Parada y Fonda Imperial 

 
    Relatan con tanto énfasis los vecinos de Tornavacas la breve estancia del emperador Carlos I en la villa que parece que ocurrió ayer un hecho de mediados del S. XVI.

 
    Cuatro largos siglos han transcurrido desde aquel lejano 11 de noviembre de 1556 en que, después de anochecido, entró el Rey en la población de los Álvarez de Toledo.

 
    El mismísimo César Carlos pisando las calles de la humilde villa, precedido de iluminarias y soldados con alabardas. Todo un acontecimiento que debió remover la anodina existencia de los villanos, que se encargaron de transmitir el evento histórico a sus descendientes.

 
    La tradición no se pone de acuerdo en señalar la vivienda donde pernoctó. Todo parece indicar que pasó la noche en clásico edificio, de noble porte, situado en la calle Real de Abajo, en cuyo dintel se lee esta inscripción:"IVAN MÉNDEZ DÁVILA/CRIADO DE SU MAGESTAD". Algunos suponen que seria un bufón menor de la corte.

 
    el resto de la comitiva regia se distribuyó por las casas de los hidalgos hacendados que, por entonces, no escaseaban en Tornavacas.

 
    Esa  noche del 11 al 12 de noviembre fue cuando Carlos I optó por la vía más rápida pero también la más expuesta de su peregrinaje al monasterio de Yuste. Para la peligrosa ascensión por la accidentada garganta del Infierno tuvo que prescindirse de la litera, demasiado grande para las revueltas angostas del camino de herradura que cruza las fragosidades de la serranía de Tormantos. En una silla fue llevado a hombros por fornidos mozos de Tornavacas hasta el Collado de la Yegua. Al cruzar el puerto es fama que se escuchó decir al Emperador: "YA NO FRANQUEARÉ NINGÚN OTRO PUERTO, SINO EL DE LA MUERTE".

 
        Dícese que el Rey quiso pagarles el servicio con lo que los mozos porteadores solicitasen. Ellos se conformaron con un cántaro de vino para reponerse del esfuerzo. Tan baja y desprendida petición les ha acarreado el despectivo título de "Borrachos" a los tornavaqueños. Entre estos no faltan quienes no les perdonan que desaprovechasen la ocasión para demandar de Carlos I posesiones y privilegios para el común de la villa.

 

 
 
 
 
 

 
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