir las
batallas del Señor,
y recorrer las
calles de la
ciudad, acusándose,
en su divino
entusiasmo de
pigricia y de
vileza.
Después
del retorno desde
Espoleto,
Francisco medita
sobre la voz nítida
y clara que en sueños
le ha ordenado
volver a Asís,
para esperar allá
otras órdenes. La
espera incide
profundamente en
su espíritu y
produce un cambio
en sus habituales
de vida, busca la
soledad y la
plegaria. Quiere
romper los lazos
con el pasado e
invita a los
amigos a una cena
de
"despedida".
Ellos, sin conocer
las intenciones de
Francisco, acorren
alegres con la
seguridad que la
conocida
prodigalidad del
príncipe de su
brigada, dará una
fiesta
inolvidable. El va
vistiendo
preciosos, y
lujosos hábitos y
como símbolo de
distinción de
"príncipe de
la fiesta"
lleva un
"bastoncillo
adornado con
cintas de
color".
Platos suculentos,
cantos, alegría,
brindis, diversión
y exultación
distinguen el
proceder de la
fiesta. Hacia el
final de la cena,
sin hacerse ver,
silenciosamente,
Francisco abandona
el salón y
desaparece.
Cuando los amigos
se dan cuenta, van
todos a buscarlo:
lo encuentran
parado en una
plaza, con los
ojos alzados al
cielo, embelesado.
Lo sacuden, y a
las apremiantes
preguntas responde
cándidamente que,
"está soñando
el rostro de su
futura esposa:
Madona
Pobreza".
Siendo adolescente
va en peregrinación
a Roma. Visto que
los peregrinos
tiran, como
limosna, pocas
monedas delante a
la tumba del apóstol,
se maravilla por
la avaricía y en
un impulso de
generosidad que le
es propio, tira
todo su dinero,
sin dejarse nada
para el regreso a
Asís. Luego
cambia sus hábitos
principescos por
los de un mendigo
y ocupando su
posto extiende la
mano para recibir
limosnas; es un
gesto de amor por
el pobre y de
consciente
humillación
personal.
Después
del sueño de
Espoleto durante
el cual escuchó
una voz divina que
le ordenó volver
a Asís para
recibir allí
otras órdenes,
Francisco cae
gravemente
enfermo. Durante
la convalesencia,
se avecina, a
caballo, al
hospital de los
leprosos que se
encuentra no lejos
de la Porciuncula.
Encuentra por el
sendero un
leproso, sintió
horror e intentó
huir... al
contrario salta
del caballo, va
hacia el leproso y
lo abraza. Es su más
grande victoria,
es el cambio
definitivo en su
vida. En el
testamento dictado
antes de morir,
dice así: "y
todo aquello que
me pareciá amargo
se transformó en
dulzura del alma y
del cuerpo".
|
"Retornado
desde Espoleto a
Asís, un día
andado a meditar
por el campo, se
encontró vecino a
la capillita de S.
Damián, que
amenazaba ruinas
por su vejez"
Inspirado por Dios
entró.
A los pies de un
crucifijo oraba
con intenso
fervor, y el alma
se le colmaba de
alegría. Después
llevó los ojos
lagrimosos hacia
el alto y se sintió
golpear los oídos
por una voz
misteriosa.
Aquella voz
descendía de los
labios de Jesús
Crucificado y se
dirigía a él.
Tres veces le
dijo:
"Francisco,
reconstruye mi
casa, que, como véis,
va en ruinas"
(San Buenaventura
II,1). Es una
orden simbólica
que reviste a
Francisco de una
altísima misión:
aquella de
restaurar los
principios divinos
de la Iglesia de
Cristo, minada de
herejía, de malas
costumbres y de
simonía. |
Francisco
no puede
comprender este
recóndito
significado, mas
solamente aquel
literario. |
Francisco
interpretando
literalmente la orden
del Crucifijo de S. Damián
"Ve Francisco,
reconstruye mi casa
cadente", con el
fin de procurarse el
dinero necesario para
restaurar la iglesita,
retira del almacén
paterno rollos de telas
preciosas, va a Foligno
y los vende junto a su
caballo.
El
dinero así recogido lo
da al capellán de la
Iglesia para que provea
a los trabajos; mas éste
lo rechaza porque cree
que sea de ilegítima
provenienza y porque
teme las iras del padre,
Pedro de Bernardone.
Pocos
dias después, en
efecto, Francisco viene
llamado a juicio por el
padre delante al Obispo
Guido.
Francisco se quita los
vestidos, los restituye
al padre, renuncia a la
herencia de los bienes y
exclama "Oídme
todos, hasta ahora he
reconocido como mi padre
Pedro de Bernardone,
pero de ahora en
adelante repetiré con más
fe: Padre nuestro que
estás en los
cielos".
No, los habitantes de Asís
no pueden aceptar que
Francisco, hijo del rico
Bernardone, frívolo,
vanaglorioso, generoso,
príncipe de las
brigadas juveniles, haya
elegido improvisamente
la vida de la pobreza,
de la humillación y de
la mendicidad. Solamente
un loco puede cambiar la
riqueza por la pobreza,
la admiración por el
escarnio, los vestidos
"lujosos y
fluentes" por una
miserable túnica
remendada. Cuando pasa
por las calles de la
ciudad todos lo llaman
"estúpido y
loco" y le arrojan
piedras y fango.
Francisco no se enoja,
acepta el insulto con
alegría, agradeciendo
al Señor por esas
pruebas; bendice el
perseguidor y lo
perdona.
Predica en las plazas y
delante a las iglesias
la penitencia, el reino
de Dios y la paz. Sus
conciudadanos se
avecinan primero con
curiosidad y difidencia,
luego acuden siempre más
numerosos, nobles y
plebeyos, clérigos y
laicos, lo escuchan con
admiración, tomando
ejemplo.
Después de la renuncia
a los bienes, Francisco
es libre de todo vínculo.
Descalzo
y revestido con el
saco que el
hortelano del
Obispo le había
regalado, para que
cubriese sus
desnudeces, se
dirige hacia
Gubbio, cantando y
proclamándose
"el heraldo
del gran
Rey". Pide
hospitalidad a los
benedectinos de S.
María de Valfábrica.
Durante algunos días
quedó como garzón
en la cocina.
Después retoma el
camino hacia
Gubbio, donde
viene acogido por
un amigo de armas,
el caballero
Federico
Spadalunga que lo
viste, así es
transmitido, con
la túnica que
después será la
divisa de los
franciscanos (un
sayo con forma de
cruz).
Prédica el
Evangelio
recorriendo las
calles de la
ciudad cubierta de
nieve. Durante la
primavera regresa
a Asís y lleva a
cabo los trabajos
de reconstrucción
de la Iglesia de
S. Damián. |
Apenas
libre de los
trabajos de
reconstrucción de
la iglesita de S.
Damián y de la
predicación del
Evangelio, se
precipita al
hospital de los
leprosos. Lava sus
cuerpos, cura sus
llagas, los abraza
y los consuela.
Enciende en sus
almas la esperanza
de curar.
Francisco, por
todos los
conciudadanos
conocido como el
hijo del rico
mercante Pedro de
Bernardone, por
todos considerado
el más brillante,
elegante,
facultoso y
generoso entre los
jóvenes de Asís,
después de la
renuncia a los
bienes paternos
delante al Obispo
Guido, se humilla
pidiendo, de
puerta en puerta,
los restos de las
comidas.
|
Exulta
de alegría cuando
los recibe, cortésmente
agradece a los
donadores bendiciéndolos;
come las
disgustosas sopas
y los trozos de
pan secos como si
fueran preciosos
dones del Señor.
Los
habitantes de Asís
antes hostiles,
siguen con
curiosidad mal
disimulada las
manifestaciones públicas
de Francisco,
comienzan a
responder a su
jovial saludo
"pax et
bonum", después
en grupos más
numerosos escuchan
sus prédicas. Su
mensaje proclamado
con voz fuerte,
firme y
convincente, llega
al corazón de los
oyentes, despierta
admiración.
Bernardo de
Quintavalle, joven
rico y aristocrático,
turbado y preso de
su prédica, se le
acerca y lo invita
a su patricio
palacio. Durante
la noche,
suponiendo que
Bernardo duerme,
Francisco salta de
la cama y se pone
a orar. Bernardo,
en cambio, escucha
el diálogo con
Dios, quedando
profundamente
impresionado, se
levanta a su vez y
se pone al lado
asociándose a la
plegaria. A la mañana
van a la Iglesia
de S. Nicolás,
abren el Evangelio
a suerte y leen el
versículo
"si quieres
ser perfecto vende
todo lo que posees
y dónalo a los
pobres" (Matías).
Bernardo vende
todo, lo regala a
los pobres, y pide
a Francisco que lo
acepte en su séquito
como primer compañero.
Egidio, hijo de un
campesino, escucha
ávidamente los
relatos sobre la
predicación de
Francisco: sabe
que Bernardo de
Quintavalle y
Pedro Catanio,
hombres bien
conocidos en Asís
por su posición
social, son sus
compañeros de
penitencia y de
plegaria en la
iglesita de la
Porciúncula.
"Él, así
relata Fray León,
en su corazón ha
decidido de ser el
tercer compañero
de Francisco. No
conoce el lugar y
por tanto pide a
Dios de conducirlo
por el camino
justo. Y en ese
momento viene
Francisco, que había
salido para orar
en el bosque
vecino. Al verlo,
Egidio se alegró
y se tiró a sus
pies. Francisco le
pregunta: -¿qué
deseas?- él
responde -Quiero
estar con
vosotros...
Francisco lo alzó
con su mano y lo
condujo a la
iglesita. Llama a
Bemardo y le dice:
-El Señor nos ha
mandado un buen
hermano, sea
bienvenido".
Obtenida
del Papa Inocencio
III la autorización
para predicar el
Evangelio,
Francisco envía
sus primeros compañeros,
de a dos, en misión
religiosa por las
calles de Italia y
de Europa.
El
noble caballero Ángel
de Tancredo de Asís
pide de ser
acogido en la
comunidad de la
Porciúncula. Es
una prueba de gran
importancia. La
predicación de
Francisco, hizo
brecha en la
soberbia del
feudal y en el espíritu
revolucionario del
pueblo, tanto que
viene concluido en
Asís, por su
intermedio, un
pacto de paz entre
los "majores
y los
minores".
Cuando los
secuaces alcanzan
el numero de 11,
Francisco, cree
necesario obtener
del Pontífice la
Regla de vida
basada en la
pobreza y la
autorización a la
predicación. En
el mes de
septiembre parte
con ellos desde
Rivotorto, donde
ha creado el
primer minúsculo
convento llamado
Tugurio y se
dirige a Roma.
Luego de una larga
espera el Papa
Inocencio III, lo
recibe y aprueba a
"Viva
voz" la
Regla, después de
algunas dudas
surgidas a causa
del excesivo rigor
de la norma que
impone el respeto
de la absoluta
pobreza.
En
el otoño de 1209
en las cercanías
del Refugio de
Rivotorto pasa
"con gran
pompa y acompañamiento
el Emperador Otón
IV que se dirige a
Roma para ser
coronado por el
Pontífice. El
Santísimo Padre,
Francisco, que
permanecía con
los demás frailes
en dicho refugio,
no salió del
mismo para verle,
ni permitió que
lo hiciese ninguno
de sus discípulos,
excepto uno, que,
al paso del
Emperador, le
anunciase con
firmeza que toda
su gloria duraría
muy poco
tiempo" (1
Cel. 43). La
profecía se
verificó
Clara, hija del
noble Favarone de
Offreduccio,
jovencita de
espejada virtud,
escucha con devoción
y admiración las
prédicas de
Francisco, y desea
encontrarlo con el
fin de dejar la
vanagloria del
mundo y ofrecer su
vida a Jesucristo,
el gran Rey.
Acompañada por
Bona
de.Guelfuccio, una
pariente suya, con
el fin de que
"aquella
atracción no
fuese mal
interpretada",
la niña sale del
palacio de los
abuelos, y a
escondidas se
dirige hacia el
hombre de Dios,
cuyas palabras le
parecieron de
fuego y
sobrehumanas sus
obras
Del
noble Favarone de
Offreduccio y de
Ortolana, el 16 de
julio de 1193 nace
en Asís Clara.
Crece en una casa
bienestante y
aprende, cosa
excepcional para
la época, el
latino. A quince años,
rechaza esposar un
pretendiente noble
porque como
confiesa a los
asombrados padres,
se es consagrada a
Dios. El día
siguiente al
domingo de Ramos
del 1212 huye de
la casa paterna, y
acompañada por la
nodriza Bona de
Guelfuccio se
dirige a la Porciúncula,
donde Francisco,
consabidor el
Obispo Guido, la
espera. Clara,
depositado el
precioso vestido y
los adornos, viste
una tosca túnica
y ciñe la cintura
con un cordón.
Francisco le corta
los rubios
cabellos y le
cubre la cabeza
con un velo negro.
Pronuncia los
votos de pobreza,
castidad y
obediencia,
reconoce Francisco
como superior
suyo. Tuvo así
inicio la vida de
la Orden de las
Clarisas.
Clara
acompañada por
Sor Pacífica se
dirige a la Porciúncula
para encontrar a
Francisco y volver
a ver la querida
capillita donde
vino consagrada al
Señor. Es el
anochecer y sobre
una estera viene
puesto el pan de
la caridad. Los
santos comensales
hablan del
sacrificio
salvador del Señor
y de su amor por
todas las
criaturas. Juntos
elevan a Dios una
plegaria de
agradecimiento y
vienen arrebatados
en éxtasis. Una
luz celestial los
envuelve, y es tan
intensa que parece
el incendio de la
selva que rodea la
capillita.
La gente acorre
numerosa para
apagar el fuego:
no es un incendio
mas solamente
frailes y monjas
en oración.
|
Vecino
a Bevagna se
encontró con una
bandada de pájaros,
de diversa
especie, recogidos
sobre los árboles
o pacientes en el
prado. De un salto
fue preso por
ellos, y como si
hubiesen razón,
los saludó
gentilmente...
Cuando estuvo en
medio, los exhortó
con ardor a callar
y a escuchar la
palabra de Dios:
"Hermanitos míos,
vosotros debéis
tanto loar el Señor.
Él os ha cubierto
de plumas y os ha
dado las penas
para volar, os ha
dado el aire y,
sin vuestro pesar,
os prepara el
sustento".
Mientras así
hablaba, los pájaros,
con admirable
demostración de
afecto, alargaban
el cuello, extendían
las alas, abrían
el pico y lo
miraban atentos...
Hizo al final la
señal de la cruz
y los bendijo a
todos. Contentos
los pájaros
volaron juntos en
el aire cantando
(Id 12,3).
Francisco lleva la
paz en muchas
ciudades divididas
por ásperas
contiendas entre
fracciones
opuestas, corno
acaeció en Asís,
Arezzo y Boloña y
tantas otras
ciudades de
Italia.
|
Francisco
cada vez que beve
de un manantial,
expresa su
exultación por el
precioso don de
Dios: el agua, sin
la cual la vida
sería imposible.
Con los brazos
abiertos y los
ojos hacia el
cielo dice así:
"Loado seas,
mi Señor, por la
hermana agua, la
cual es muy útil
y humilde y
preciosa y
casta" (Cántico
de las Criaturas)
S. Francisco y S.
Domingo, los
fundadores de las
dos órdenes monásticas
más importantes
del alto medioevo,
se encuentran y
fraternalmente se
abrazan durante el
desarrollo del IV
Concilio de Letrán.
La positiva
reforma de la
Iglesia que en
dicho Concilio
viene establecida
y codificada con
una bula
pontificia de
Inocencio III, es
en gran parte el
fruto de la
participación
franciscana y
dominicana.
"Sucedió una
vez, en el día de
Pascua, que los
frailes del
Eremitorio de
Greccio preparasen
la mesa con mayor
atención de lo
habitual".
Francisco no
aprueba. "Se
pone sobre la
cabeza el sombrero
de un pobre que se
encuentra
presente, se
sienta en el suelo
y pide una
escudilla que está
sobre las cenizas.
¡Ahora sí, dice,
que estoy sentado
como un fraile
menor! Nosotros más
que todos debemos
sentirnos obhgados
por el ejemplo de
la pobreza del
hijo de
Dios".
(Florecillas cap.
31).
En
el año 1219
Francisco, después
de la derrota de
los cruzados en la
batalla de Damieta
en Egipto, durante
su marcha hacia
Jerusalén, es
detenido,
castigado, y
conducido delante
del sultán
(Melek-el Kamel).
Este lo interroga
largamente y
cerciorándose de
su intrépida fe,
lo admira y le
ofrece dones (hoy
conservados en el
museo de la Basílica
de S. Francisco) y
lo provee de un
salvoconducto para
dirigirse al santo
Sepulcro.
Delante a la vista
de la Ciudad
Santa, se conmueve
y se postra en
oración.
La predicación de
Francisco suscita
en los hombres y
mujeres gran
fervor religioso y
el deseo de
seguirle los
pasos. Los
deberes, los empeños,
los lazos de la
vida son sin
embargo un obstáculo.
Cada persona tiene
su vocación, y su
colocación en la
compleja
articulación
social: todos útiles
y necesarios en su
puesto, en una
armonía de
tareas, de trabajo
y de
responsabilidad.
Francisco es un místico,
mas sabe valorar
concretamente la
realidad terrestre
y humana. Nada
impide a quien
obra honestamente
en la vida, en
cualquier forma,
de observar el
Santo Evangelio.
Por lo tanto, con
feliz intuición
"piensa en
crear la Tercera
Orden para la
universal salud de
todos"
(Florecillas cap.
XVI). A los laicos
de cualquier
posición, trabajo
y renta, que piden
de formar parte
viene entregado,
como ordenación,
el cordón de la
obediencia.
|
En
Gubbio, así es
narrado en las
Florecillas, hizo
su aparición un
feroz y famélico
lobo, que devoraba
animales y
hombres. Todos tenían
miedo de salir de
sus casas.
Francisco lo
encuentra, hace la
señal de la cruz
y le dice:
"Ven aquí,
fray lobo: yo te
mando de parte de
Cristo que no
hagas más daño a
nadie". El
lobo se le acerca
y se echa a los
pies del Santo:
"Fray lobo, tú
has causado muchos
daños, matado las
criaturas de Dios
sin su licencia...
Yo quiero hacer la
paz entre tí y
ellos de modo que
tú no les hagas más
daños y que ellos
te
perdonen".El
lobo acepta la
propuesta de paz y
lo confirma con
movimientos del
cuerpo, de la
orejas y de la
cola. Y por fin
puso la pata
delantera en las
manos de S.
Francisco en señal
de fe.
|
Después
de esto vivió
dicho lobo en
Gubbio dos años;
y entraba
familiarmente en
las casas, sin
hacer mal a nadie
y sin que nadie se
lo hiciese".
La
Regla sometida a
la aprobación del
Capítulo General
de los Frailes
Menores, es
aprobada el 29 de
noviembre de 1223.
Es el programa de
vida de la Orden,
basado en el
Evangelio. Es
dictada a Fray
Cesario de Spira,
profundo conocedor
de las sagradas
escrituras en el
convento de Fuente
Colombo (Valle de
Rieti), en los años
1221/22. El cuadro
reconstruye la
escena de un
momento relevante
de la vida de S.
Francisco. Los
Ministros de la
Orden, incluso
Fray Elías piden
a Francisco de
atenuar los
rigores de la
Regla sobre la
observación del
voto de absoluta
pobreza.
Francisco, el
enamorado de
Madona Pobreza,
inspirado por Dios
rechaza con
extrema decisión
el pedido y con
voz fuerte y con
gesto imperativo
(ciertamente único
en la vida de
Francisco) así
sentencia
"Sea
observada a la
letra, sin
comentarios, sin
comentarios, sin
comentarios..."
Francisco en el año
l223 en el
Santuario de
Greccio celebra la
Natividad en modo
inusual, mas
altamente poético.
Reproduce las
escenas del
nacimiento del Niño
Jesús con
realismo y
plasticidad.
Con la ayuda de un
amigo suyo, Juan
Velita, en un ángulo
rocoso del
convento, pone al
centro el heno y a
ambos lados un
buey y un asno
vivientes...
Reconstruye en
manera real la
escena de la Santa
Natividad, para
que los fieles
puedan "ver
con los ojos del
cuerpo todas las
incomodidades
sufridas por el Niño
Jesús".
"En la noche
de Navidad desde
todo el valle de
Rieti arrivan
frailes, rnujeres
y hombres, que
llevan cirios y
antorchas para
iluminar el
camino... Se
celebra el solemne
rito de la misa..
El Santo de Dios
se viste de
levita, porque es
Diácono, canta
con voz sonora el
Santo Evangelio y
predica al pueblo
dulcísimas cosas
sobre la natividad
del Rey
pobre".
Fray León entra
en la Orden,
inmediatamente
después de la
aprobación de la
Regla.
Es un sacerdote
apacible, simple y
puro, tanto que
Francisco lo llama
"Fray
Ovejuela".
Se convierte rápidamente
en el compañero
inseparable de
Francisco, es su
confesor y
secretario. Como
tal, reúne sus
escritos y apunta
los episodios
extraordinarios de
su vida (conocida
es la florecilla
de la
"perfecta
leticia"). Es
el primero que ve
sus estigmas, las
cuales deterge y
cura en secreto.
En los retiros de
plegaria y de
penitencia
Francisco escucha
sus Santas Misas.
En el final de su
vida el Santo
escribe para él
de su mano, en una
hoja de pergamino,
la estupenda
bendición.
En el año 1213
Francisco cumple
penitencia en una
gruta de la Cueva
de S. Ubaldo de
Narni. Es un lugar
solitario, áspero
y rocoso. Se
enferma gravemente
y es asaltado por
fuertes dolores.
De noche un Angel
desciende del
cielo, se para
delante a su
refugio, sobre una
columna natural de
piedra, y lo
consuela con una
melodía
celestial.
|
Dos
años antes de su
muerte Francisco
permanece en el
eremitorio de La
Verna. Está en
estática plegaria
en un ángulo de
la hórrida roca.
Ve descender del
cielo un Serafín
con seis alas
esplendentes de
luz.
Ante aquella vista
el Santo se
maravilla, es
cogido de una
mezcla de gozo y
dolor. Cuando la
visión cesa, en
las manos, en los
pies y en el
costado aparecen
heridas
sangrantes.
"En efecto,
en cinco partes
del cuerpo el
venerable Padre
fue señalado con
la señal de la
pasión de la
cruz, como si
hubiese estado
crucificado junto
con el hijo de
Dios" (T
Celano 1,90). A
fines del mes de
septiembre del año
1226, después de
haber sabido por
su médico
Bongiovanni
Marangano, que su
muerte es
inminente, alza
los brazos hacia
el cielo y
exclama: "¡Bienvenida
seas tú mi
hermana
muerte!".
|
Pide
entonces ser
transportado
inmediatamente a su
dilecta Porciúncula
porque desea morir allá
donde por primera vez ha
conocido el camino de la
verdad y donde ha
fundado su Orden. Puesto
sobre una camilla viene
transportado a la Porciúncula.
A los
pies de la colina pide a
los frailes que se
detuvieran, que lo
alzaran y de volverlo
porque estaba ciego,
hacia su ciudad.
Amorosamente sostenido
alza el brazo como signo
de bendición y dice:
"Bendecida seas por
Dios, oh ciudad santa,
porque por mérito tuyo
se salvarán muchas
almas;s; en ti habitarán
muchos siervos de Dios y
muchos de tus hijos se
harán merecedores del
paraíso, ¡Paz a
ti!"
Es
el año 1226, sábado
3 de octubre,
después del
atardecer,
Francisco espera
la llegada de la
hermana muerte.
Dice a los
frailes:
"cuando
vieses que se
acerca mi agonía,
colocadme desnudo
en el suelo y
dejad tendido el
cuerpo ya difunto
tan largo espacio
cuanto se necesita
para caminar
pausadamente una
milla" (T.
Cel. 216). "Reunidos
allí todos los
religiosos cuyo
fundador y padre
era, mientras
presenciaban y
aguardaban con
religiosa ansiedad
el fin |
dichoso
y bienaventurado,
sintiósé aquella
santísima alma
libre ya de las
ataduras de la
carne y absorbida
en el abismo de la
eterna claridad, y
el cuerpo durmióse
en el Señor"
(T Cel. II).
"Las alondras
se dirigieron al
techo de la cabaña
y largamente
revolotearon
alrededor con gran
chirrío,
mostraron con el
canto, no sabemos
si gozo o
tristeza"
(Celano).
En
la mañana del
domingo 4 de
octubre de 1226 un
cortejo triunfal,
después de las
sagradas exequias,
acompaña el
transporte del
cuerpo de S.
|
Francisco
desde su amada
Porciúncula a la
Iglesia de S.
Jorge de Asís,
donde
sucesivamente
surgirá la
Iglesia de S.
Clara. Viene hecha
una desviación en
el normal trayecto
para ofrecer a las
pobres damas
reclusas en S.
Damián la
posibilidad de dar
el último saludo
al Padre fundador
y Maestro.
A través de la
pequeña verja de
la comunión, las
clarisas pueden a
turno contemplar
el cuerpo del
estigmatizado.
En el adios de S.
Clara,
indeciblemente se
funden lágrimas y
gozo.
|
.
Cantico
del
hermano sol o alabanzas
de las criaturas.
1Altísimo,
omnipotente, buen Señor,
tuyas son las alabanzas,
la gloria y el honor y
toda bendición.
2A
ti solo, Altísimo,
corresponden,
y ningún hombre es
digno de hacer de ti
mención.
3Loado
seas, mi Señor, con
todas tus criaturas,
especialmente el señor
hermano sol,
el cual es día, y por
el cual nos alumbras.
4Y
él es bello y radiante
con gran esplendor,
de ti, Altísimo, lleva
significación.
5Loado
seas, mi Señor, por la
hermana luna y las
estrellas,
en el cielo las has
formado luminosas y
preciosas y bellas.
6Loado
seas, mi Señor, por el
hermano viento,
y por el aire y el
nublado y el sereno y
todo tiempo,
por el cual a tus
criaturas das sustento.
7Loado
seas, mi Señor, por la
hermana agua,
la cual es muy útil y
humilde y preciosa y
casta.
8Loado
seas, mi Señor, por el
hermano fuego,
por el cual alumbras la
noche,
y él es bello y alegre
y robusto y fuerte.
9Loado
seas, mi Señor, por
nuestra hermana la madre
tierra,
la cual nos sustenta y
gobierna,
y produce diversos
frutos con coloridas
flores y hierba.
10Loado
seas, mi Señor, por
aquellos que perdonan
por tu amor,
y soportan enfermedad y
tribulación.
11Bienaventurados
aquellos que las
soporten en paz,
porque por ti, Altísimo,
coronados serán.
12Loado
seas, mi Señor, por
nuestra hermana la
muerte corporal,
de la cual ningún
hombre viviente puede
escapar.
13¡Ay
de aquellos que mueran
en pecado mortal!:
bienaventurados aquellos
a quienes encuentre en
tu santísima voluntad,
porque la muerte segunda
no les hará mal.
14Load
y bendecid a mi Señor,
y dadle gracias y
servidle con gran
humildad.
Cántico
de las Criaturas de San
Francisco de Asís
(Versión
de León Felipe que se
usa en la liturgia)
Omnipotente,
altísimo, bondadoso Señor,
tuyas son la alabanza,
la gloria y el honor;
tan sólo tú eres digno
de toda bendición,
y nunca es digno el
hombre de hacer de ti
mención.
Loado
seas por toda criatura,
mi Señor,
y en especial loado por
el hermano sol,
que alumbra, y abre el día,
y es bello en su
esplendor,
y lleva por los cielos
noticia de su autor.
Y
por la hermana luna, de
blanca luz menor,
y las estrellas claras,
que tu poder creó,
tan limpias, tan
hermosas, tan vivas como
son,
y brillan en los cielos:
¡loado, mi Señor!
Y
por la hermana agua,
preciosa en su candor,
que es útil, casta,
humilde: ¡loado, mi Señor!
Por el hermano fuego,
que alumbra al irse el
sol,
y es fuerte, hermoso,
alegre: ¡loado mi Señor!
Y
por la hermana tierra,
que es toda bendición,
la hermana madre tierra,
que da en toda ocasión
las hierbas y los frutos
y flores de color,
y nos sustenta y rige:
¡loado, mi Señor!
Y
por los que perdonan y
aguantan por tu amor
los males corporales y
la tribulación:
¡felices los que sufren
en paz con el dolor,
porque les llega el
tiempo de la consolación!
Y
por la hermana muerte:
¡loado, mi Señor!
Ningún viviente escapa
de su persecución;
¡ay si en pecado grave
sorprende al pecador!
¡Dichosos los que
cumplen la voluntad de
Dios!
¡No
probarán la muerte de
la condenación!
Servidle con ternura y
humilde corazón.
Agradeced sus dones,
cantad su creación.
Las criaturas todas,
load a mi Señor. Amén.
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