La Inlgaterra de la Revolución Industrial y la Europa de Napoleón

1. La Inlgaterra de la Revolución Industrial

2. El desarrollo comercial, la mecanización, la cuestión social

3. Napoleón y la Revolución Francesa

4. La monarquía administrativa. Concenso y opocisión

5. La rivalidad anglofrancesa

6. Guerra y paz en Europa

7. El bloqueo continental

8. Apogeo del Imperio napoleónico

9. De la campaña de Rusia al exilio


1. La Inlgaterra de la Revolución Industrial

A comienzos del siglo XIX, Inglaterra era una monarquía en la que el poder hereditario del monarca estaba limitado por el Parlamento, dividido en una Cámara de los Comunes, electiva, y una Cámara de los Lores, cuyos escaños ocupaban los representantes de las más antiguas familias aristocráticas. Las elecciones para la Cámara de los comunes estaban dominadas por la aristocracia terrateniente y por los grandes propietarios inmobiliarios, configurando así un verdadero sistema aristocrático al que sólo se sustraía Londres. Pero hay que agregar que la aristocracia inglesa, pese a sus privilegios era una clase abierta, que asimilaba alas fuerzas y las fortunas emergentes y tenía un profundo sentido de su responsabilidad como clase dirigente.
Desde 1760 reinaba Jorge III. El rey encontró en la emergente personalidad del joven Pitt (1758-1806), convertido en jefe del partido conservador Tory, a un fiel e inteligente hombre de Estado que supo interpretar la voluntad y los intereses nacionales de la política hacia Francia. Promovió la paz tras la guerra con las colonias americanas (1873) intentando abrir, con el tratado comercial de Eden (1876), el mercado francés a los productos y al comercio británicos. Logró extender el dominio británico en la India, que se había convertido en la poseción colonial más valiosa, y elaboró un acuerdo para la administración de los territorios y para la gestión del comercio. También reorganizó Candá, separando la zona de influencia lingüística y cultural francesa de las regiones donde se podía desarrollar la inmigración y la población de origen británico. Más tarde so opuso con firmesa a la Francia revolucionaria y napoleónica.

En la tercera década del s.XIX, las concecuencias de la Revolución Industrial habían modificado profundamente los fundamentos de la vida económica y social. No se trata de un acontecimiento al que se pueda datar en un año determinado, sino de un proceso que tiene sus antecedentes más o menos lejanos en el desarrollo de la economía británica, en el comercio internacional y transoceánico, en la acumulación capitalista, en las tradiciones manufactureras, en las tendencias religiosas, ideológicas y culturales, en las condiciones favorables para la libre iniciativa individual y, en general, en la historia de la civilización occidental.

Los largos períodos de estancamiento y de crisis de la economía del Antiguo Régimen anulaban casi todos los progresos conseguidos anteriormente. Sólo en el S.XVIII maduraron en Europa las condiciones para un crecimiento, continuado hasta nuestros días, que son consideradas las premisas de la Revolución Industrial.
Estas condiciones se dieron por primera vez en Inglaterra, donde la agricultura había logrado un mayor rendimiento en la productividad; donde la actividad comercial interna, pero sobre todo en, en los intercambios coloniales e internacionales, había conquistado importantes mercados de salida y permitía una considerable circulación de mercancías y capitales.
A propósito de la gran importancia que había alcanzado la ganadería en la economía inglesa, el antiguo esquema de interpretación del impulso del proceso de industrialización vinculaba estrechamente la formación de grandes empresas agrarias capitalistas con la expropiación y la expulsión de los campesinos de sus tierras y la consiguiente creación de mano de obra proletaria disponible para el trabajo industrial. No menos importantes para explicar el despegue son las innovaciones técnicas, que abreviaron algunas fases del trabajo manufacturero y permitieron aprovechar fuentes de energía alternativas a las tradicionales. Pero la difusión del maquinismo, o sea el empleo masivo de las máquinas y su concentración en las fábricas es algo muy diferente. El fenómeno debía ser estimulado por una demanda y un mercado en importante expansión. Por ello no es raro que los primeros inventos, más simples y eficaces, como la lanzadera de Key (1733) y la máquina para hilar (1738), proyectadas para la industria lanera, tuvieran un gran éxito y encontraran una aplicación más amplia en la industria textil algodonera.

2. El desarrollo comercial, la mecanización, la cuestión social

El área más importante para el total de las exportaciones inglesas hacia el final del siglo XVIII fueron las islas y los territorios americanos. Es crucial la importancia que tenía para el empuje de la Revolución Industrial la posición dominante que había alcanzado Gran Bretaña en el dominio de los mares y en el comercio nacional e internacional. La costrucción y la actividad de una gran flota militar y mercante contribuían a mantener el alto nivel de la demanda, de la renta y de la circulación de capitales. Esta referencia a la posición del Estado, que favorecía el desarrollo mercantil y manufacturero con otras medidas, especialmente el apoyo a la libre iniciativa económica de individuos y grupos, es un dato que no se debe olvidar en el cuadro global.
La hiladora mecánica, que poco a poco se fue perfeccionando, , podía realizar po sí sola el trabajo de más de 200 obreros y producía un hilo más resistente y fino que el elaborado a mano. El perfeccionamiento de la máquina de vapor, usada en la minería desde las primeras décadas del siglo, puso a disposición una nueva fuente de energía, que luego también tendría muchísima influencia en los transportes (locomotoras, buques), contribuyendo a abrir, junto con el progreso de la elaboración del hierro, lo que se considera como la segunda fase de la industrialización: la era del ferrocarril.
La gran cantidad de hilado que podían producir los procesos mecánicos y que, aunque se utilizaran telares más perfeccionados, todavía eran tejidos a mano, aceleraron la investigación y el desarrollo del telar mecánico, que alrededor de 1830 ya podía sustituir el trabajo de cuatro tejedores. Aproximadamente en esa fecha ya había terminado su ciclo la mecanización y la concentración de la elaboración del algodón en las fábricas, y había producido una renocación revolucionaria de todos los sectores productivos, la economía y la sociedad de Inglaterra.

Tanto en Inglaterra como en otros países, el formidable aumento de la productividad del trabajo y el progreso de los sistemas de fabricación se habían convertido en los dos factores fundamentales de la transformación industrial. Ambos estaban ligados al uso de las máquinas y a la conveniencia de concertar en lugares apropiados los equipos y la mano de obra. Se trataba de un cambio importante en la organización del trabajo. Es evidente que la cuestión social, ligada a la transformación de la economía, se convierte en tema central de la historia de muchos países europeos, y que en las décadas siguientes el proletariado industrial adquirió fuerza e importancia ideológica y política.

3. Napoleón y la Revolución Francesa

Vista desde una perspectiva distante, la historia de Inglaterra en las primeras décadas del S.XIX está acentuadamente marcada por el desarrollo de la Revolución Industrial. Sin embargo no hay que olvidar que entre 1793 y 1815, Gran Bretaña se vio envuelta en la guerra contra Francia que, tras el golpe de Estado del 18 de brumario, fue una guerra contra Napoleón. Durante quince años el general corso, heredero de la Revolución francesa, desempeñó un papel decisivo en los destinos de Francia y Europa.
El golpe de Estado del 18 de brumario que llevó al poder a Napoleón fue posible porque Francia estaba cansada de la revolución, porque la clase dirigente deseaba terminar con la política oscilante del Directorio, porque el ejército había alcanzado una posición decisiva en la vida social y porque en la imaginación popular Bonaparte seguía siendo, pese al paréntesis egipcio, el general vencedor en la milagrosa campaña de Italia.
¿Terminaba la revolución en una dictadura militar? Aunque hay muchos elementos que podrían inducir a responder afirmativamente, la situación es, en realidad, mucho más compleja, tanto que el bonopartismo se ha convertido en una categoría con connotaciones propias.
La relación entre Napoleón y la revolución es contradictoria; en muchos aspectos, el primer consul y el emperador renuncian a la herencia revolucionaria; en otros, la aceptan y -frente a Europa- la difunden.

El hecho mismo de que un oficial de origen corso pueda comandar a los veintisiete años el ejército de la campaña de Italia y, con poco más de treinta, imaginar que puede fundar en la Francia de los capetos y los borbones una nueva monarquía y una nueva dinastía, sería inconcebible e inexplicable sin las perturbaciones revolucionarias que habían abatido al Antiguo Régimen, llamando a la acción a las masas populares y renovando un espíritu nacional que alimentaba nuevas esperanzas y una mentalidad inédita.
Napoleón constituye un sistema político y estatal en el cual el ejército tiene un peso importante, pero cuyo fundamento radica en la nueva organización jerárquica de la sociedad, en la fuerza reconocida e intencionalmente aumentada de una nueva clase de "notables", hombres fuertes del régimen, en la competencia y la eficiencia de los funcionarios al servicio del Estado. Napoleón construye el Estado administrativo. Esta construcción muestra que Napoleón no fue sólo un "genio" militar, sino también un hombre de Estado.

Napoleón renegaba de algunos valores esenciales de la variada y compleja herencia de la revolución, como la libertad y la representación democrática; mientras buscaba asegurar, sobre todo con el Código, la libertad civil, la igualdad jurídica y la defensa de la propiedad. Decía a su hermano Jerónimo, a quien había nombrado rey de Westfalia: "En Alemania, como en Francia, Italia y España, el pueblo aspira a la igualdad y al liberalismo. Las ventajas del código de Napoleón, la regularidad y publicidad de los procesos, el jurado, éstos son los rasgos por los que se debe distinguir tu monarquía... Tus súbditos deben gozar de una libertad y de una igualdad desconocidas en el resto de Alemania". Por cierto, igualdad y libertad muy distintas de las concebidas por muchos de los constituyentes que habían elaborado y votado la Declaración de los derechos en 1789. Ya la dictadura jacobina había golpeado duramente la libertad de expresión y de prensa que había florecido dando vida a miles de periódicos y panfletos en París y en toda Francia. Napoleón la reducirá y la "regulará" ordenando no más de trece diarios; pero sobre todo someterá a la prensa a una rigidísima censura policial que solamente permitirá la publicación de informaciones oficiales. El régimen administrativo de Napoleón fue autoritario y despótico; sin embargo la igualdad ante la ley, la estructura de una administración civil y judicial eficiente,, el camino abierto al talento, la gloria y el prestigio de las victorias militares y la expansión en Europa le aseguraban una amplia base de consenso en Francia.

4. La monarquía administrativa. Concenso y opocisión

Entre 1799 y 1804 Bonaparte consolidó su dominio personal atribuyéndose a los poderes constituyente y legislativo. Con el regreso de los emigrantes, muchos de los cuales solicitaron y obtuvieron el permiso para volver a Francia, se concretó un logrado proyecto de conciliación nacional en nombre de la riqueza, especialmente, inmobiliaria, y del servicio al Estado. Orden y propiedad, reconocimiento de los derechos civiles. Se reservaba una posición privilegiada a los más altos grados del ejército, y a los más altos representantes y funcionarios del Estado. Cuando se fundó el Imperio, los parientes de Napoleón fueron elevados al rango de príncipes, y algunos de ellos gobernaron como procónsules varios países de Europa. Con la creación de la nobleza napoleónica (1808) Napoleón se alejaba cada vez más de los dirigentes democráticos y revolucionarios y, también en Francia su despotismo podía apoyarse solamente en la gloria de las victorias militares y las ventajas de las conquistas. Por otro lado, la ocupación extranjera y la alteración de los valores tradicionales no podían dejar de provocar oposición y resistencia difundidas en mayor o menor medida. Ya durante los años de las conquistas revolucionarias habían estallado "sublevaciones" populares antifrancesas y "antijacobinas" en nombre de Santa Fe y del monarca legítimo.
Es cierto que las reformas napoleónicas fueron muy cautas y se cuidaron de no ofender los sentimientos populares, sobre todo en el terreno religioso. Pero el desmantelamiento de las instituciones del Antiguo Régimen por un lado, y la imposición de un despotismo cada vez más exigente y belicioso por el otro, favorecían, como reacción y, al mismo tiempo, por influencia del nacionalismo de la Gran Nación, la propagación de un espíritu de oposición que se expresaba de diferentes maneras en las distintas clases, pero que avivaba manifestaciones frente al predominio, la prepotencia y las pretenciones francesas.
Los ingleses estimulaban y alimentaban tales reacciones y allí donde, como en España, eran más directas su presencia y su ayuda, la resistencia contra los franceses fue más fuerte y organizada. Uno de los casos más interesantes de oposición a la prepotencia francesa fue la consolidación del sentimiento nacional y la reforma del Estado de Prusia.
Napoleón no percibió hasta que fue demasiado tarde, que despejar el terreno de los restos del Antiguo Régimen e imponer la hegemonía francesa provocaba el desarrollo de sentimientos nacionales y de oposiciones no sólo en el ámbito intelectual, sino también en algunas capas populares.

5. La rivalidad anglofrancesa

Gran Bretaña fue constante animadora de la resistencia al proyecto hegemónico de Francia durante la época de las guerras y de la expansión napoleónicas.
Entre 1801 y 1803 se vivió un breve momento de tregua en el conflicto que había comenzado en 1792 y que ya había visto formarse y disolverse en las primeras dos coaliciones contra Francia revolucionaria. En aquellos años pudo parecer que Bonaparte quisiera hacer triunfar la paz adondequiera, no sólo reconciliandose con el enemigo más tenaz, Gran Bretaña, sino también solucionando el conflicto religioso que dividió al país. En julio de 1801, concluyó, en efecto, el concordato con la Santa Sede y las negociaciones con Inglaterra condujeron, en octubre del mismo año, a la paz de Amiens de marzo de 1802.

Despues de 1806, la invasión y la ocupación napoleónica de España provocaron el comienzo de las sublevaciones en sus colonias de América Latina. La expedición francesa a Egipto (1798-1799) es un signo posterior de la directa implicación de otras partes del mundo en los acontecimientos europeos y muestra cómo los confines del mundo eran cualquier cosa menos infranqueables para los designios aventureros de Napoleón. Por los demás, en el siglo XVIII Francia había sido el más temible competidor de Gran Bretaña en la expansión colonial y en el tráfico internacional. Pero la empresa egipcia, decidida poco después de comprobar que el paso de la Mancha era impracticable, parece estratégicamente descabellada. es probable que el Directorio la consintiera para alejar a un general que se había vuelto demasiado molesto. Las consecuencias fueron desastrosas. No obstante las muchas victorias que obtuvo el genio militar de Napoleón, Nelson (almirante inglés 1758-1805) aniquiló en Abukir (Egipto) las naves que habían trasportado a las tropas francesas; el zar Pablo I, inquieto e irritado por la amenaza francesa del Imperio otomano obtuvo la apertura de de los Dardanelos para que la flota y las tropas rusas pasaran al Mediterráneo. Otras fuerzas llegaron a Austria por vía terrestre. Rusos, austríacos e ingleses se habían unido así en una alianza (la segunda coalición antifrancesa después de la de 1792-1793) que en pocos meses destruyó las posiciones francesas en Italia y Suiza. Cayeron entonces las repúblicas "jacobinas" establecidas en Italia en 1796 y 1799 (cisalpina, romana y napolitana). También en el Rin los franceses fueron obligados a retirarse. Pero la situación política y militar dio un vuelco total con el imprevisto retorno a París de Napoleón, que había burlado la vigilancia y el acoso de Nelson (octubre de 1799).
El golpe de Estado el 9 de noviembre de 1799 ponía el destino de la República francesa en manos de bonaparte. Rusia, que había soportado el mayor peso en las operaciones bélicas, se retiraba de la coalición. En junio de 1800, con la victoria de Marengo (aldea italiana) sobre los austríacos, Bonaparte, primer cónsul, confirmaba su suerte y sus virtudes militares y reconquistaba Italia. Austria se veía obligada a firmar la paz de Lunéville (feb.1801). En el campo sólo quedaba Inglaterra.
Las razones de la rivalidad francoinglesa eran antiguas. Se podría retroceder a la guerra de los cien años y a Juana de Arco. Pero más recientes eran las razones que desde mediados del S.XVII habían enfrentado a las dos potencias. Los ingleses se habían opuesto al proyecto hegemónico de Luis XIV y desde entonces habían dado a entender su determinación de impedir que una sola potencia dominara Europa y, sobre todo, que Francia se apodere de los Países Bajos. Vencida y casi exhausta Holanda, decaída España, Francia se había convertido en la antogonista más poderosa de Inglaterra en el mar y las colonias. Durante la guerra de los siete años (1755-1763) Francia sufrió graves pérdidas en las colonias y finalmente cedió Canadá a los ingleses. Una ocación para el desquite se presentó con la rebelión de las colonias norteamericanas cuya lucha por la independencia fue activamente alentada por Francia.
La cuestión más inportante no era tanto el dominio de los territorios coloniales, como la primacía en la industria de armamentos, en el número de naves de guerra y de transporte y en el tráfico comercial. Es más, justamente en esos años, innovando la tradicional política mercantilista y proteccionista adoptada por las grandes potencias, tomaba fuerza en los gobiernos una actitud favorable a la libertad de comercio. El hecho más significativo en muchos aspectos fue el tratado de Eden entre Francia e Inglaterra con el que el primero abría practicamente sus fronteras a las mercancías extranjeras reduciendo al mínimo los derechos aduaneros. Era un gran éxito para Inglaterra, pero duró poco. La revolución fue otro motivo de enemistad. Pero, más que las razones políticas, que tuvieron su peso, fue la preocupació por la expansión de la Francia revolucionaria hacia Bélgica y Holanda y la ruptura del equilibrio europeo las que llevaron a Gran Bretaña a la guerra. Los gobernantes franceses habían prohibido desde 1793 la introducción de mercaderías inglesas.
La paz de Amiens se transformaría en un breve armisticio apenas Napoleón demostró que no tenía ninguna intención de abandonar una política de expansión y que uno de sus principales objetivos era abatir la potencia económica inglesa. En mayo de 1803, Gran Bretaña declaró nuevamente la guerra, a la que no renunció hasta que Napoleón fue abatdio.

6. Guerra y paz en Europa

Las cuatro potencias más importntes de Europa -fuera de Francia- eran Inglaterra, Austria, Rusia y Prusia. La expansión revolucionaria primero, y luego el advenimiento y las ambiciones imperiales de Napoleón, eran una grave amenaza para el orden y la estabilidad dinástico-social de Europa. Sin embargo, no era fácil que las grandes potencias llegaran a un acuerdo pleno. Los éxitos de Napoleón se explicaban no sólo por su genio extratégico, sino tambiém por las habilidades de mantener divididos a sus adversarios en el campo de batalla y en las negociaciones aprovechando en cada momento los intereses contradictorios que los separaban.
Pero tras la campaña de Rusia ello ya no le fue posible. La coalición que lo venció finalmente fue el mérito de la tenacidad del gobierno inglés, de la habilidad del nuevo diplomático austríaco Metternich, de la decisión del zar Alejandro, del renacimiento nacional prusiano, de la resistencia española; pero también fue consecuencia del desgaste de las fuerzas y de la ilusión de los franceses, empeñados por Napoleón en una empresa con objetivos cada vez más indeterminados e inalcanzables.
Dos hechos contribuyeron a preparar la refundación de las hostilidades en el otoño de 1805: la ejecución del duque Enghein y la proclamación del Imperio. El descubrimiento de una conspiración para restaurar a los borbones indujo a Napoleón a secuestrar en el territorio neutral de Baden, y luego, tras un juicio sumario, ejecutar al duque emigrado de la familia borbona (mar.1804). Por acuerdo del Senado la República de transformó en Imperio y la familia Bonaparte fue proclamada dinastía hereditaria.
La relaciones diplomáticas entre el zar Alejandro y Napoleón, se deterioraron después de tal ejecución, y en septiembre fueron interrumpidas. Se entablaron entonces relaciones entre Inglaterra y Rusia. Austria y el reino de Nápoles se adhirieron al acuerdo sin vacilar. Se formaba así la tercera coalición, que no contó con le presencia de Prusia. La Gran Armada (Napoleón así había bautizado sus tropas) era el mejor ejército del mundo cuando, en los últimos días de agosto, marchó hacia Alemania contra las fuerzas austro-rusas. Guerras breves, aprovisionamiento del ejército en el territorio ocupado, operaciones rápidas y golpes vigorosos eran las características de la táctica y la estrategia de Napoleón. Luego de varias victorias francesas, sólo quedaban Rusia e Inglaterra, la dueña de los mares.

7. El bloqueo continental

Se presentó la declaración del bloqueo (Berlin nov.1806) como una represalia contra medidas tomadas por los ingleses. El decreto vedaba todo comercio y toda correspondencia con las islas británicas y prohibía recibir en los puertos las embarcaciones proenientes de Inglaterra o de las colonias inglesas. El proyecto napoleónico era cerrar totalmente el continente europeo al comercio británico, usar el bloqueo continental como arma ofensiva para desquiciar el sistema comercial y económico de su gran rival y causarle la ruina. El bloqueo continental se convirtió en una de las principales preocupaciónes y uno de los puntos centrales de la plítica de Napoleón. La necesidad de impedir su violación terminó por empeñar a las fuerzas francesas en una desmedida tarea de control y dio nuevo impulso a la política de expansión y de conquista, lo que ocacionó luego de varios hechos una interminable rebelión en España. El pueblo de Madrid se rebela y, pese a la despiadada represió Pero el orden en Europa central no se alteraba. Como nunca antes Napoleón se presentaba como el dominador de europa; aun cuando la guerra en España continuaba siendo una espina clavada en su costado, y la indomable resistencia inglesa su mayor preocupación. Ahora sus esperanzas estaban ligadas al éxito del bloqueo continental.
La aplicación rigurosa del bloqueo empeñaba los intereses de amplios sectores populares y burgueses contra la política de Napoleón. No haber evaluado el poder de esta hostilidad fue un grave error originado, como otros de Napoleón (intervención en España, guerra con Rusia, subestimación de EEUU), por una política egocéntrica y autoritaria., fundada cada vez más en la fuerza y menos en el concenso. A estas consideraciones hay que agregar la capacidad de resistencia y expansión del joven y emprendedor capitalismo británico.
Aunque Napoleón hubiera logrado cerrar todo el continente europeo no habría podido destruir íntegramente el comercio inglés:
MERCADO INGLÉS
Países europeos Estados Unidos Imperio británico
Proporción aprox. 0,4 0,35 0,25

El fracaso del bloqueo se debe en la misma medida a la capacidad de resistencia de la economía británica, a la elasticidad y la intrepidez de los operadores económicos ingleses y a los errores de cálculo de la ambiciosa y autoritaria política de Napoleón.
Hay que observar, además, que el período rígido del bloqueo continental fue muy breve. En efecto, si bien el bloqueo se decretó a fines de 1806, y se endureció a finales de 1807, sólo pudo ser aplicado rigurosamente a partir de 1809, y sobre todo de 1810 a 1811. Pero ya en 1812, con el comienzo de la campaña de Rusia, no se pudo prohibir radicalmente el comercio y las mercaderías inglesas: se abrían numerosas brechas que preanunciaban al final próximo del sistema.

8. Apogeo del Imperio napoleónico

En 1811, tras el nacimiento del heredero, el rey de Roma, y la anexión de esta ciudad a Francia, la incorporación de Holanda y de muchas provincias alemanas, de las costas y los puertos del centro y norte de Europa, del acceso del mariscal de Francia Bernardotte al trono de Suecia, de la sumisión y la alianza de Austria, del control directo de toda Italia, de la presencia, aunque muy contestada, de España, todo haría creer que el dominio napoleónico se había consolidado, que la legitimidad y la sucesión de la nueva dinastía estaba asegurada, y que ahora podía aplicar con mator eficacia el "bloqueo continental" contra los ingleses.
Napoleón se alejaba cada vez más de la revolución y trataba de procurarse una legitimidad dinástica que no podía sino alejarlo de quienes entonces veían en el al heredero de aquella gran sublevación. Por otra parte el divorcio con Josefina y la celebración de nuevas nupcias habían complicado más las relaciones con el Papa y con los católicos intransigentes. La tiranía de Napoleón se hacía intolerable aun para algunos de sus familiares y sus fieles.
En estas condiciones Napoleón iniciaba la guerra contra Rusia movilizando con un esfuerzo inaudito todos los recursos de Francia, de sus aliados y satélites.

9. De la campaña de Rusia al exilio

La campaña de Rusia fue un desastre. En ella murieron más de un millón de hombres. No se libraron batallas campales, salvo Borodino, cerca de Moscú (sep.). El ejército ruso evitó siempre los enfrentamientos hostigando con continuas escaramuzas la marcha del enemigo. Cuando fue ocupada, Moscú era una ciudad semidesierta, y mut pronto devestada por los incendios. Alejandro y Rusia no daban señales de desear la paz. En octubre, Napoleón se vio obligado a ordenar la retirada. Como debía aprovisionarse con los recursos del país, la tierra quemada que los rodeaba era un gravísimo problema. El terrible invierno ruso se sumó en noviembre.

La Gran Armada había sido destruida y ahora europa se levantaba contra el conquistador, contra el déspota, contra el usurpador, contra el Anticristo. La misma Francia le era infiel. En febrero, Prusia, gracias a la iniciativa del movimiento patriótico, firmó una alianza con el zar. Sin embargo, Napoleón logró reclutar un nuevo ejército y en mayo se reencontraba con la victoria desbaratando a rusos y prusianos en Sajonia (may.1813). Entonces Metternich ofreció la mediación de Austria: Francia debía regresar a los límites de 1795 o el Imperio de los Habsburgos se alinearía contra él; como así sucedió. Se constituye así una nueva y potentísima coalición antifrancesa. La batalla decisiva se entablo en Leipzig (oct.1813). El Imperio napoleónico se tambaleaba. Wellington esntraba a Francia cruzando los Pirineos desde España; los austríacos avanzaban atravesando Suiza; las fuerzas conjuntas aliadas vadeaban el Rin a fines de diciembre. La situación de Napoleón parecía desesperada. Sin embargo, con una serie de rápidos movimientos y encuentros victoriosos logró aminorar la marcha de los aliados, que entraron en un París indiferente el 31 de marzo. El 4 de abril, Napoleón abdicaba en favor de su hijo; el 6 de abril, el senado napoleónico proclamaba rey de Francia al Borbón Luis XVIII. Se proclamaba religión del Estado el Catolicismo, pero se reconocían las libertades de culto, de prensa y de asociación. En noviembre de 1814 se inauguró en Viena el congreso que debía establecer las condiciones de paz del nuevo orden de Europa después de veinte años de guerras y conmociones.
Napoleón se aventuró una vez más: con casi mil hombres desembarco en Frejus (Francia) el 1 de marzo de 1815 y, acogido favorablemente en Grenoble y Lyon, logró atraer a su lado al mariscal Ney y a sus tropas, enviado por Luis XVIII para arrestarlo. Por esta debilidad, Ney será fusilado más tarde. El restaurado régimen borbónico cayó sin resistencia. el 20 de marzo, Napoleón entraba en París y trataba de ganar los círculos liberales. Promulgó una nueva constitución. Pero las elecciones y el plebiscito no demostraron mucho adhesión y popularidad. La base de la fuerza de Napoleón era, entonces, el ejército que finalmente cayó ante las fuerzas aliadas en Waterloo el 18 de junio. El emperador fue esta vez desterrado muy lejos de Europa, en el islote altántico de Santa Elena, donde murió el 5 de mayo de 1821. 1