ANTOÑAN DEL VALLE. APROXIMACIÓN A LAS RAÍCES
(Este artículo ha sido elaborado y es propiedad intelectual de Isabel Cantón Mayo, Dra en Ciencias de la Educación, Profesora Titular de la Universidad de León y nacida en Antoñán. Ha sido publicado por Diario de León en el Suplemento Filandón de 12 de Julio de 1998. Queda rigurosamente prohibida la reproducción de los datos que aquí se aportan)
La existencia en el pueblo de Antoñán de topónimos mineros auríferos típicamente romanos nombrados "fucarillas y las cabuercas" como formas de terrenos que subsisten del laboreo minero romano en su incesante búsqueda de oro, cuyo ejemplo paradigmático en la provincia de León lo constituyen Las Médulas bercianas, o la antigua mina romana de oro de Rabanal del Camino llamada "La Fucarona", nos permiten avanzar la hipótesis de que las Cabuercas de Antoñán tuvieron ese origen. Además no es casualidad que se asienten en el valle de Fucarillas, nombre del mismo origen y sentido que lo anterior.
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Isabel Cantón Mayo
El nombre de Antoñán se enmarca en la antroponimia latina. García Martínez lo hace derivar de Antoniane del año 989 y de Antoniano, del año 959, ambos documentados históricamente. Antoñán del Valle, al igual que su homónimo Antoñanes del Páramo, procede del latín Antonianus "de la familia de Antonius" aunque con ligeros matices diferenciales: Antoñán del Valle deriva del genitivo Antoniani; mientras que Antoñanes lo hace del genitivo analógico -anis, muy frecuente en nombres de origen germánico. La procedencia romana del nombre del pueblo no es casual; posiblemente date de su origen como aldea perteneciente desde entonces a un núcleo romano tan importante como fue la ciudad de Astorga, Astúrica Augusta. En la Edad Media el pueblo de Antoñán del Valle, al igual que Vega y Quintanilla, formaban parte del Marquesado de Astorga que fue creado en 1465 cuando el Rey Enrique IV otorgó la Ciudad de Astorga y su jurisdicción a Don Álvaro Pérez Osorio con el título de Marqués.
PLEITOS CIVILES Y DIEZMOS RELIGIOSOS
En 1434, el 2 de Junio, tenemos una primera noticia escrita de origen civil sobre el pueblo de Antoñán, dada por el Bachiller Juan Sánchez de Paredes, juez ejecutor de Astorga en un pleito entre Astorga y Antoñán por unos pastos. Esto debía ser un hecho constante pues casi cien años más tarde tenemos otro pleito entre lasdos poblaciones nuevamente por derechos de pasto, corta y roza y en el mismo día y por el mismo Juez, por comisión de la Reina Doña Juana (la Loca), se dicta otra sentencia sobre los términos de Astorga y Antoñán, esta vez sobre la propiedad de heredades que se disputaban la ciudad de Astorga y diferentes vecinos del lugar de Antoñán. De estos pleitos parece deducirse algo que hemos confirmado por testimonios orales: el derecho de pasto de Astorga sobre determinadas zonas de Antoñán lindantes con Quintanilla del Monte en el lugar llamado el Raso.
En 1525 Astorga, ya bajo el marquesado de los Osorio se muestra insaciable en su afan recaudatorio y de expansión y esta vez se dedica a cambiar los mojones y poner orden en los límites de todos los pueblos del contorno. Así tenemos un documento de alzamiento de arcas y renovación de los mojones que parten los términos entre Astorga y Benavides, o Astorga y el Val de San Román. En el caso de Antoñán, queda delimitado el 6 de Marzo de los pueblos de Villamejil y Cogorderos y el 9 de Marzo de Fontoria y la Carrera. Y el 5 de marzo de 1567 encontramos una sentencia de un pleito entre Astorga y San Román de un lado y de otro Antoñán del Valle y Vega sobre los límites entre los lugares citados dada por Juan Sánchez de Paredes. Unos años más tarde, en 1609 volvemos a encontrar un documento de amojonamiento de términos limítrofes entre Astorga y San Román, Sopeña y Carneros, aldeas de su alfoz, por una parte, y los lugares de Antoñán, Vega, Quintanilla, y Fontoria, por otra.
En 1753 fueron convocados Diego Pestaña, Manuel Pérez, Francisco Martínez, Gregorio Alvarez, todos vecinos de Antoñán, Labradores de pan coger y personas entendas en las especies y calidades de la tierra, para informar a los agrimensores de estas características del pueblo. Había entonces en Antoñán 69 vecinos, de ellos dos sacerdotes, uno el párroco (D. Manuel Pérez Gago) y otro el Capellán de la Capellanía de Misa del Alba ( D. Angel García), diferentes viudas, un soldado miliciano y una viuda pobre de solemnidad. Las casas eran 82, una panera de la Cofradía de Santa Catalina y 10 corrales con sus portales pajizos en el monte para el abrigo del ganado ovejuno y cabrío. Ya existía una escuela de la que anualmente se ocupaban dos vecinos, por lo que se les pagaban mil setecientos reales, Diego Pestaña y Phelipe Pintado que además eran labradores. También había un carpintero, Simón Gil, que tenía de jornal, el día trabajaba, cuatro reales, y un herrero, Diego Martínez ganaba igual. Los jornaleros ascendían a cincuenta y ocho ganando cinco reales cada uno.
Los mencionados vecinos y peritos calificaron la tierra de Antoñán en diez especies: eran de primera los huertos, secano, ferreñales (forrinales); de segunda, los huertos regadíos; en tercer lugar, trigales que producen un año y descansan otro; tierras campales y de secano que producen centeno un año sí y otro no; prados cerrados de secano que producen anualmente la hierba segada del pelo y el otoño; prados también de secano campales abiertos que producen todos los años la hierba y luego los pastan libremente en comunidad todos los ganados del pueblo; monte de roble; monte matorral que se pasta por otros y tierra infructífera de naturaleza. En cuanto a las medidas de la tierra que se usaban en el pueblo, la medida regular era el cuartal que servía de gobierno para las tierras y se componía de cuatro celemines. El celemín, de cuatro cuartillos, la fanega, de cuatro cuartales y la carga de diez y seis; en cada cuartal de tierra se sembraba un cuartal de centeno o de trigo o dos de linaza.
El pueblo de Antoñán pagó durante siglos los diezmos que pesaban sobre las tierras del término, a excepción del forraje de los huertos y ferreñales. Se pagaba, por razón de diezmo, uno de cada diez de los productos obtenidos, repartiéndose entre el Marquesado de Astorga, el cura párroco, y el Cabildo catedralicio. Los diezmos de todas las tierras y frutos se dividían en cinco partes, cuatro para el Cabildo y una para el párroco. Cada labrador pagaba a la parroquia un cuartal de trigo en cada verano, si cogía suficiente, y si no la pagaba en centeno.
En resumen se pagaba por quinquenio (promediados anualmente), al Cabildo y al cura, diez cargas de trigo, ochenta y cinco de centeno, cinco de cebada y siete carros y medio de hierba. Pero como los datos los dió el vecino Vicente Alvarez, creyeron los contadores que el citado beneficiaba a sus convecinos y reclamaron, tanto el Cura Párroco como el Marquesado y fijaron, además de lo anterior y por quinquenio, los diezmos en ocho cuartales de trigo, cincuenta y uno de centeno, cinco de cebada y dos montones de hierba. Asimismo se pagaba de Diezmo uno de cada diez de los corderos, cabritos, lana, lino, pollos de gallina, leche de las cabras, miel y cera de las colmenas, soldadas de criados, cria mular, caballar y vacuno, diez reales, todos al párroco, excepto los de la casa dezmera que eran del Marquesado de Astorga, y al no saber a cuanto exactamente subían las cosechas lo fijaron para cada año en dos corderos, un cabrito, veinticinco libras de lana, una y media de lino; de pollos de gallina, leche de las cabras y miel y cera además de algunos otros productos dezmables.
Por toda industria existía en el pueblo una fragua de la Cofradía de la Cruz que producía por arrendamiento en cada año carga y media de centeno. Existían también veinte colmenas cuyo diezmo ascendía a cinco reales al año. Había, además de los ganados, dos paradas de Garañones de Joseph de Joza, vecino de Antoñán, una en el pueblo y la otra en Santa Marina del Rey . También se pagaban para el Servicio Ordinario cada año al Marqués doscientos cuarenta y cinco reales y diez y nueve maravedís, parte de los cuales debían ser llevados por el pueblo a las arcas de la villa de Ponferrada repartidos en tres tercios de fin de Abril, Agosto y Diciembre según consta de cartas de pago que se encuentran en los Archivos de los lugares de Moral, Quintanilla y Vega del Valle, que pagaban lo mismo.
LA IGLESIA Y LA CRUZ PROCESIONAL
La Iglesia de Antoñán no figura en el Catálogo Monumental de la Provincia de León de Gómez Moreno pero tenemos datos que la sitúan en la Diócesis de Astorga, con un templo y un cementerio, y su primera partida de Bautismo es de 1656, de confirmación, de 1826, de matrimonio, de 1673 ,y de defunción, de 1672. El hecho de que la Iglesia del pueblo esté dedicada a San Salvador indica su origen medieval aunque la actual Iglesia de Antoñan, según los libros de fábrica a que nos hemos referido, data del S. XVII. El retablo de la Iglesia está dedicado a San Salvador y es también de la segunda mitad del siglo XVII. En la actualidad se encuentra muy deteriorado. Se debe al escultor Alonso Santín y a su oficial Antonio Juárez Varela que hicieron el contrato para su realización en Benavides el dos de Abril de 1661: retablo de nogal para la dicha iglesia y altar mayor de ella, de dieciocho pies de ancho y venticuatro de alto y su remate en cruz".
Más adelante describen el retablo; con respecto al mmomento actual, solamente hay pequeñas diferencias que se pueden notar en su situación y en el estado en que hoy se encuentra, con excepción del sagrario de mármol blanco y negro, muy posterior. En la Caja central del primer cuerpo está ahora colocada la talla del Salvador según se describe en la escritura en su acepción de Pastor Bonus. Aunque el retablo descrito no es monumental es importante y representativo del clasicismo del S XVII. Llama poderosamente la atención cómo este pueblo, esquilmado por diezmos y tributos, pudiera seleccionar tan cuidadosamente los artistas que realizaron tanto el retablo como la cruz. Ello prueba la importancia y la religiosidad de las gentes en esa época.
Las cruces procesionales son el objeto de mayor interés dentro de la abundante platería de Astorga y comarca durante el siglo XVII. La Cruz de Antoñán del Valle es obra del platero Andrés de Campos de Guevara y está documentado su encargo por los vecinos de Antoñán en el año 1630 a semejanza de la cruz de plata que este artista había hecho para San Francisco de Valladolid. Dicho platero hizo los tronos de plata de San Lorenzo y la Fuencisla en Valladolid y Segovia respectivamente, y las cruces de Nuestra Señora de Castrotierra y Calamocos (actualmente en paradero desconocido), amén de la que vamos a comentar de Antoñán que en la actualidad se encuentra en el museo catedralicio de Astorga.
Los vecinos de Antoñan antes de encargar la cruz buscaron los fondos para financiarla, vendiendo para ello el 17 de Mayo de 1629 una tierra en Robledo y la Debesina con lo que recaudaron ciento diez ducados. La venta se hizo en Benavides y se pagó a plazos de San Juan a San Miguel. Obtenidos parte de los fondos los vecinos encargaron el trabajo a Andés de Campos que a la sazón estba en Astorga. El contrato por el que el pueblo de Antoñán del Valle encargaba la cruz data del 20 Marzo de 1630 ante el escribano Francisco de Balboa: " haya de hacer y haga para la iglesia parroquial del dicho lugar de Atoñán del Valle, una cruz de plata de peso de treinta marcos más o menos a la traza (...). Le han de dar y pagar por razón de plata y hechura de dicha cruz en todo a diez ducados de a once reales de vellón por cada marco de plata blanca y ha de tener dos figuras la dicha cruz, una del Salvador y otra de Nuestra Señora... ". El precio de la cruz de plata a imitación de la de Valladolid era de trescientos ducados. En Mayo la cruz estaba terminada y los pagos se le hicieron desde Junio de ese año a Junio del año siguiente. Tanto la cruz de Antoñán, como la de Castrotierra, e incluso la de Calamocos, desaparecida, son del tipo tradicional del S. XVII: brazos rectos con ensanches en los arranques y extremos, rematados en pináculos torneados. La de Antoñán está realizada en plata blanca y mide de alto, incluido el pié 106 x 52,5 cms. Lo más importante lo forman dos relieves dorados, en el centro de la cruz: en el anverso un medallón del Salvador en su acepción de Pastor, como Patrono que es del Pueblo y en el reverso el medallón representa la Asunción de la Virgen, que pisa la luna y escoltada por cuatro cabezas de ángeles. Tanto debió gustar la cruz de Antoñán, que tres días después de entregar esta cruz los vecinos de Calamocos le encargaban la suya, que había de ser igual que la de Antoñán, pero "un poco más copiosa de lo ancho y alto de la cruz". Pero la polémica queda sin resolver. Algún día quizás...
Muchas cosas nos quedan en este apretado resumen que hoy aportamos, sujeto a constantes revisiones; ellas son objeto de un más amplio estudio que nos permita un mayor acercamiento a las raices.