La segunda Guerra Mundial

La era contemporánea. Garraty, J.A. (1981). Caps. 93 y 93.

La primera guerra mundial había terminado en un ambiente de grandes esperanzas, pero no pasó mucho tiempo antes de que el desencanto hiciera su aparición. La paz de Versalles no satisfazo a nadie, si bien resulta infundado atribuirle todos los males sufridos por el mundo desde entonces. Las expectativas despertadas por la Sociedad de Naciones demostraron ser ilusorias. La oleada liberal del S.XIX pronto comenzó a retroceder. Los Estados Unidos pretendían actuar como si no formaran parde del mundo; la victoriosa Francia, asaltada por el temor y la debilidad, en sus intentos de organizar Europa de un modo convincente para su propia seguridad, segúia una política incoherente que permitió el surgimiento nazi en Alemania; Gran Bretaña, con sus desastrosos errores de juicio, se convirtió en principal abogado de la pacificación. Durante la segunda mitad de los 30´, el liderazgo de Europa pasó de manos de los vencedores a la vengativa Alemania. Así se produjo una reanudación de las hostilidades, recurrencia de la cuestión básica que el conflicto anterior había dejado sin resolver: el intento alemán de obtener el dominio del mundo.

Las fuerzas alemanas invadieron Polonia el 1 de septiembre de 1939. Las potencias occidentales, Gran Bretaña y Francia, hicieron honor a sus obligaciones con Polonia y declararon la guerra a Alemania dos días después. Como en la primera Guerra Mundial, la eficacia militar alemana era impresionante, y el tiempo jugaba a favor de los Aliados, pero no logró tener una victoria inmediata. La Blitzkrieg mecanizada demostró las posibilidades alemanas, arrollando fácilmente a Polonia en tres semanas. De acuerdo con las cláusulas secretas del pacto nazi-soviético, los rusos avanzaron desde el Este y se consumó el cuarto reparto de Polonia.
A continuación se produjo una curiosa pausa de seis meses, la "guerra en broma". En consonancia los franceses se decidieron a no atacar tras la supuestamente línea Maginot.
La Unión Sovietica, aprovechando tranquilamente su ventaja, extendió su influencia mediante una serie de pactos de no agresión, y obtuvo bases navales en los tres pequeños Estados bálticos. Seguidamente, en noviembre, Rusia atacó a los recalcitranes finlandeses, lo que condujo a su expulsión de la Sociedad de Naciones en diciembre. La actuación de Rusia careció de gloria, pero en marzo de 1940 Finlandia se veía obligada a ceder.
Alemania paso a nuevas iniciativas. En abril de 1940 Dinamarca fue dominada en un solo día, y otra operación alemana le proporcionó el control de Noruega.

Ahora sí podía comenzar la guerra en serio. Basándose en una versión modificada del plan de 1914 para superar las fortificaciones de la frontera francesa, los alemanes atacaron Bélgica y Holanda en mayo. El empleo masivo de tanques y aviones permitió a los alemanes llegar hasta la costa del canal de la Mancha, capturando parte del ejército francés. Tras reagrupar sus fuerzas, a comienzos de junio, alemanes y franceses se enfrentaron a lo largo del Somme. El resultado se convirtió en un paseo militar: el 13 de junio, los alemanes entraban a París. Francia había caído. Las hostilidades cesaron el 22 de junio con la firma de un armisticio que reprodujo, en el mismo escenario y con los mismos detalles, el armisticio de 1918, cuya ignominia quería así borrar simbólicamente.

A pesar de su pacto con Alemania, Italia había permanecido neutral desde el comienzo de la guerra, pretextando su inadecuada preparación. Pero el curso de los acontecimientos convenció a Mussolini de que debía participar en la matanza para estar mejor situado en el momento de presentar sus futuras exigencias. Así, el 10 de junio declaró la guerra a Francia y Gran Bretaña. El papel militar de Italia fue insignificante, y su pobre actuación en Grecia, que había atacado el mes de octubre precedente, sirvió para confirmar la opinión de quienes tenían en baja estima la competencia militar italiana.

En junio de 1940 era evidente que Gran Bretaña se enfrentaba sola a los nazis. Los británicos respondieron con gran firmeza. La vacilante política del gobierno de Chamberlain llegó a su fin con la invasión a Noruega; a partir de mayo de 1940, Chamberlain fue sucedido en su cargo de primer ministro por Winston Churchil. Éste infundió su indomable energía y resolución al esfuerzo de la guerra; por el momento poco podía ofrecer sino palabras, pero éstas, magnificamente elocuentes, resultaron una herramienta eficaz. Durante el verano de 1940 se libró una batalla épica sobre el cielo británico, pues la Luftwaffe alemana intentaba terminar con la voluntad de resistencia de la población, propósito que estuvieron a punto de conseguir. Sin embargo, la imperfecta estrategia alemana y la capacidad técnica británica dieron un giro a la situación en el mes de septiembre. Esta "batalla de Inglaterra" tuvo el mismo efecto que la batalla de Marne en 1914; Alemania no quedó derrotada, pero sí obligada a sostener un combate de duración indefinida y dudoso resultado.
Por otra parte, el dictador de España, Franco, resistió hábilmente los halagos de Hitler y no abandonó su neutralidad, aunque, de hecho, colaboró con Alemania. En septiembre de 1940, Italia lanzó una ofensiva contra Egipto desde Libia, pero fue contenida y rechazada.
De Gaulle
Aunque Francia no hubiera firmado una paz formal con Alemania, en la práctica ya estaba fuera de la guerra. Únicamente algunos fragmentos del Imperio, en África ecuatorial y en algunas islas dispersas, se sumaron al movimiento de liberación. El gesto de De Gaulle, por quijotesco que pudiera aparecer en un principio no careció de importancias, pues en él se hallaba la semilla de la futura reconstrucción de Francia: Charles De gaulle huyó a Inglaterra en el último momento; el 18 de junio, proclamando que se había perdido una batalla pero no la guerra, hizo un llamamiento a todos los franceses para que se le unieran a la resistencia. Así nació el movimiento de los Franceses Liberales, que al principio recibió una respuesta muy limitada.
Con excepción de Rusia y algunos países neutrales, todo el continente europeo estaba bajo control alemán. Rusia había respetado los términos del pacto nazi-soviético, llegando a utilizar su influencia sobre los comunistas europeos en favor de Alemania, pero seguía persistiendo una desconfianza mutua entre ambas partes. Hitler decidió eliminar la amenaza potencial que Rusia representaba para su retaguardia, y el 22 de junio de 1941 sus fuerzas atravesaban la frontera soviética. Rusia no se había preparado adecuadamente, de modo que la máquina militar nazi comenzó repitiendo sus éxitos anteriores. A finales de 1941, Moscú y Leningrado estaban sitiadas, y los alemanes habían llegado a Crimea. Pero Rusia era un país muy grande, y sus dos principales recursos, los generales Invierno y Espacio (qué mal chiste, N. del T) volvieron a salvar la situación. A pesar de sus terribles pérdidas, los rusos consiguieron resistir.

El Japón, tercer miembro del triángulo Berlín-Roma-Tokyo, había seguido atentamente los acontecimientos europeos, aprovechándose de la guerra para proceder a la organización de lo que denominaban, con un eufemismo, "esfera de mutua prosperidad de la gran Asia oriental". Prosiguiendo su guerra no declarada contra China, Japón pasó a ocupar Indochina tras el descalabro francés. Gran Bretaña y Holanda no estaban en condiciones de resistir nuevos avances japoneses hacia el sur, y rusia había quedado neutralizada mediante la firma de un pacto de no agresión en abril de 1941.
Solamente un país estaba en condiciones de presentar una posible resistencia: Estados Unidos, que ya habían manifestado su hostilidad ante las agresiones japonesas. Sin embargo, los Estados Unidos seguían basando su política en las ilusiones concebidas tras la Primera guerra mundial, y su principal preocupación era no verse envueltos en la Segunda. El presidente Roosevelt, que había desarrollado una ambigua política de ayuda a los aliados dentro de las limitaciones impuestas por la legislación estadounidense sobre neutralidad, consiguió ser reelegido para un tercer mandato, si bien bajo la promesa de no enviar a los jóvenes norteamericanos a una guerra extranjera. En el mar, Gran Bretaña se encontraba acosada. Aunque sus instalaciones navales seguían relativamente intactas, los submarinos alemanes producían cuantiosas bajas en la flota. En los EEUU la discusión sobre la neutralidad seguía viva, hasta que el problema fue resuelto por la intervensión de Japón.Las fuerzas aéreas japonesas atacaron la base naval de Pearl Harbor y produjeron cuantiosos daños. La reacción de los EEUU fue una inmediata declaración de guerra al Japón que, seguida por las declaraciones italiana y alemana de guerra contra los Estados Unidos, catapultó a este país en el seno del conflicto global.

El año 1942 marcó el punto más bajo de la fortuna aliada. Los alemanes llegaron hasta el Cáucaso, mientras los japoneses conquistban gran parte del Pacífico occidental y alcanzaban las puertas de la India. Dado que los británicos y los rusos se hallaban en un desesperado aprieto, la correcta decisión estadounidense fue conceder prioridad al escenario europeo y limitarse a un trabajo de contensión en el Pacífico. Tres acontecimientos casisimultáneos modificaron el curso de la guerra: la victoria rusa en Stalingrado destruyó todo un ejército alemán, y obligó a los alemanes a iniciar una retirada que ya no cesaría hasta llegar a Berlín; tropas anglo-americanas desembarcaron en Marruecos y Argelia, desencadenando una ofensiva en El Alamein con éxito. El resultado de la guerra era ya evidente, pero faltaban dos años para el rendimiento incondicional de Alemania.

En julio de 1943, los aliados conquistaron Sicilia; inmediatamente, el régimen fascista de Mussolini se desmoronó. Italia solicitó un armisticio. Sin embargo, el anuncio de este armisticio provocó la ocupación alemana de la amyor parte del país, y los aliados tuvieron que abrirse paso centímetro a centímetro durante dos años. El 4 de junio de 1944 entraban a Roma. Dos días más tardes los desembarcos aliados en Normandía marcaron el comienzo de la reconquista Francesa.
Alemania estaba vencida; Hitler se suicidó en su Búnker de Berlín, y, el 7 de mayo de 1945, la fase europea de la guerra llegó a su fin. Al mismo tiempo, en el Pacífico, los japoneses se batían en retirada, y paulatinamente fueron desalojados de las islas que habían conquistado,y en 1945 se retiraban también del sudeste asiático.
Los aliados prosiguieron su implacable avance hacia las islas del Japón, pero el fin de la guerra llegó bruscamente, como consecuencia de una revolucionaria innovación técnica: la bomba atómica. Una sobre Hiroshima el 6 de agosto produciendo unas 100.000 muertes, otra, tres días después, sobre Nagasaki, provocó la rendición inmediata de Japón. El 2 de septiembre de 1945 la guerra había terminado.

La invasión nazi había destruido la estructura de Europa. En algunos casos, como los de Bálgica, Holanda, Dinamarca y Noruega, no se planteaban demasiadas dificultades, tanto si sus gobiernos habían escapado al exilio como si habían permanecido en el país. La cuestión francesa era distinta. El primer llamamiento del general De Gaulle había hallado escaso eco, y los aliados dudaron bastante antes de cooperar con la Francia Libre. Sin embargo, tras los desembarcos en el norte de África, casi la totalidad del imperio francés apoyó a De Gaulle. En Argelia se organizó un gobierno provisional bajo su mando. Francia consiguió hallarse presente entre los vencedores.
El caso de Italia presentaba ciertas semejanzas con el de Franica. El pueblo italiano había sentido muy poco entusiasmo por la guerra, cosa que explicaba su poco brillante actuación militar. En julio de 1943 el rey depuso a Mussolini, que fue encarcelado, y nombró en su lugar al mariscal Badoglio.
La lucha contra el enemigo había sido un lazo lo bastante poderoso como para mantener unida la alianza, pero las diferencias ideológicas entre la Unión Soviética y Occidente sólo se habían dejado a un lado temporalmente, por las necesidades de la guerra. La desconfianza mutua seguía siendo muy profunda. El recuerdo ruso del comportamiento franco-británico en Munich, así como el recuerdo occidental del pacto nazi-soviético, no podían erradicarse fácilmente.

La reunión de Yalta entre Roosevelt, Churchill y Stalin, celebrada cuando ya se avistaba el fin de la guerra, tuvo una importancia decisiva. Si bien las cuestiones del Japón y su futura organización mundial entraban en la agenda, el principal tema a tratar era el de Alemania, cuyo reparto fue, en principio, aceptado por todos. Los británicos insistieron en que Francia debía participar con pleno derecho en la discusión de los asuntos alemanes, pero Francia no estuvo representada en Yalta, lo que acarreó lamentables consecuencias. No fue posible llegar a ningún acuerdo sobre la espinosa cuestión polaca; en efecto, la promesa de colaborar en la formación de un gobierno democrático no fue más que una evasión del problema.
Durante la conferencia de Yalta el presidente Roosevelt estaba gravemente enfermo, y falleció el 12 de abril de 1945, a los dos meses de su regreso. Ese mismo mes se reunía en San Francisco la conferencia de la que surgieron las Naciones Unidas.
El 17 de julio os "tres grandes" volvieron a reunirse en Potsdam, en las afueras de Berlin. Alemania debía permanecer ocupada, dividida en varias zonas, privada de un gobierno central, desarmada, desmilitarizada y "desnazificada". También Austria fue ocupada y dividida en zonas.


VOLVER A INICIO 1