5. El primer gobierno radical, 1916-1922

El gobierno radical en 1916
Las técnicas del liderazgo popular
La economía argentina durante la Primera Guerra Mundial
La estrategia política del gobierno
Desarrollo del sistema de patronazgo
Problemas regionales
La reforma universitaria de 1918
El radicalismo y la clase obrera

El curso general seguido por los acontecimientos políticos porteriores a 1916 estuvo signado por la relación entre los sucesivos gobiernos radicales y los grupos conservadores de la élite a los que aquellos reemplazaron. En un principio, la victoria electoral de los radicales en 1916 pareció reflejar la capacidad de repliegue y autoconservación de la clase gobernante tradicional. No había motivos para creer que el poder real de la élite hubiera desaparecido o disminuido en grado significativo. El ejército y la marina tenían los mismos comandantes que antes; la Sociedad Rural seguía intecta, y miembros de la élite conservaban posiciones estrechamente vinculadas a las empresas foráneas.


El gobierno radical en 1916

En muchos aspectos, se diría que la oligarquía simplemente había cambiado de ropaje. En el primer gabinete de Yrigoyen, cinco de los ochos ministros eran ganaderos de la provincia de Buenos Aires o estaban conectados con el sector exportador. En tales circunstancias, los grupos influyentes de la élite, que finalmente se habían resignado al cambio de gobierno, se vieron alentados a pensar que no habían hecho sino delegar la nueva administración del poder directo que antes tenían. El radicalismo mantenía aún sus rasgos más conservadores.

Los radicales, en casi todas las provincias seguían siendo oposición, y también estaban en minoría en el Congreso: en la cámara de Diputados no consiguieron la mayoría hasta las elecciones de 1918, mientras que en el Senado los conservadores la retuvieron hasta 1922 y aún después.

En 1916 la oposición de Yrigoyen era, pues, bastante débil, y sus medidas de gobierno estaban fuertemente condicinoadas por su relación con la élite. Tenía como mando lograr dos objetivos fundamentales: en primer lugar, debía apuntalar los intereses económicos de los grupos terratenientes; en segundo lugar, debía establecer una nueva relación con los sectores urbanos, que habían sido la mayor fuente de inestabilidad política desde comienzos de siglo.

La razón principal de que los conservadores hubieran fracasado en organizar un partido de masas era que habían sido incapaces de adaptar si posición como productores al imperativo de ofrecer algo concreto a los grupo urbanos. En apariencia sólo los radicales eran capaces de superar esta dificultad: ellos se habían convertido en un partido "inorgánico", eludiendo trazar un programa concreto. Este principio, que llevaba a los radicales a mediar entre los intereses de la élite y los de las capas medias urbanas, fue el que confirió su caracter a la lucha política luego de 1916.

Es difícil señalar algún cambio sustancial en la trama profunda de la sociedad argentina cuando Yrigoyen dejó el gobierno en 1922: el sector exportador seguia dominando la economía del país, los sistemas financiero, tributario, aduanero, y el régimen de la tierra habían permanecido incólumnes, y las conexiones con los ingleses continuaban siendo tan sólidas como en el pasado. Apuntaban a fines redistributivos más que estructurales, siendo su objetivo primordial democratizar la sociedad de los estancieros racionalizando y mejorando el sistema de relaciones políticas y sociales que había surgido de ella.

El doble énfasis en el "bienestar" y el "contacto con el pueblo" no dice que los radicales apuntaban a lograr una integración política y una situación de arminía de clases, manteniendo la estructura socioeconómica existente pero promoviendo la participación política institucionalizada fuera de los marcos de la clase gobernante tradicional. Estos objetivos comprometieron al gobierno con dos grupos claves: la clase media de profesionales "dependientes", que ya antes de 1916 se había convertido en un elemento importante dentro del radicalismo, y la clase obrera urbana. Los contactos que tuvo el gobierno con estos grupos modelaron su relación con la élite y con el capital extranjero.

El problema central derivó de la tendencia del gobierno radical a alinearse en demasía con los grupos urbanos; cuando esto comenzó a poner en peligro la relación de la élite con el capital extranjero y los mercados de ultramar, desencadenó omniosas expresiones de conflicto político. Las dos crisis fundamentales que sufrió el gobierno radical, en 1919 y 1930, se vinculan directamente a un proceso de esta índoles.


Las técnicas del liderazgo popular

Hay, sin embargo, un aspecto en el cual el advenimiento del gobierno radical marcó un cambio revolucionario en el estilo político argentino. La atmósfera cerrada y formal de la oligarquía fue muy pronto barrida por una oleada de euforia popular. Ya con Roca, Celman y Figueroa Alcorta se había esbozado una tendencia a la personalización de las cuestiones políticas, pero el estilo de Yrigoyen confirió a este elemento una posición central.

Yrigoyen era, en verdad, un elemento extraño y novedoso en la política argentina. Aún después de ocupar la primera magistratura se negó a pronunciar discursos políticos públicos; durante su mandato se abandonó la costumbre de que el presidente de la República dirigiera personalmente su mensaje al Congreso al iniciarse el período de sesiones legislativas. También era muy conocido por su intensa vida sexual. Aunque nunca contrajo matrimonio, dejó por lo menos una docena de hijos, que tuvo con sucesivas "señoras".

Este nuevo estilo de política popular iba acompañado de una perticipación mucho mayor de los grupos urbanos, que antes habían sido relegados a un papel indirecto o sólo ocasional. Los radicales veían en ello el síntoma de un nuevo espíritu democrático; la oposición, en cambio, incluidos los socialistas, solían describirlo como "el gobierno de la plebe", y aludían a los adeptos de los comités radicales como "la chusma".

Una revolución paralela tuvo lugar en el arte de la propaganda política, y surgió un nuevo estilo de periodismo popular.

El radicalismo siguió siendo u conglomerado híbrido; las disparidades regionales y de clase que llevaban en su seno y que no había logrado eliminar le impidieron cobrar la forma "orgánica" a que habían aspirado los reformadores de 1912. En muchos aspectos continuó siendo el heredero de los partidos "personalistas" del pasado y compartiendo muchas de las características autirutarias de los gobiernos oligárquicos.


La economía argentina durante la Primera Guerra Mundial

Cuando Yrigoyen subió a la presidencia en 1916, el país estaba viviendo las agonías de una depresión económica iniciada en 1913 con la súbita interrupción de las inversiones extranjeras, la cual se vinculaba, a su vez, a la crisis finaniera que atravesaba Europa, desencadenada por la guerra en los balcanes. Ese mismo año la cosecha fracasó y disminuyeó el volumen del comercio exterior. El estallido de la guerra en agosto de 1914 profundizó la depresión; las inversiones extranjeras cesaron por completo, bajó el valor de las tierras y se producjo una seria escasez de capacidad de embarque. La balanza de pagos solo pudo mantenerse equilibrada merced a una cuantiosa reducción de las importaciones.

Sólo después de 1917 pudo recuperar la Argentina su comercio de exportación, al aumentar la demanda de alimentos por parte de las tropas aliadas. De manera que en el plano económico, la época de la guerra y la posguerra se dividió en dos etapas principales: la primera, que se extiende entre 1913-1917, fue un período de depresión; la segunda, de 1918-1921 un período de auge, originado fundamentalmente en la creciente demanda externa de exportaciones argentinas.

El efecto principal de la guerra, más marcado en el segundo período, fue la rápida inflación. Ésta fue uno de los factores preponderantes entre los que rigieron la relación entre la élite terrateniente y los sectores urbanos durante el primer gobierno radical. Su efecto fue redistribuir el ingreso de los sectores urbanos hacia los grupos rurales y exportadores. Mientras que los terratenientes y los exportadores se beneficiaban con la inflación, a causa de mayores precios que percibían por sus productos, entre 1914 y 1918 el costo de vida urbano aumentó alrededor de un 65%.


La estrategia política del gobierno

En 1916 los efectos de la inflación sobre los consumidores urbanos llevaron al gobierno radical a una posición bastante difícil. Su propósito era poner fin a las tensiones políticas entre la élite y los sectores urbanos y consolidar su posición en el electorado, en un momento en que, a causa de la inflación, los intereses de ambos grupos eran agudamente divergentes. Era menester encontrar algún modo de apaciguar a los grupos urbanos sin enajenarse a la vez las simpatías de la élite. Se descubrió que la única forma factible de lograrlo era aumentar la cantidad de cargos burocráticos y profesionales.

El principal problema inmediato en 1916 era que cualquier aumento del gasto público para expandir la burocracia hubiera exigido un aumento de los impuestos, y como el sistema impositivo no había sido modificado en lo más mínimo, dicho aumento repercutiría en los propios sectores urbanos. El grueso de las recaudaciones del Estado provenían de los aranceles aduaneros de los artículos importados, y por lo tanto se cargaban al consumidor. La única forma concebible de modificar esta situación habría sido un impuesto a la tierra; pero fijar dicho impuesto no era fácil para el radicalismo: habría constituido un ataque directo a la élite terrateniente.

Antes de 1919, cuando las importaciones y las recaudaciones fiscales comenzaron a mejorar, el gobierno se mostró poco dispuesto a incrementar el gasto público en un monto significativo. En sus dos primeros años, el gobierno de los radicales trataron de promover en el Congreso una serie de reformas moderadas tendientes sobre todo a favorecer a los arrendatarios rurales. Se propuso la creación de un banco agrario para contribuir a los planes de colonización, y se intentó fijar un impuesto temporario a las exportaciones agropecuarias con el fin de llevar alivio a los granjeros que atravesaban momentos de penuria, así como desarrollar un plan de obras públicas que permitiera hacer frente al problema de la desocupación urbana.

Estas medidas deben tomarse como una tentativa de consolidar el control sobre los sectores rurales de la región pampeana. Este fue el motivo por el cual la oposición conservadora se negó a considerar dichas medidas. La única auténtica novedad fue un proyecto de impuesto a los réditos personales introducido en 1918. Pero ninguno de estos proyectos prosperó, a excepción del impuesto temporario a las exportaciones agrícolas.


Desarrollo del sistema de patronazgo

La imposibilidad de sancionar estas leyes ilustra la extrema renuencia de la mayoría conservadora en el Congreso a respaldar con concesiones tangibles las reformas que habían hecho en 1912. En tales circunstancias de impase político, en 1918 y 1919 se hizo notoria la apelación del gobierno a técnicas más burdas de patronazgo. En ese último año, al retomar poco a poco las importaciones su ritmo anterior a la guerra, mejoró también la recaudación fiscal, por otra parte había signos de que el apoyo dado por la clase media al gobierno en la ciudad capital comenzaba a desmoronarse.

Entre 1919 y 1922 el uso de los cargos públicos con fines políticos se convirtió en el nexo principal entre el gobierno y la clase media. Yrigoyen puso los cargos oficiales a disposición de los caudillos de los comités locales del partido. Los principales beneficiarios eran los hijos de inmigrantes pertenecientes a la clase media "dependiente" de Buenos Aires. Estos eran los núcleos primordiales de la organización en comités de la UCR. El sistema no beneficiaba, en cambio, a los inmigrantes -cuyos votos no debían ser ganados, puesto que carecían del derecho al sufragio-, ni tampoco a la clase obrera o a los empresarios, ya que por distintas causas ambos grupos estaban más allá de los posibles atractivos de un cargo público.

La consecuencia más notoria del desarrollo delsistema de patronazgo fue que extendió los vínculos entre el propio Yrigoyen y los caudillos de barrio de clase media. A medida que el sistema se fue afianzando, estos empezaron a figurar en los puestos más altos de la burocracia y a competir para los cargos electivos con los líderes tradicionales del partido. Vemos, pues, que otro de los rasgos pecualiares del gobierno de Yrigoyen fue la lucha por el control partidario entre los grupos de clase media y los grupos de la élite.

En 1918 y 1919 el partido estuvo a punto de dividirse por esta cuestión; peo a pesar de las presiones del "Grupo Azul", como se dio en llamarlo, las tentativas de controlar o invertir la tendencia de Yrigoyen a comprometerse cada vez más con la clase media y los caudillos de barrio fueron infructuosas. El grupo de la élite no consiguió dominar el partido porque estaba fuera del acceso a las fuentes del patronazgo, y, en consecuencia, a los medios para hacerse de una masa partidaria. La propia carrera política de sus miembros dependía de Yrigoyen; en última instancia, estaban obligados a aceptar su liderazgo o a aislarse, irremediablemente. Cuando en 1919 el movimiento opositor terminó en el fracaso, la relación entre Yrigoyen, como fuente de patronazgo, y los comités del partido, como fuente de apoyo electoral, pasó a ser el rasgo predominante.


Problemas regionales

El conflicto de Yrigoyen con el ala derecha, cobró significación, asimismo, en términos de la distribución regional del poder dentro del partido y del vínculo del gobierno con distintos grupos regionales. Luego de 1916, la Capital y las provincias de Buenos Aires y Córdoba fueron los baluartes de Yrigoyen.

Si ya antes de 1916 se habían hecho patentes las tensiones interreginoales después de esa fecha se intensificaon. Varios líderes de la facción disidente de la élite que surgió como adversaria del "personalismo" en 1918 y 1919 habían tenido ligazón directa. Con posterioridad a 1919 el conflicto se profundizó, a medida que la clase media dependiente porteña cerraba el cerco en torno del gasto público nacional, privilegio que generó antagonismos en algunos de los grupos de clase media de otras provincias donde también había una cuantiosa población urbana dependiente.

A largo plazo, este sistema de control unitario indirecto por parte del gobierno nacional fue la aceleración del proceso de centralización del poder y la riqueza en la ciudad de Buenos Aires. Pero el problema tenía otras facetas más complejas. Reflejaba la dificultad de conciliar los intereses de los consumidores urbanos con los de los exportadores, y ponía en relieve la distribución regional de la influencia política dentro de la élite terrateniente.

Para contemplar la situación de los consumidores urbanos durante ese período inflacionario sin afectar a los ganaderos y cerealeros bonaerences, Yrigoyen procuró que las zonas políticamente más débiles del interior cargaran con el peso de las concesiones hechas a los primeros. Como respuesta a estos procedimientos y a las intervencinoes federales que imponían regímenes clientelísticos corruptos, surgió antes de 1922, en algunas provincias, una fuerte tradición "antiyrigoyenista".

Cinco fueron las expresiones principales del nexo creciente entre el gobierno radical y los grupos de clase media urbanos:

  1. la creación de un sistema de patronazgo para el control partidario
  2. el aumento del gasto público después de 1919
  3. la tendencia de perjudicar a los sectores urbanos que no estaban en condiciones de beneficiarse con el crecimiento de la burocracia
  4. los signos de tensión dentro del sector de la élite que pertenecía a la UCR
  5. el incremento de los tributos correspondientes a las provincias del interior con respecto a los de la provincia de Buenos Aires


La reforma universitaria de 1918

La reforma universitaria de 1918 es el hecho que más asociado ha quedado a los logros del gobierno radical en favor de la clase media. Más tarde dicha Reforma repercutiría enormemente en los movimientos universitarios de toda Latinoamérica: sus orígenes, empero, fueron los prosáicos conflictos que tuvieron lugar a comienzos de siglo entre la élite criolla y los nuevos grupos de clase media en torno al acceso a las universidades y a las profesiones liberales urbanas.

En 1918, primero en la Universidad de Córdoba y luego en otras casas hubo una sucesión de huelgas estudiantiles, algunas de las cuales alcanzaron violentas proporciones. Su objeto era que se modificaran los planes de estudio y su pusiera fin a la imfluencia escolástica y clerical en la educación superior, popularizando por primera vez la democracia educativa y la participación de los estudiantes en el gobierno de las universidades.

El gobierno radical tomó medidas positivas en respuesta a sus demandas más concretas. Se simplificaron los criterios de ingreso, y los planes de estudios sufrieron importantes modificaciones; pero el paso más trascendente que dió el gobierno fue la creación de nuevas universidades, que ampliaron las posibilidades de los frupos de clase media de recibir educación superior.

Así pues, en 1922 estos grupos habían llegado a ocupar una posición política muy diferente de la que tenían en el período oligárquico: ahora estaban plena y directamente envueltos en las actividades del Estado y se habían transformado en uno de sus principales beneficiarios. Si se exceptúan epísodios espectaculares como el de la Reforma Universitaria, este cambio tuvo lugar en gorma gradual, sin serios choques que pusieran en peligro la estabilidad del nuevo sistema político.

En gran medida, lo que estaba ocurriendo era un efecto previsible de la ampliación del sufragio en 1912; al conceder esto, la élite se había declarado dispuesta a aceptar una extensión del papel político de la clase media, como artilugio para conquistarla.

Los problemas que planteó el nuevo sistema sólo salieron a relucir al término del período de Yrigoyen, en la depresión de posguerra iniciada en 1921; hasta entonces los terratenientes aprovecharon el auge de las exportaciones, y sus concesiones materiales a los grupos de clase media por lo general se hicieron a expensas de otros sectores sociales.


El radicalismo y la clase obrera

La principal fuente de fricciones entre la élite y el gobierno radical antes de 1922 tuvo su origen en otro ámbito. La más notoria innovación de los radicales fue su intento, no solo de incluir en su proyecto de integración política a los grupos de clase media, sino establecer una nueva relación entre el Estado y la clase obrera urbana.

Antes de 1916 los radicales prestaron escasa atención al problema obrero. Sus pocas referencias a él adoptaban un estilo pro forma, simplemente como medio de exacerbar sus quejas contra la oligarquía. La antipatía por la idea de clase fue uno de los rasgos salientes de la doctrina e ideología de la UCR, que perduró luego de 1916.

Análogamente, antes de 1916 los radicales condenaron las leyes represivas utilizadas por la oligarquía contra los anarquistas, no porque fueran un instrumento de opresión, sino simplemente porque violaban las nociones liberales acerca del debido proceso legal.

Otro de los rasgos prominentes del radicalismo en esta época fue su actitud reaccionaria, casi paranóica, contra todo lo que tuviera apariencia de "socialismo". Su antipatía por el PS de Juan B. Justo era en muchos aspectos más marcada que la de la oligarquía. Esto iba a compañado de una afirmación exagerada y dogmática de las posibilidades de movilización social que ofrecía la sociedad argentina.

No había motivos para que el Gobierno radical se preocupara por la clase obrera de la forma en que lo hizo. El móvil primordial fueron sus consideraciones electoralistas, y la luch que emprendió a partir de 1916 para lograr la supremacía en el Congreso. En Buenos Aires, la búsqueda del apoyo obrero era asimismo un medio de poner coto al crecimiento del PS e impedir que se expandiera, más allá de la Capital Federal, a las otras grandes ciudades de la región pampeana. En las elecciones de 1912, 1013 y 1014 los socialistas obtuvieron en la Capital una sucesión de victorias. Todo hacía pensarq ue constituirían una grave amenaza: se estaban ganando el apoyo de la clase media urbana.

Sin embargo, a partir de 1915 los socialistas perdieron a uno de sus líderes más influyentes, Alfredo L. Palacios, quien se separó de PS y durante algunos años se presentó a elecciones con un nuevo partido creado por él, el Partido Socialista Argentino.

En las elecciones presidenciales de 1916 los radicales se fijaron por primera vez como uno de sus objetivos principales obtener el apoyo de los obreros. Pero pese a todos sus esfuerzos no consiguieron abrir un camino decisivo para captar los votos obreros. Si bien aumentaron su caudal electoral en los distritos obreros, aún estaban muy a la zaga de los socialistas. Lo que les dio la victoria en 1916 fue la desaparición de sus rivales conservadores de años anteriores.

Las elecciones de 1916 sugirieron que el electorado de clase obrera era impermeable al estilo de la banaficiencia de comité adoptado por los radicales, y que dicho estilo se amoldaba mejor a los grupos de clase media, entre los cuales había un grado más alto de atomización social, un grado relativamente bajo de identificación de clase y el predominio de aspiraciones individuales a la movilidad social.

El gobierno se embarcó en un proyecto tendiente a establecer estrechos vínculos con el movimiento sindical. En 1916 los sindicatos constituyeron un blanco evidente de su acción. Pero los anarquistas estaban en decadencia y su ascendeiente era rápidamente remplazado por el de los "sindicalistas"; con estos poco a poco fue desapareciendo la postura antiestatal extrema de los sindicatos, que quedaron bajo el control de una corriente moderada. A los sindicalistas les interesaban los buenos salarios y no se iban a dejar engañar por meros gestos simbólicos.

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