Los llamados movimientos nacional-populares de América Latina, particularmente en sus subtipos "peronista" y "varguista" -cuya ideología según el modelo europeo suele ser calificada como "fascista"- obtienen el apoyo de vastos sectores de obreros industriales, siendo que esa adhesión no resultaría compatible con el modelo clásico de orientaciones de la clase obrera movilizada.
El punto de partida de ese modelo clásico de actitudes obreras está dado por una proposición según la cual la orientación propia de los trabajadores industriales debe conducir al apoyo a movimientos inspirados en postulados de clase. El apoyo obrero al populismo, frecuente en los países dependientes y periféricos, aparecía así como una deviación de ese modelo. Un modo típico de integrar conceptualmente el apoyo obrero a los movimientos nacional-populares con la teoría clásica de las orientaciones obreras consiste en postular, para aquellos países que se industrializaron tardíamente, la existencia de un corte interno en la clase obrera, originado en los diferentes momentos de integración de los trabajadores a la industria.
Las conductas ajustadas al modelo se atribuyen entonces al sector de trabajadores "viejos" (aquellos que propiamente deben ser considerados como obreros) y las orientaciones desviadas a sectores que de algún modo no serían plenamente obreros. El primer grupo estaría constituido por aquellos trabajadores de origen europeo formados a través de una larga experiencia dentro de la disciplina del trabajo industrial, y el segundo, en cambio, por los obreros más recientes, "nuevos" no sólo para el ámbito de la empresa industrial sino también para la vida urbana, ya que se trataría de migrantes provenientes de las zonas campesinas más atrasadas.
Esta discusión teórica entre "nueva" y "vieja" clase obrera de los países recientemente industrializados se vincula más genéricamente con una conceptualización que propone encontrar las bases sociales del "autoritarismo" y del "totalitarismo" en estratos y clases que, según la etapa del proceso de industrialización en que se hallen las sociedades a las que pertenecen, se transforman en masas "desplazadas" y por lo tanto "disponibles" para su manipulación por una élite.
En el caso del fascismo europeo se acepta que ese sector estuvo constituido por la baja clase media. El "autoritarismo" de los movimientos populistas latinoamericanos, concretamente del "peronismo" y del "varguismo", sería función del proceso de rápida industrialización posterior a 1930, el que tiene lugar "mientras las clases trabajadoras están relativamente mal organizadas en sindicatos y partidos y en las poblaciones rurales existen todavía reductos de conservadorismo tradicional".
A partir de estos supuestos, la explicación de las relaciones entre movimientos populistas y clase obrera será especificada, entonces como relación entre "totalitarismo" y nueva clase obrera. |
Los comportamientos de los "viejos" obreros incorporados a la fábrica durante la primera etapa de crecimiento industrial, y su relación con la génesis de los movimientos nacional-populares o es relegada como punto de interés teórico o es conceptualizada explicitamente como opuesta al populismo, cuyo surgimiento queda explicado, por añadidura, como manifestación del trabajo de los "viejos" en sus tentativas de integrar a los "nuevos" en sus orientaciones y en sus estructuras organizacionales.
Estos nuevos obreros, verdaderos y únicos protagonistas del apoyo de masas al populismo, poseían una serie de características distintivas que separarían radicalmente sus orientaciones de las de los obreros "viejos". En primer lugar se trataría de masas populares atraídas más por la vida urbana que por el trabajo industrial, de modo que sus experiencias estarían preferentemente impregnadas por los valores de movilidad ascendente incluidos en su desplazamiento del campo a la ciudad, y no por las notas típicas de la "condición obrera" estructurada a partir del ingreso a la fábrica. Sobre esta base se diseñarían los siguientes rasgos distintivos:
Esta orientación normativa, como indicdora de una fractura en el interior de la clase obrera definida en términos socioculturales pero estructurada a partir de características situacionales diversas, llega a tener una importancia decisiva para el análisis de las actitudes políticas, en tanto se traduce luego en una separación organizacional entre obreros "viejos" y "nuevos", que no participan de organizaciones comunes, y convierte a los "nuevos" en "masas disponibles" cuya existencia da lugar a la formación de movimientos populistas que las canalizan.
Uno de los puntos centrales para la distinción entre "viejos" y "nuevos" es la dicotomía entre tendencias a la acción autónoma y tendencias a la acción heterónoma (nuevos = casos de manipulación de masas pasivas o heterónomas). La base fundamental para la participación de esas masas en el movimiento populista es la satisfacción de tipo emotivo. Se admite aveces que también intereses o proyectos individuales pueden desempeñar un papel en la adhesión de los obreros "nuevos" al movimiento, pero esos intereses son definidos como inmediatos.
Este énfasis puesto en el corte de los obreros "viejos" y "nuevos" como condición del populismo, no aparece solamente en la literatura más esctrictamente sociológica, sino también en la literatura sociopolítica argentina dedicada al tema del peronismo. Aún cuando el punto de partida sea el mimso, las consecuencias que se atribuyen al proceso difieren substancialmente. El punto clave de esta otra argumentación sigue siendo la distinción entre obreros "viejos" y "nuevos", pero los separa rotundamente de la literatura académica la valoración explícita que efectúan acerca de las características de dicho enfrentamiento. En este modelo los "nuevos" son quienes más capacitados están para romper con el inmovilismo y la ligazón con intereses inmediatos propia de los "viejos".
Estas referencias al peso que la literatura política le otorga a los nuevos obreros en la configuración del peronismo, en coincidencia con otros análisis enmarcados dentro de la teoría sociológica tienen la intención de ejemplificar como el papel privilegiado de los migrantes del interior parece ya un dato de sentido común para todo análisis. A partid de esta percepción generalizada nuestro objetivo será poner en duda los supuestos que parecen más obvios como explicación eficiente del proceso de configuración de un movimiento nacional popular en las condicioes propias de la Argentina al promediar la década del 40.
El punto de mayor coincidencia entre ambos enfoques se da en el nivel de las orientaciones que se atribuyen globalmente a los obreros viejos por contraste con las que se adjudican a los nuevos:
Los viejos tendrían definido un marcon normativo estable, dentro del cual se encontrarían en condiciones de definir intereses específicos propios y de buscar formas organizativas adecuadas. Sus conductas serán definidas en términos del modelo clásico de orientaciones obreras. Los nuevos serían incapaces de desarrollar un programa propio de reivindicaciones que incluya reclamos de autonomía, así como una programación de metas. La hetereonomía y la inmediatez derivadas de la urgencia de un soporte integrador totalizante y del nivel emotivo, junto con la carencia de un marco normativo referencial sólo dejarían abierto el camino de la pasividad.
El populismo se define así a partir de la situación de desplazamiento en que llegan a encontrarse grandes contingentes humanos, lo que los transforma en masas manipulables.
Es necesario destacar una diferencia entre los dos modelos: en el caso Argentino los obreros carecían de ese marco normativo por su situación de cambio reciente, y se supone que tal situación crea una tensión generalizada que los lleva a buscar una oportunidad de adhesión; el otro modelo, ejemplificando a partir del caso brasileño, enfatiza en lugar del estado de anomia, una continuidad de los valores tradicionales que orientan la conducta de los nuevos, lo que los impulsa a buscar una integración con la sociedad y con el poder a través de lazos de tipo primario.
Cuando pasamos al nivel de las condiciones objetivas nos encontramos con que el cambio de situación es caracterizado mediante la utilización de tres dimensiones: trabajo, consumo y participación política.
Las distinciones analíticamente resumidas suponen in mente a dos procesos históricos concretos: el peronismo y el varguismo, sólo diferenciables en cuanto a que en la Argentina se dio la presencia de un momento inicial, cuyos rasgos hicieron que el "estado de disponibilidad" en que habrían de entrar posteriormente las masas obreras pueda ser definido como producto de una falta de coincidencia previa entre movilización e intervencionismo social.
¿Hasta qué punto la existencia o no de ese momento inicial cambia el caracter de la relación que habrá de establecerse entre el movimiento obrero y populismo?
Las hipótesis que manejaremos nos inducen a pensar que la presencia de un período previo de asincronía entre desarrollo económico y participación resulta decisiva para la apreciación de los rasgos específicos que asumirán algunos movimientos populistas, en especial el peronismo, tal cual lo discutiremos en la segunda parte del trabajo.
Al analizar los orígenes del peronismo, el primer rasgo distintivo que aparece es la importancia que el Sindicalismo tiene en él como factor constituyente. Al minimizar el papel jugado por la organización sindical, se la ha quitado de hecho al peronismo el elemento más nítido de especificación dentro del conjunto de los movimientos populistas. Nuestra intención es contrastar las hipótesis habituales, a partir de un intento de particularización de aquél dato que marcábamos como peculiar para los orígenes del peronismo: la importancia que el sindicalismo organizado adquiere durante su proceso de gestación. Este punto de partida supondrá subrayar la importancia relativa de las organizaciones gremiales en la Ergentina a comienzos de la década del 40 y, en segundo lugar, determinar hasta qué punto se dio entre nosotros entre 1943 y 1946 un proceso de creimiento en los sindicatos como para suponer que en ese período de gestación se produjera una ruptura entre tradiciones ideológicas, organizaciones y dirigentes capaz de explicar al populismo como resultado de un corte interno en la clase trabajadora.
Nuestra conclusión es que en el proceso de génesis del peronismo tuvieron una intensa participación dirigentes y organizaciones gremiales viejas, participación que llegó a ser fundamentalmental a nivel de los sindicatos y de la Confederación General del Trabajo y muy importante en el Partido Laborista. Este acento en la actividad de los dirigentes no supone en absoluto descartar el papel jugado por los obreros recién incorporados, sino relativizarlo en favor de una aproximación alternativa al problema de la participación obrera en el peronismo que, más que subrayar la división de la clase obrera, toma como punto de partida su opuesto: la unidad de la misma, como sector social sometido a un proceso de acumulación capitalista sin distribución del ingreso, durante el proceso de industrialización bajo control conservador que tiene lugar durante la década del 30.
La tendencia general se orienta hacia minimizar el rol de los sindicatos en el período previo y a subrayar el vertiginoso crecimiento organizativo bajo el aparato del Estado. La experiencia argentina entre 1940 y 1946 no parece confimar esa imagen. Las cifras de crecimiento a partir de 1941 nos indican que, en líneas generales, el apoyo gremial al populismo fue instrumentado por una estructura sindical en lo esencial preexistente, sin que pueda hablarse de una discontinuidad marcada con el pasado inmediato. Los sindicatos de ramas industriales son los que más crecen, desplazando a los correspondientes a servicios que eran los más numerosos a principios de la década.
Todos los análisis coinciden en señalar al año 1943 como un momento de ruptura, como el punto en el cual finaliza la etapa del sindicalismo tradicional, minoritario, orientado hacia posiciones izquierdistas y más basado en el oficio que en la industria y nace el sindicalismo de masas, ligado al aparato del Estado, generando a través de un proceso de disolución de toda la experiencia pasada.
Sin embargo, esa discontinuidad recién tomará forma en 1947. La diferencia de 4 años que establecemos con la fecha habitual no es secundaria sino significativa a los efectos de evaluar el peso que el sindicalismo tradicional adquirió en los orígenes del peronismo y aun el impacto que esta influencia inicial tuvo sobre todo el proceso de participación obrera en el nacionalismo popular, durante el paso de este por el gobierno y después de su derrocamiento.
Entre 1930 y 1935, la capacidad negociadora del sindicalismo se vio duramente golpeada por la doble incidencia de las políticas que el capitalismo posee para disciplinar la fuerza de trabajo: una alta tasa de desempleo y otra también alte de represión. Hacia 1935 esa situación empieza a cambiar. El ritmo de la ocupación creció de manera sostenida y la capacidad negociadora del sindicalismo se robusteció. La primera consecuencia de estos cambios fue una modificación en la dirección de la CGT, producto de una crisis. Hacia 1940 la situación del sindicalismo desde el punto de vista de las tendencias predominantes, era la siguiente:
_ La CGT, que abarcaba a la mayoría de los trabajadores sindicalizados, en cuya dirección participaban socialistas, comunistas y sindicalistas;
_ La USA, liderada por los dirigentes sindicalistas;
_ Sindicatos autónomos, también de orientación sindicalista
En abril del 43 el Departamento Nacional de Trabajo reconocía, en un informe elevado al Ministerio del Interior, que la situación del obrero se había deteriorado pese al auge industrial. Como hemos señalado, la explotación de la fuerza de trabajo estaba acompañada por un aumento constante del nivel de ocupación que se acentúa en el período inmediatamente anterior al cambio de gobierno en 1943. La coincidencia de ambos factores, crecido monto de reivindicaciones gremiales y alta tasa de ocupación, reforzó las posibilidades de accioón sindical, lo que se manifestó en el crecimiento sostenido de las organizaciones gremiales y en su capacidad de movilización.
El golpe militar de junio de 1943 encuentra, pues, a una clase trabajadora que, pese a haber intensificado la movilización en defensa de intereses propios, no ha resuelto a su favor las reivindicaciones planteadas.
La orientación del sindicato en los orígenes del peronismo
Institucionalmente, en 1943 la CGT se hallaba nuevamente dividida en dos sectores. Por un lado, la CGT N°1 que, aunque encabezada por un afiliado socialista, José Domenech, secretario del aUF, buscaba la máxima independencia de la CGT con respecto a los partidos políticos. Por el otro, la CGT N°2, integrada por los gremos dirigidos por aquellos afiliados socialistas más integrados a la estructura partidaria (Leirós) y por los sindicatos orientados por los comunistas.
El 29 de julio de 1943, la sede de la CGT N°2 es clausurada por el gobierno La CGT N°1 habrá de recibir un duro golpe al ser intervenidas, el 24 de agosto, la UY y La Fraternidad. En sept. del 43 los sindicalistas no intervenidos de la CGT N°1 deciden continuar con la organización. El 27 de octubre PErón es designado Director del Departamento Nacional del Trabajo. A partir de ese momento habría de iniciarse una nueva etapa en las relaciones entre sindicalismo y Estado: se abría el proceso de orígenes del peronismo que, en el plano gremial, se centraría básicamente en las organizaciones que constituyeron la CGT N°1 y la USA.
Si recién a fines de 1943 el grupo que rode a Perón comienza a estructurar una estrategia tendiente a lograr un pacto con el sindicalismo, la primera prueba pública acerca de los avances realizados en esa dirección tendrá lugar en julio de 1945. El 16 de junio varias organizaciones patronales dan a conocer un manifiesto llamado "de las Fuerzas Vivas" en protesta contra la política social del gobierno. Cuatro días después comienzan las reacciones sindicales. La movilización obrera a favor de la política estatal y en contra de la actitud de las organizaciones patronales culminó en un mitín callejero el 12 de julio. El lema de la concentración era "en defensa de las mejoras obtenidas por los trabajadores por intermedio de la Secretaría de Trabajo y Previsión".
En todo este proceso -que culminará con los sucesos de octubre de 1945 y con la fundación del Partido Laborista- el punto central sobre el que converge la actividad sindical es el reclamo de participación obrera en las decisiones políticas. La CGT, la USA y los sindicatos autónomos se movilizaron para obtener el derecho de ejercer actividades políticas, lo que obtuvieron a principios de octubre de 1945, a través de la ley 23.852, que establecía como derecho a las orgnizaciones gremiales el de "participar circunstancialmente en actividades políticas".
Desde el punto de vista organizativo, esta voluntad encontrará su expresión hacia fines de octubre en la fundación del Partido Laborista, percibido por la mayoría de los dirigentes gremiales como la realización de sus reclamos de autonomía en el nivel político.
El esquema organizativo del PL -cuya influencia en la victoria electoral de Perón en febrero de 1946 fue decisiva- trataba de articular la participación autónoma de los sindicatos en la esfera política. De acuerdo con su Carta Orgánica, el PL estaría integrado por:
El programa del partido era nacionalista-democrático en política y economía, y claramente disrtibucionista en materia social. Antes de proponer una alianza con otros sectores sociales, el PL era, en sí mismo, el producto de un pacto entre viejos y nuevos dirigentes, aunque con predominio de los primeros, determinado por el mero hecho del mantenimiento de la influencia decisiva de las estructuras sindicales anteriores a 1943.
En Argentina resulta claro que el corte en el interior de la clase obrera es insuficiente para remitir a él como explicación de su surgimiento.
La teoría que describe a las conductas obreras en el populismo como absolutamente heterónomas y manipuladas no se aplicaría exactamente en aquellas situaciones en las que, a la estructuración política del movimiento y a su ascenso al poder, antecede un momento inicial en el proceso de industrialización en el que tiene lugar un intenso ritmo de acumulación capitalista, sin la vigencia simultánea de políticas distribucionistas que puedan operar una integración rápida de la clase obrera en el sistema.
Para le caso del peronismo creemos poder hablar de una situación en la cual, desde el punto de vista de las conductas obreras, el corte con le modelo no es radical, aunque la alianza de clases en que habrá de expresarse ese comportamiento se acerque más a los modelos elaborados por la sociología política para expresar la participación popular en sociedades de industrialización tardía.
La similitud con el modelo clásico estará dada por la presencia en ambos casos de un momento inicial en el que el crecimiento capitalista se realiza sobre la base un aumento de la explotación de la mano de obra y de una sistemática marginación de las decisiones políticas, lo que provoca un montón crecido de reivindicaciones particulares.
La diferencia habrá que buscarla en el hecho de que la búsqueda de participación obrera se cruzó con fragmentaciones y reagrupamientos en el interior de las clases propietarias y de los grupos que tendían a representarlas, de modo tal que la alternativa para una alianza interclases se abrió rápidamente. Las formas en que se produjo el creimiento industrial en Argentina trajeron como consecuencia el desarrollo de fuerzas internas no obreras, marginadas también por el sistema de dominación, cuya presencia obligó a cambiar el plano de las coalicionoes clásicas y a desplazar momentáneamente el eje de las contradicciones sociales, de una situación de enfrentamiento directo entre trabajadores y propietarios de los medios de producción a un realineamiento de fuerzas que cobró verticalmente a la sociedad y que cristalizó en nuevas formas de alianza de clases, elaboradas a partir de la coincidencia de un proyecto más amplio de política nacional, proyecto que supondría cambios en el sistema.
Nos interesa resumir las consecuencias sociales más importantes de los rasgos que asumió ese proceso de movilización de la manufactura bajo control conservador, como suma de condiciones que permitirán conceptualizas luego al peronismo como nueva forma de alianza de clases que implica, a su vez, el nacimiento de una nueva política: