En el momento en que despertó y no la vió a su lado, supo que algo estaba mal. Todos estos años de amor, solo habían logrado transformar su pasión y su cariño en algo rutinario, sin más mérito que el soportar su presencia y su melancólica indiferencia ante sus retos y sus problemas, por un largo tiempo, al principio, en los primeros años, cuando todo era nuevo y único, intentó convencerla con razones, explicarle sus motivos y sus ideas, pero ella se mantuvo totalmente al margen de su vida. En alguna ocasión, los dos rieron al unísono, como cuando recordaban sus travesuras en la secundaria, y los dos disfrutaron juntos de incontables amaneceres de verano cuando viajaron por Europa, una vida juntos, y ahora decidía marcharse.
Quien tenia la culpa? El no, por seguro, había hecho cuanto pudo por retenerla, la trató como nunca había tratado a nadie, la adoró como a un Dios. le rogó que no lo olvidara, lloró al ver su irónica sonrisa, cansado, harto, la humilló, la golpeó (aunque esto fue lo mas difícil), decidió ponerla en ridículo, intentó cualquier idea que tuvo para hacerla reaccionar, para resucitar lo que alguna vez había sido. Llegó a cambiar su forma de vestir, de hablar, de pensar, todo por complacerla, pero ella ya no demostraba ningún interés, sus razones eran firmes, ella tampoco tenia la culpa, tal vez, pensaba que Dios se había equivocado, ella siempre había sabido que al final se separarían, y cada quien tomaría su propio camino, para bien o para mal.
El decidió no decirle a nadie lo que había sucedido, ella no podría andar por ahí, sola, tal vez regresara, y aunque le dijera a alguien, nadie le creería, o tal vez se burlarían de el, después de todo, ¿quién había escuchado jamás de un hombre abandonado por su alma?
© Leonardo Alcantara G. 1996
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