Desde 1848 a 1871



1. Hacia la formación de nuevos Estados nacionales
2. Los extraordinarios acontecimientos de 1848
3. Francia: la Segunda república
4. Francia: el Segundo Imperio
5. La unidad italiana
6. Moderados, demócratas y la consumación de la unidad italiana
7. La unidad alemana
8. La iniciativa prusiana y la política de Bismarck
9. La confianza en la era positiva y las inquietudes culturales
10. Fuera de Europa




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1. Hacia la formación de nuevos Estados nacionales

El período que se abre con las conmociones de 1848 parece inaugurar una nueva era de revoluciones políticas de duración y resultados imprevisibles.
Las crisis económicas y la miseria de las capas populares contribuyeron también a provocar y alimentar los motines. Después de 1848 también hay un cambio en este aspecto: a la depresión, la incertidumbre y lacarestía de los años cuarenta, sucede un período de desarrollo más intenso, de grandes operaciones financieras, de recuperación de las inversiones y la ocupación, de crecimiento del comercio internacional. Pero otras manifestaciones también adquirían valor simbólico y contribuían a difundir la opinión de que se abía ingresado, o se ingresaba, en una nueva era.
Todo esto sucedía en Inglaterra, el país que había entrado en la sociedad industrial algunas décadas antes que los demás y que no había padecido la crisis política de 1848. Pero también en Francia, donde la conflictividad social se había mostrado más activa en 1848/9 y en 1851 el golpe de Estado de Luis Napoleón había provocado cierta reacción republicana, la recuperación económica y el desarrollo del capitalismo favorecieron al nuevo régimen.
Los progresos industriales comenzaron a producir alguna mejora y alimentaron esperanzas y expectativas que favorecieron la vuelta al orden y cierta tranquilidad social en Europa. El nuevo problema era el de la opinión pública.
La concesión de la reforma electoral de 1867, que extendía el derecho de voto a los obreros y a los artesanos de las ciudades, es un ejemplo de prudencia política. La acción de Disraeli (tory) y el nacimiento del conservadurismo social muestran el espacio que se abría a la conquista de las masas populares.
La guerra de Crimea, vinculada a la "cuestión oriental", marca un nuevo acercamiento anglofrancés, deceado especialmente por Napoleón III para reforzar su propia presencia en la política europea. En 1853, Rusia había despojado de los principados danubianos al Imperio otomano. Al comienzo de la guerra ruso-turca, Francia e Inglaterra se alinearon junto a Turquía enviando un cuerpo extraordinario y una flota. Luego de una serie de encuentros muy cruentos, Rusia fue derrotada en 1858. La Conferencia de Paz de París (1856) tomó nota de la debilidad de las bases del antiguo equilibrio europeo. Las consecuencias, como se ha visto, fueron que antes de la guerra "habían trascurrido 40 años de paz y después de ella pasaron 15 durante los cuales se sucedieron cuatro guerras entre las potencias europeas (Piamonte y Francia contra Austria, 1859; guerra de los ducados daneses, 1865/6; Prusia e Italia contra Austria, 1866; Prusia contra Francia, 1870) que transformaron completamente el equilibrio territorial del continente".
Las aspiraciones y ambiciones de Napoleón III, y su actitud de heredero del gran Napoleón y protector del principio de nacionalidad, fueron un motor importante de las guerras europeas.

2. Los extraordinarios acontecimientos de 1848

La situación política europea, que había ingresado en una fase de relativo inmovilismo, comenzó a agitarse en Suiza a partir de 1844 con un conflicto que enfrentó a los grupos y los cantones protestantes y radicales, inclinados a una unión nacional más estrecha, de tipo federal, con los cantones católicos y rurales, que sostenían el menos vinculante estatuto confederal. En 1847 se llegó a la guerra civil. La victoria de los liberales radicales suizos, que llevó a la constitución del estado federal, reanimó las esperanzas de los movimientos revolucionarios y nacionales europeos y constituyó el síntoma de los extraordinarios acontecimientos de 1848. No es fácil hacer un juicio hisórico sobre estos sucesos porque la oleada revolucionaria que abarcó casi toda Europa pareció desvanecerse tan rápidamente como había aparecido y crecido, dejando pocas secuelas. Desde Sicilia y el Reino de Nápoles, hasta Francia, Austria y Alemania, pareció que nada podía resistir al entusiasmo y la fuerza de los movimientos que reclamaban lalibertad, constitución, independencia, emancipación para los pueblos y las clases oprimidas. La espontaneidad y simultaneidad de las revoluciones cogió a todos por sorpresa.

12 de enero de 1848Se levanta Palermo.
11 de febreroFernando II promulga la constitución de Nápoles. La represión del movimiento napolitano del 15 de mayo marca el comienzo del final del experimento constitucional.
23 y 24 de febreroLa revolución gana París. El 21 de junio es duramente reprimida la insurrección de los obreros parisienses. En diciembre es elejido presidente de la república Luis Bonaparte, que prepara el golpe de Estado autoritario de dic.1851
13 de marzoGran manifestación popular en Viena. Metternich abandona el poder. En junio se trunca la insurrección de Praga. En octubre, la represión de la revuelta obrera y popular de Viena prepara el retorno a la monarquía autoritaria.
22 de marzoSe proclama el régimen constitucional húngaro, que se transforma en República en abril del ´49, pero al final cae bajo los golpes del ejército austríaco apoyado por los rusos en Timisoara (ago.1849)
marzo de 1849También Berlín y Prusia se ven envueltos en la revolución. En diciembre el rey elige asamblea constituyente y, por gracia soberana, concede una constitución muy limitada.

En la mayor parte de los casos, los acontecimientos directamente ligados a la explosión de la primavera de 1848 duraron poco más de un año. A comienzos de 1849 todo parecía acabado. Pero los efectos del estremecimiento que causó el año1848 en el sistema político europeo no puedenser juzgados en un breve período de tiempo ni por la efímera apariencia de sus resultados.

3. Francia: la Segunda república

Más allá de los episodios aislados, interesa atender a los motivos y el desarrollo de los acontecimientos que, en el curso de pocos meses y, lugo, de algunos años, modificaron el equilibrio político y constitucional de Francia, influyendo enormemente sobre el resto de Europa. La comuna, el Hôtel de Ville, se convierte en el centro de la insurrección. Desvanecida la experiencia y la misma vitalidad de las dinastías borbónicas, la solución republicana se alentaba en el entusiasmo revolucionario, era la única efectivamente precticable. Pero Francia ya había conocido la Primera República, degenerada, según la opinión mayoritaria; desarrollada según la minoría jacobina, en la dictadura de Robespierre. Los protagonistas de 1848 tenían bien presentes esos antecedentes cuando, el 24 de febrero, proclamaron la República. Justamente para disipar toda sospecha de propósitos dictatoriales, establecieron que todo el pueblo mayor de 21 años, sería llamado a elegir los representantes de la Nación. En la euforis de los primeros días de la victoria revolucionaria, el sufragio universal, el voto de los trabajadores de la ciudad y del campo, asociado a la proclamación de la república, se convertía en la garantía de la armonía nacional, de la libertad, de la democracia y de las esperanzas de progreso social.
El problema de las relaciones sociales se presentaba mucho más complejo de lo que podían imaginar los más optimistas. De mayo a junio se dio un giro de los acontecimientos. Se trató de un episodio de lucha de clases, pero una contraposición bipolar es también una yuxtaposición gratuita del esquema marxista. El miedo a la anarquía y al socialismo, la defensa de la propiedad, la inquietud por que el "pueblo" de París quisiera imponer su dominio a Francia, se apoderó muy pronto de la clase política y dirigente de la capital y de las provincias. Pero la mayor preocupación de los representantes liberales en el gobierno republicano era asegurar la legitimidad de la república con unas elecciones generales que le aportaran el consenso de toda Francia. Los resultados de las elecciones para la Asamblea Constituyente pusieron fin a la etapa revolucionaria que había durado menos de dos meses y medio.
En este contexto sobreviene el episodio del 15 de mayo. Aprovechando una manifestación en favor de la insurrección de los polacos contra el zar; la multitud invadió la sala de la Asamblea Constituyente en el Palacio Borbón. La reacción de las fuerzas del orden fue, sin embargo, rápida y drástica, y se aprovechó la ocación para decapitar el movimiento revolucionario y las asociaciones de izquierda. La insurrección de los trabajadores parisienesue fué espontánea y violenta y puso en evidencia una contradicción de clase. La ciudad estaba aislada, las provincias y las zonas rurales eran hostiles o indiferentes; lo cierto es que no se solidarizaban con la capital. La Asamblea Constituyente decidió aplastar la revuelta, la represión fue dura, hubo ejecuciones y deportaciones. Eliminados los partidos de la república democrática abierta a las demandas sociales, se preparaba el terreno para una salida autoritaria que supiera conciliar la defensa del orden y de la propiedad con el asistencialismo y la adulación del sentimiento nacional.
El 10 de diciembre de 1848, se votó para elegir presidente de la república a Carlos Luis Napoleón.

4. Francia: el Segundo Imperio

La constitución no contemplaba la reelección del presidente; durante los primeros tiempos Luis Napoleón y sus partidarios dedicaron todos sus esfuerzos a cambiar esta ley, pero no fue posible conseguir que la Cámara alcanzara el quorum necesario. El presidente intensificó los preparativos para el golpe de Estado. La fecha prefijada -2 de diciembre de 1851- tenía un significado simbólico: era el aniversario de la coronación de Napoleón I y de la victoria de Austerlitz.
La nueva constitución, elaborada con grandes prisas, preveía un jefe de Estado, el príncipe-presidente, nombrado por diez años, del que dependían los ministros; un Consejo de Estado, encargado de elaborar las leyes; una Asamblea legislativa, que debía votarlas, y una segunda Cámara que garantizaba las nuevas instituciones. El 31 de diciembre se proclamó el resultado del plebiscito que aprobaba el golpe de Estado. Un nuevo plebiscito un año después transformaba al nuevo régimen en el Segundo Imperio y Luis Bonaparte asumía el título de Napoleón III.
Muy poco de sustancialmente democrático, y mucho menos de liberal, se puede rastrear en su concepción política, no obstante la constante defensa del sufragio universal; pero un rasgo distintivo del régimen bonapartista, que hará escuela en los movimientos populistas y autoritarios de la derecha, es la apelación, no siempre sólo demagógica, a las "masas", al "pueblo", que fácilmente se entrega a posiciones nacionalistas. Una distinción ya clásica divide al Imperio de Napoleón III en dos períodos: el primero, autoritario, que siguió al golpe de Estado, con la instauración de un régimen dictatorial con base plebiscitaria, apoyado en la derecha clerical; el segundo, liberal, orientado a la izquierda e inclinado a sostener las aspiraciones nacionales de los pueblos oprimidos. Sin embargo, hay que observar que huba una sustancial continuidad en la política interna en el gobierno autoritario de Napoleón, al menos hasta 1868; una continuidad que se identificó no los militares, policías y funcionarios burócratas y con un régimen aparentemente fundado en el sufragio universal, pero privado de la libre discusión política; como se ha dicho: una "democracia" sin libertad. Sólo en 1867 y 1869 se adoptaron algunas medidas reales de liberalización que tendían a reformar el régimen en un sistema representativo bicameral. Napoleó se dedicó entonces a iniciar el camino del régimen parlamentario, pero lo hizo con mucha ambigüedad, porque continuaba vigente la responsabilidad directa del emperador ante el "pueblo francés, al cual, siempre tiene derecho de apelar". La instancia suprema del régimen bonapartista seguía siendo, por lo tanto, el plebiscito, al cual el emperador recurrió, por última vez en 1870. El golpe mortal al Segundo Imperio lo asestaron las tropas prusianas y la derrota militar de Sedan, pero la base del poder personal de Napoleón III ya estaba desgastada dentro del país.

5. La unidad italiana

Los orígenes del despertar político y la apertura de la cuestión nacional en Italia aparecen en la época de la Revolución francesa y de Napoleón. En los primeros tiempos de la Restauración, al menos hasta los años treinta, más que un programa de unificación nacional, los nuevos ideales se expresaron en las demandas liberales y constitucionales de una minoría combativa de intelectuales y de miembros de la nobleza ilustrada o de las clases burguesas. Las nuevas generaciones, educadas en el clima romántico y adherentes a las sociedades secretas, y en particular, a la carbonaria, exigieron la democrácia de manera más radical y, a veces, confusa y caprichosa. Les faltaba el consenso de los propietarios, que acumulaba la mayor parte dela riqueza. En el campo era difícil la penetración y la difusión de ideas que no fueran filtradas por el clero o los notables. La polémica cultural, y cautamente política, tuvo gran importancia en la formación de la opinión pública. Ya en los años veinte se trataron los problemas de modernización del Estado y de las transformaciones económicas. Con la "Joven Italia", la lucha política daba un salto cualitativo repudiando las antiguas organizaciones sectarias y prefigurando un verdadero partido democrático y republicano. Pío IX inauguraba su pontificado adoptando una serie de medidas, entre las que eran particularmente relevantes la libertad de prensa t la institución de la guardia cívica y de órganos láicos de gobierno.
En 1848 se lograba un acuerdo general sobre dos puntos: 1)el paso del absolutismo a regímenes constitucionales de varios estados; 2)la independencia del extranjero y la consecuente guerra contra Austria por la liberación de Lombardía y el Véneto.
Sin embargo la proclamación de la república en Roma y la valiente resistencia de Venecia frente a los austríacos, asumieron no sólo un valor ideal, sino también político. Que la república francesa de Luis Bonaparte asuma la misión de reponer a Pío IX en Roma, demuestra que la revolución en Europa terminó verdaderamente en 1849.

6. Moderados, demócratas y la consumación de la unidad italiana

Entre 1860 y 1876 Italia fue dominada por hombres de derecha, que afronaron con decisión los primeros problemas planteados por la rápida e imprevista unificación. Se reprimió el bandolerismo meridional, que expresaba dramáticamente las dificultades de la integración nacional. Se dio un gran impulso a las obras ferroviarias, que eran el medio más seguro para poner en marcha un mercado nacional. Se adoptó una política librecambista. Se unificó el sistema fiscal, judicial y administrativo.

7. La unidad alemana

La confederación nacida en el congreso de Viena es el marco político y territorial que abarca la historia de Alemania. Sin embargo, Hannover y Hesse sólo perdieron su independencia y pasaron a formar parte de Prusia en 1866. Entretanto los problemas eran otros: en primer lugar, el de la relación entre los estados de Alemania y Prusia dentro del ordenamiento de la política de Viena o, si prefiere, del sistema de Metternich.
Después de 1818, la presión austríaca se impone claramente pese a la opción moderadamente constitucional de algunos Estados (Baden, Wüttemberg). En 1819 se perdieron las esperanzas de que la ola reformadora inaugurada después de 1807 y conducida por hombres como Stein y Humboldt, pudiera conseguir instituciones liberales.

8. La iniciativa prusiana y la política de Bismarck

En 1849, la situación no había madurado lo suficiente para que Prusia tomara la iniciativa de la unificación alemana. Se oponían las preocupaciones y las dudas de Federico Guillermo IV y las propuestas de un parlamento como el de Frankfurt, viciado ante los ojos de los conservadores por su origen democrático. El parlamento de Frankfurt convocado para dar a Alemania un nuevo orden institucional que ocupase el lugar de la vieja confederación, prosiguió sus tareas aún después del fracaso y del agotamiento del impulso revolucionario en Viena y en Berlín. Aprobó un proyecto de constitución federal y, tras muchas discusiones entre los que fueron llamados "grandes alemanes", favorables a incluir a Austria en el nuevo Estado, y los "pequeños alemanes", que deceaban excluirla, decidió, ajustadamente, le exclusión de los Habsburgos. En abril de 1849, la asamblea ofreció la corona del Imperio al rey de Prusia, que la rechazó.
En septiembre de 1850, tropas prusianas y austríacas se encontraron frente a frente en el electorado en una situación de grave tensión. Una vez más, el rey de Prusia no quiso llevar a fondo la lucha contra Austria por la hegemonía en Alemania. Em noviembre, en Olmütz se llegó a un acuerdo que sellaba el fracaso, al menos momentáneo, de la política prusiana de unión alemana y el triunfo de Austria, que imponía el retorno al as normas de la antigua confederación cuya presidencia ocupaba.
La situación comenzó a agitarse nuevamente en 1859, tras la iniciativa de Cavour y la implicación de Napoleón III en el conflicto austro-piamontes. Un paso importante hacia la movilización de la opinió pública a favor de Prusia y de la solución "pequeño-alemana" fue la creación del Deutscher Nationalverein (movimiento de la unidad alemana), en septiembre de 1859, que se extendió a todos los los estados de Alemania. Al Nationalverein se contrapone, en 1862 el Reformverein (Unión por la reforma), que implantado especialmente en los estados meridionales, en la católica Baviera y también en Sajonia, territorios más directamente influídos por Austria, perocupados por la hegemonía prusiana y, sobre todo, anmados por la esperanza de salvar la autonomía de los estados intermedios constituyendo una tercera Alemania capaz de mediar entre las dos grandes potencias: Austria y Prusia.
Estos contrastes podían originar complicaciones internacionales, pero fueron decisiva y brillantemente superadas por la habilidad y la falta de prejuicios de Bismark, que desde 1862 dirigía el gobierno prusiano. En 1857, al agravarse su enfermedad mental, Guillermo IV fue obligado a retirarse y se nombró regente a su hermano, Guillermo I (1861). En este período las fuerzas liberales prusianas hicieron un extremo esfuerzo para someter la organización militar y la administración del Estado al régimen parlamentario. La tensión creció en 1861. En 1862 se dibujaba una crisis institucional. en esas circunstancias, Bismark fue llamado al gobierno. Pertenecía a la tradición nobleza terrateniente prusiana (Junker) y tenía larga experiencia política y diplomática. Desde su primera declaración a la comisión de finanzas del Parlamento, en 1861 expresó sus propósitos: "Alemania no mira al liberalismo de Prusia, sino a su poder... Prusia debe conservar su poder, por el momento favorable, que muchas veces se ha dejado escapar... Los grandes problemas de nuestro tiempo no se resuelven con discursos y decisiones mayoitarias -éste fue el error de 1848-1849- sino con el hierro y el fuego." En 1866 Austria fua excluída de la Confederación alemana. Los ex ducados daneses, Hannover y la ciudad libre de Frankfurt fueron incorporados a Prusia. Los demás estados debieron someter sus tropas al mando prusiano en caso de guerra fuera de Alemania. Se construyó una Confederación de Alemania del Norte, en la que Prusia ejercía la presidencia y el control de la política exterior y del ejército. El Parlamento confederal se elegía por sufragio universal. Sea como fuere, Bismark había logrado dividir a la oposición liberal y progresista y crear un partido nacional liberal favorable a su política. De esta manera el canciller enlazaba al nacionalismo popular alemán con el militarismo prusiano. El mayor obstáculo para la definitiva unidad alemana era, entonces, el veto de Napoleón III a la expansión de Prusia más allá de lalínea del río Main. El ejército alemán actuó con fulmínea eficacia. Derrotó al los franceses en Sedan capturando al mismo Napoleón (1870). En Versalles, el 18 de enero de 1871, Guillermo I fue proclamado emperador del nuevo Reich alemán. Thiers, triunfador de las elecciones francesas de febrero de 1871, firmó la paz de Frankfurt el 10 de mayo; Francia cedía Alsacia y Lorena y se comprometía al pago de una indemnización.

9. La confianza en la era positiva y las inquietudes culturales

En general, el epílogo belicoso y cruento de los años sesenta no había quebrado la fe en el comienzo de una era "positiva" y en el progreso de la humanidad, que había comenzado a propagarse antes de los años cincuenta y caracterizaría a la cultura más difundida y acreditada, al menos hasta los primeros años del siglo veinte. En los veinte años que trascurren de 1850 a 1870, ya habían madurado en la cultura y en la mayoría de la opinión pública europeas ideas, concepciones, enfoques del mundo que, con variedad de acentos, inspiraciones y expectativas, adquirían conciencia de las trasformaciones en curso y compartían un sustancial optimismo justificado por el nuevo prestigio de la "ciencia". Desde el positivismo de Comte, al materialismo dialéctico y el socialismo de Marx -el Manifiesto comunista había sido publicado en 1848, y el primer volumen de El capital, en 1867- las nuevas teorías aspiraban a ser "objetivas", "científicas".

Bibliotecas europeas y americanas más importantes
Bibliotecas
18481880
Número de volúmenes (miles)
18481880


Reino Unido282021.5423.770
Francia1075053.9757.298
Alemania805943.0534.070
Rusia12145451950
Austria415772.1935.476
Italia454932.2744.349
España y Porugal24909631.200
Bélgica10105400610
Holanda10220330800
Escandinavia13949681.250
Europa3703.02516.14929.773
Estados Unidos20596002.263


10. Fuera de Europa

Uno de los acontecimientos más importantes ocurridos fuera de Europa durante este período fue la guerra civil nortemaericana (1861-1865), que terminó con la derrota de los estados esclavistas y secesionistas del Sur y las enmiendas constitucionales que abolían la esclavitud y aseguraban la paridad de derechos a "todas las personas nacidas o naturalizadas en Estados Unidos".
La abolición de la esclavitud en las estados del Sur puede, en algunos aspectos, recordar a la casi contemporánea abolición de la servidumbre en Rusia, y ambas medidas podrían considerarse como confirmación del triunfo de una época de reformas liberales y librecambistas.

En el Lejano Oriente, la sublevación de las tropas bengalíes y de las provincias septentrionales de la India (1857-58) inició la decadencia definitiva de la Compañía de las Indias y llevó al gobierno y la corona ingleses a asumir responsabilidades más directas en la administración de la colonia.

Probablemente algún nexo con la penetración occidental en el Lejano Oriente tuvo también la insurrección en China de Tai-ping (1850-1866) contra la dinastía manchú. Razones religiosas y sociales inspiraron principalmente a los rebeldes y los reformadores.

En Japón la revolución que terminó con el poder shogun, fundado sustancialmente en el poder feudal y de la casta militar de los samuráis, ocurrida en 1868, se inspiró, seguramente, en el deseo de imitar a las instituciones occidentales. 1